Por Juan De la Puente
Comparto
cinco tips sobre el caso Vilcatoma, el fujimorismo, la lucha anticorrupción y
los medios.
1.- Lo que mal
empieza mal acaba.
La renuncia de Yeni Vilcatoma a Fuerza Popular es un punto de llegada del
fujimorismo. Refleja los límites de la estrategia de formación de una fuerza
política prescindiendo de cualquier institucionalidad y basada en cambio en la cooptación de líderes arriba y abajo,
sin identidades o vínculos partidarios (y ahora se aprecia sin lealtades) y que
se auto-representan. Si nos atenemos a la clasificación de Mauricio Zavaleta, la
renuncia de Vilcatoma impacta el modelo de coalición de independientes
relativamente institucionalizada por la que se decantó Fuerza Popular,
prescindiendo exprofesamente de casi todos los antiguos cuadros fujimoristas y
empoderando a otros por razones menos orgánicas y más externas. Con esta
renuncia se diluyen también los últimos ecos del aggiornamento emprendido por Keiko Fujimori.
2.- Fuerza Popular
no es una bancada cohesionada. El fujimorismo sufre un traspié víctima de
sus propios esquemas. Pretendió construir una representación política post
fujimorista relativizando la militancia creyendo que más importante era la
pertenencia. Aún recuerdo a algunos politólogos asegurar que Fuerza Popular era un gran
aparato partidario y por lo mismo una bancada muy organizada. Seguirá siendo junto
al Apra la más cohesionada del Congreso pero ahora se hace evidente que los
incentivos para la unidad no son tan macizos como para sobreponerse decisivamente
a otras constantes: 1) a los poderes fácticos que han penetrado algunas agendas
individuales (véase el proyecto de debilitar la consulta previa, por ejemplo);
2) a las agendas locales/regionales que no han desaparecido de la acción política
de por lo menos una treintena de legisladores con vínculos propios en sus
lugares de origen; y 3) a la falta de cohesión programática que se hizo
visible en las primeras semanas del Congreso y que proyecta la imagen de la evaporación del
proyecto político presentado en las elecciones de este año.
3.- Existe un
problema estructural en la representación parlamentaria. Se aprecia esto
ahora como un problema más acusado en Fuerza Popular pero común a todos los
grupos parlamentarios. No puede haber institucionalidad arriba (en el Congreso)
si tampoco existe abajo. De hecho, en gran parte del país se han desactivado los
comités y grupos movilizados durante la campaña. Algunos análisis podrían
señalar que este resultado es normal si se recuerda que los partidos peruanos son
vehículos electorales convertibles a los que luego de las elecciones se les
vuelve a subir el capote. Sin embargo, eso no puede suceder sin
consecuencias con el grupo que obtuvo el 50% de votos en la segunda vuelta
electoral y el 40% en la primera, aun más en el contexto de una sociedad movilizada
o re-movilizada, con fuerte vocación de autonomía. La pregunta que surge es si
será suficiente para un partido –de derecha o izquierda- practicar sólo una política
parlamentaria y prescindir de cualquier dinámica extraparlamentaria.
4.- Vilcatoma no es
la expresión de una nueva política superior. Vilcatoma parece ser la única que
gana en este lance porque proyecta una imagen más nítida de su compromiso contra
la corrupción. Eso salta a la vista desde un punto de apreciación básico y
desprevenido, especialmente si se analiza los movimientos de las personas y no sus
dinámicas. Vilcatoma es al mismo tiempo la más acabada expresión de la anti política
en un grupo anti político, y en términos ontológicos es más fujimorista que el
grupo que acaba de dejar. Es probable que esto no lo entiendan los Vilcalovers,
pero no puede ser adoptada como un ejemplo de la nueva política ética quien
intentó postular por el Frente Amplio, luego por PPK y finalmente lo hizo por
el fujimorismo, cubriendo las crítica al pasado fujimorista con el expediente
de “no me consta”. Si alguien relativiza
este comportamiento solo porque ahora Fuerza Popular se perjudica con esta
novela, tendrá que recordar esto más adelante.
5.- La prensa
construye sus actores políticos propios. Vilcatoma es antes y aún más ahora, una
creatura de la prensa del mismo modo en que Julio Guzmán fue el bebé probeta
exitoso de las redes sociales. En el desarrollo de uno de los casos contra el gobierno de Humala
apareció Vilcatoma como una figura ad hoc para la narrativa anti corrupción de
los medios, particularmente de aquellos medios a los que les interesa los corruptos pero
no mucho los sistemas corruptos y todos los casos de corrupción incluyendo la
privada. Vilcatoma es para estos efectos una figura por ahora inacabable y puede
sintetizar más que ningún político una épica anticorrupción que busca el país afanosamente,
como en un momento muy corto representó Daniel Urresti la épica de la seguridad
ciudadana. En un sistema político sin instituciones y sin políticos, con los
medios amasando identidades, ella tiene un gran futuro por delante. No sé
cuánto ni por cuanto tiempo.
Puede encontrar más información de esta nota en: https://juandelapuente.com/vilcatoma-toma-toma-lo-que-mal-empieza/
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