Por Juan De la Puente
El
escándalo del #negociazo es una crisis en progreso que no puede ser cerrada.
Quizás no deba ser cerrada hasta entender su naturaleza. En medio de la cascada
de información que fluye la indignación funciona como antes, como una catarsis
que sirve para no hacer nada al final. Lo más cómodo ahora es reducir el #negociazo
a la historia de un hombre malo que le quita al Estado la plata para los
pobres.
Foto: Cuarto Poder |
Es
preciso diagnosticar el escándalo para no quedarnos en él. Hasta ahora se ha
hablado del Estado, de su debilidad y fracaso pero lo que tenemos enfrente es
algo más profundo, de lo que el ex asesor Carlos Moreno es apenas una repulsiva
circunstancia. Moreno es una mina. Aquí cuatro tips sobre el caso:
1.- Hablemos de dos
crisis en una, o de dos historias en una: 1) La crisis del modelo de tercerización
de servicios por prestadores privados, sin rectoría del MINSA, y su componente
más importante: la ampliación de afiliados al SIS y a EsSalud sin incremento de
oferta y de calidad; y 2) La crisis de un modelo de reclutamiento de altos
funcionarios del Estado y su principal componente: la ausencia de partidos que
se hagan cargo del gobierno que han ganado legítimamente en las urnas. En este
caso, la corrupción es una, solo que está repartida en dos almas, la pública y
la privada.
2.- No me digan que aquí solo hay responsabilidad en el
Estado. Aquí hubo una implosión mercantilista. Los diálogos de Moreno reflejan la facilidad
con la que ciertos privados esquilman al Estado a través de una privatización forzosa
y caníbal de las prestaciones. La promesa neoliberal de la Constitución de 1993
(artículo 58°) decía que “el Estado orienta el
desarrollo del país, y actúa principalmente en las áreas de promoción de
empleo, salud, educación, seguridad, servicios públicos e infraestructura” no
se ha cumplido, por lo menos por dos razones.
La primera, que el Estado no ha podido enfrentar exitosamente las tarea
del financiamiento y de la calidad de las prestaciones, a pesar de mejoras
significativas en los indicadores de salud y de aseguramiento. No se puede decir
lo mismo del esfuerzo presupuestario; desde el año 2006 cuando el presupuesto de
Salud era el 4,4% del PBI pasó el 2014 a 5,5% del PBI pero cayó sin
mayores explicaciones al 2,2% del PBI
este año.
No
me opongo per se a la tercerización
de los servicios complementarios u otros necesarios como la diálisis y operaciones urgentes -ni a las APP, necesarias en el sector- sino a que este proceso se realiza desordenado – ya veces
provocado mafiosamente- y sin regulación. La idea de que todo lo privado es
mejor por ser privado –ya desmentida en el ámbito educativo- en Salud tiene
signos: los privados tampoco tienen nueva oferta de infraestructura y existe escasez de
profesionales, porque ahí también hay sueldos de hambre. Los buenos proveedores
de servicios y de insumos también son perjudicados; solo el Hospital 2 de Mayo
debe entre 15 a S/ 17 millones a los privados.
La
segunda razón es el abandono del Estado de sus obligaciones respecto a la
salud, incumpliendo la promesa de la Carta de 1993. El MINSA ejerce una débil
rectoría en un sistema de múltiples prestaciones directas (17 millones en el
SIS, más de 11 millones en EsSalud, 2 millones con seguros privados, decenas de
miles en la sanidad policial y militar y prestaciones municipales y religiosas
en expansión) en un mercado concentrado (seguros, clínicas y farmacias) y otros mercados
en guerra abierta más de dos décadas, el de medicamentos.
No hablemos del abandono del Estado a EsSalud que es para otra nota, pero un dato más: la Superintendencia
de Salud, SuSalud es débil y mira a otro lado -¿la han escuchado estos días?-
al punto que hasta agosto su responsable fue antes funcionaria de una de las clínicas
privadas con más denuncias en su haber.
