Por Juan De la Puente
Algunas
reflexiones del caso Vizcarra cuyo desenlace pudo evitarse, que lejos de
cerrarse se abre para mostrar sus elementos de mediano plazo.
1.- Crisis
orgánica.
La crisis abierta con la renuncia del ministro Martín Vizcarra pertenece al
tipo de crisis orgánica de un gobierno, distinta a una crisis exclusivamente de
coyuntura, en la medida que afecta al conjunto de procesos del gobierno hacia adentro
y de relaciones hacia afuera. Es, además, una crisis de larga maduración para los
estándares peruanos, y que ambos poderes maceraron algunos meses, más el
Ejecutivo que tenía en sus manos soluciones legales durante meses. Tan importante como la renuncia de Vizcarra es la renuncia del Estado a resolver con diligencia y oportunidad un caso complejo.
2.- El elemento
endógeno.
El primer detonante de esta crisis y, al mismo tiempo, el primer impedimento de
su solución es endógeno; es la falta de fuerza y competencia del Estado para
deshacer un contrato mal hecho y renegociarlo o anularlo. Este es un problema
legal y político que reside en la pérdida de la capacidad de negociación del Estado, una debilidad que no
está relacionada con la fortaleza de la contraparte privada sino con la
subestimación del interés público dentro de las agencias estatales llamadas a
cautelarlo, creadas con el acertado objetivo de promover la inversión pero con
escasa accountability. Desde la creación de
Proinversión (D. Leg. N° 674, de 1991), la Ley N° 30052 (julio de 2013), y la
Ley N° 30230, los objetivos de facilitar la inversión, el desarrollo productivo y el crecimiento
empresarial pretenden ser logrados restringiendo la capacidad negociadora
pública. Estas fallas se han advertido en otros casos ahora judicializados y
tienen relación con una aplicación deficiente del D. Legislativo N° 1224, Ley Marco
de Promoción de la Inversión Privada mediante Asociaciones Público Privadas y
Proyectos en Activos, modificado recientemente mediante el D. Legislativo N°
1251.
3.- El elemento exógeno. El segundo elemento de esta
crisis es exógeno, es la hegemonía del interés privado sobre el público, cuando
debería ser al revés. Este es un problema ideológico o “de modelo”, y opera
como un imperativo del mercado que debe subordinar toda lógica pública. Este
imperativo está presente descarnadamente en escándalos como la Interoceánica y
el peaje de Puente Piedra, pero también se aprecia en pronunciamientos leídos estos
días sobre Chinchero. Van desde aquella autoridad del Cusco que dijo que con o
sin corrupción debe hacerse ahora el aeropuerto, hasta las alarmas lanzadas
desde el sector privado sobre que “nadie invertirá en el Perú” después de la cancelación del contrato
del Aeropuerto de Chinchero.
4.- La gran pregunta. Estos dos elementos articulados
atravesaron dos gobiernos y han prolongado un mal contrato en una pésima
adenda. Vizcarra, una persona reconocida como seria y responsable, no responderá
nunca dos preguntas: 1) porqué defendió una adenda de la que él mismo sospechaba
era mala; y 2) porqué esperó seis meses para tomar una decisión que era de
sentido común desde enero de este año. La respuesta quizás se encuentre en el
hecho de que Vizcarra es también conocido como un hombre leal y disciplinado,
lo que le da fuerza a la figura de la “inmolación”.
5.- Las repuestas aprendidas. Toda la discusión sobre este
caso se ha coyunturalizado rápidamente. Los críticos de Vizcarra no intentan
pasar a los temas de fondo y se quedan en las personas (ya lo vimos con la
corrupción brasileña, en cuyos casos se niegan a soluciones sistémicas); y los
defensores del proyecto cuestionado razonan con el viejo y
conocido doble discurso y rasero. Exigen que la Contraloría -otras veces los
jueces, policías, fiscales o alcaldes- cumplan con su función pero cuando las instituciones
tocan a sus conocidos, intereses o afinidades políticas, se resisten a las
medidas. Ensayan el otra vez viejo y super conocido discurso de "yo lo
conozco" y por ese motivo tal persona no puede haber cometido una
infracción. Es la cultura criolla que no está vuelta porque nunca se ha ido y
que cuando no puede con argumentos técnicos o legales, personaliza lo público.
6.- Lo
coyuntural. Hay una parte coyuntural en el caso, claro. Al renunciar, Vizcarra ha asumido
una responsabilidad, lo que es meritorio en un país donde la responsabilidad política
siempre se les exige a otros pero no a uno mismo. Lo hizo luego de la
interpelación, después de la cual habían 2 opciones, censura o no. Vizcarra ejecutó un movimiento de manual,
la renuncia anticipada, que no solo anula la posibilidad de la censura –que creo
era difícil habida cuenta de los fuegos artificiales que se lanzaron el día de la interpelación-
sino que lo pone en línea de victimización. De hecho, exigirle ahora que
renuncie a la vicepresidencia de la república suena excesivo, una doble asunción
de responsabilidad. Fuerza Popular tendrá que forzar demasiado para cobrarle
otra renuncia, con el costo que ello supone.
Vizcarra
deja atrás un caso emblemático que junta impericia política y técnica. Con el informe
de la Contraloría –que tiene el acierto de poner luz en algunos actores
invisibles- el caso no se cerrará y tendrá secuelas que afectará al gobierno, y
solo si se insiste en apartar a Vizcarra de la vicepresidencia el gobierno
podrá salir de la posición defensiva en la que se encuentra. Por ahora, la idea
de que Vizcarra "se inmoló" ayuda a Vizcarra pero no al Gobierno.