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martes, 31 de diciembre de 2019

Política zombie y colectivos errantes

https://larepublica.pe/politica/2019/11/08/politica-zombie-y-colectivos-errantes-juan-de-la-puente-la-mitadmasuno/
La República
La mitadmasuno
8 de noviembre de 2019
Juan De la Puente
A varias semanas de la disolución del Congreso, y a menos de tres meses de las elecciones de enero, no existe una tendencia que convertirá el hecho del 30 de setiembre en el cambio. Contra lo esperado, la posibilidad de la elección de un nuevo Congreso como impulso de la renovación del sistema languidece en el curso de un proceso electoral que escenifica el final de las reglas, instituciones y líderes de los últimos años, sin que emerja su reemplazo de cara a los ciudadanos.
El primer rasgo de la etapa posdisolución es que la normalización de la crisis ha impregnado a todas las partes, resultado de lo cual se tiene un sonoro silencio de ideas. Prisionero de un atontamiento generalizado, el país se dirige a unas elecciones donde lo más importante son los fichajes de candidatos, el traslado de partidos y los ajustes de cuenta partidarios.
Me temo que esta sequía no se debe exclusivamente a la estrechez del calendario electoral sino también a la falta de una oferta nacional integradora de quienes sostienen −o dicen sostener− lo nuevo, capaz de movilizar a los ciudadanos para el futuro. Lo “nuevo” luce extremadamente precario y casi irreconocible. ¿Se ha disuelto el Congreso y vamos a nuevas elecciones parlamentarias para que las principales promesas sean que los congresistas ganen el sueldo mínimo y que se suprima la inmunidad parlamentaria?
Una de las razones que impiden la irrupción de lo nuevo, en términos de mensajes y personas, es que las normas electorales aprobadas recientemente no se implementarán en este proceso, por lo que las reglas-tapón siguen cumpliendo su objetivo. Quizás por ello, la mayoría de voces que dicen identificarse con la denuncia del viejo orden realizaron la misma operación que los representantes de ese orden rechazado, es decir, negociar su ingreso a listas de dudoso origen y gastadas y convivir en ellas con personajes nada recomendables. Si eso ya es preocupante en Lima, en las regiones es escandaloso.
Luego de ese canje no habrá campañas de listas sino de personas, de modo que lo que viene será una etapa de pequeñas promesas, un festival populista que no toca el centro de la transición, que es cómo definir una ruta para nuevos principios, reglas de juego e instituciones. Por ejemplo, he leído que un candidato que lidera una de las listas de la izquierda en Lima promete elevar el salario desde el Congreso.
Las posibilidades de una coalición democrática nacional, con un liderazgo transversal de grupos y programas que impulsen la agenda social de la transición y logren producir consensos para profundas innovaciones de orden político, se diluyen al compás de una lucha por sobrevivir, ubicados cada cual en un rincón del tablero.
Nos adentramos a una política zombie, a cargo de colectivos errantes, incapaces de pactar hacia dentro y en el espacio democrático un discurso diferenciado de los sectores conservadores e inmovilistas, un recuerdo de que existen transiciones traicionadas o que viajan hacia la repetición o hacia la nada. Qué ironía, el segundo rasgo de la etapa posdisolución es que las elecciones han desmovilizado a la sociedad. Creo que el profeta Mesía −Carlos Mesía− tiene razón: al pueblo no se le hace caso en el Perú.

martes, 24 de septiembre de 2019

A propósito de notables

https://larepublica.pe/politica/2019/09/13/a-proposito-de-notables/
La República
La mitadmasuno
13 de setiembre de 2019
Juan De la Puente
Uno de los argumentos contrarios al adelanto electoral reza que no es necesario porque el Congreso aprobó la reforma política, es decir, los proyectos priorizados por el Gobierno con ocasión de la cuestión de confianza anterior, y que el actual Parlamento podría hacer aún más cambios. Así, de modo oblicuo, se reconoce la necesidad de la reforma, a contrapelo de la oposición mayoritaria inicial del Congreso a los cambios.
Sería coherente que este argumento venga acompañado de un reconocimiento formal a los miembros de la Comisión de Alto Nivel para la Reforma Política, hostigados incesantemente por la mayoría parlamentaria. Tachados de “notables”, su especialización en la materia devenía casi en un delito, y en ellos se pretendía castigar la demanda de renovación que el sistema político reclama en voz alta y atajar a la crítica ciudadana a la falta de eficacia de las instituciones.
El desempeño de este grupo fue meritorio en la producción y el debate de los cambios en medio del ataque el mensajero y no al mensaje; y a pesar de que estamos en los inicios de la tarea, este paquete tuvo mejor suerte que los proyectos de reforma constitucional aprobados por el referéndum de diciembre pasado, probablemente porque en ese caso la implementación se complejizó y luce incompleto porque no fue aprobada la bicameralidad por un error compartido entre el Gobierno y el Congreso.
De los seis proyectos priorizados en la reforma política, los cuatro que se han convertido en ley renuevan y modernizan la legalización de partidos, poniendo fin a una parte del sistema político cerrado, cupular y plutocrático, aunque este último objetivo no se conseguirá totalmente mientras no se suprima el voto preferencial. En términos de derechos, sin embargo, las elecciones internas y las listas paritarias y alternadas, aún en proceso, son logros que enriquecerán el quehacer político de las nuevas generaciones.
Con o sin elecciones adelantadas, el curso de la reforma no debe detenerse. Quedan las otras dos reformas constitucionales que deben ser votadas por segunda vez y abordar los otros proyectos que no fueron priorizados, pero de crucial incidencia en el cambio político, como la regulación más equilibrada de las relaciones entre el Ejecutivo y el Congreso para mejorar las prácticas de control mutuo, como la cuestión de confianza, la insistencia y el papel de las minorías en el Legislativo; la ampliación del mandato local y regional a 5 años; la elección parlamentaria en la segunda vuelta, entre otros.

