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domingo, 28 de mayo de 2017

Un partido sin tribuna; la encuesta de GFK 28.5.2017

Por Juan De la Puente
Los políticos están jugando solos; los ciudadanos no están en las tribunas, no sienten que el partido sea suyo, ni hinchan por los equipos. Ese sentido adquiere la reciente encuesta de GFK (28.5.2917) publicada por La República, que reporta que se acentúa la brecha entre las convicciones de la elite y las percepciones ciudadanas, de modo que actualmente nadie está hablando por los ciudadanos. La política no está leyendo los códigos de la sociedad y camina a tientas.
1.- Debe ser frustrante para los actores que se esmeran por diferenciarse que los peruanos no vean al poder dividido sino como un todo. Ahora más que nunca aparece la soledad de esta elite que se expresan en dos políticas: la de las alturas y la de la calle, que no les grita a los políticos que no se peleen sino que sean eficaces. Les pide que hagan otra política. Así, solo el 38% piensa que las relaciones entre el gobierno y el Congreso son conflictivas; el 41% cree que es tensa pero que avanza, y el 9% que es cordial. Las tres bancadas más importantes –Fuerza Popular, PPK y Frente Amplio- no son creíbles como opositoras. En el primer caso, solo el 31% cree que fiscaliza al gobierno (16 puntos menos que hace 8 meses) mientras que el signo característico de la bancada del Frente Amplio es que “no se les escucha mucho” (41%). La aprobación de las bancadas es de 25% hacia abajo.
2.- Este no solo es un asunto de imagen sino se posicionamiento. Para la elite y los medios, la política está en el Congreso, para la gente no. ¿Dónde está la política? Al parecer fuera de los poderes. En el últimos mes, solo aumenta la aprobación de Keiko Fujimori (de 38% a 24%), de Kenji Fujimori (de 28% a 33%) y César Acuña (de 14% a 17%); dos de ellos no están en el Congreso, y Kenji no hace política parlamentaria.
Un dato concurrente es que por primera vez cae PPK y sube Keiko. Hasta hace unos meses, la caída de PPK la jalaba hacia abajo. Este cambio podría indicar que de modo personal ella –y no necesariamente Fuerza Popular- lidera la oposición; es el anti PPK, lo que ya sucedió con Alan García respecto de Toledo (2001-2006), y con Humala respecto de García (2006-2011). El sistema estaría entrando a un sistema de competencia perfecta donde las pérdidas del que gobierna lo asume el que se opone más significativamente. En este punto es sugerente lo que anota Eduardo Dargent en La República respecto de que el desgaste opositor del fujimorismo desde el Congreso no afecta a Keiko.
3.- Los ciudadanos ya abandonaron toda actitud complaciente con los poderes. Ambos, Congreso y Gobierno caen, pero me preocupa que en dos meses el gabinete haya caído 8 puntos, y que a pesar que la posición del premier Fernando Zavala es fuerte, haya perdido 9 puntos en un mes, en tanto la mayoría de ministros se encuentre a la baja. Sin embargo, no creo que la progresión de la caída de PPK haga más vulnerable a su gobierno al punto de hacer temer su continuidad. Creo que el gobierno ha logrado poner sobre la mesa la palabra “obstrucción” algo que dañaría al fujimorismo en su conjunto y que interesaría a los ciudadanos si progresan las interpelaciones. En esta dirección no debe pasar desapercibida la estabilidad de la aprobación del Ministro de Economía Alfredo Thorne (31%) inédito para el sector, señal de que la economía está blindándose de las pugnas entre los políticos.
4.- La tendencia es que la elite siga jugando sin tribunas. La mayoría de peruanos no se ha enterado de la reforma electoral (73%), no está enterada de la interpelación al Ministro del Interior, Carlos Basombrio (57%), ni conoce las razones de esa interpelación (70%). A los ciudadanos tampoco se les va la vida por los dramas de la política, no se sienten ni representados (60% de rechazo) ni satisfechos (55% de rechazo) de partidos y líderes pero tampoco son insistentes en demandar cambios, de modo que no le sugieren a PPK, por ejemplo, tocar la reforma política en su programa de TV.
Finalmente, podría ser que esta brecha no sea por ahora muy perjudicial para el sistema, que ya habrá tiempo para politizar a los electores. Pero sí es seguro que no es bueno para la democracia que la política ande sola.

martes, 23 de mayo de 2017

El caso Vizcarra, crisis orgánica y Estado débil

Por Juan De la Puente
Algunas reflexiones del caso Vizcarra cuyo desenlace pudo evitarse, que lejos de cerrarse se abre para mostrar sus elementos de mediano plazo.
1.- Crisis orgánica. La crisis abierta con la renuncia del ministro Martín Vizcarra pertenece al tipo de crisis orgánica de un gobierno, distinta a una crisis exclusivamente de coyuntura, en la medida que afecta al conjunto de procesos del gobierno hacia adentro y de relaciones hacia afuera. Es, además, una crisis de larga maduración para los estándares peruanos, y que ambos poderes maceraron algunos meses, más el Ejecutivo que tenía en sus manos soluciones legales durante meses. Tan importante como la renuncia de Vizcarra es la renuncia del Estado a resolver con diligencia y oportunidad un caso complejo.
2.- El elemento endógeno. El primer detonante de esta crisis y, al mismo tiempo, el primer impedimento de su solución es endógeno; es la falta de fuerza y competencia del Estado para deshacer un contrato mal hecho y renegociarlo o anularlo. Este es un problema legal y político que reside en la pérdida de la capacidad de negociación del Estado, una debilidad que no está relacionada con la fortaleza de la contraparte privada sino con la subestimación del interés público dentro de las agencias estatales llamadas a cautelarlo, creadas con el acertado objetivo de promover la inversión pero con escasa accountability. Desde la creación de Proinversión (D. Leg. N° 674, de 1991), la Ley N° 30052 (julio de 2013), y la Ley N° 30230, los objetivos de facilitar la inversión, el desarrollo productivo y el crecimiento empresarial pretenden ser logrados restringiendo la capacidad negociadora pública. Estas fallas se han advertido en otros casos ahora judicializados y tienen relación con una aplicación deficiente del D. Legislativo N° 1224, Ley Marco de Promoción de la Inversión Privada mediante Asociaciones Público Privadas y Proyectos en Activos, modificado recientemente mediante el D. Legislativo N° 1251.
3.- El elemento exógeno. El segundo elemento de esta crisis es exógeno, es la hegemonía del interés privado sobre el público, cuando debería ser al revés. Este es un problema ideológico o “de modelo”, y opera como un imperativo del mercado que debe subordinar toda lógica pública. Este imperativo está presente descarnadamente en escándalos como la Interoceánica y el peaje de Puente Piedra, pero también se aprecia en pronunciamientos leídos estos días sobre Chinchero. Van desde aquella autoridad del Cusco que dijo que con o sin corrupción debe hacerse ahora el aeropuerto, hasta las alarmas lanzadas desde el sector privado sobre que “nadie invertirá en el Perú” después de la cancelación del contrato del Aeropuerto de Chinchero.
4.- La gran pregunta. Estos dos elementos articulados atravesaron dos gobiernos y han prolongado un mal contrato en una pésima adenda. Vizcarra, una persona reconocida como seria y responsable, no responderá nunca dos preguntas: 1) porqué defendió una adenda de la que él mismo sospechaba era mala; y 2) porqué esperó seis meses para tomar una decisión que era de sentido común desde enero de este año. La respuesta quizás se encuentre en el hecho de que Vizcarra es también conocido como un hombre leal y disciplinado, lo que le da fuerza a la figura de la “inmolación”.
5.- Las repuestas aprendidas. Toda la discusión sobre este caso se ha coyunturalizado rápidamente. Los críticos de Vizcarra no intentan pasar a los temas de fondo y se quedan en las personas (ya lo vimos con la corrupción brasileña, en cuyos casos se niegan a soluciones sistémicas); y los defensores del proyecto cuestionado razonan con el viejo y conocido doble discurso y rasero. Exigen que la Contraloría -otras veces los jueces, policías, fiscales o alcaldes- cumplan con su función pero cuando las instituciones tocan a sus conocidos, intereses o afinidades políticas, se resisten a las medidas. Ensayan el otra vez viejo y super conocido discurso de "yo lo conozco" y por ese motivo tal persona no puede haber cometido una infracción. Es la cultura criolla que no está vuelta porque nunca se ha ido y que cuando no puede con argumentos técnicos o legales, personaliza lo público.
6.- Lo coyuntural. Hay una parte coyuntural en el caso, claro. Al renunciar, Vizcarra ha asumido una responsabilidad, lo que es meritorio en un país donde la responsabilidad política siempre se les exige a otros pero no a uno mismo. Lo hizo luego de la interpelación, después de la cual habían 2 opciones, censura o no. Vizcarra ejecutó un movimiento de manual, la renuncia anticipada, que no solo anula la posibilidad de la censura –que creo era difícil habida cuenta de los fuegos artificiales que se lanzaron el día de la interpelación- sino que lo pone en línea de victimización. De hecho, exigirle ahora que renuncie a la vicepresidencia de la república suena excesivo, una doble asunción de responsabilidad. Fuerza Popular tendrá que forzar demasiado para cobrarle otra renuncia, con el costo que ello supone.
Vizcarra deja atrás un caso emblemático que junta impericia política y técnica. Con el informe de la Contraloría –que tiene el acierto de poner luz en algunos actores invisibles- el caso no se cerrará y tendrá secuelas que afectará al gobierno, y solo si se insiste en apartar a Vizcarra de la vicepresidencia el gobierno podrá salir de la posición defensiva en la que se encuentra. Por ahora, la idea de que Vizcarra "se inmoló" ayuda a Vizcarra pero no al Gobierno.

