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miércoles, 14 de septiembre de 2016

La segunda vuelta; verdades, medias verdades y mentiras.

Por Juan De la Puente
Comparto en buena onda y con argumentos desde el Derecho Constitucional y la Teoría Política, 7 tips sobre el debate de la segunda vuelta: Flexibilizar, estabilizar, copiar de Argentina, reformar las instituciones o cambiar el acceso al poder, qué hacer con los “antis” y con la mayoría absoluta, etc.
1.- ¿Flexibilizar para estabilizar? Se ha deslizado la idea de que la gobernabilidad en el Perú mejorará si se flexibiliza la segunda vuelta para permitir que sea elegido un candidato que llegue por lo menos al 40% en la primera vuelta. El argumento básico es que se debe evitar que los “anti” definan la naturaleza del poder y que en cambio franqueen el gobierno a un partido fuerte.
Esto es solo parcialmente cierto; todo sistema de elección presidencial tiene ventajas y defectos. Los dos sistemas clásicos, el de mayoría simple y de mayoría absoluta con segunda vuelta, se implementaron en el Perú y en América Latina. Sin embargo, siendo correcta la apreciación sobre los “antis” y sobre que la segunda vuelta fomenta la fragmentación de opciones y desincentiva las alianzas, en cambio tiene una gran virtud: permite la formación de mayorías políticas más duraderas en un país y en una región inestable, pendular y poco afecta a los pactos de Estado.
2.- ¿Qué hacemos con la mayoría absoluta? Antes de una discusión respecto al porcentaje de votos debería tenerse otra, sobre si abandonamos la tradición peruana de la mayoría absoluta. En esa dirección, no es cierto que la regla de mayoría absoluta se instauró solo con la Constitución de 1979. Hay una rica historia que debe saberse: seis constituciones peruanas –las de 1828, 1834, 1839, 1856, 1860 y 1867-  establecieron el sistema de mayoría absoluta en primera vuelta y en su defecto una segunda vuelta en el Congreso.  También es cierto que la Constitución de Leguía de 1920 y la de 1933 exigieron solo la mayoría simple para la elección del Presidente de la República, aunque debe recordarse que la de 1933 disponía que si ningún candidato obtenía el tercio de votos se llevaba a cabo una segunda vuelta en el Congreso, entre los que obtuvieran las más altas votaciones, una especia de segunda vuelta alternativa a la baja mayoría simple. De hecho, somos un país de mayoría absoluta en lo que se refiere a la elección del Presidente de la República, y el mejor modo de lograrlo no es entregarle la segunda vuelta al Congreso sino a los ciudadanos.
3.- No es la primera discusión sobre qué hacer con los “antis”. Ese fue el sentido del debate de la Asamblea Constituyente de 1978-79 cuando el PPC impone la segunda vuelta contra la opinión del Apra. Enrique Chirinos Soto se opuso precisamente por la misma razón de ahora, el antiaprismo, en tanto que Roberto Ramírez del Villar, el autor del artículo 203° de la Constitución de 1979 y específicamente de la segunda vuelta, señaló en el debate:Si el Presidente de la República es el representante de un Poder, en nuestro concepto el Poder más importante, debe ser elegido por la mayor cantidad de sufragios. No podríamos pedir unanimidad, porque eso sería sencillamente absurdo (…) ¿Qué es lo más justo para una mayoría, sin desconocer los derechos de la minoría? Es la mitad más uno”:
4.- ¿Mejorará la democracia y la gobernabilidad flexibilizar la segunda vuelta asumiendo la fórmula argentina? No lo creo. Un sistema de mayoría simple o de alta mayoría simple no evitaría los efectos políticos del “anti”, dirigido contra el gobierno ya elegido.
