Por Juan De la Puente
Los
políticos están jugando solos; los ciudadanos no están en las tribunas, no
sienten que el partido sea suyo, ni hinchan por los equipos. Ese sentido adquiere
la reciente encuesta de GFK (28.5.2917) publicada por La República, que reporta que se
acentúa la brecha entre las convicciones de la elite y las percepciones
ciudadanas, de modo que actualmente nadie está hablando por los ciudadanos. La política
no está leyendo los códigos de la sociedad y camina a tientas.
1.- Debe ser
frustrante para los actores que se esmeran por diferenciarse que los peruanos no
vean al poder dividido sino como un todo. Ahora más que nunca aparece la
soledad de esta elite que se expresan en dos políticas: la de las alturas y la
de la calle, que no les grita a los políticos que no se peleen sino que sean
eficaces. Les pide que hagan otra política. Así, solo el 38% piensa que las
relaciones entre el gobierno y el Congreso son conflictivas; el 41% cree que es
tensa pero que avanza, y el 9% que es cordial. Las tres bancadas más
importantes –Fuerza Popular, PPK y Frente Amplio- no son creíbles como opositoras.
En el primer caso, solo el 31% cree que fiscaliza al gobierno (16 puntos menos
que hace 8 meses) mientras que el signo característico de la bancada del Frente
Amplio es que “no se les escucha mucho” (41%). La aprobación de las bancadas es
de 25% hacia abajo.
2.- Este no solo es
un asunto de imagen sino se posicionamiento. Para la elite y los medios, la
política está en el Congreso, para la gente no. ¿Dónde está la
política? Al parecer fuera de los poderes. En el últimos mes, solo aumenta la aprobación
de Keiko Fujimori (de 38% a 24%), de Kenji Fujimori (de 28% a 33%) y César Acuña
(de 14% a 17%); dos de ellos no están en el Congreso, y Kenji no hace política
parlamentaria.
Un
dato concurrente es que por primera vez cae PPK y sube Keiko. Hasta hace unos
meses, la caída de PPK la jalaba hacia abajo. Este cambio podría indicar que de
modo personal ella –y no necesariamente Fuerza Popular- lidera la oposición; es
el anti PPK, lo que ya sucedió con Alan García respecto de Toledo (2001-2006),
y con Humala respecto de García (2006-2011). El sistema estaría entrando a un
sistema de competencia perfecta donde las pérdidas del que gobierna lo asume el
que se opone más significativamente. En este punto es sugerente lo que anota
Eduardo Dargent en La República respecto de que el desgaste opositor del
fujimorismo desde el Congreso no afecta a Keiko.
3.- Los ciudadanos
ya abandonaron toda actitud complaciente con los poderes. Ambos, Congreso y Gobierno caen, pero me
preocupa que en dos meses el gabinete haya caído 8 puntos, y que a pesar que
la posición del premier Fernando Zavala es fuerte, haya perdido 9 puntos en un
mes, en tanto la mayoría de ministros se encuentre a la baja. Sin embargo, no creo que la
progresión de la caída de PPK haga más vulnerable a su gobierno al punto de
hacer temer su continuidad. Creo que el gobierno ha logrado
poner sobre la mesa la palabra “obstrucción” algo que dañaría al fujimorismo
en su conjunto y que interesaría a los ciudadanos si progresan las interpelaciones. En esta dirección no
debe pasar desapercibida la estabilidad de la aprobación del Ministro de
Economía Alfredo Thorne (31%) inédito para el sector, señal de que la economía está
blindándose de las pugnas entre los políticos.
4.- La tendencia es
que la elite siga jugando sin tribunas. La mayoría de peruanos no se ha enterado de la reforma
electoral (73%), no está enterada de la interpelación al Ministro del Interior,
Carlos Basombrio (57%), ni conoce las razones de esa interpelación (70%). A los
ciudadanos tampoco se les va la vida por los dramas de la política, no se sienten
ni representados (60% de rechazo) ni satisfechos (55% de rechazo) de partidos y
líderes pero tampoco son insistentes en demandar cambios, de modo que no le
sugieren a PPK, por ejemplo, tocar la reforma política en su programa de TV.
Finalmente, podría
ser que esta brecha no sea por ahora muy perjudicial para el sistema, que ya
habrá tiempo para politizar a los electores. Pero sí es seguro que no es bueno
para la democracia que la política ande sola.
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