martes, 27 de junio de 2017

Encuestas: divididos, desgastados y rechazados.

Se puede analizar las coyunturas cortas como las que tiene el Perú tomando en cuenta las encuestas o no. Si uno decide no considerarlas –decisión válida y aceptada en la ciencia política y en la sociología política- está sin embargo obligado a usar otros instrumentos de análisis, como la observación empírica, el análisis de actores, focus group, entrevistas de profundidad, observación de tendencias, construcción de mapas, etc. Y si decide tomar en cuenta los sondeos de opinión, debe tomar todos los datos referidos a los actores o sistemas analizados, y no solo algunos.
1.- La reciente encuesta de opinión de GFK y publicado por La República el 25 de junio, abarca la aprobación de los actores políticos e instituciones y su desaprobación, pero también incluye datos que integran un ámbito que podríamos titular como “nivel de rechazo”, es decir, una percepción crítica que va más allá de la desaprobación.
2.- Las aprobaciones se han movido poco; algunas caben en dentro del margen de error de la encuesta (PPK +2, Zavala +2, el Congreso +1, en tanto que el gabinete y el Poder Judicial se mantienen). La caída de Keiko supera por poco el margen de error (de 42% a 39%) mientras que la de Luz Salgado como titular del Congreso se recupera (de 25% a 30%), probablemente por su desempeño en las interpelaciones.
Aun así, no sebe pasarse por alto que el Presidente PPK tiene 38% de aprobación, que la líder de la oposición 39%, y que quien quedó en el 3er lugar en las elecciones, Verónika Mendoza, ha pasado de 24% a 28%. Tampoco puede obviarse que para los ciudadanos Keiko es más querida, respetada y enérgica que PPK.
3.- En la elite existe una sensación de aguda división e incertidumbre que la opinión publica relativiza. Luego de 45 días de batalla, solo el 39% cree que las relaciones entre el Gobierno y el Congreso son conflictivas, frente al 38% cree que avanza a pesar de las tensiones, y un 11% que cree que son cordiales. La sensación de conflicto entre poderes se ha movido en tres meses apenas 6 puntos. En suma, la sociedad no comulga con la idea de que hay una dura batalla en las alturas y piensa que, palabras más o menos, ambos son lo mismo.
4.- Los ciudadanos no están premiando a nadie en esta batalla. Al contrario, a la pregunta sobre lo que esperaba del Gobierno hace un mes la respuesta “es igual de lo que esperaba” era 48% y ahora 41%. En cambio, los porcentajes de que el gobierno se desempeña “mejor de los que esperaba” es bajo (12%), se mantiene la idea de que es “peor que lo que esperaba” (32%) en tanto sube de 10% a 15% el porcentaje de los que “no esperaban nada”. Igual sucede con el Congreso: 39% cree que se desempeña igual a lo que esperaba; 27% peor de lo que esperaba; 13% mejor de lo que esperaba y 20% no espera nada. Siendo así, y agregando percepciones, casi de la mitad de los peruanos cree que ambos poderes están peor de lo que esperaban o no esperaban nada.
5.- A eso debe agregársele siete datos duros algunos de los cuales pueden doler, pero que no pueden ser ignorados: 1) más de dos tercios cree que lo que viene del Gobierno y del fujimorismo será igual o peor de lo que hubo hasta hora; 2) el 45% sostiene que ni PPK ni Keiko tienen un plan claro para el país; 3) el 58% cree que está informado poco o nada de lo que hace el gobierno; 4) que el 65% cree que Alfredo Thorne si ejerció presión sobre el Contralor; 5) que más de dos tercios no conoce que propone la oposición sobre seguridad ciudadana, la principal razón de desaprobación del Gobierno y el asunto por el que fue interpelado el ministro Basombrio; 6) la aprobación de Keiko ha subido a 48% en Lima pero su desaprobación ha trepado a 64% en el sur; 7) que PPK tiene una aprobación de 47% en los sectores A/B y una desaprobación de 60% en Lima; y 8) el 37% cree que el Congreso obstruye, contra el 46% que el Congreso está haciendo lo que debe, es decir, fiscalizar al Gobierno.
6.- Se puede hacer política ignorando estos datos. Si, y de hecho la mayoría de partidos, podres y medios lo están haciendo, intentando que la crisis que agita y envenena las relaciones entre los poderes se resuelva en las alturas. Podrían lograr que algunos avances, pero esa pobre gobernabilidad que implica que los políticos no se peleen tiene sus límites, especialmente si en ese esfuerzo no es comprendida la sociedad y los otros actores regionales y locales. Un pacto en las alturas ahora, sustentado en dos poderes desgastados y rechazados será pan para hoy, hambre para mañana.

