La "nueva" crisis, cuatro preguntas
La República
La mitadmasuno
8 de junio de 2018
Juan De la Puente
Sostuvimos cuando cayó Pedro Pablo Kuczynski
(PPK) que la presidencia de Martin Vizcarra será una estación de una larga
crisis, y que el nuevo gobierno no debería cancelar la transición abierta,
porque asumir una etapa de tales atributos permitiría acometer el diálogo
político, el pluralismo y el cambio.
Eso no ha sucedido, la crisis de gobierno fue
conjurada, pero tenemos ante nosotros el inicio de un nuevo proceso de
inestabilidad que podría demorar poco en madurar. Frente a esta irrupción
tenemos por ahora más preguntas que respuestas.
La primera se refiere al tipo de protesta en
curso y ascenso. La explicación básica indica que son dos protestas, una contra
un gobierno débil y otra contra un Congreso arbitrario e ineficaz. Esa
explicación parece válida, pero habría que intentar una mirada más allá de la
desagregación. Es probable que los paros en Moquegua, Puno, Cusco, Arequipa y
Piura (Talara, Paita y Sechura), las demandas de los transportistas, las
marchas contra el Congreso o a raíz de la muerte de Eyvi Ágreda, tengan como
hilo conductor una resistencia al poder, a la política, y a la forma en que
estos se relacionan con la sociedad. Habría que confirmar que, si al romperse
el corto período de estabilidad abril-mayo, y al haberse disuelto la
polarización Congreso/Gobierno por el respaldo del fujimorismo a Vizcarra, se
está plasmando una polarización entre el poder y la sociedad que anunciará un
cambio en la narrativa del conflicto en el Perú como paso previo a una nueva
correlación de fuerzas.
La segunda pregunta reside en quién o quienes
capitalizarán el deterioro del gobierno de Vizcarra y del Congreso, y qué
fuerzas políticas serían las más perjudicadas. En este punto, las respuestas
son por ahora más difusas en la medida en que se constata que ninguna fuerza
“oficial” lidera los movimientos sociales, que existe en ellos un espacio para
el crecimiento de lógicas ultras (como en los paros de junio/agosto del año
pasado) y que el programa de cambio, es decir una hoja de ruta en esa
dirección, es igualmente difusa. Podríamos anotar que la “nueva” crisis,
confirma la imposibilidad de Fuerza Popular de capitalizar la caída de PPK, de
modo es probable que ahora mismo el desgaste de Vizcarra y del Congreso
erosione todo el arco político peruano “oficial”.
La tercera interrogante es subsidiaria de la
anterior e inquiere sobre el costo que tendrá para el fujimorismo el respaldo a
Vizcarra y, al revés, el costo que tendrá para este la relación amigable con la
mayoría parlamentaria. Por ahora se tiene que el fujimorismo tiene varios
frentes abiertos a los que se sumarán en breve las demanda contra el Gobierno
que aterrizarán en el Congreso, y que la previsible caída de la aprobación
presidencial convertirá en objeto de debate la posición que adopten el Congreso
y el Gobierno, uno frente al otro. Al mismo tiempo, habría que recordar que,
según las encuestas, los peruanos no han tomado nota de las buenas relaciones
entre los dos poderes, lo que podría aconsejar a Vizcarra que tome distancia de
un Congreso debilitado y desprestigiado. Por ahora es paradójico, pero
podríamos estar en breve frente a la pregunta de quién sostiene a quien.
La pregunta final es sobre los giros y cambios
que debería acometer el actual Gobierno para evitar que los signos que emergen
sobre una crisis, no se aceleren. Es obvio que nos dirigimos hacia un
relanzamiento del Gobierno, y en este punto se han anotado recetas sensatas
como coherencia e independencia frente al Congreso, es decir una base de
gobernabilidad propia. El desarrollo de estas recetas podría conducir a una
salida que el gobierno increíblemente no ha explorado, el diálogo con la
sociedad para una agenda de gobierno y de cambio. Este giro de timón en las
prioridades de la escucha y la acción significaría otro eje de operaciones y
práctica, más plural y menos plebiscitaria, y quizás supere la idea de que el
mejor gobierno es el que visita más ciudades (la aprobación de Vizcarra ha
bajado, precisamente, en las zonas que más ha visitado), en favor de otra: el
mejor gobierno es el que realiza más cambios.
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