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lunes, 14 de noviembre de 2016

Manual para no hacer nada

http://larepublica.pe/impresa/opinion/813945-manual-para-no-hacer-nada
La República
La mitadmasuno
21 de octubre de 2016
Juan De la Puente
Por segunda vez en los últimos años, el Perú tiene la oportunidad de encarar la corrupción como un grave problema nacional. La primera vez, el año 2014, cuando el asesinato de Ezequiel Nolasco por la mafia que operaba en Áncash, perdimos esa oportunidad. Para ser más precisos, fueron los políticos y los medios los que dejaron pasar ese valioso momento sin hacer nada.
Como hace tres años, las reacciones al caso Moreno se parecen bastante. El manual empieza a desarrollarse: harta indignación pública, investigaciones de la prensa sobre el modus operandi delictivo, políticos asqueados con lo sucedido, la fiscalía y los procuradores tomando el caso con ahínco e investigaciones parlamentarias en camino.
No sostengo que esa indignación y avocación no sean necesarias. Al contrario, la prensa fue eficaz en desentrañar las interioridades de la corrupción en Áncash, Tumbes, Cajamarca, Pasco, Huánuco, Loreto y en otras regiones y ciudades, así como los procuradores y fiscales realizaron con solvencia su trabajo enfrentándose al poder de turno, inclusive.
Sucede que ese episodio no pudo transformarse en un movimiento nacional contra la corrupción para forzar a su paso normas y arreglos institucionales y derribar los muros que colocan los intereses políticos y económicos que se resisten a que el Estado sea una pecera, transparente.
La mayoría de las normas planteadas en ese momento fueron congeladas en el Parlamento o, en una consecuencia derivada, los políticos de entonces creían que su función en este asunto se reducía a presentar leyes. Al mismo tiempo, cuando la indignación cedió no hicieron caso por ejemplo al pedido de más recursos de la Contraloría en un país en que más de S/ 40.000 millones del gasto público están fuera del ámbito de control, a decir del entonces Contralor Fuad Khoury.
En aquel tiempo la prensa insistió en los corruptos, pero no en la corrupción como redes, cultura y organización. La mayoría de medios escondió a los corruptores y a los sistemas de corrupción instalados en las empresas y en el Estado. Nos contentamos esa vez con las imágenes y los símbolos y en pocos meses tuvimos juicios mediáticos que condenaron a los corruptos, pero dejaron sin tocar a los sistemas y a los poderes que corrompen. En un país donde la indignación es de corto plazo y la corrupción y el lobby ilegal son de largo plazo, dejamos de pasar la oportunidad. Ganaron ellos.
Ahora podría pasar lo mismo y por esa razón habría que preocuparse porque la indignación está cediendo y otros temas ocupan la agenda pública. Por eso, creo que de las medidas planteadas por el Presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK) dos son básicas para el propósito de politizar la lucha contra la corrupción en el mejor sentido del término, la convocatoria al Consejo de Estado y la creación de la Oficina Presidencial de Integridad.
Ambas iniciativas nos remiten a la carencia de una agenda anticorrupción, porque lo que tenemos a la vista son medidas saludables desconectadas entre sí. El país tampoco tiene un sistema anticorrupción con responsabilidades del Estado, de los ciudadanos y de las empresas. Otros países de la región en cambio, como lo del ingreso reciente a la OCDE, se dotan de sistemas de prevención además de las sanciones; es el caso de Colombia que ha aprobado un Estatuto Anticorrupción.
Finalmente, junto con las medidas penales situemos el debate en las medidas políticas (¿Suena otra vez las palabras reforma electoral?), administrativas, educativas y preventivas. Y si se trata de leyes, vayamos en serio; habría que recordar que en algunos países las empresas desarrollan hace años códigos contra el soborno certificadas por el Estado y se avienen con gusto a los cambios normativos para permitir la colaboración anticipada para los ejecutivos que denuncien sobornos, o la responsabilidad penal de las personas jurídicas, resistida en el Perú por una alianza entre ciertos medios y grandes estudios de abogados.