Creo que sí nos merecemos una discusión sobre los “anti” y en ese devenir apreciar su naturaleza. Algunos análisis creen que los “antis” se deben a la ausencia de identidades propias y el acento de las identidades negativas; sin negar este argumento de modo total, creo que también se debe a: 1) el carácter conservador de las ideologías que anteceden a los partidos y en algunos casos lo reemplazan; 2) la resistencia al cambio del sujeto del “anti”; y 3) nuevamente, a la ausencia de pactos. En todo caso, los triunfos de Alan García en 1985 y 2006, de Toledo el 2001 y de O. Humala el 2011 demuestra que incluso los “antis” son relativos frente a otros “antis” o si los sujetos de ellos rebajan las resistencias. Este es un problema político que no tiene que pasar por un cambio constitucional. La teoría política no aconseja abordar los problemas políticos solo desde las leyes o primero desde las leyes.
5.- Argentina no es un buen ejemplo ni de mayorías, ni de estabilidad ni de control de los “antis”. Dos países de A. Latina tienen un sistema de segunda vuelta flexible o llamada también de complemento: Costa Rica y Argentina. Sobre este último habría que decir que obedeció a una modificación constitucional de envergadura de la vieja constitución argentina (de 1853), un país federal, en ese momento bipartidista y al borde de un cambio en favor de la reelección presidencial indefinida. No fue un cirugía menor. 
Debe saberse que el Pacto de los Olivos y el posterior Pacto de la Casa Rosada, ambos de 1993, y que terminó en la reforma constitucional de 1994, implicó por lo menos 24 cambios a la Constitución Nacional para permitir la reelección de Saúl Menem pero al mismo tiempo recortar el mandato presidencial de 6 a 4 años, atenuar el sistema presidencialista incluyendo un Jefe de Gabinete, acortar el período de los senadores a seis años, reglamentar los decretos de urgencia, incorporar los derechos de tercera y cuarta generación, crear el Consejo de la Magistratura dentro del Poder Judicial, ampliar el período de sesiones de las cámaras, entre otros. Los constitucionalistas argentinos señalan que en ese momento fue reformado el 55% del texto originario y se aumentaron 19 artículos a su Constitución.
6.- Por ahora, yo no copiaría el modelo argentino en ese punto. Visto a la distancia los dos cambios de ese paquete de la reforma argentina que tienen que ver con el Presidente de la República –segunda vuelta flexible y reelección- ambos fueron un fracaso. En las elecciones de 1999 fue elegido Fernando de la Rúa que obtuvo el 48% de votos y su más cercano rival 30%. En esas elecciones, sin embargo, se presentaron 10 candidatos presidenciales apenas 4 menos que el año 1995, no cumpliéndose el objetivo de suprimir la fragmentación.
La historia posterior es conocida, la caída de De la Rúa, la liquidación del bipartidismo, las reelecciones corruptas, y en general el desequilibrio del sistema político argentino. Argentina tiene ahora menos control y menos alternancia que antes de la reforma.
7.- ¿Qué discutimos, instituciones o poder? Personalmente no me cierro a una discusión sobre la reforma constitucional, pero creo que se deben discutir sobre instituciones y no sobre el poder, o exclusivamente sobre el poder. Es riesgoso un cambio de esta magnitud sin pacto, y es paradójico que se pretenda ahora un cambio puntual de la Constitución peruana sin atender el paquete reformista sugerido desde el año 2001, o que se pretende eludir la reinstalación del bicameralismo o la constitucionalización del derecho al agua pero dar curso a la relativización de la mayoría absoluta de nuestra constitución histórica.