El adelanto electoral, cuyo desenlace se posterga y se desenvuelve en cámara lenta, sigue siendo una oportunidad para redefinir actores para el cambio. La pugna alrededor del calendario electoral –si las elecciones son el 2020 o 2021- probablemente impida profundizar sobre la brecha entra la política y la sociedad que esta reforma está llamada a resolver, aunque mientras más demore el sistema en recuperar su legitimidad ante los ciudadanos, será más difícil curar las heridas causadas por la antipolítica y la contrapolítica. No basta que el liderazgo del país no quiera una asamblea constituyente; si desea impedirla, más allá del discurso temeroso deberían producir las reformas necesarias.

martes, 6 de agosto de 2019

Una embestida al sistema

https://larepublica.pe/politica/2019/07/29/una-embestida-al-sistema/
La República
29 de julio de 2019
Por Juan De la Puente

A quienes creíamos que la rebelión había terminado, el presidente Vizcarra nos ha respondido y desmentido. En un acto intrépido y generoso respecto a sus prerrogativas en el ejercicio de su cargo, ha hecho girar la escena de las reformas anémicas que debilitaban el cambio, transformándola en un rapto terminal. De cómo acabe su apuesta de adelanto de elecciones depende la etapa que se verá afectada, si el ciclo iniciado con la victoria de PPK el año 2016 –un conflicto sostenido de poderes- o el largo periodo que empezó con la caída del gobierno de Fujimori, hace 19 años, de democracia de baja intensidad, de crecimiento económico sin partidos y sin programa político.
Lo más importante de su anuncio es la embestida al sistema que se negaba a cambiar y que se había mostrado impasible y fuerte con los movimientos telúricos sucedidos entre el 2017-2019, soportando una sucesión constitucional, un referéndum, tres cuestiones de confianza y la liquidación del CNM. Por lo mismo, el proceso que se inicia tiene una disyuntiva: si deriva en una recomposición tradicional del poder en las condiciones que hemos conocido; o si desemboca en una reforma más profunda de las instituciones, liderazgos y de nuevas reglas del sistema.
En la nueva escena, como sucede con las crisis que evolucionan en saltos sucesivos, el pasado ya importa poco, aunque enseña. El fujimorismo y sus aliados se preguntarán por qué no pactaron con Vizcarra reformas mínimas para llegar a la orilla del año 2021 en mejores condiciones, y el presidente se preguntará por qué no disolvió el Congreso en las dos cuestiones de confianza anteriores.
La guerra entre el Gobierno y el Congreso se hará violenta en las siguientes semanas y será resuelta de conformidad con la fuerza de poderes sociales y/o extralegales. Ambos bloques serán demandados para forjar alianzas a todo nivel, aunque el presidente tiene por ahora –solo por unos pocos días- la posibilidad de reconstruir con éxito la coalición vizcarrista que se había diluido en los últimos meses. El Congreso no es manco, aislado de la sociedad, tiene para la explotar la narrativa de la economía y una relación sensible con los gremios empresariales que podrían agitarse ante el largo interregno que se abre.

El adelanto de elecciones acelera el desenlace del proceso político y acaso cambia la hoja de ruta a una crisis que parecía embalsarse de cara al 2021, sin aparentes salidas racionales. Planteado el itinerario, es probable que la discusión central de los próximos meses –además de las formas para llegar al adelanto electoral- sea sobre la renovación de las instituciones, facilitando la irrupción de líderes y programas centristas y convocantes. El adelanto electoral podría evitarle al Perú la emergencia de un extremismo de derecha o izquierda.