viernes, 28 de marzo de 2014

El profeta Ezequiel

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/el-profeta-ezequiel-28-03-2014
La República
La mitadmasuno
28 de marzo de 2014
Juan De la Puente
El asesinato del ex consejero regional Ezequiel Nolasco dispara las alarmas sobre la extrema violencia política y corrupción en la región Áncash. En realidad, descubre para la opinión pública nacional y para la política limeña un truculento escenario que los ancashinos conocen bien. En esa región, la balas silenciadoras, los jueces y fiscales comprados o amenazados, los policías vendidos y los periodistas alquilados, forman parte de un paisaje con el que conviven los ciudadanos.
Los sucesos que han modelado ese escenario, especialmente las denuncias de corrupción y los asesinatos, fueron poco más que una noticia. Su persistencia no logró impactar decisivamente a las seis instituciones de alcance nacional llamadas a combatir el delito o controlar el poder, el Congreso, el Poder Judicial, la Procuraduría (Ministerio de Justicia), la Policía (Ministerio del Interior), el Ministerio Público y la Contraloría General de la República. Estas han respondido que hicieron algo de lo que les correspondía, que la falta de eficacia se debe al papel de otras instituciones y que carecieron de recursos para alcanzar mayores logros. Es probable que estos argumentos sean de algún modo ciertos aunque la verdad es más compleja y dramática.
En casi todas estas instituciones operó un mecanismo ilegal que bloqueó las denuncias o su desarrollo procesal con marcado éxito. Este no es un trabajo empírico, sino el resultado de un proyecto mafioso sostenible por su capacidad operativa y los recursos financieros, políticos, legales, tecnológicos y mediáticos que desarrolla. A diferencia de las redes clásicas de corrupción del pasado, esta se construyó de abajo hacia arriba usando para sus intereses los espacios de autonomía y discrecionalidad que la descentralización ha establecido, una derivación perversa no prevista al inicio de este proceso.
El atormentado tránsito de Ezequiel Nolasco desde el año 2010 testimonia la fuerza de la red ilegal a la que se enfrentó y sucumbió; todos sus movimientos fueron contestados con éxito. Él perdió todas las batallas emprendidas, en los ámbitos administrativo, policial, judicial y parlamentario. También perdió la batalla de la opinión pública porque su voz, mucho antes de las balas asesinas, fue silenciada por una prensa regional arreglada bajo la mesa y sobre la mesa, con muy escasas excepciones. Las tres veces que este hombre, martirizado ya por la muerte de su hijo y por su propia persecución, se encadenó en la puerta de la Corte Superior de Justicia del Santa (Chimbote) aparecieron como una dolorosa confesión de su impotencia y fracaso.
La mala noticia, lluvia sobre mojado, es que el caso de Áncash no es único. Los datos a la mano indican que en varias regiones se han organizado mafias locales con alcance nacional y en otros casos de origen municipal con el mismo éxito. Sin embargo, no todas las regiones o ciudades tienen un Ezequiel Nolasco que a costa de su vida ha dejado testimonio de la realidad. Casos similares a los de Áncash están atrapados en el Congreso, han sido trabados en las fiscalías o han merecido sentencias cargadas de impunidad.
En Áncash ha fracasado todo o casi todo, la democracia, la descentralización y la libertad de expresión. Desde la primera elección regional no ha sido posible construir allí un proyecto regional abierto y democrático; contrariamente, se ha acentuado la fragmentación social y política, las prácticas clientelares y la organización de un poder resistente a la rendición de cuentas. El proceso de descentralización ha sido en esa región hasta ahora la transición hacia un estado débil y corrupto, personalizado al extremo y carente de elites moderadoras y articuladoras del debate. El rasgo que define el espacio público allí es un alto protagonismo de actores informales y, sobre todo, ilegales, cuya lucha por el poder carece de límites con una marcada preferencia por el uso de la violencia para resolver las disputas políticas.
La pregunta de qué hacer con Áncash debería ser qué hacer con la descentralización.