3.- El gobierno, la
segunda historia.
El Ejecutivo es el que sufre más con esta historia. A pesar de que el escándalo
tiene seis días el Gobierno aún no tiene una narrativa única del caso. Se
advierte al premier Fernando Zavala zanjando con la corrupción y a PPK más contemporizador.
Eso pasará factura.
Se
ha dicho que el Gobierno se demoró mucho en reaccionar pero creo que lo hizo
más rápido que cuando explotaron otros escándalos en los gobierno de Toledo,
García y Humala. El cargo más grande al Ejecutivo es otro, es cómo llegó Moreno
a ese puesto.
Ese
cargo tiene cola y cara, y nos remite al formato de reclutamiento de funcionarios
en un régimen post colapso del sistema de partidos. No deberíamos
escandalizarnos tanto porque en un sistema sin partidos, con una política ultra
personalizada, los congresistas y funcionarios tienen el mismo origen: las
redes clientelares, las amistades, la familia, la posesión de dinero y/o
contactos, más que las formaciones partidarias.
Si
este no fuera un drama de la política me reiría mucho de los periodistas y
analistas incoherentes que se han pasado 20 años cuestionando a los gobiernos
por poner en los altos cargos públicos a los militantes del partido que ganaron
las elecciones, predicando en cambio el tecno-gobierno de los independientes. ¿Quieres
independientes en el poder? Ahí lo tienes.
No
niego el valor de la tecnocracia en el Perú. A pesar de sus limitaciones políticas
(Carlos Vergara dice que no estamos gobernados sino administrados) han cumplido
un papel destacado y en muchos casos supliendo la falta de solvencia técnica de
los gobernantes. Sin embargo, hemos llegado a un punto de extremada debilidad
de los grupos políticos cuya expresión máxima es el actual partido de Gobierno.
La pregunta cómo llegó Moreno ahí es también cómo llegó Joaquín Ramírez ahí, o
los ministros humalistas despedidos por escándalos.
Sobre
el punto he escuchado sugerencias como realizar exámenes para los cargos de
confianza. Eso me huele a la Hoja de Vida de los candidatos al Congreso y a las
alcaldías. Solo hay un remedio: los técnicos a los cargos técnicos y los
políticos a los cargos políticos y para ello necesitamos aparatos políticos eficaces
también en el reclutamiento porque no deja de ser patológico que los
presidentes nombren a sus médicos como ministros de Salud (o asesores) o
vicepresidentes a sus abogados. ¿Les
suena algo las palabras reforma política, pero ahora?
4.- El Congreso.
Qué investigar.
El mejor favor que le haría el Parlamento a Moreno es investigarlo a él y a su red, y no tocar
nada más. Esa película ya la vimos con los casos Orellana, Ancash y López
Meneses. Es la investigación ultrapunitiva que copia al Poder Judicial y a la fiscalía
y desperdicia los poderosos instrumentos legislativos y de control del
Congreso. Me apresto a ver una investigación de minucia: la fecha de los actos,
la hora, el quién te dijo y el cómo fue.
Es
cierto que el diablo está en los detalles, pero también es cierto que al diablo
no le interesa resolver los problemas de fondo. Sabida la primera pregunta de
cómo llegó Moreno, la segunda es clave: ¿Quién y por qué lo grabaron?
Más
preguntas impertinentes: ¿Se meterá el Congreso con la concentración del sector
salud, las prestaciones truchas, la falta de rectoría y de regulación? ¿Mirará
exclusivamente el delito o mirará la salud de los peruanos? De lo primero ya
tuvimos, como cuando por la presión de las tabacaleras el Presidente de
la Comisión de Salud del anterior Congreso se desapareció una semana para no
sustentar ante la Comisión Permanente un proyecto de ley. Espero que ahora sea
diferente.