La guerra de las rosas
La República
La mitadmasuno
1 de junio de 2018
Juan De la Puente
Puede haber un parlamento que no compre rosas,
televisores, computadores y frigobares, pero que ejecute una política alineada
a los grandes poderes, que muestre cercanía con fuerzas económicas ilegales u
oscuras, o que expida normas que vulneren libertades ciudadanas. Ese es el
esquema operativo al que parece conducir las denuncias sobre las compras del
Congreso, con pocas posibilidades para las alternativas y para establecer los
temas de fondo.
Ahora mismo miles de oficinas de compra del Estado,
llamadas unidades ejecutoras, están comprando bienes y servicios, incluyendo
flores y televisores. En principio, no me parece mal que esas operaciones se
realicen, con racionalidad, modernidad, transparencia y control. El primer
punto de esta discusión no reside en el qué sino en el cómo, cuándo y porqué.
Es bueno precisar ello debido a que nos estamos deslizando por una ruta en la
que la solución final podría ser que el Estado no compre nada, una perspectiva
corrosiva considerando que el Estado peruano compra cada año por un monto
equivalente al 7.7% de nuestro PBI.
El segundo punto de este debate consiste en el
obsoleto sistema de adquisiciones que favorece la corrupción en todos los
niveles, anclado en el concepto de que el Estado “necesita” de hacerse de un
patrimonio, de manera que los que le venden algo, le cargan al erario público
el riesgo y la coima. Este sistema se resiste a la modernización, como al
modelo de leasing, el alquiler de equipos o la provisión de terceros que
evitaría la enorme burocracia especializada en vigilar el patrimonio del
Estado. En este ángulo del análisis cabe perfectamente la posibilidad de que
algunos instrumentos de trabajo de los parlamentarios, por ejemplo, sean
costeados por ellos mismos.
Todas las leyes para comprar o contratar mejor
han fracasado; el sistema que las contiene ha derrotado por lo menos tres
reformas de las adquisiciones estatales en los últimos 18 años en tanto que los
mecanismos de soborno sí han pasado la prueba de la modernidad. Como lo ha
demostrado el Lavajato peruano, y aun antes, la clave de la corrupción se encuentra,
precisamente, en las normas originarias más que en el proceso, de manera que es
importante mirar el bosque y no solo el árbol. O la rosa.
El tercer punto de este debate reside en el lugar
que ocupa esta controversia, cuya centralidad esconde delicados asuntos que
parecen palidecer ante el aroma de las rosas. Uno de ellos es la rendición del
Congreso ante los grupos que presionan a desandar el camino de la Ley de
Alimentación Saludable o postergar la aprobación de la ley que prohíbe y
reemplaza progresivamente el uso de bolsas de polietileno y otros materiales de
plástico convencional.
Es grave que las cooperativas truchas se salgan
con la suya, mientras que una parte de la sociedad consume su energía
combatiendo la compra de flores, o que la guerra de las rosas impida centrar la
atención de la sociedad en la inminencia de la ley que prohíbe la publicidad
del Estado en los medios privados y en la deriva legislativa contra el enfoque
de género y los derechos de la comunidad LGTB.
Bienvenido el control de las compras del
Parlamento, que es una forma de control del Congreso, aunque no habría que
perder de vista el programa conservador en curso, de mayor trascendencia para
el régimen político. El Congreso necesita ser controlado en aspectos decisivos
y rendir cuentas a la sociedad sobre sus decisiones u omisiones, por lo que la
desagregación de ese control –rosas por aquí, derechos y libertades por allá-
es hasta cierto punto una forma de desmovilización respecto de la agenda de
esta hora.
Es probable que la guerra las rosas no concluya
en un cambio, lo que ha sucedido luego de los escándalos del financiamiento
electoral, y que se descuide la necesidad de que desde el Congreso y fuera de
él, se proponga una plataforma democrática que recoja las demandas sociales. Me
gustaría ver que quienes pelean contra las rosas hagan suyas las exigencias del
sur del país, la región que desaprueba más a la democracia y que acaba de
realizar respetables paros en Cusco, Puno y Arequipa.
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