lunes, 4 de marzo de 2013

Escobar y la estética del crimen

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/escobar-y-la-estetica-del-crimen-01-03-2013
La República
La mitadmasuno
1 de marzo de 2013
Juan De la Puente
El gobierno peruano se ha quejado de la difusión de las escenas del asalto sangriento a una notaría de Lima, un tema que vuelve a abrir la discusión sobre el papel de los medios en la lucha contra el crimen. Este debate coincide con la difusión en Lima de la narconovela colombiana “Pablo Escobar, el patrón del mal”, cuyo inicio tuvo el envidiable rating de 15,3 puntos, siguiendo una racha triunfante que lo ha llevado a 40 países.
La serie sigue al éxito de otras narconovelas sobre el crimen y la mafia en A. Latina como la mexicana “La reina del sur”, las colombianas “El cartel de los sapos”, “Sin tetas no hay paraíso” y “Las muñecas de la mafia”.
La escalada del delito no se resuelve con las prohibiciones. En México, la prohibición de los narcocorridos (género musical que cuenta las hazañas de los narcotraficantes) en los estados de Baja California y Sinaloa no disminuyó el narcotráfico; y en ninguna ciudad la ausencia de información sobre delitos reducirá su incidencia.
Es cierto que las canciones, novelas, películas o series de TV son formas de registro social que se deben ejercer en libertad. No obstante, conviene reflexionar sobre la estética del crimen en su narrativa de exaltación de la valentía, la familia, la fidelidad y la solidaridad que, al mismo tiempo, esconden el desprecio por la vida y las normas de convivencia social y expresan una alternativa, un modelo de vida y de negocio.
La literatura y el cine describieron o poetizaron el crimen desde Edgar Allan Poe hasta James McClure, desde las célebres realizaciones de El Padrino a la serie de Tony Soprano. Sin embargo, las series y novelas sobre el narcotráfico que gozan de popularidad en A. Latina son pésimas copias de estas últimas y reflejan la falta de sistematización del delito por parte de la industria televisiva. No es el único caso; ya las ciencias sociales han demostrado hace varios años adolecer de lo mismo.
Los medios han estimulado el culto de los delincuentes a través de la crónica roja. Con el actual refuerzo, esta cultura se viralizará; según el periodista colombiano Antonio Caballero millares de niños de Colombia quieren ser, cuando grandes, como el Pablo Escobar que pinta la serie, un héroe fuerte y valeroso, inteligente y astuto, rico y poderoso, digno de admiración.
En la serie de Escobar está presente una estética del crimen que construye el mundo del delito como una realidad redonda, ordenada, omnipotente, rica y lujosa, que esconde bien sus miserias. En el extremo, despide una visión europea y norteamericana del delito como un fenómeno tropical, casi un carnaval. Ese registro que banaliza el delito mostrándolo como un suceso extraordinario a cargo de seres especiales omite que el crimen azota a una región desigual y con alto nivel de pobreza. La verdad es que el delito en A. Latina es mucho más cotidiano y menos excepcional.
Los malos, reales o ficticios, comportan una enorme fuerza narrativa. Sin embargo, la serie sobre Escobar no disimula la apología del narcotráfico. Descubre un relato oficial sin reflexión y crítica; encubre la responsabilidad histórica del Estado colombiano y su nefasta omisión y acción que crearon el contexto para el surgimiento de los carteles de la droga. En la serie casi no aparece la corrupción pública; allí, los malos son malos sin ayuda pública y los buenos son tontos destinados a la muerte.
Es cierto que en este resultado tiene mucho que ver el genio de Andrés Parra, el actor que personifica a Escobar y que se ha “comido” la novela. Pero nadie sabe para quién trabaja, la novela se ha tragado a sus realizadores y ha terminado incumpliéndose el propósito original de contar la verdad desde el lado de las víctimas.
La narconovela de Escobar está recorriendo el mundo concitando audiencia sin debate. Con la serie termina el proceso de santificación e idealización internacional del narco. Escobar ya tiene novela, película y camisetas; solo le falta muñequitos con su cara, tacitas de café y que se parezca al Che.