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jueves, 12 de septiembre de 2019

El pacto de los notables

https://larepublica.pe/politica/2019/08/30/el-pacto-de-los-notables/
La República
La mitadmasuno
30 de agosto de 2019
Juan De la Puente
En toda transición, incluida sus etapas críticas, hay tantas dudas como esperanzas. En la que ahora transitamos, la duda es casi todo. Y la debilidad también; en 30 días los principales actores se han consumido en la fricción y juntos han consumido gran parte del optimismo. Entre ambos le han dado forma a un bloqueo –entrampar lo ya entrampado- del que solo saldremos con un movimiento rupturista fuerte. No importará cuál, pero será fuerte o no serán y, lo más probable, con la gente.
La lucha de poderes se ha agravado, bloqueando toda negociación, haciendo de esta transición una experiencia atípica y marciana. El deterioro de las formas alcanza ya a los contenidos. Es cierto que la economía no ha sido contagiada por la crisis, aunque se aprecia el aumento de la desconfianza y que el primer efecto es la caída de la operatividad de la administración pública.
El adelanto electoral es la opción más rentable para el cambio, pero está atrapado por la falta de fuerza de las partes, tanto para aprobarla con rapidez o para ahogarla en la cuna. Cada actor relevante realiza movimientos muy acotados que resumen la idea de una crisis aguda procesada por un lánguido juego de piezas. Es cierto que el Congreso ha logrado formar una mayoría interna cada vez más numerosa contra el adelanto electoral, pero se encuentra fuertemente aislado en la sociedad, inmovilizado por el rechazo. Por su parte, el Gobierno ha perdido apoyos parlamentarios, aunque el presidente Vizcarra es respaldado de modo directo como el garante de la transición.
El aumento de la retórica agresiva viene acompañado por una cadena de vetos. El primero de estos es contra el presidente Vizcarra, contra quien se propone una vacancia que no ha sido oficialmente aprobada, pero que se anuncia informalmente. Podrá fracasar el intento de estos días, pero la mayoría parlamentaria intuye que debe ser destituyente.
La mayoría respalda una salida legal, pacífica, pactada y democrática, y vive con menos angustia que la élite la constatación de la falta de un acuerdo entre los poderes, un acuerdo de gobernabilidad o un acuerdo para las elecciones el 2020.
El bloqueo, no obstante, es provisional; la fricción de las instituciones está a punto de agotarse; en la reunión entre el presidente del Congreso y el presidente de la República se conversará, pero no se acordará. Luego se tendrán las soluciones unilaterales sobre la mesa; no hay espacio para la ilusión, esto no es el Perú en el mundial de fútbol (unida la costa, unida la sierra…).
No estábamos preparados para un proceso en cámara lenta. Pero no nos ilusionemos con un pacto continuista y de notables. La transición evidencia, precisamente, que no hay espacio para un pacto de continuidad en las instituciones. Tanto ha ido el cántaro al río que solo es posible un pacto con la sociedad y que ganará quien lo logre primero.

Vizcarra tiene la primera opción, pero no por mucho tiempo. Es él quien ha sacado la transición a la calle con la inmediata acusación de populista -¡qué horror!- como si este rótulo, polisémico en A. Latina y atravesado por la desigualdad y la ideología, dirimiera un proceso que llama a la participación. Es el viejo sueño del cambio con invierno, sin primavera, sin flores y sin voces, entre cuatro paredes, sin la gente.

lunes, 5 de agosto de 2019

Reforma acotada y sin libreto

https://larepublica.pe/politica/1479069-reforma-acotada-libreto/
La República
La mitadmasuno
31 de mayo de 2019
Por Juan De la Puente

La Cuestión de Confianza (CDC) planteada por el Gobierno al Congreso es, para efectos de este período, un acto obligado de los actores principales de esta transición trunca. A este acto, ellos van forzados, casi a rastras, desprovistos de las capacidades para un combate mayor. Sin esta escena, para ellos no habrá 2021. Aquí unas notas cortas:
1.- El Gobierno. No tenía otra opción, so pena de perder los apoyos que hacen buena parte de la aprobación que mantiene el presidente Vizcarra. Además, la negativa del Congreso a acusar al fiscal Chávarry fue una provocación demasiado altisonante como para que el Gobierno aguardara en silencio alguna novedad de la reforma política que compensara la impunidad.
2.- ¿Gana el Gobierno con la CDC? Quizás pierde menos de lo que hubiese perdido si no lo proponía, considerando que le quedan dos años de gestión. Pero hay dos anotaciones más: la aprobación de la confianza no garantiza que la reforma sea aprobada, mientras que la desaprobación implicará una batalla política y electoral de la que saldrá un Congreso que funcionará 20 meses, sin que sea seguro que apruebe la reforma. En cualquier caso, el premier Del Solar tiene la oportunidad de construir un legado, incluso si es derrotado.
3.- El fujimorismo. Tampoco quería la CDC. Deseaba proteger a Chávarry (ahora le llaman blindaje), pero no a costa de ser puestos en evidencia y derrotados, como lo será de todas maneras si vota por la confianza o si se opone a ella. Hay en Fuerza Popular una identidad tanática que no se explica solo por la actitud de la Comisión de Constitución, o parece que se ejecuta un manual para alejarse del poder en pocos pasos.
4.- La calle. La CDC es un llamado de la sociedad, aunque mínimamente movilizada. De eso que no haya duda, con cargo a confianzas y desconfianzas posteriores. La pobre calle, ninguneada luego del último servicio prestado en enero, para la destitución de Chávarry, ha terminado de autonomizarse y se maneja por ahora en dos velocidades, una donde resurge el “que se vayan todos” y “Asamblea Constituyente”, y la otra que reclama cambios mínimos, pero cambios al fin.
5.- Derecha e izquierda. El juego de la elite cambiará de registro. La sociedad conservadora será llamada a respaldar una cruzada contra Vizcarra en caso se disuelva el Congreso y se convoque a elecciones parlamentarias lo cual radicalizará aún más a la derecha peruana. La izquierda, una parte de la cual tampoco cree en la reforma política, tendrá la oportunidad de hablarle al país y dejar de hablarse entre sí, aunque no se sabe si participará en las elecciones para el Congreso de 20 meses.