sábado, 29 de abril de 2017

Democracia polarizada y descosida

http://larepublica.pe/impresa/opinion/862813-democracia-polarizada-y-descosida
La República
La mitadmasuno
7 de abril de 2017
Juan De la Puente
El gobierno ha encontrado un nuevo aire ayudado por su desempeño en los momentos más agudos del Niño Costero, que la opinión pública juzga aceptable, y por un descentramiento de la agenda pública previa a los desastres naturales. Los huaycos también se han llevado la interpelación a Martín Vizcarra y han liberado la presión sobre un gabinete que se defendía a veces contra las cuerdas.
Es impredecible precisar hasta dónde se extenderá esta etapa. Por los antecedentes de los últimos años, lo que tendremos quizás sea una sucesión de micro-ciclos dominados por asuntos de corto plazo, el espacio donde el gobierno ha aprendido a jugar, a veces ayudado por los medios y por el antifujimorismo.
En ese juego de corto plazo, salvo los coletazos del Niño Costero o un disparo a los pies por parte del gobierno, las coyunturas serán otra vez tomadas por los casos de la corrupción brasileña a la espera del 1º de junio, fecha del juicio final, cuando se supone se harán públicas las delaciones premiadas que comprometen, se afirma, a decenas de peruanos.
El gobierno y el fujimorismo no ejercen un cogobierno pero se han hecho enemigos íntimos en el manejo del corto plazo; han aprendido a anudarse y desenredarse en él sosteniendo una cooperación en materia económica y una tensión intermitente en lo político, marcada por la retórica. Esta relación de memoria es alterada en ocasiones por las acusaciones sobre la falta de competencias personales del Presidente de la República, pero ha administrado a gusto de ambos todos sus posconflictos: el de la delegación de facultades, el caso Moreno y la censura a Saavedra.
No sabemos si el gobierno intentará jugar estrategias de mediano plazo a propósito de la corrupción y la reconstrucción. Lo primero es una promesa que data de hace meses y lo segundo quizás obligue a una nueva delegación de facultades. El fujimorismo en cambio sí se ha decidido por salir de la coyuntura y pugnar por una estrategia que no pasa necesariamente por el gobierno sino por su futuro político.
Ese es el sentido del proyecto de ley sobre la prohibición de que los sentenciados por corrupción dirijan medios, operado bajo el argumento conocido de que Fuerza Popular perdió las elecciones del 2016 por causa de las denuncias periodísticas, al que parece seguirá otra norma, la de la propiedad cruzada, aplicada también a los medios de comunicación, todo ello orientado a garantizar mejores resultados electorales.
En esa línea parece ubicarse la incomprensible propuesta de derogar el D. Legislativo Nº 1323 que fortalece la lucha contra la comunidad LGTB y el feminicidio. Los argumentos legales, de que la identidad de género no fue materia de la delegación de facultades, resumen un mar de fondo: la relación política con el vasto sector conservador contrario a la igualdad de género que ya enseñó sus músculos en la marcha Con mis hijos no te metas, en marzo pasado.
Las idas y venidas del proyecto sobre los medios, y la oposición de miembros de Fuerza Popular a la derogatoria del D. Leg. 1323 reflejan que esta estrategia está en construcción y sometida a las tensiones de un movimiento que opera con facilidad en los sectores populares pero que enfrenta dificultades para relacionarse con las clases medias y altas y avanzar en ellas.
Esa estrategia enfrenta un dilema más allá del juego gobierno-oposición. Una entrega completa del fujimorismo a la ultraderecha peruana para evitar que por ese costado irrumpa una candidatura sugerente deja abiertos otros flancos que pretendía ocupar Fuerza Popular y tensiona el debate de los derechos en la democracia. La idea de que se puede legislar contra las minorías porque son eso –minorías– es absurda si por encima de los porcentajes se polariza al sistema, no romperlo pero sí descoserlo. Habría que revisar los resultados de los tres últimos procesos electorales: las elecciones de los años 2006 y 2016 demostraron que fracasan los que polarizan la democracia, y las del 2011 que es decisiva la formación de alianzas sociales abiertas y plurales.

domingo, 26 de marzo de 2017

Las imágenes al mando. A propósito de la encuesta de GFK

Por Juan De la Puente
Los datos del reciente sondeo de GFK son como los de toda encuesta una foto, pero en movimiento constante y fuerte. Las percepciones de la opinión pública expresan esencialmente la relación de los peruanos frente a los potentes símbolos que los desastres todavía llamados naturales han impuesto.
Estas percepciones son muy provisionales al punto que ni siquiera expresan tendencias. No es un espejismo aunque si un destello y lo peor que deberíamos decir frente a ellas es que tenemos un escenario.
El trabajo de campo se llevó a cabo entre el 18 y 22 de marzo, cuando el país se había volcado en favor de la solidaridad con los pueblos del norte y de la costa central que sufren las lluvias y desbordes. En esa medida, la opinión pública ha premiado la respuesta del Estado a la emergencia, a pesar de los defectos de esta, y eso se traduce en los ligeros incrementos de la aprobación del Gobierno (23% a 27%), el Congreso (21% a 23%), el Presidente de la República (29% a 31%) y la Presidenta del Congreso (23% a 27%).
Es muy probable que con esta percepción provisional los peruanos rechacen las tensiones políticas en las alturas en este momento, lo que no significa que se guarden sus críticas. De cualquier modo, llama la atención que los ciudadanos no se plegaran a las estrategias de confrontación dispuestas por la mayoría de actores políticos y que sepulten a los ejércitos en batalla. Quedará para la cátedra profundizar  porqué un gobierno débil no se hundió con los huaycos y con la batalla política que la emergencia trajo.
Anoto una primera explicación. La otra batalla ha sido más intensa, la batalla de las imágenes simbólicas, en donde han ganado los más fuertes, los que grafican el sufrimiento de los peruanos que a su pobreza se le agrega ahora su condición de damnificado. Nunca como ahora hubo una gigantesca creación y recreación del drama, usando por primera vez en una crisis climática los instrumentos de comunicación en toda su potencia: Facebook, Twitter, TV, Radio, webs, Youtube, Instagram y plataformas integradas de los medios.
Estas imágenes simbólicas fueron construidas por primera vez por decenas de miles de personas al punto de que por primera vez los medios tradicionales debieron de organizar una cobertura periodística dependiente en gran medida de ciudadanos  armados de sus celulares. Esta influencia alteró esa cobertura que empezó siendo tradicional, con los códigos del pasado –su majestad el huayco- y terminó mostrando a la gente y su sufrimiento, y la reacción solidaria. Es tan cierto ello que la imagen más potente hasta ahora, es la de Evangelina Chamorro emergiendo precisamente de un huayco, captada por un anónimo ciudadano.
No hay como oponerse a las imágenes sin otras imágenes. Luis Castañeda es hasta ahora el único político nacional dañado por la emergencia (47% a 34% de aprobación) porque la caída del Puente Talavera es una imagen formidable, transmitida en vivo y retransmitida hasta la saciedad. Es la segunda imagen potente de esta crisis a pesar de que se han caído decenas de puentes. Pero ninguno era amarillo, nuevo, provocador y estaba en Lima. En cambio, el país vio como las pantallas se llenaron de políticos en acción y eso ha tenido un saldo positivo relativo, insistiendo en lo relativo, reflejado en aprobaciones ascendentes del Premier Fernando Zavala (de 3’% a 34%), por ejemplo.
Las  imágenes simbólicas no son eternas. Los desastres pasarán y nos volveremos a encontrar con nuevos símbolos o los viejos. De los políticos y los medios, y por supuesto de los ciudadanos, depende cómo se vaciarán estos números en los nuevos crisoles de la inestable coyuntura peruana.

