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jueves, 12 de septiembre de 2019

Vacancia simbólica del poder

https://larepublica.pe/politica/2019/09/06/vacancia-simbolica-del-poder/
La República
La mitadmasuno
6 de setiembre de 2019
Juan De la Puente
El frustrado diálogo entre el Gobierno y el Congreso agudiza la confrontación. La colisión entre poderes se ha producido poniendo sobre la mesa dos dinámicas excluyentes, la disolución vs. la destitución, ambas salidas unilaterales y rupturistas con efectos diferenciados. La disolución del Congreso tendría un trámite jurídico –y jurisdiccional- borrascoso, en tanto que la destitución presidencial tendría un resultado caótico.
Confrontado con los plazos, el Gobierno tiene sobre sí la presión de los resultados inmediatos, una urgencia más exigida que al Parlamento, atrincherado y aislado de la sociedad, pero con una mayoría interna creciente. El comunicado de 7 bancadas en respaldo a Olaechea suma entre 85 y 90 votos.
En la sociedad, la colisión tiene sus códigos propios: 1) los peruanos se expresan mayoritariamente contra la vacancia de la presidencia; 2) rechazan con la misma intensidad al Congreso;  3) creen que Vizcarra debe dirigir la transición; y 4) demandan que se vayan todos. Son cuatro opiniones gruesas que, sin embargo, evolucionan singularmente, de modo que las opciones 1) y 3) podrían girar en sentido inverso. En cambio, no se espera que retrocedan las opciones 2) y 4).
Si bien estos datos son por ahora consistentes, sería incorrecto negarse a apreciar la principal tendencia que emerge de agosto, el primer mes sin salida a la transición: ambos poderes se han debilitado seriamente. De ahí que el efecto del choque de trenes presenta en la sociedad, por lo menos, un doble carácter: 1) nos acerca a una vacancia simbólica de las dos instituciones; 2) y demanda la emergencia de un movimiento, una coalición con una narrativa crítica de ambos contendientes.
Sea cual fuese el desenlace de esta pugna, el comportamiento autónomo de la sociedad es creciente, y en ella cabe tanto las demandas de renovación/reforma, ahora mayoritarias, como las que llaman a la ruptura en tonos más radicales, por la derecha o la izquierda. La puerta está abierta y por ella pueden ingresar ambas opciones, incluso convivir por un tiempo. Esa disyuntiva se aprecia en las movilizaciones en favor del adelanto de elecciones.
Mientras menos condiciones se tengan para un pacto de poderes –el fracasado diálogo reciente no será el último intento- hay más posibilidades de un pacto social contrario al poder. Es decir, el Congreso podría tener los votos para destituir al presidente Vizcarra, pero no hay votos que valgan para sortear la presión social dos años más.
Quienes teorizan sobre esta etapa de la vida nacional como si estuvieran frente a un tablero de ajedrez, creen que bastan los jugadores y el movimiento de piezas. Lamentablemente, esta no es solo una batalla de adversarios y piezas. Hay que recordar que esta es una transición y que “algo” está muriendo.
La pugna de estos años entre corrupción vs. anticorrupción y de reforma vs. inmovilismo, no ha renovado el sistema político, pero sí a la sociedad, por lo menos en términos relativos. Este periodo registra actores sociales nuevos –principalmente mujeres y jóvenes y comunidades territoriales- de modo que la correlación de fuerzas entre el poder y los ciudadanos se ha alterado. Los actores tradicionales han dejado de representar a una ciudadanía que reclama cambios que el poder no es capaz de poner a su disposición.

El pacto de los notables

https://larepublica.pe/politica/2019/08/30/el-pacto-de-los-notables/
La República
La mitadmasuno
30 de agosto de 2019
Juan De la Puente
En toda transición, incluida sus etapas críticas, hay tantas dudas como esperanzas. En la que ahora transitamos, la duda es casi todo. Y la debilidad también; en 30 días los principales actores se han consumido en la fricción y juntos han consumido gran parte del optimismo. Entre ambos le han dado forma a un bloqueo –entrampar lo ya entrampado- del que solo saldremos con un movimiento rupturista fuerte. No importará cuál, pero será fuerte o no serán y, lo más probable, con la gente.
La lucha de poderes se ha agravado, bloqueando toda negociación, haciendo de esta transición una experiencia atípica y marciana. El deterioro de las formas alcanza ya a los contenidos. Es cierto que la economía no ha sido contagiada por la crisis, aunque se aprecia el aumento de la desconfianza y que el primer efecto es la caída de la operatividad de la administración pública.
El adelanto electoral es la opción más rentable para el cambio, pero está atrapado por la falta de fuerza de las partes, tanto para aprobarla con rapidez o para ahogarla en la cuna. Cada actor relevante realiza movimientos muy acotados que resumen la idea de una crisis aguda procesada por un lánguido juego de piezas. Es cierto que el Congreso ha logrado formar una mayoría interna cada vez más numerosa contra el adelanto electoral, pero se encuentra fuertemente aislado en la sociedad, inmovilizado por el rechazo. Por su parte, el Gobierno ha perdido apoyos parlamentarios, aunque el presidente Vizcarra es respaldado de modo directo como el garante de la transición.
El aumento de la retórica agresiva viene acompañado por una cadena de vetos. El primero de estos es contra el presidente Vizcarra, contra quien se propone una vacancia que no ha sido oficialmente aprobada, pero que se anuncia informalmente. Podrá fracasar el intento de estos días, pero la mayoría parlamentaria intuye que debe ser destituyente.
La mayoría respalda una salida legal, pacífica, pactada y democrática, y vive con menos angustia que la élite la constatación de la falta de un acuerdo entre los poderes, un acuerdo de gobernabilidad o un acuerdo para las elecciones el 2020.
El bloqueo, no obstante, es provisional; la fricción de las instituciones está a punto de agotarse; en la reunión entre el presidente del Congreso y el presidente de la República se conversará, pero no se acordará. Luego se tendrán las soluciones unilaterales sobre la mesa; no hay espacio para la ilusión, esto no es el Perú en el mundial de fútbol (unida la costa, unida la sierra…).
No estábamos preparados para un proceso en cámara lenta. Pero no nos ilusionemos con un pacto continuista y de notables. La transición evidencia, precisamente, que no hay espacio para un pacto de continuidad en las instituciones. Tanto ha ido el cántaro al río que solo es posible un pacto con la sociedad y que ganará quien lo logre primero.