sábado, 4 de junio de 2016

Vuelta de a tres: Keiko, PPK y Verónika

http://larepublica.pe/impresa/opinion/773495-vuelta-de-tres-keiko-ppk-y-veronika
La República
La mitadmasuno
3 de junio de 2016
Juan De la Puente
Esta campaña es también inédita, entre otros hechos porque la candidata que quedó en tercer lugar en la primera vuelta es una figura destacada de la segunda. Verónika Mendoza es una tercera en discordia en una disputa teóricamente reservada a Keiko Fujimori y PPK, un dilema revelado rápidamente como incompleto por el parecido inicial de ambos y porque su posterior diferenciación necesitaba de mayores contenidos y movimientos.
Verónika y la izquierda han ocupado el vacío que dejó la primera vuelta. Los sondeos de opinión luego del 10 de abril indicaban que un alto porcentaje de electores presionaba a Keiko y PPK desde el flanco del cambio. Por ejemplo, en la encuesta de Ipsos del 25 de abril, más del 50% pedía cambios moderados al llamado modelo económico y un 33% cambios radicales, aunque en el desagregado las demandas se matizaban entre la mejora de los servicios de seguridad, educación y salud y cambios más profundos para atajar la corrupción, todas ellas expectativas sobre la regulación pública, solo una de las partes del modelo. La misma encuesta, sin embargo, ya anunciaba la ruta de los nuevos discursos: el 52% decía que PPK era el mejor para fortalecer la democracia y el 49% que Keiko era mejor para combatir la delincuencia.
La izquierda ingresó a la campaña de la segunda vuelta sobre esa plataforma. No pudo evitar la operación audaz del fujimorismo que construyó el dilema abajo/arriba –colocando arriba a PPK y a Keiko abajo– pero le impuso a su irrupción electoral un discurso fuertemente republicano.
Mucho antes de que Verónika y el Frente Amplio anunciasen su voto crítico por PPK, la izquierda y los movimientos sociales a ella cercanos ya habían entrado en campaña. Su aporte, la memoria y el antifujimorismo, han terminado como el principal movilizador de la campaña del candidato; no más el cuy y la levedad de la narrativa electoral y más énfasis en la democracia, transparencia, instituciones y derechos. De algún modo, este impacto explica cierto desfase entre las formas políticas de PPK y sus nuevos contenidos, lo que llamaba a desesperación a sus votantes más duros.
Esta irrupción no es de menor cuantía. Los votantes originales de PPK no eran necesariamente antifujimoristas. Ahora lo son. El voto de la izquierda por PPK ha terminado de transformar esa propuesta política en período electoral y aunque no se sabe si esa identidad presidirá un probable gobierno de PPK no deja de ser curioso que la candidata satanizada por los grupos antisocialistas, entre ellos Peruanos por el Kambio (PPK), le haya transferido a este una parte de su ADN. En adelante no solo se recordará el apoyo de PPK a Keiko el año 2011 sino su militancia antifujimorista.
Respaldar desde la izquierda al liberalismo económico tiene sus costos y riesgos. Si PPK gana, la ecuación oposición/representación será compleja. Desde el poderoso fujimorismo parlamentario le será recordado al Frente Amplio su apoyo a PPK, lo que obligará a la izquierda a ejercer más presión desde la calle y a obtener más victorias parciales.
Pero también tiene sus beneficios. En las casas de Lima en las que el 10 de abril en la noche se descorcharon botellas de champán, se pensará que Verónika no es el monstruo rojo que pintó la contracampaña sino una líder sensata, desprendida y racional. Es más, si gana Keiko le habrá ganado a los dos, a PPK y Verónika, pero de ese dúo solo quedará en la escena la cusqueña. Y si gana PPK, se habrá demostrado la capacidad de endose de Verónika.
¿Por qué otros partidos no han hecho de esta campaña una épica política? ¿Por qué el Apra, PPC y Acción Popular no se colaron en la campaña de la segunda vuelta con su influencia a cuestas para impregnar en ella su discurso, líderes y programa? Más fácil entenderlo en el PPC que arrastra consigo la pesada cruz de malas decisiones anteriores y la desolación orgánica, pero el abstencionismo en el Apra y AP es increíble.