domingo, 5 de febrero de 2017

El populismo anticorrupción

http://larepublica.pe/impresa/opinion/843170-el-populismo-anticorrupción
La Republica
La mitadmasuno
27 de enero de 2017
Por Juan De la Puente
La manera de despolitizar un caso de la magnitud que exhibe el Lavajato Peruano es reducirlo a la minucia y jalonearlo desde varios ángulos de la agenda nacional para privarlo de su sentido esencial para el futuro de la democracia. Eso viene sucediendo.
Es el propósito de minucia el que lleva a la demanda de que “primero caigan los peces grandes” como si esa fuese la receta perfecta de toda investigación fiscal y si ese inicio fuese el único modo de garantizar la justicia. La tendencia de este reclamo es riesgosa en la medida que intenta invalidar toda detención que no sea de los hombres importantes de la política. Ninguno de los objetores de las últimas detenciones ha llegado a demostrar –más allá de los insultos– por qué la detención de “peces pequeños” abona el camino de la impunidad.
Sucedáneo punto de vista es la idea de “todos se están escapando”, sin considerar que las fugas se produjeron a pocas horas de la revelación del acuerdo de Odebrecht con las justicias de EEUU y Suiza. Sí es un cargo de fondo a la fiscalía el que abriera el caso contra esta empresa en noviembre del año pasado, cuando en Brasil ya se habían producido las primeras delaciones con evidencia de que el caso se vinculaba al Perú, pero es igualmente cierto que para los plazos procesales peruanos es un éxito relativo que la judicialización del caso se realizara en menos de dos meses.
Cabalga un populismo anticorrupción que alimenta una parte del sistema político poco comprometida en la búsqueda de una estrategia de Estado para avanzar en la agenda de transparencia pública de modo eficaz. La guerra de los gritos donde cada cual lanza piedras desde su esquina sin mayor compromiso que el grito mismo –el clima ideal para la impunidad– viene acompañada en los últimos días de estrategias cruzadas a cargo de poderes que están obligados a cooperar.
Entre las estrategias en pugna, la primera es la del compromiso para la colaboración a cargo de la fiscalía, la que ha funcionado hasta ahora y que es objeto de duras críticas. Algunas de estas son atendibles –como que la procuraduría debió participar en el preacuerdo con Odebrecht– pero la mayoría se centra en exigir imposibles como una larga lista de personas con arraigo judicial que, como se sabe, corresponde a otra fase de los procesos.
La segunda estrategia es “préstame tu investigación” a cargo de la comisión parlamentaria que indaga el caso, un modelo que se basa en recaudar otras investigaciones y en operar a través de audiencias públicas más que diligencias indagatorias. La mayoría de sus miembros cuestiona la supuesta precariedad de la fiscalía pero en cambio no exhibe un plan ambicioso que empodere al Congreso a través de una investigación ejemplar que aborde al mismo tiempo las aristas institucionales y las relaciones de poder construidas para dar vida al entramado mafioso. Inclusive, si la idea era que esta indagación siente en el banquillo de los acusados a los últimos 15 años de democracia, están perdiendo una oportunidad inigualable.
La estrategia más populista es “muerte a Odebrecht ahora” y “todos a la cárcel”, que reúne un conjunto de demandas que van desde el congelamiento de los activos de la empresa, su expulsión del país, la oposición a todo acuerdo de colaboración eficaz de sus funcionarios y la prisión preventiva para todos. Estas demandas suenan bien y es probable que algunas de ellas pudiesen formar parte de una estrategia integral, que ahora no existe. En ese contexto, es positivo el mensaje de Keiko Fujimori que ha llamado al gobierno a mantener la vigencia de los proyectos de infraestructura vitales para el desarrollo, y desautorizando la propuesta de dos legisladores de su bancada que solicitaron prisión preventiva para tres ex presidentes, sin que en todos los casos se tenga previamente la denuncia fiscal y la apertura de instrucción.
La minucia y la despolitización es otro gran tributo a la impunidad. La única alternativa válida frente a esta ruta es que, como el año 2001, se recupere un sentido unitario del Estado en su lucha contra la corrupción.

jueves, 29 de diciembre de 2016

PPK, el fujimorismo y la izquierda

http://larepublica.pe/impresa/opinion/830975-ppk-el-fujimorismo-y-la-izquierda
La República
La mitadmasuno
16 de diciembre de 2016
Juan De la Puente
Algunas notas cortas sobre los efectos de la censura a Jaime Saavedra.
La guerra temprana. El fujimorismo dejó caer la rama de olivo que le entregó PPK y confiado en su mayoría censuró a Saavedra adentrándose en un terreno pantanoso cuya travesía asoma: el aislamiento en la élite del país que tendrá más éxito al decirle a la sociedad que el fujimorismo no ha cambiado, una narrativa que deberá enfrentar abajo y muy abajo y para la que sospecho no está preparado.
En este punto, el Mensaje a la Nación de PPK ha rendido frutos de modo más inmediato que la guerrilla legal por la cuestión de confianza. La censura marca al fujimorismo como un grupo autoritario diluyendo lo que queda del “discurso de Harward”. El antifujimorismo tiene una nueva baza a pesar de que el discurso de Fuerza Popular y el de sus opinantes cercanos perseguían un fin distinto. Mucho gasto y poco rédito.
Factura alta. FP se ha puesto a la defensiva y ha complicado la dinámica Gobierno/Parlamento; el primer efecto es colocar ahora mismo al fujimorismo en la disyuntiva de abandonar en definitiva la convivencia forzada o abrir un nuevo ciclo de extrema tensión, con resultados distintos pero igualmente desventajosos, uno más que otro. Si no quiere pagar una factura tan alta, el retorno a una convivencia forzada sin diálogo implicará la formación de un polo que denunciará esa convivencia, aun así sea solo en economía, en tanto que una mayor polarización llevará a que arrecie la acusación de que desean derribar al gobierno. El corolario es el deterioro de la fuerza controladora del Congreso que había adquirido cierta legitimidad. Cuando un grupo sabe que debe girar pero no sabe dónde, está en problemas.
La etapa post Saavedra. El episodio que queda atrás muestra la riqueza que toda crisis encarna. De hecho, fue una crisis sin manual reflejo de la inédita y excepcional gobernabilidad que nos está tocando vivir. Uno de los resultados es la redefinición de la relación entre los principales actores, la llamada “correlación de fuerzas”.
Con la censura de Saavedra ha concluido la bilateralidad de la dinámica Ejecutivo-Legislativo vigente desde el inicio del Gobierno, para instalar un nuevo escenario, el de un juego más propio de los grupos políticos. El áspero binomio que funcionó cuatro meses se ha desplegado en varias relaciones, complejizando algunas y facilitando otras en el mediano plazo.
Dejar a PPK. El caso Saavedra le ha permitido a la izquierda sincerar su relación con el Ejecutivo cancelando definitivamente la etapa del respaldo electoral a PPK en la segunda vuelta, liberando su potencial opositor. El Frente Amplio (FA) empezó el proceso diferenciándose del resto de la oposición aunque asumiendo una parte de las críticas a Saavedra. En el camino desarrolló una línea propia que defendía los avances de la reforma de la educación, recuperando la renovación de esa política, resultado de lo cual es su propuesta de Acuerdo por la Educación y el duro cuestionamiento al abuso de poder.
El FA y la izquierda fueron convocantes y partícipes de la marcha del 12 de diciembre y sus principales catalizadores; este gesto es práctico y simbólico, refleja la voluntad de sacar la gobernabilidad de los salones del Congreso a la calle dando vida a la primera oposición política a PPK en ese espacio. “Dejar” a PPK ha sido duro para varios sectores de la izquierda, algunos de los cuales pretendían convertirlo en un ariete de la izquierda, o por lo menos en un Kerenski nacional. Creyeron que el amor de la campaña era para siempre.
La pelota del diálogo está ahora en varias canchas al mismo tiempo y es una gran oportunidad para todos: para PPK, que puede recuperar aliados; para el fujimorismo, que puede regresar a la casa con menos roche; y para la izquierda, que puede legitimar parte de su agenda en un consenso múltiple. En cualquier caso sigue vigente la idea de que no hay vida fuera del consenso a palos en que se ha convertido nuestra democracia, solo que los términos de la convivencia han cambiado.