Vizcarra tiene la primera opción, pero no por mucho tiempo. Es él quien ha sacado la transición a la calle con la inmediata acusación de populista -¡qué horror!- como si este rótulo, polisémico en A. Latina y atravesado por la desigualdad y la ideología, dirimiera un proceso que llama a la participación. Es el viejo sueño del cambio con invierno, sin primavera, sin flores y sin voces, entre cuatro paredes, sin la gente.

viernes, 15 de junio de 2018

La "nueva" crisis, cuatro preguntas

https://larepublica.pe/politica/1257272-nueva-crisis-cuatro-preguntas
La "nueva" crisis, cuatro preguntas
La República
La mitadmasuno
8 de junio de 2018
Juan De la Puente
Sostuvimos cuando cayó Pedro Pablo Kuczynski (PPK) que la presidencia de Martin Vizcarra será una estación de una larga crisis, y que el nuevo gobierno no debería cancelar la transición abierta, porque asumir una etapa de tales atributos permitiría acometer el diálogo político, el pluralismo y el cambio.
Eso no ha sucedido, la crisis de gobierno fue conjurada, pero tenemos ante nosotros el inicio de un nuevo proceso de inestabilidad que podría demorar poco en madurar. Frente a esta irrupción tenemos por ahora más preguntas que respuestas.
La primera se refiere al tipo de protesta en curso y ascenso. La explicación básica indica que son dos protestas, una contra un gobierno débil y otra contra un Congreso arbitrario e ineficaz. Esa explicación parece válida, pero habría que intentar una mirada más allá de la desagregación. Es probable que los paros en Moquegua, Puno, Cusco, Arequipa y Piura (Talara, Paita y Sechura), las demandas de los transportistas, las marchas contra el Congreso o a raíz de la muerte de Eyvi Ágreda, tengan como hilo conductor una resistencia al poder, a la política, y a la forma en que estos se relacionan con la sociedad. Habría que confirmar que, si al romperse el corto período de estabilidad abril-mayo, y al haberse disuelto la polarización Congreso/Gobierno por el respaldo del fujimorismo a Vizcarra, se está plasmando una polarización entre el poder y la sociedad que anunciará un cambio en la narrativa del conflicto en el Perú como paso previo a una nueva correlación de fuerzas.
La segunda pregunta reside en quién o quienes capitalizarán el deterioro del gobierno de Vizcarra y del Congreso, y qué fuerzas políticas serían las más perjudicadas. En este punto, las respuestas son por ahora más difusas en la medida en que se constata que ninguna fuerza “oficial” lidera los movimientos sociales, que existe en ellos un espacio para el crecimiento de lógicas ultras (como en los paros de junio/agosto del año pasado) y que el programa de cambio, es decir una hoja de ruta en esa dirección, es igualmente difusa. Podríamos anotar que la “nueva” crisis, confirma la imposibilidad de Fuerza Popular de capitalizar la caída de PPK, de modo es probable que ahora mismo el desgaste de Vizcarra y del Congreso erosione todo el arco político peruano “oficial”.
La tercera interrogante es subsidiaria de la anterior e inquiere sobre el costo que tendrá para el fujimorismo el respaldo a Vizcarra y, al revés, el costo que tendrá para este la relación amigable con la mayoría parlamentaria. Por ahora se tiene que el fujimorismo tiene varios frentes abiertos a los que se sumarán en breve las demanda contra el Gobierno que aterrizarán en el Congreso, y que la previsible caída de la aprobación presidencial convertirá en objeto de debate la posición que adopten el Congreso y el Gobierno, uno frente al otro. Al mismo tiempo, habría que recordar que, según las encuestas, los peruanos no han tomado nota de las buenas relaciones entre los dos poderes, lo que podría aconsejar a Vizcarra que tome distancia de un Congreso debilitado y desprestigiado. Por ahora es paradójico, pero podríamos estar en breve frente a la pregunta de quién sostiene a quien.

La pregunta final es sobre los giros y cambios que debería acometer el actual Gobierno para evitar que los signos que emergen sobre una crisis, no se aceleren. Es obvio que nos dirigimos hacia un relanzamiento del Gobierno, y en este punto se han anotado recetas sensatas como coherencia e independencia frente al Congreso, es decir una base de gobernabilidad propia. El desarrollo de estas recetas podría conducir a una salida que el gobierno increíblemente no ha explorado, el diálogo con la sociedad para una agenda de gobierno y de cambio. Este giro de timón en las prioridades de la escucha y la acción significaría otro eje de operaciones y práctica, más plural y menos plebiscitaria, y quizás supere la idea de que el mejor gobierno es el que visita más ciudades (la aprobación de Vizcarra ha bajado, precisamente, en las zonas que más ha visitado), en favor de otra: el mejor gobierno es el que realiza más cambios.