Mostrando entradas con la etiqueta indignados. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta indignados. Mostrar todas las entradas

viernes, 2 de septiembre de 2016

Género, calle e indignación pública

http://larepublica.pe/impresa/opinion/795381-genero-calle-e-indignacion-publica
La República
La mitadmasuno
19 de agosto de 2016
Juan De la Puente
La marcha #NiUnaMenos del 13 de agosto fue el punto más alto de movilización ciudadana desde las marchas contra la repartija parlamentaria, de julio del 2013. En tres años, la calle se ha convertido en un decisivo espacio de participación política y social y su legitimidad se ha elevado a cuotas inimaginables hace algunos años. Las marchas, tradicionalmente condenadas por el discurso conservador como un medio de expresión antisistémica, agitadora y populista, se están transformando en una forma de representación propia y de indignación aceptada.
Luego del 13 de agosto, quedan menos dudas de que nuestro espacio público es doblemente público. La política formal ya se hace en la calle aunque habría que prestar atención a las claves de esta vigencia porque el proceso no ha terminado. Recién empieza.
En tres momentos estelares de la capital –la repartija (julio 2013), la Ley Cotillo (noviembre 2015) y Fujimori Nunca Más (abril 2016)– se hizo patente que los signos que definen esa disposición ciudadana son los derechos y la transparencia pública.
Asimismo, a diferencia de lo sucedido los últimos años en Brasil o Chile, en las calles de Lima movilizada, el sello de las nuevas clases medias es inconfundible. Ellas son las figuras dominantes de una nueva politización urbana y juvenil y de una inédita toma de conciencia de las mujeres.
Son pocas las diferencias de estas marchas, probablemente los ingresos y la ocupación de los ciudadanos, respecto de las otras grandes movilizaciones de los últimos años, especialmente las que obedecieron a razones ambientales o de desarrollo regional. Aun así, las marchas en Cajamarca, Cusco o Arequipa fueron objeto de cuestionamiento oficial, y en cambio el Presidente de la República, los ministros y los congresistas asistieron a #NiUnaMenos.
¿Por qué el trato diferente? Sería un error reducirlo a la legitimidad de los reclamos, entendiéndose erróneamente que las exigencias ambientales son menos legítimas que otras.
Sí podría señalarse en cambio que la crítica de los medios es decisiva para colocar sobre una marcha el rótulo de “positiva” y en otra el de “negativa”.
No obstante ello, debe advertirse que los medios y gobiernos tienen cada vez menos poder para condenar las movilizaciones o para sofocarlas incluso por la fuerza. Las grandes capitulaciones del Estado durante los conflictos sociales estuvieron precedidas de la idea de impedir por la fuerza que los ciudadanos se expresen en las calles. No es casual que según los reportes de la Defensoría del Pueblo el 52% de los conflictos pasaron a una etapa de diálogo luego de actos de violencia.
La vigencia de la protesta pública está en ascenso y otros indicadores podrían ser analizados. Por ejemplo, la relación del Estado con las manifestaciones es menos cruenta si se considera que el número de muertos en los conflictos sociales durante el gobierno de Humala fue mucho menor que en el de García.
Finalmente, debe recordarse que la calle peruana es dinamizada por la crisis de la política y de sus instituciones. En este proceso opera una lógica distinta a la anterior cuando los partidos y la sociedad organizada recurrían a las calles para demandar al poder. Ahora, la sociedad menos organizada que antes recurre a las calles para demandar al poder y a los partidos.
Que se tenga en cuenta esta precisión es importante para que nadie, todavía, se sienta dueño de las manifestaciones ciudadanas. La marcha del 13 de agosto ha tenido escasas intermediaciones políticas, ha sido relativamente autónoma y sin liderazgos fuertes. Ello lleva a dos preguntas: ¿cuánto tiempo más durará esta autonomía? Y ¿de estos movimientos emergerán nuevas formaciones partidarias y se enriquecerán las existentes? Imposible saberlo; solo anotar los antecedentes: los que llevan hasta el final estas demandas son los que logran transformar esa épica en poder político. Y que la agenda de derechos y específicamente de los de género recién ha empezado a ser tejida.