La bala de plata

http://larepublica.pe/impresa/opinion/826965-la-bala-de-plata
La Republica
La mitadmasuno
2 de diciembre 2016
Juan De la Puente
No me encuentro entre quienes sugieren que el Gobierno haga cuestión de confianza por la permanencia del ministro de Educación y que esta sea el inicio de la disolución del Congreso y la convocatoria a nuevas elecciones congresales.
Desde el ámbito constitucional, no creo que sea suficiente solicitar la cuestión de confianza para que se echen a andar los nuevos comicios parlamentarios. En nuestro modelo de distribución de poderes el Parlamento tiene la potestad de aprobar la confianza del gabinete y al mismo tiempo continuar con la interpelación/censura de cualquiera de sus miembros, por una razón legal: censura y confianza son dos instituciones distintas que nacen de modo distinto y a cargo de poderes distintos. Los objetivos son también diferentes; la censura es un golpe al gobierno desde la oposición en tanto que la cuestión de confianza es un intento de este recuperar iniciativa política y de buscar alianzas para gobernar.
Algunas cuestiones de procedimiento constitucional también deben ser abordadas. Salvo que el premier Zavala decidiese someter solo su cargo a la confianza, el pedido al Congreso debe ser aprobado por el gabinete. De negarse la confianza deberá resolverse si la renuncia del gabinete obligaría al Presidente de la República a cambiar a todo el Consejo de Ministros. Eso no sucedió luego de la censura de Ana Jara en marzo del 2015 porque solo ella fue objeto de interpelación.
En el ámbito político, un juego en las alturas de ese volumen implicaría un bloqueo que ahora, precisamente, es necesario evitar. Creo que los cuatro meses de gobernabilidad compartida –o convivencia forzada o consenso a palos– no es un regalo del gobierno o de la oposición a los peruanos sino esencialmente una demanda que desde el primer día vino desde la sociedad, y es ella la que ha impulsado tanto la investidura del gabinete en agosto como la concesión de facultades en setiembre.
Es cierto que la demanda social de cooperación entre los poderes ha caído en las encuestas pero no estoy seguro de que los ciudadanos reclamen la derrota de uno de ellos en manos del otro. La bala de plata de la cuestión de confianza no debería ser usada por un gobierno que no está en crisis, que tiene el 50% de aprobación y que conserva un alto grado de maniobra.
Por esa razón, que el Presidente de la República se prive ahora por su propia mano del gabinete Zavala para designar luego un gabinete instrumental o “de provocación” pensando que las nuevas elecciones las ganará el Gobierno y no el fujimorismo, es una opción extremadamente incierta. Presume la convicción de una crisis generalizada en los dos poderes y de una extrema debilidad del Gobierno, que no es cierta.
El problema central detectado en el primer tramo del gobierno –leer todas las encuestas desde setiembre– no es cómo se entiende con un Parlamento que hasta ahora la ha proveído de estabilidad general, sino de cómo se entiende con la gente. Creo que el principal desafío del Gobierno no es la confianza del Congreso sino la confianza y legitimidad social, una carencia común a todos los grupos parlamentarios y a la elite política del país.
Si no se coloca como el eje de la gobernabilidad la relación del poder con los ciudadanos caemos en el error estratégico de considerar que el principal desafío del Ejecutivo es derrotar al fujimorismo y viceversa. De allí deviene la idea a mi juicio extrema de considerar que Fuerza Popular está “copando” el Estado, palabra gruesa y muy generalizable, una agregación voluminosa e inentendible en el caso de un grupo político que ha demostrado que no quiere compartir el poder sino ganar las elecciones del 2021.
Finalmente, es riesgoso que el Gobierno se aventure a practicar un procedimiento alquimista que nos traiga de vuelta la guerra política del período 2013-2016. De esa guerra, a solo 4 meses de período gubernamental y parlamentario, solo podría venir un “que se vayan todos” para lo que no están preparados ni los que se pueden ir, ni los que pueden venir.

domingo, 11 de diciembre de 2016

Malas noticias para los políticos. Encuesta Ipsos 11/12/2016

Por Juan De la Puente
La encuesta de Ipsos-Perú que publica hoy El Comercio detecta varios fenómenos que el liderazgo nacional y sus elites no deberían subestimar, los primeros para incorporar estos hallazgos a sus decisiones políticas y los segundos por lo menos para tomar en cuenta el temperamento de un espacio que se subestima en la elaboración  de la agenda y en los análisis.
La encuesta muestra a los peruanos distantes, al centro y más racionales en la crisis del caso Saavedra, evidenciando que por lo menos en parte esa no es su pelea y colocando como el eje de la política la legitimidad más que la guerra política en las alturas.
Aquí tres elementos que creo que deben destacarse, dejando para otro momento las interesantes respuestas sobre los temas de género.
Tú no eres el país. La sociedad parecer estar relativamente distante de la pugna especifica por la permanencia del ministro Jaime Saavedra en su cargo, resumiendo una brecha significativa –todavía no abismal- entre el principal debate en lo que va del gobierno de PPK, y que ha polarizado la política, versus las opiniones más matizadas de los ciudadanos. En una conclusión gruesa se diría que el caso Saavedra no ha dividido el país, aunque si a sus instituciones, medios y elite opinante. Vamos, tú no eres el país o habla por ti.
Los ciudadanos se encuentran al centro, distantes y premunidos de una mayor racionalidad que predominan en las alturas en esta compleja disputa. Un 42% cree que Saavedra fue interpelado por la corrupción en su sector, y un 44% por razones extrañas al pliego interpelatorio, como por haber sido ministro de Humala, por la Ley Universitaria y las propuestas sobre género en su sector. Este empate le da a todas las verdades un poco de razón, pero si somos rigurosos, en un clima de guerra, ninguna de estas razones parecen ser suficientes. Como se diría en Grecia y Roma, no hay razón suficiente (ratio decidendi) sino que todas son  razones subsidiarias (obiter dicta).
A pesar de ello, los ciudadanos han cancelado la era Saavedra. La mayoría (54%) está de acuerdo con la interpelación y con su censura (52%) y más de dos tercios le sugiera al gobierno “dejarlo ir” (67%).
Estos datos son tan importantes como el escaso respaldo a la opción que propugna lo diametralmente opuesto: 30% está en contra la interpelación, 32% porque continúe en el cargo y 19% porque renuncie en rechazo a la interpelación.
¿El pueblo es cobarde y se resiste a premiar la política principista por parte de un buen ministro? No. Es más probable que los ciudadanos consideren  epidérmicamente que esta política in extremis no deberían experimentarse a 4 meses del inicio de un gobierno y que por esa razón esta hora es más de los sensatos que de los valientes; o que sus demandas son más complejas y terrenales que la censuras o la cuestión de confianza.
Tu reforma no es tan buena. Debajo de la epidermis sí que habita un drama que parece que han olvidado los que aseguran a rajatabla que le reforma que lidera Saavedra es una maravilla o lo que dicen que es un fracaso total. Ubicados en la conocida acepción “tampoco tampoco”, los ciudadanos dicen que Saavedra es el ministro con más aprobación y que la Educación ha mejorado, pero no mucho. Un 40% dice que si ha mejorado pero un 47% sostiene que no. Es más, casi la mitad de los peruanos cree que los avances en la prueba PISA se debe a factores distintos a la reforma educativa.
No le echen la culpa de estas respuestas herejes a los comunicadores. Creo que no se debe a que una buena reforma ha sido mal vendida. Pienso que la sociedad no cree en la narrativa de que “vamos bien pero despacio” o de que “estamos en el camino correcto” porque cree que existen brechas ignoradas estos años y que les atañen directamente (ver las opiniones de Ricardo Cuenca, por ejemplo). En resumen, tu reforma no es tan buena como dices.
Caigo yo y tú. Finalmente, la encuesta evidencia que el caso Saavedra ha afectado en distinta intensidad a instituciones y líderes. A PPK de modo limitado: ha bajado 3 puntos y aún conserva con su 48%  un margen de maniobra, considerando que su desaprobación solo ha subido un punto. El premier Zavala se mantiene en sus guarismos aunque otros miembros del gabinete han caído en aprobación.
Son las instituciones las más afectadas. El gobierno y el Congreso han caído en aprobación y se ha incrementado su desaprobación, una caída que afecta también a la Presidenta del Congreso, que hasta ahora había sido inmune a las tensiones entre poderes.
Otros dos datos forman un haz. Por un lado se reitera el esquema de competencia política imperfecta donde la caída del gobierno no empodera a la oposición. Por eso se tiene que la caída ligera de PPK se condice con la de Keiko Fujimori, que pasa de una aprobación  de 41%  a 37%  el registro más bajo de los últimos meses, y una desaprobación que aumenta a 55%, 18 puntos más que la aprobación, en tanto Verónika Mendoza se mantiene estable en 34% con una desaprobación que supera por 22 puntos a la aprobación. Por otro lado, los ciudadanos le reclaman al poder las mismas soluciones anteriores al caso Saavedra, es decir, a la inseguridad, corrupción y a la falta de autoridad.