sábado, 2 de enero de 2016

Pacto electoral o choque y fuga

http://larepublica.pe/impresa/opinion/726895-pacto-electoral-o-choque-y-fuga
La República
La mitadmasuno
18 de diciembre 2015
Juan De la Puente
Dos preguntas surgen del reciente acuerdo electoral entre el Apra y el PPC criticados porque Alan García le habría robado por lo menos una vez a Lourdes Flores el pase a la segunda vuelta y porque ésta en algún momento, hace 20 años, calificó de corrupto a García y a su primer gobierno: 1) ¿Es ético que los adversarios se alíen electoralmente; y 2) ¿Qué condiciones exige una alianza para que sea políticamente correcta?
Yo agregaría otras interrogantes:
1) ¿Por qué los partidos de izquierda, que se descalifican más enconadamente, tienen derecho a aliarse y no el Apra y el PPC?;
2) ¿Solo son aceptables los pactos fugaces en el Congreso para votar leyes económicas?;
3) ¿Son mejores para la democracia los pactos duraderos o los pactos “choque y fuga”?;
4) ¿Cómo jugará esta fobia al pacto cuando el nuevo gobierno necesite de acuerdos quizás más que los anteriores?
La historia, esa vieja señora, nos brinda algunas respuestas. Entre 1895 y 1980 el Perú fue gobernado 42 años por gobiernos de facto, 6 años por un gobierno civil de un solo grupo político (el primer gobierno de Manuel Prado) y 38 años por gobiernos surgidos de alianzas electorales o pactos políticos. Es decir el 86% de la vida democrática 1895-980 fue gobernada por pactos.
Es más, desde la Guerra con Chile y a lo largo del siglo XX no hubo partido significativo que no pactara incluso con sus adversarios más enconados, como fue la Coalición Nacional (entre el Partido Civilista y el Partido Demócrata, pierolista), la alianza entre el civilismo y el Partido Constitucional, cacerista; la Convención Nacional (alianza entre civilistas, liberales y constitucionalistas) que llevó al poder a José Pardo y Barreda en 1915; el Frente Democrático Nacional (Apra, Partido Comunista y Partido Socialista) para apoyar a José Luis Bustamante y Rivero (1945); la llamada “convivencia” del Apra y el Movimiento Democrático Peruano que hizo a Prado presidente nuevamente (1956) y la alianza de Acción Popular y la Democracia Cristiana que le permitió a Fernando Belaunde ganar en 1963.
También es cierto que desde 1980 los acuerdos electorales no ganan elecciones aunque sobreviven los pactos de gobierno postelectorales (AP-PPC 1980/84, PP-FIM 2001/05) y los acuerdos parlamentarios como el del Apra y el fujimorismo entre el 2006 y el 2011.
La mirada de los pactos forma parte de nuestra visión ideológica.  La izquierda denunció el pacto Apra-PPC en la Constituyente de 1978 pero defendió la Constitución de 1979. Por otro lado, nos horroriza menos que un gobierno elegido por la izquierda voltee a la derecha y que militantes de ideas políticas de una vida se pasen sin explicaciones a la otra acera. Del mismo modo, en Alemania, el SPD-socialdemócrata y el CSU-socialcristiano se tiran los trastos en la campaña pero se ven obligados a pactar un gobierno complejo, un consenso a palos a gusto de los alemanes, en tanto que en Grecia, el socialista Alexis Tsipras ha pactado sus dos gobiernos con el grupo Griegos Independientes, la derecha nacionalista ultrarreligiosa.
Creo que un pacto electoral es una decisión republicana; no creo que el acuerdo Apra-PPC sea contranatura –si el término se aplica a los valores intrínsecos no negociables– si ambos se parecen, se han acercado los últimos 5 años y se han besuqueado los últimos 2, aunque queda claro que allí sobran Chim Pum Callao y Fuerza Loretana con graves cargos de corrupción generalizada en las regiones que dirigieron.
Este acuerdo será histórico si lo quiere la historia. Si triunfa deberá luchar por sobrevivir y si no, pasará al desván de los pactos fallidos como Izquierda Unida (1980/89), el Fredemo (1988/90) o el Frente de Centro (2006). Por ahora, es un pacto obligado por las circunstancias; se parece más a la alianza entre el Apra y el odriísmo (1963/68) porque confirma el giro aprista hacia la derecha, aunque difiere de aquella porque el acuerdo Haya-Odría fue mucho más voluntario. No me queda duda sin embargo que es una decisión responsable a la que no habría que tirarle piedras, atrincherados en lo que sucedió hace 20 años.

