El Comercio
5 de enero
2020
Jontathan
Castro
A tres semanas de las elecciones del 2020, Juan De
la Puente cree que las expectativas sobre los resultados deberán ser más
moderadas. Mientras, el presidente Martín Vizcarra debe resolver cuestiones
sociales urgentes sin generar falsas expectativas. “Ni Vizcarra es Churchill ni
sus opositores son Lenin”, afirma.
— ¿Estamos viendo un exceso de los organismos
electorales para excluir candidatos?
Es un exceso en la medida que es una aplicación
muy puntillosa de la norma. Pero también es cierto que la norma en los últimos
años ha sido elaborada restrictivamente respecto de los derechos de elegir y
ser elegidos. Hace 30 años, la legislación electoral estaba compuesta por
cuatro o cinco normas generales. Hoy, también está compuesta por un conjunto de
decisiones jurisprudenciales del JNE. Un libro sobre la legislación electoral
no baja de 700 páginas. Se ha hecho engorrosa.
— Nunca antes se ha visto que los organismos
electorales decidan si el spot de un partido se emite.
Hay un problema que subyace a esto: la política
se ha radicalizado en relación con los mensajes. Tenemos mensajes mucho más
extremistas y radicales en este proceso que en el anterior. Entonces, aparecen
algunos que chocan con los parámetros de la ONPE. Hay un par de spots que me
parece que no deberían haber sido censurados, pero estas son las consecuencias
de una campaña de ideas radicalizadas.
— ¿Cómo ve la campaña?
Veo una campaña extraña que ha desmovilizado a la
sociedad. Cuando se disuelve el Congreso, daba la impresión de que se iba a
producir una movilización masiva de la sociedad para tener un mejor Congreso
que renueve la política. Eso convertía al 2020 en uno reformador. Creo que las
expectativas respecto a esta campaña van a ser menores.
— Hemos pasado de la esperanza que a muchos les
generó el cierre del Congreso a la realidad: más de 200 candidatos con
sentencias, propuestas imposibles de realizar, argumentos débiles. ¿Qué ha
pasado en ese tránsito?
La falta de ideas. Este es un país que está
discutiendo su futuro sin ideas. Es una cosa absolutamente inédita. Las dos
ideas son eliminar la inmunidad parlamentaria y reducir el sueldo de los
congresistas. ¿Para eso hemos disuelto el Congreso? El país está pidiendo
bastante, y la política le está dando muy poco. Y esa falta de ideas va a
promover un Congreso sobre el que deberíamos tener menos expectativas que
antes.
— ¿Cómo ve a los líderes políticos?
Salvo Acuña, ningún líder está protagonizando la
campaña. Creo que los líderes están calculando demasiado, creen que hay una
separación entre el 2020 y el 2021, y no todos están poniendo los huevos en la
canasta de este año. No tenemos una idea unificadora que nos diga para qué va a
servir este Congreso.
— ¿Cuál debería ser la agenda que debería primar
en este período?
La narrativa del año pasado era el cambio, la
reforma política y la lucha contra la corrupción. Sigue siendo importante esto,
pero ahora es más amplia. Hay una cuestión social que debe ser atendida y que
ha sido postergada por las tensiones del año pasado.
— ¿La campaña ha calentado? Ya estamos en enero.
Creo que la indiferencia política impide que se
caliente la campaña. Los códigos que se llevaron a cabo en los últimos días de
la campaña del 2018 me parece que van a reproducirse ahora. Puede ser que en el
tramo final la gente se decante por un partido al margen de las ideas y
resuelva de algún modo esta alta fragmentación con candidatos que no superan el
10% de intención de voto.
— Solo Acción Popular supera esa cifra.
Para estar a tono con los tiempos, vivimos un
‘pitufeo’ electoral. Se ha fragmentado el volumen de adhesiones en pequeñas
adhesiones. Podría ser que este ‘pitufeo’ se resuelva al final.
— El fujimorismo se ha fragmentado, pero los
jales no le suman a Solidaridad Nacional, ni merman el voto duro de Fuerza
Popular.
El cambio más importante es que [FP] ha perdido
su radicalismo conservador con el que se manejó entre el 2016 y el 2019. Lo que
tenemos es una derecha vacante.
— ¿Realmente los partidos saben para qué funciona
el Congreso? Da la impresión de que quieren fiscalizar y no tienen más ideas.
Eso deviene de la construcción de la oferta
política. La captación de candidatos para este proceso ha sido muy apresurada.
Uno revisa las listas y, salvo Acción Popular y el Apra, los candidatos
golondrinos son el sentido dominante. Es muy probable que el Congreso que
elijamos el 26 de enero tenga más independientes que los anteriores.
— ¿Vizcarra debería asumir alguna responsabilidad
si este Congreso resulta peor que el anterior?
Ya hay una narrativa anti-Vizcarra en el proceso
político. Yo lo llamo el síndrome de Moisés. Moisés saca a los judíos de Egipto
y les ofrece la tierra prometida, pero en un momento la gente se vuelve contra
él y le dice: “Tú nos has traído y dónde está la tierra prometida”. Y cuando
Vizcarra disuelve el Congreso, nos está haciendo una promesa de renovación, de
transición y de cambio. Hay una responsabilidad política que no está siendo
solventada adecuadamente.
— ¿Cuál debería ser la agenda de Vizcarra una vez
instalado el Congreso?
La primera debería ser de reforma política, no
solo electoral. Necesitamos modificar las relaciones entre el Ejecutivo y el
Legislativo. Me parece un error que el gobierno se haya opuesto a la
bicameralidad. Yo diría que las propuestas de la Comisión Tuesta eran muy
importantes. Pero Vizcarra también tiene demandas que no pasan por el Congreso,
que es calidad de gasto, la reforma educativa y resolver la inseguridad
ciudadana y la prestación de servicios de salud.
— ¿Le da la impresión de que Vizcarra sabe qué
hacer? Pareciera que no tiene un norte claro.
El Vizcarra que tenemos de presidente ya se ha
construido como político cuando fue presidente de la región Moquegua. No creo
que tengamos un Vizcarra 2.0. Después de la disolución del Congreso, algunos
han querido ver a Vizcarra no solo como un hombre providencial, sino a un líder
histórico de la transición. Él ya tiene definido su legado: haber luchado
contra la corrupción. Si de ahí queremos obligar a Vizcarra a ser un estadista,
creo que es una pretensión de tener otro Vizcarra.
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