6.- Sin coalición. Queda poco margen de acción en los espacios institucionales. Es cierto que se ha frenado la dinámica en la que los detentadores del poder tanteaban el terreno, jugando varios juegos sin salida: el juego del debate de los cambios menos importantes; el juego del pacto dentro del Congreso; el juego del pacto Ejecutivo-Legislativo; y el juego del desafío mutuo (ahora le llaman pechar, como en las prisiones). Es cierto que tendrán que jugar otro juego y encarar cambios que no deseaban, acotados y sin libreto, sin una coalición reformista. Sin ella, sorry, toda reforma será muy limitada.

lunes, 1 de julio de 2019

Reforma política o suicidio

La República
La mitadmasuno
17 de mayo de 2019
Juan De la Puente
El debate de la reforma política se ha iniciado, y el principal elemento de ella es la formación de una coalición contraria, vasta y creciente, que traslada instintivamente a esta discusión su oposición al Gobierno.
Sorprende esta resistencia que atribuye a este Gobierno el beneficio de la reforma y cree que está pensada para una administración que, no obstante, se despide del poder dentro de dos años. Y sorprende más que esta percepción provenga de grupos políticos que ejercieron el gobierno, que pretenden volver a él, o que intentan sortear momentos difíciles para recuperar sus opciones de poder.
Llámese pérdida de brújula o miopía, el punto es que la resistencia a la reforma expresa la hegemonía de la coyuntura y un extravío del futuro. Perdidos en la vorágine de la batalla diaria, la renuncia a la reforma es la renuncia a su existencia política misma, como lo ha demostrado hace poco el resultado electoral brasileño, que ha barrido a las formaciones que creían que luego de la caída de Dilma Rousseff, la clave del futuro era liquidar al Partido de los Trabajadores (PT), cuando los arruinados fueron casi todos.
En contrario, el relativo avance de la reforma chilena, desde el informe de la Comisión Engel y con decisiones aún pendientes, ha permitido una mejor competencia política, control del poder y estabilidad.
Si las elecciones del año 2021 se llevan a cabo con estas reglas de juego electorales e institucionales tendremos un gobierno débil, una oposición fragmentada y en conjunto un poder más rechazado por la sociedad. Y es probable que en ese caótico escenario ya no se encuentren presentes varias formaciones que ahora se desviven suicidamente contra el cambio.
Respecto a la responsabilidad de las personas, la idea de que los actuales legisladores se oponen a la reforma porque los perjudica, es también relativa. Podría afectar a quienes –sin posibilidad de reelección- intentarán un juego ultra personalista en los próximos años, pero no a quienes, antes independientes, apuestan a un desempeño público desde lo institucional. En este punto, se puede apreciar en Fuerza Popular las diferencias entre la aventura y la racionalidad.
La oposición militante a la reforma es procesalista, tiene audiencia, pero carece de ideas fuerza. La única que pretende serlo toma prestado una parte del razonamiento constitucional que sostiene que algunas de las propuestas –especialmente la eliminación de la cuestión de confianza para la presentación del gabinete y al aumento a dos tercios de los votos necesarios para la insistencia de las leyes vetadas por el presidente- significan la ruptura del equilibrio de poderes en favor del Ejecutivo.

Este préstamo es incompleto; adolece de falta información sobre las vicisitudes de nuestro presidencialismo y no les vendría mal una revisión previa de los conceptos modernos de equilibrio, contrapesos y colaboración entre órganos del Estado. Luego, hace falta un estudio comparado por lo menos de las constituciones de 1933, 1979 y la actual –el mundo cambia y los sistemas también- y de la jurisprudencia constitucional sobre las potestades y límites del Parlamento para modificar la actual Constitución.