lunes, 14 de noviembre de 2016

Todos cumplimos 100 días

http://larepublica.pe/impresa/opinion/818221-todos-cumplimos-100-días
La República
La mitadmasuno
4 de noviembre de 2016
Juan De la Puente
El gobierno de PPK cumple 100 días en funciones y el balance es profuso en números, críticas y reconocimientos. El interés es tal que el Gobierno publicó un resumen de los 100 días a los 90, en tanto que la prensa ha “matriciado” sectores y actores, buenos y malos. Si se añade a los opositores y defensores con argumentos básicos, ya tenemos el balance del primer tramo del Gobierno.
Las cosas no parecen ser tan fáciles esta vez. Algunos análisis planos dibujan un escenario convencional que obvia el carácter excepcional de nuestra gobernabilidad desde el 28 de julio, preñado de una dualidad que asoma. Estos análisis incurren a mi juicio en por los menos tres errores: 1) pretenden segmentar la opinión pública asumiendo que sucesos importantes –como los casos Moreno o Vilcatoma, por citar dos ejemplos– impactan solo en un sector político o institución; 2) asumen un escenario tradicional de la competencia política donde la desafección al poder es una cuenta nueva, sin pasado (“Que cosa fuera la maza sin cantera, un servidor del pasado en copa nueva”/La Maza, 1979), explicado solo por los errores o incumplimiento de ofertas electorales; y 3) establecen patrones “anti” para guiar los resultados: todo sucede porque PPK se “fujimorizó”, el fujimorismo no cambió, el gobierno se corrió a la derecha, o fue abandonado por los “caviares” que lo respaldaron en la segunda vuelta.
Quizás por ello, este balance prefijado obvie el reconocimiento del primer y principal fenómeno de los 100 días, la gobernabilidad compartida entre el Gobierno y el Congreso, trabajosa y contradictoria, cuyos aciertos incuban no obstante sombras para el sistema. En lo positivo, esta gobernabilidad ha impedido una colisión de poderes y ha moderado a ambos, permitiendo el voto de confianza al Gabinete Zavala y la delegación de facultades.
No estaba en las previsiones la irrupción temprana de eventos críticos como el caso Moreno, los problemas de los grupos parlamentarios y la designación de dos miembros del BCR, respondidos por la sociedad desde la calle. Los poderes han encontrado que el límite a su moderación lo colocan los mismos ciudadanos que les impusieron la cooperación. Las crisis surgidas trasvasan sus efectos y ese contagio lo ponen en blanco y negro las dos últimas encuestas, IPSOS y GfK.
El análisis plano se invalida por un hecho simple: siendo el Gobierno el principal objeto del balance –y en realidad debe serlo– los ciudadanos castigan con la desafección a todos. Esto demuestra que la memoria electoral no se ha disipado, que el país no ha terminado de voltear la página como varios lo creíamos y que por encima de las buenas cosas que se han hecho en estos 100 días, y que son más que los errores de ambos poderes, reemerge el rechazo a la política y su signo central, la desconfianza. Ese es el segundo elemento de los 100 días, la desconfianza.
Todos cumplimos 100 días. Al terminar la instalación del nuevo poder se abre un diálogo tenso entre gobernabilidad y desconfianza. El primero de estos elementos es contestado por la sociedad en su atisbo de moderación.
Las Bambas (Apurímac) y Saramurillo (Loreto), y las decisiones públicas como la designación de Carlos Moreno o de Chimpler/Rey, o la liberación de las bandas criminales, entran a un solo saco y la reacción natural de los poderes es salir de la moderación para evitar el contagio. Así se entiende la renuencia del Congreso a asistir al llamado de PPK al Consejo de Estado.
El principal error de los 100 días y que ignora el balance convencional de crítica/apoyo al Gobierno, no es la moderación sino la subestimación de la sociedad en la mesa de la gobernabilidad a la que ha sido llamada pocas veces y solo cuando bloquea carreteras y ríos.
La dualidad de poderes que se abre paso, con un Congreso que profundiza el control de un Gobierno que se debilita, no parece ser la única solución a este diálogo tenso entre la gobernabilidad y la desconfianza. La salvación no depende de la confrontación de poderes que empujan la opción “anti” sino de tomar en cuenta a la tercera mitad, la sociedad.