7.- La nueva paradoja de este escenario es por un lado la progresiva división de los principales actores institucionales, y por el otro el rechazo de la sociedad a su modelo de concebir la política y la gestión del sistema. A ello se agrega la falta de una narrativa de ambos o de uno de ellos para entusiasmar a la sociedad. La búsqueda de nuevas razones que mejoren la relación entre el poder y os ciudadanos está a la orden del día, y esta podría ser –depende del alcance y contenidos- atajar la irrupción de una recesión económica, relanzar políticas sociales y salariales, reformar las instituciones, relanzar la descentralización e inversión pública, o resonantes éxitos en seguridad ciudadana. Frente a ese desafío mayor y que demanda más inventiva, que en el fondo es retornar a las ofertas electorales del año pasado, se tienen por ahora medidas polémicas, arriesgadas y provocadoras como el indulto a A. Fujimori o el cogobierno imposible entre PPK y el fujimorismo. Otra vez la elite de espalda a la realidad.

lunes, 5 de junio de 2017

Cuatro referentes de la izquierda

http://larepublica.pe/impresa/opinion/881952-cuatro-referentes-de-la-izquierda
La República
La mitadmasuno
2 de junio de 2017
Por Juan De la Puente
Ha nacido un nuevo frente, Juntos por el Perú (JP), el cuarto referente nacional de la izquierda junto a Nuevo Perú (NP) que lidera Verónika Mendoza, Tierra y Libertad (TyL) que encabeza Marco Arana, y Más Democracia (MAS) de Gregorio Santos.
El nuevo frente exhibe ventajas ante los otros grupos: 1) tiene inscripción electoral, cedida por el Partido Humanista; 2) posee aparatos organizativos experimentados, especialmente el del PC de Patria Roja; y 3) participará con esas siglas en las próximas elecciones regionales y municipales. De esas ventajas, una será de ganancia absoluta, su presencia electoral el próximo año, mientras que las otras deberán administrarse tomando nota de la tradición frentista de nuestra izquierda, siempre atrapada en el péndulo entre el hegemonismo a la ruptura.
Algunas desventajas sobresalen, como la falta de renovación, incluida la generacional y de género en sus grupos más caracterizados; el déficit de líderes de sugerente proyección nacional; y la apuesta por un programa que rehúsa aceptar las transformaciones sociales y económicas de los últimos 15 años. De hecho, en el abanico de la oferta izquierdista, JP expresa por ahora la alternativa más tradicional en todos los sentidos.
El futuro para los otros grupos es desafiante. Dos de ellos exhiben líderes que han cosechado un volumen de votos que ningún otro líder izquierdista orgánico (Humala no cuenta como tal) obtuvo desde 1990 en elecciones nacionales –Mendoza obtuvo 2.8 millones de votos (19%) y Santos 613 mil (4%)– pero carecen de aparato nacional y de inscripción electoral. Por su parte, TyL tiene inscripción legal pero no tiene cuadros de proyección nacional, y tal parece decidido a no desearlo ni necesitarlo.
Este paisaje inicial puede terminar en un fracaso si se fortalecen dos procesos que asoman. Por un lado, el afán por la unidad, esa demanda angustiosa que se resiste a aceptar el derecho a la diversidad progresista y levantada desde la convicción empírica e indemostrada de que “las masas quieren la unidad”; y la voluntad de representar solo a la izquierda, que terminará por convertir los procesos electorales en ajustes de cuenta en un lado del escenario.
Será más exitoso y socialmente útil el grupo que logre estructurar desde la izquierda una alternativa de centro, que no se reduzca obviamente al discurso sino también al programa y a la representación. El centro no es la doncella prometida a la izquierda como lo demostraron los 7 procesos electorales desde 1980 al 2016, y es probable que en el contexto del retroceso del progresismo en la región sea más compleja la formación de una alternativa centroizquierdista. Aun así, de todos modos habrá por lo menos una expresión atractiva de centro en los próximos años, de modo que quien no apueste por el centro, será descentrado por los otros.
La apertura progresista está salpicada de escollos. La inscripción legal de Nuevo Perú es crucial, pero hay otros reclamos mayores: la izquierda debe recuperar una agenda nacional para dejar de ser la primera víctima de la polarización entre el gobierno y el fujimorismo. Ambos se han tomado casi toda la confrontación que cabe en nuestro escenario público al punto que, por ejemplo, una facción de las organizaciones sociales del Cusco se movilizan a favor de la construcción del aeropuerto de Chinchero sin importar las denuncias sobre los contratos.