viernes, 26 de julio de 2013

Los nuevos negacionistas

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/los-nuevos-negacionistas-25-07-2013
La República
La mitadmasuno
26 de julio de 2013
Juan De la Puente
Las recientes movilizaciones indican la gestación de un movimiento social básicamente nuevo. Frente a él se han ensayado dos explicaciones que niegan su carácter. La primera afirma que es de una repetición pendular de la tradicional crítica de la sociedad a la política, que ocurre en el Perú cada 10 o 15 años, una especie de hipo público que cederá con alguna medida de efecto inmediato; la segunda sostiene que es una pequeña revuelta de los sectores medios informados, excitados y seducidos por las redes sociales, igualmente pasajera, además de elitista.
Estas visiones apuntan a varias conclusiones adelantadas, usadas de acuerdo al interés político o económico. Una de ellas sostiene que nada debería perturbar la economía, precisamente en un momento de máxima entrega y concentración por la desaceleración de la economía en la región y la otra señala que salvo la reciente “repartija” parlamentaria, el sistema está funcionando, de modo que el país no necesita cambios.
Malas noticias para el inmovilismo. Estamos de cara al fin de un ciclo, una de cuyas características fue evitar el cambio a pesar de que los ciudadanos votaron por él en las tres últimas elecciones generales. En las calles no se cuestiona el cambio sino la falta de él y se aboga contra el modo de vida político vigente. Se puede debatir su solidez ideológica y su volumen, pero no es consistente subestimar la emergencia de un movimiento de rechazo militante. Aunque su alcance es difícil de precisar, lo cierto es que los insatisfechos políticos se están convirtiendo en indignados políticos.
Esta indignación es concurrente con otros cambios o los explica de modo práctico. El más significativo es la pérdida de la confianza, una variable esquiva en el Perú y obedece a razones coyunturales y estructurales, una brecha entre el poder y la calle que esta vez, datos a la vista en la reciente encuesta de GfK (La República 21/7/2013), abarca la política y en menor medida la economía.
Sería una miopía considerar que si las cifras no le favorecen a Ollanta Humala, solo él y su gobierno están en problemas. Según GfK, Humala ha caído 21 puntos en cuatro meses, de ellos 7 en el último. Sin embargo, el sondeo también detecta una brecha de opinión pública; ha caído en un mes 4 puntos en Lima (de 39 a 35) pero 10 fuera de Lima (de 38 a 28); y en el centro del país 13 puntos. Otra brecha se registra entre las regiones: lo aprueban 20% en el norte y 40% en el oriente.
Los desagregados de la encuestas son sumamente reveladores. El dato no es, exclusivamente,  la caída de Humala sino que nadie capitaliza ese desgaste, es decir no se registran traslados de confianza, una señal de que en la estrella rutilante de A. Latina se asoma el pesimismo y la búsqueda de una nueva representación. Tanto el gobierno como la oposición son desaprobados con altas cuotas, al extremo de que solo un tercio aprueba a la oposición en tanto que el 56% la rechaza. Los partidos, todos, también son desaprobados por el 68% y aprobados por el 20%, mientras que el 76% dice que siente que no tiene los líderes que quiere tener.
Este escenario articula fenómenos que algunos análisis insisten en separar sin explicación. Si en una coyuntura se agolpan escándalos, una guerra política desatada hace meses, la calle, el pesimismo y la desconfianza, la política no puede responder con el inmovilismo o la negación. En otras experiencias, esta falta de reconocimiento ha sido fatal al momento de dilucidar el ejercicio del poder.
En esa línea de razonamiento también es extraño que desde todas las tiendas políticas y en general desde el establishment se resistan a una discusión sobre las reformas que el país demanda y necesita. Quienes dicen que fueron elegidos para representar rechazan las exigencias ciudadanas; no se dan cuenta de que en cada marcha que pasa frente a sus ventanas dejan de representar un poco más, vaciando el contenido del encargo recibido. Se olvidan que han sido elegidos para representar y reformar.