Manual para no hacer nada

http://larepublica.pe/impresa/opinion/813945-manual-para-no-hacer-nada
La República
La mitadmasuno
21 de octubre de 2016
Juan De la Puente
Por segunda vez en los últimos años, el Perú tiene la oportunidad de encarar la corrupción como un grave problema nacional. La primera vez, el año 2014, cuando el asesinato de Ezequiel Nolasco por la mafia que operaba en Áncash, perdimos esa oportunidad. Para ser más precisos, fueron los políticos y los medios los que dejaron pasar ese valioso momento sin hacer nada.
Como hace tres años, las reacciones al caso Moreno se parecen bastante. El manual empieza a desarrollarse: harta indignación pública, investigaciones de la prensa sobre el modus operandi delictivo, políticos asqueados con lo sucedido, la fiscalía y los procuradores tomando el caso con ahínco e investigaciones parlamentarias en camino.
No sostengo que esa indignación y avocación no sean necesarias. Al contrario, la prensa fue eficaz en desentrañar las interioridades de la corrupción en Áncash, Tumbes, Cajamarca, Pasco, Huánuco, Loreto y en otras regiones y ciudades, así como los procuradores y fiscales realizaron con solvencia su trabajo enfrentándose al poder de turno, inclusive.
Sucede que ese episodio no pudo transformarse en un movimiento nacional contra la corrupción para forzar a su paso normas y arreglos institucionales y derribar los muros que colocan los intereses políticos y económicos que se resisten a que el Estado sea una pecera, transparente.
La mayoría de las normas planteadas en ese momento fueron congeladas en el Parlamento o, en una consecuencia derivada, los políticos de entonces creían que su función en este asunto se reducía a presentar leyes. Al mismo tiempo, cuando la indignación cedió no hicieron caso por ejemplo al pedido de más recursos de la Contraloría en un país en que más de S/ 40.000 millones del gasto público están fuera del ámbito de control, a decir del entonces Contralor Fuad Khoury.
En aquel tiempo la prensa insistió en los corruptos, pero no en la corrupción como redes, cultura y organización. La mayoría de medios escondió a los corruptores y a los sistemas de corrupción instalados en las empresas y en el Estado. Nos contentamos esa vez con las imágenes y los símbolos y en pocos meses tuvimos juicios mediáticos que condenaron a los corruptos, pero dejaron sin tocar a los sistemas y a los poderes que corrompen. En un país donde la indignación es de corto plazo y la corrupción y el lobby ilegal son de largo plazo, dejamos de pasar la oportunidad. Ganaron ellos.
Ahora podría pasar lo mismo y por esa razón habría que preocuparse porque la indignación está cediendo y otros temas ocupan la agenda pública. Por eso, creo que de las medidas planteadas por el Presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK) dos son básicas para el propósito de politizar la lucha contra la corrupción en el mejor sentido del término, la convocatoria al Consejo de Estado y la creación de la Oficina Presidencial de Integridad.
Ambas iniciativas nos remiten a la carencia de una agenda anticorrupción, porque lo que tenemos a la vista son medidas saludables desconectadas entre sí. El país tampoco tiene un sistema anticorrupción con responsabilidades del Estado, de los ciudadanos y de las empresas. Otros países de la región en cambio, como lo del ingreso reciente a la OCDE, se dotan de sistemas de prevención además de las sanciones; es el caso de Colombia que ha aprobado un Estatuto Anticorrupción.
Finalmente, junto con las medidas penales situemos el debate en las medidas políticas (¿Suena otra vez las palabras reforma electoral?), administrativas, educativas y preventivas. Y si se trata de leyes, vayamos en serio; habría que recordar que en algunos países las empresas desarrollan hace años códigos contra el soborno certificadas por el Estado y se avienen con gusto a los cambios normativos para permitir la colaboración anticipada para los ejecutivos que denuncien sobornos, o la responsabilidad penal de las personas jurídicas, resistida en el Perú por una alianza entre ciertos medios y grandes estudios de abogados.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Los 100 días de PPK; o porqué sufren los poderes

Por Juan De la Puente
La reciente encuesta de GFK (30 de octubre) como la anterior de IPSOS (16 de octubre) revela la caída de la aprobación de los políticos en el poder o fuera de él  y de las instituciones. Por esa razón no se puede analizar los 100 días de PPK olvidando las cifras y reiterando las visiones de un escenario convencional, olvidando la excepcionalidad de la actual gobernabilidad peruana. Aquí algunas reflexiones
 
1.-  El escenario que dibujan las encuestas no es plano. Algunos análisis muy básicos leídos estos días incurren a mi juicio en por lo menos tres errores: 1) en el balance de los 100 días pretenden segmentar la opinión pública asumiendo que determinados fenómenos (como el caso Moreno o el caso Vilcatoma, por citar dos ejemplos) impactan solo en un sector político o institución; 2) asumen que se ha formado el escenario tradicional peruano de caída de la aprobación del poder, explicado solo por los errores cometidos y por el incumplimiento de las ofertas electorales; y 3) establecen patrones ideológicos “anti” para explicar los resultados, sea porque PPK se “fujimorizó”, porque el fujimorismo no cambió, porque el gobierno se ha corrido a la derecha, o porque fue abandonado por los caviares que lo respaldaron en la segunda vuelta.
2.- Por fortuna, el escenario es menos plano que nunca. En la encuesta de GFK se confirma que la aceptación del gobierno reproduce las brechas sociales y territoriales ya conocidas y se expresa a través de mayores grados de tolerancia o desconfianza ciudadana. PPK ha caído a una aprobación de 52% pero mantiene el 70% en los sectores A/B y cae aún más en  los sectores D/E a 48%. Esta aprobación es mayor en el centro y oriente del Perú, de 61% y 63% respectivamente, y el mismo tiempo, Lima refleja un clima político especial, donde la aprobación es menor (47%) y la desaprobación es mayor (35%). Allí se condensa la desconfianza.
3.- No hemos olvidado las elecciones. Por otro lado, a pesar de que los ciudadanos demandan la unidad y el cese de las disputas partidarias, las tensiones electorales parecen no haberse diluido. Los votantes de Keiko Fujimori perdieron la paciencia con PPK y por esta razón solo el 32% lo aprueba y el 52% lo desaprueba. En cambio, los votantes de  PPK resisten: lo aprueba el 77% y solo el 12% lo desaprueba.
Si nos atenemos a las encuestas de julio, agosto y setiembre parecía que el país había pasado la página en tanto que los ciudadanos premiaban a todos por su moderación y cooperación. Este temperamento se evidencia precario como el de los políticos y solo se puede explicar por la re-emergencia de la desconfianza o las expectativas urgentes que no han recibido una inyección de optimismo.
4.- Todos bajan. En efecto, el Poder Judicial es solo de 13% y su desaprobación se acerca al 70%. El Congreso pierde 12 puntos de respaldo (de 39% a 27%.)  y su presidenta, Luz Salgado, baja ocho puntos, (de 44% a 36%). En otros sondeos, como el de IPSOS de octubre, se advierte que también el descenso de la aprobación del Poder Judicial y de Keiko Fujimori.
5.- Vuelve la desconfianza. A los 100 días del inicio del gobierno de PPK ha retornado la desconfianza en el sistema político. Los datos que muestran un deterioro inicial de las percepciones sobre el gobierno y que revelan una crisis abierta por los casos Moreno y Las Bambas y este dato cambia esencialmente el balance de los 100 días de PPK, no para negar lo evidente sino para obligarnos a pasar de la epidermis. Los 100 días de PPK son los 100 del Congreso y del Perú pos electoral. Al fin y al cabo, son los 100 de todos, aunque duela.
6.- El principal logro de los 100 días es el logro de un esquema de gobernabilidad compartida con el Congreso. Esta una suerte de consenso a palos que a pesar de las tensiones diluye por ahora la posibilidad de un escenario de bloqueo y de vetos del Parlamento al Gobierno. El que ha ganado más con este esquema es el Gobierno pero el fujimorismo, aunque en menor medida no deja de ganar porque aparte del camino escogido no tenía otro. Asumir las otras opciones habría sido un suicidio aunque este esquema se dirija luego del caso Moreno a una dualidad que varios relativizábamos hace cuatro meses.
Esta gobernabilidad compartida no tiene la misma recepción en la sociedad. Desde el inicio del gobierno se aprecia una narrativa unitarista de los ciudadanos que se volcaron en absoluta mayoría a favor de que el Congreso le otorgue el voto de confianza al Gabinete Zavala y le otorgue las facultades legislativas. No hay duda que en poco o mucho, el incremento de la aprobación del Congreso y de su presidenta está relacionada a la respuesta positiva ante este reclamo.
El cuestionamiento de ese consenso tácito tiene en la narrativa empresarial más exigente, el pedido de convertirse en un pacto de cogobierno, aunque es criticado también por una parte de la élite, con el argumento de que el gobierno está entregando demasiado o que una probable alianza le hace perder al Gobierno perfil y perspectiva. Esta percepción se ve impulsada por decisiones como la designación de José Chlimper y de Rafael Rey al Congreso, u otras anteriores. En una parte del establishment no existe esa narrativa unitarista.
7.- Por lo señalado, un balance de los 100 días de PPK no puede basarse en la separación al gobierno de la oposición parlamentaria, o en el análisis de los sectores para determinar aciertos y errores. No cabe duda que el Gobierno ha hecho algunas cosas bien y otras mal, al igual que el Congreso, pero el saldo del balance no puede ser la mirada convencional de un escenario que no existe.
La narrativa unitarista está llegando a su fin, La desconfianza se está convirtiendo en el signo dominante de la política. Los técnicos de PPK sufren de un déficit de política y los políticos del Parlamento. El país ya no quiere los pactos para conservar sino para cambiar. Es la otra cara de la gobernabilidad compartida.