En este punto la izquierda se vuelve contra sus demonios. Algunos documentos oficiales de los grupos de izquierda proponen una acumulación que se emplace contra todos los actores políticos, incidiendo en una lógica “anti”, subestimando el aumento de las demandas sociales y la movilización por derechos y libertades, hasta ahora sin correlación con una gran visión de país. A eso se debe que la izquierda en toda su diversidad, partidaria y social, aparezca devorada por la micropolítica y jugando de espectadora en la liga mayor, la de la élite peruana separada de la sociedad por una contagiante brecha de confianza y de prioridades.

Los invitados de piedra

http://larepublica.pe/impresa/opinion/879535-los-invitados-de-piedra
La República
La mitadmasuno
26 se mayo de 2017
Por Juan De la Puente
El premier Fernando Zavala ha emitido una declaración personal firme cuestionando las interpelaciones a los ministros que califica de obstrucción a la labor del Gobierno, responsabilizando a Fuerza Popular por esta ofensiva. El fujimorismo le ha contestado y entre ambos se llevará a cabo en los próximos días un intercambio de fuego que tendrá alguna promesa de paz, como ya sucedió en el pasado. Con esto concluirá otro microciclo de la política nacional y se iniciará otro.
Este episodio es distinto a los registrados en los últimos meses por lo menos por una razón: entre Fuerza Popular y el Gobierno han terminado de construir una relación compleja, a veces tirante y otras colaborativa, que hegemoniza el escenario echando de él al resto de grupos. Y lo han logrado con la colaboración de estos.
A diferencia de las otras tensiones –el caso del asesor Moreno y la censura de Jaime Saavedra– el fujimorismo ha mediatizado a Acción Popular y al Apra, y el oficialismo al Frente Amplio y a Alianza para el Progreso, incluso a pesar de que la interpelación a Martín Vizcarra fue trabajosamente labrada por AP. No se trata de alianzas formales o de sujeciones sino de la pérdida de personalidad y perfil propio.
La actual dinámica parlamentaria no depende del impulso de estas cuatro bancadas que –y eso es lo paradójico– concentran un elevado número de parlamentarios experimentados y destacados, sino de la ecuación establecida por los espacios que ocupan el antifujimorismo y el conservadurismo. Ellos subsumen todo.
¿Por qué estas bancadas no pueden exhibir un perfil propio? Este resultado no se debe a un déficit de fuerza, es decir, a los problemas internos de la mayoría de estos grupos, sino a un problema de agenda o, mejor dicho, a la falta de voluntad política para levantar estrategias y prácticas diferenciadas.
El parlamento carece de minorías heroicas o personalidades especiales capaces de construir desde un escaño una oferta política nacional porque el programa principal considera que la actividad fundamental en esta hora de la política es la contención, tanto de la ofensiva fujimorista como de la izquierda y sus aliados, rotulados como lo “caviar” por los sectores conservadores. El negocio de la contención es la inminencia, tanto del derribo del Gobierno por el fujimorismo como la imposición de la agenda izquierdista, de género, y contraria a la inversión.
La política de la inminencia ha empoderado al gobierno y al fujimorismo, y ha convertido al resto en invitados de piedra. Sostengo que esa política de la inminencia la mayoría de veces es exagerada y sobreactuada, y tiene un efecto paralizante en un sistema que necesita debatir y aprobar cambios de fondo para renovar la democracia. Curiosamente, esta parálisis es más visible en quienes le piden al Ejecutivo “hacer política”, lo que ellos tampoco hacen.
La principal víctima de la inminencia es el cambio. A diez meses del inicio de la legislatura nos hemos olvidado de la renegociación de los contratos del gas, del relanzamiento de la descentralización y de la reforma política, y nos movemos en el reino de la pequeña política, al punto que el grueso de los contenidos producidos en los últimos meses se deben a decretos legislativos por facultades delegadas. El último episodio de este contexto es la indiferencia de los dos partidos históricos del Congreso y del Frente Amplio ante la negativa de Fuerza Popular de dar paso a la reforma electoral.

Creo que hay vida más allá de la contención. Y esto pasa por desempolvar los programas electorales, transformarlos en iniciativas legislativas y en acción ciudadana fuera de la micropolítica. Por ejemplo, una cosa es el pequeño debate sobre la reelección de los alcaldes y gobernadores regionales y otra la rendición de cuentas y el relanzamiento de la descentralización; o una cosa son las acusaciones a Ollanta Humala sobre Madre Mía y otra la reapertura de las indagaciones sobre las violaciones de los DDHH en el Alto Huallaga en las décadas de los ochenta y noventa.