lunes, 17 de octubre de 2016

El mensaje de PPK y la crisis de todos

Por Juan De la Puente
El Presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK) ha empezado a encarar la reciente crisis de su gobierno y lo ha hecho planteando cinco medidas de la cuales dos son muy importantes, la muerte civil de los sentenciados por corrupción –una reforma constitucional atascada en el Congreso hace por lo menos 6 años- y la convocatoria del Consejo de Estado para debatir medidas anticorrupción, una instancia que no está contemplada en la Constitución pero que puede ser convocada como espacio de coordinación interinstitucional.
El mensaje a la Nación de PPK llega 24 horas después de la publicación de la  encuesta de Ipsos Perú por El Comercio. Este sondeo debería ser leído en el contexto de la crisis abierta por el caso Moreno, que ya reporta efectos directos en el Ejecutivo, pero que abre un nuevo período que involucra a todos.
Esa crisis “es de PPK” pero no solo de él porque como se verá a continuación abre o reabre un escenario en el que pierden todos. Aquí dos reflexiones sobre el punto.
1.-El retorno del deterioro. Lo de PPK debe ser leído como algo propio del gobierno y a la vez del conjunto del sistema, para evitar alegrías y tristezas de parroquia. Si el primer dato es la caída de 8 puntos de la aprobación de PPK respecto del mes pasado y el aumento de 10 puntos en su desaprobación, esta caída es similar a la del gobierno, cuya aprobación cae 9 puntos (53%) con una desaprobación que sube 14 puntos (33%), y la del Congreso y Poder Judicial, cuyas aprobaciones caen 8 y 3 puntos, respectivamente. Entre los políticos, Keiko Fujimori baja 3 puntos (38%), el premier Fernando Zavala, 7 (37%) y Alfredo Thorne  4 (38%). Solo Luz Salgado que baja 2 puntos (42%) y Verónika Mendoza que baja un punto (31%) permanecen al margen de esta tendencia.
Estos datos indican que se repone un escenario en el que la caída de la aprobación del gobierno arrastra al resto del sistema. Es un fenómeno distinto al de una competencia política perfecta en donde la menor aprobación del gobierno implica siempre el aumento de adhesiones a la oposición.
Volvemos al escenario de desconfianza que acompañó la guerra política entre los años 2013-2016. Las elecciones no pudieron anular este clima y solo se superpusieron a él, un contexto de nueva guerra en clave electoral con nuevos actores que pasaron del conflicto Humala-García al de Keiko-PPK-Verónika.
Luego de las elecciones no se experimenta un clima de guerra pero el resultado electoral no ha servido para legitimar nuevos discursos y renovar la confianza política. Ese déficit es crucial para la reinstalación del escenario de deterioro cuya perspectiva va en ascenso. Lo que aparecía como una luna de miel exclusiva de PPK fue al mismo tiempo un período de gracia para el sistema político.
Eso ya fue. Es un poco tarde para movimientos en reversa; el caso Moreno ha develado otras carencias de un gobierno que estaba administrando con cuidado sus éxitos, en tanto que el Congreso se había esforzado por mejorar su desempeño. Los giros en ambos casos deberían ser espectaculares para salir del escenario descrito, pero parece que eso no sucederá. No es malo lo propuesto por PPK pero la dimensión de lo que está en juego reclama más audacia.
2.- Ciudadanos sin élite. El golpe más significativo que muestra la encuesta de Ipsos es la autonomía de la opinión pública respecto a su percepción de la agenda pública. Ahí aparece una visión de la calle distinta a la de la élite en los tres temas consultados: 1) En el caso Moreno, a pesar de que dos tercios creen que la respuesta fue adecuada, casi el 60% cree que el gobierno no está comprometido en la lucha contra la corrupción; 2) pesar de que la mitad cree que los escuadrones policiales que ejecutaron a presuntos delincuentes violaron sus DDHH, un tercio cree está de acuerdo con esa modalidad de enfrentar el delito; y 3) dos tercios cree que Sendero Luminoso se encuentra activo en algunos lugares.
Esta percepción entiende la diferencia entre las responsabilidades de los distintos órganos del Estado; a pesar de ello, es crítica a todas las instituciones y les reclama casi lo mismo. Eso no debe olvidarse, la crisis de PPK es tu crisis.

sábado, 15 de octubre de 2016

La crisis del estilo PPK

http://larepublica.pe/impresa/opinion/811782-la-crisis-del-estilo-ppk
La República
La mitadmasuno
14 de octubre de 2016
Juan De la Puente
El presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK) ha logrado imponer un estilo de Gobierno criticado por la oposición pero premiado por los ciudadanos. Esta manera de ejercer el poder está nuevamente en cuestión a raíz del caso del ex asesor Carlos Moreno, cuya renuncia PPK minimizó diferenciándose de la actitud del premier Fernando Zavala.
El estilo PPK posee atributos, es decir, una parte externa y otra interna. La parte externa son sus modos coloquiales y sueltos, y la interna su modelo de ejercicio de poder, dejando hacer sin restricciones. Ambas partes hasta hace poco iban acompasadas, proyectando la imagen de un presidente tolerante, sencillo, centrista, bonachón y transversal.
La parte interna de ese estilo parece haber entrado en crisis; la dialéctica pepekausa, en la que forma y contenido se correspondían, se ha rajado. Que el presidente aparezca descolgado de su gobierno no es una buena señal. Al contrario, proyecta una debilidad que es difícil matizar con el temperamento jocoso del Jefe del Estado.
Si se definiera desde la teoría el estilo PPK en sus contenidos, sería el de un presidencialismo atenuado y autolimitado, ubicado al extremo de los presidentes decisionistas y plebiscitarios que hemos tenido en las tres últimas décadas. Ese estilo se mueve entre el de Fernando Belaunde y Alejandro Toledo, con la diferencia de que frente al primero, PPK no tuvo un estado mayor previo a la toma del poder, y tampoco un ideario básico, y que a diferencia de Toledo no ha podido formar una mayoría parlamentaria a inicios de su mandato. Así, PPK sería un Belaunde sin partido y sin doctrina, o un Toledo sin mayoría.
Este estilo tiene sus virtudes, entre ellas su escasa ambición de poder, a la que se agrega la edad, una realidad que dificulta roces ásperos con los críticos. PPK es un abuelo presidente, como lo fue en su momento Lagos (Chile), Mujica (Uruguay), Balaguer (R. Dominicana) o Roosevelt (EEUU). Uno se puede pelear con sus padres pero es difícil pelearse con los abuelos.
Pero una presidencia autolimitada es riesgosa. PPK parece estar delegando demasiado y eso genera efectos que ya se advierten, como la sobrecarga del gabinete. La excesiva delegación terminada dañando a los dos, al que concede y al que recibe.
PPK ha escogido con acierto algunos temas macro como la revolución del agua y la relación con las regiones, y ha efectuado tres viajes exitosos que fortalecen nuestra política exterior. Sin embargo, existe un día a día del Gobierno que precisa atender.
La revisión de las potestades presidenciales establecidas en la Constitución y la Ley Orgánica del Poder Ejecutivo (/LOPE) da forma a su condición de Jefe de Estado, Jefe de Gobierno y Jefe de la Administración Pública a pesar de traslados de competencias a otros ámbitos. Como señala con acierto el profesor Enrique Bernales, nuestro presidencialismo es inorgánico y desequilibrado, pero no deja de ser presidencialismo.
En este afán cotidiano algunas tareas presidenciales son insustituibles, como la relación con los otros poderes y órganos autónomos, el seguimiento de las carteras ministeriales aparte del que realiza el premier, y las relaciones con los actores políticos, la sociedad civil y los medios. Del mismo modo, la tarea básica de un jefe de Estado que no posee mayoría en el Congreso y que se encuentra presionado por demandas macro transversales es la búsqueda de consensos nacionales. PPK tiene dos enfrente: la reforma política y la lucha contra la corrupción.
Los llamados a PPK a que no haga bromas y que sea más solemne tienen poco sentido en un país donde la distancia emocional de los políticos con los ciudadanos es grande. No creo que los peruanos reclamen ahora un presidente instructor (Humala), aleccionador (García), o autorreferente (Toledo). El problema del actual Gobierno no es el humor inglés del presidente sino la percepción de control y mando que debe proyectar, es decir, el humor de la sociedad que debe ser atendido de modo inmediato.

miércoles, 12 de octubre de 2016

Moreno y el gastrotráfico, dos historias sin buenos

Por Juan De la Puente
El escándalo del #negociazo es una crisis en progreso que no puede ser cerrada. Quizás no deba ser cerrada hasta entender su naturaleza. En medio de la cascada de información que fluye la indignación funciona como antes, como una catarsis que sirve para no hacer nada al final. Lo más cómodo ahora es reducir el #negociazo a la historia de un hombre malo que le quita al Estado la plata para los pobres.
Foto: Cuarto Poder
Es preciso diagnosticar el escándalo para no quedarnos en él. Hasta ahora se ha hablado del Estado, de su debilidad y fracaso pero lo que tenemos enfrente es algo más profundo, de lo que el ex asesor Carlos Moreno es apenas una repulsiva circunstancia. Moreno es una mina. Aquí cuatro tips sobre el caso:
1.- Hablemos de dos crisis en una, o de dos historias en una: 1) La crisis del modelo de tercerización de servicios por prestadores privados, sin rectoría del MINSA, y su componente más importante: la ampliación de afiliados al SIS y a EsSalud sin incremento de oferta y de calidad; y 2) La crisis de un modelo de reclutamiento de altos funcionarios del Estado y su principal componente: la ausencia de partidos que se hagan cargo del gobierno que han ganado legítimamente en las urnas. En este caso, la corrupción es una, solo que está repartida en dos almas, la pública y la privada.
2.- No me digan que aquí solo hay responsabilidad en el Estado. Aquí hubo una implosión mercantilista.  Los diálogos de Moreno reflejan la facilidad con la que ciertos privados esquilman al Estado a través de una privatización forzosa y caníbal de las prestaciones. La promesa neoliberal de la Constitución de 1993 (artículo 58°) decía que “el Estado orienta el desarrollo del país, y actúa principalmente en las áreas de promoción de empleo, salud, educación, seguridad, servicios públicos e infraestructura” no se ha cumplido, por lo menos por dos razones.
La primera, que el Estado no ha podido enfrentar exitosamente las tarea del financiamiento y de la calidad de las prestaciones, a pesar de mejoras significativas en los indicadores de salud y de aseguramiento. No se puede decir lo mismo del esfuerzo presupuestario; desde el año 2006 cuando el presupuesto de Salud era el 4,4% del PBI pasó el 2014 a 5,5% del PBI pero cayó sin mayores  explicaciones al 2,2% del PBI este año.
No me opongo per se a la tercerización de los servicios complementarios u otros necesarios como la diálisis y operaciones urgentes -ni a las APP, necesarias en el sector- sino a que este proceso se realiza desordenado – ya veces provocado mafiosamente- y sin regulación. La idea de que todo lo privado es mejor por ser privado –ya desmentida en el ámbito educativo- en Salud tiene signos: los privados tampoco tienen nueva oferta de infraestructura y existe escasez de profesionales, porque ahí también hay sueldos de hambre. Los buenos proveedores de servicios y de insumos también son perjudicados; solo el Hospital 2 de Mayo debe entre 15 a S/ 17 millones a los privados.
La segunda razón es el abandono del Estado de sus obligaciones respecto a la salud, incumpliendo la promesa de la Carta de 1993. El MINSA ejerce una débil rectoría en un sistema de múltiples prestaciones directas (17 millones en el SIS, más de 11 millones en EsSalud, 2 millones con seguros privados, decenas de miles en la sanidad policial y militar y prestaciones municipales y religiosas en expansión) en un mercado concentrado (seguros, clínicas y farmacias) y otros mercados en guerra abierta más de dos décadas, el de medicamentos.
No hablemos del abandono del Estado a EsSalud que es para otra nota, pero un dato más: la Superintendencia de Salud, SuSalud es débil y mira a otro lado -¿la han escuchado estos días?- al punto que hasta agosto su responsable fue antes funcionaria de una de las clínicas privadas con más denuncias en su haber.
3.- El gobierno, la segunda historia. El Ejecutivo es el que sufre más con esta historia. A pesar de que el escándalo tiene seis días el Gobierno aún no tiene una narrativa única del caso. Se advierte al premier Fernando Zavala zanjando con la corrupción y a PPK más contemporizador. Eso pasará factura.
Se ha dicho que el Gobierno se demoró mucho en reaccionar pero creo que lo hizo más rápido que cuando explotaron otros escándalos en los gobierno de Toledo, García y Humala. El cargo más grande al Ejecutivo es otro, es cómo llegó Moreno a ese puesto.
Ese cargo tiene cola y cara, y nos remite al formato de reclutamiento de funcionarios en un régimen post colapso del sistema de partidos. No deberíamos escandalizarnos tanto porque en un sistema sin partidos, con una política ultra personalizada, los congresistas y funcionarios tienen el mismo origen: las redes clientelares, las amistades, la familia, la posesión de dinero y/o contactos, más que las formaciones partidarias.
Si este no fuera un drama de la política me reiría mucho de los periodistas y analistas incoherentes que se han pasado 20 años cuestionando a los gobiernos por poner en los altos cargos públicos a los militantes del partido que ganaron las elecciones, predicando en cambio el tecno-gobierno de los independientes. ¿Quieres independientes en el poder? Ahí lo tienes.
No niego el valor de la tecnocracia en el Perú. A pesar de sus limitaciones políticas (Carlos Vergara dice que no estamos gobernados sino administrados) han cumplido un papel destacado y en muchos casos supliendo la falta de solvencia técnica de los gobernantes. Sin embargo, hemos llegado a un punto de extremada debilidad de los grupos políticos cuya expresión máxima es el actual partido de Gobierno. La pregunta cómo llegó Moreno ahí es también cómo llegó Joaquín Ramírez ahí, o los ministros humalistas despedidos por escándalos.
Sobre el punto he escuchado sugerencias como realizar exámenes para los cargos de confianza. Eso me huele a la Hoja de Vida de los candidatos al Congreso y a las alcaldías. Solo hay un remedio: los técnicos a los cargos técnicos y los políticos a los cargos políticos y para ello necesitamos aparatos políticos eficaces también en el reclutamiento porque no deja de ser patológico que los presidentes nombren a sus médicos como ministros de Salud (o asesores) o vicepresidentes a sus abogados. ¿Les suena algo las palabras reforma política, pero ahora?
4.- El Congreso. Qué investigar. El mejor favor que le haría el Parlamento a Moreno es investigarlo a él y a su red, y no tocar nada más. Esa película ya la vimos con los casos Orellana, Ancash y López Meneses. Es la investigación ultrapunitiva que copia al Poder Judicial y a la fiscalía y desperdicia los poderosos instrumentos legislativos y de control del Congreso. Me apresto a ver una investigación de minucia: la fecha de los actos, la hora, el quién te dijo y el cómo fue.
Es cierto que el diablo está en los detalles, pero también es cierto que al diablo no le interesa resolver los problemas de fondo. Sabida la primera pregunta de cómo llegó Moreno, la segunda es clave: ¿Quién y por qué lo grabaron?
Más preguntas impertinentes: ¿Se meterá el Congreso con la concentración del sector salud, las prestaciones truchas, la falta de rectoría y de regulación? ¿Mirará exclusivamente el delito o mirará la salud de los peruanos? De lo primero ya tuvimos, como cuando por la presión de las tabacaleras el Presidente de la Comisión de Salud del anterior Congreso se desapareció una semana para no sustentar ante la Comisión Permanente un proyecto de ley. Espero que ahora sea diferente.