viernes, 24 de octubre de 2014

Los demonios del centro

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/los-demonios-del-centro-24-10-2014
La República
La mitadmasuno
24 de octubre de 2014
Juan De la Puente
La primera reacción gruesa al resultado electoral del 5 de octubre la ha tenido Alan García, quien se ha planteado un tentador derrotero: 1) la formación de un frente por el que sea candidato; 2) que el gobierno del 2016 no sea “de un partido”; y 3) que las elecciones del 2016 sirvan para “consolidar y salvar la política”.
Salvo el Frente Democrático Nacional de 1945 y la alianza AP-DC de 1963, los frentes preelectorales en el Perú no tuvieron la fortuna de ganar la Presidencia de la República (Fredemo 1990, IU 1985, Unidad Nacional 2001 y 2006, Frente de Centro 2006 y Perú Posible-AP-Somos Perú 2011), resultados que llevan a la presunción de que los frentes no conducen a una progresión aritmética, no suman sino restan. Otras alianzas permitieron juegos menores como el Apra-Uno en los años 60 o Izquierda Unida en 1983. En cambio, nuestra cultura política es más propicia para alianzas menos expresas (la convivencia Apra-Pradismo 1956/1962 y Apra-Fujimorismo en el Congreso 2006-2011) o pactos postelectorales (AP-PPC 1980/1984, PP-FIM 2001/2006 y el actual PP-Nacionalismo).
Es difícil que esta tendencia se altere el 2016; las posibilidades del Apra de formar un frente con partidos nacionales de cierto peso están casi cerradas, a excepción de Solidaridad Nacional. Asimismo, un pacto Apra-PPC es muy sugerente (Lourdes Flores lo hace muy seductor, al ritmo del alcatraz, ¡a que no me quemas!), pero poco viable más por el antiaprismo pepecista que por la falta de apertura del partido de Haya.
El modelo de frente que intentan García y el Apra parece ya estar dibujado y se orienta hacia abajo. En las recientes elecciones, el aprismo ha procesado una apertura regional, la única entre los partidos nacionales, con la formación de frentes con interesantes resultados: Alianza Popular (Cusco) obtuvo 10%; Paisanocuna (Huánuco) 10,5%; Juntos por Junín (Junín) 14,5%; Seguridad y Prosperidad (Piura) 18%; y Patria Joven (Lima Provincias) 14%. Es cierto que también ha perdido por 10 puntos en La Libertad (33%) y por 14 en Lambayeque (19%) pero ha obtenido 900 mil votos en Lima, que no son solo suyos pero que García ha empezado a degustar sin invitar a nadie. En el Callao ha formado una alianza omisiva, dejando que postulen los candidatos de Chim Pum Callao en la idea de que este grupo se sume al Apra el 2016.
Ese modelo de alianzas hacia abajo tiene demonios a ser encarados; obliga a un movimiento hacia el centro, el único espacio que le permitiría a García llegar a la segunda vuelta y ganarle a otra posible inquilina de esa ronda, Keiko Fujimori. No obstante, ese espacio tiene leyes propias porque no todo centro es atractivo electoralmente y porque como apunta Juan Carlos Tafur (Exitosa Diario 19/10) el ciclo de los centros inactivos, solo moderados, parece estar llegando a su fin.
La moderación activa es una opción interesante de cara al 2016, es decir, un centro reformista, audaz y de convocatoria social. García parece haber advertido ello y por eso junto a la idea del frente ha lanzado dos añadidos, un gobierno que no descanse en un partido y que salve a la política. Allí sí se complican las cosas porque las evidencias indican que no será posible salvar a la política debilitando más la participación de los partidos en el juego electoral. La que viene será una elección en la que los partidos no elegirán a sus candidatos sino los candidatos elegirán a sus partidos, pero todo tiene sus límites.
El más grande desafío de un frente centrista es la identidad; el centro es un programa, un discurso y una actitud, y no parece viable uno de cara a las regiones y provincias con un pie en la derecha, esa que no entiende ni una pizca de lo que pasa fuera de Lima. No obstante lo dicho, en este momento el único candidato presidencial que puede intentar esta ubicación es García, que ha empezado a moverse y a hablarle al país, mientras la izquierda, el PPC y AP les siguen hablando a sus militantes y el fujimorismo achica su cancha enredado en una pugna explosiva con el gobierno que con inteligencia el Apra atiza sin quemarse.

domingo, 16 de febrero de 2014

No eres tú, soy yo

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/no-eres-tu-soy-yo-14-02-2014
La República
La mitadmasuno
14 de febrero de 2014
Juan De la Puente
El caso Secada se convierte en un pequeño y prometedor laboratorio de política aplicada al remitirnos a la relación entre aquella, los partidos y los políticos, en realidad una correlación entre los llamados inputs de la política, es decir sus actores y estrategias, y sus outputs, sus resultados. Así, nos es posible analizar el caso sin repasar la situación del PPC, la crisis de los partidos que le es inherente y el momento especial que vive lo que se llama política pública.
Lo de Secada era ya un caso antes de saberse de las cuatro denuncias de dos mujeres y su demoledor efecto; su intento de postular a la alcaldía de Lima forma parte del esfuerzo de legitimación de un sector de nuevos dirigentes que ya están en el Congreso y en los municipios, espacios donde tienen un desempeño eficaz y promisorio. De hecho, el PPC y el Apra cuentan con una generación de cuadros entre treintones y cuarentones con experiencia pública que buscan mejorar sus posiciones dentro y fuera de sus partidos.
En el PPC, este sector ha desafiado ciertos cánones, sobre todo el que indica que el relevo de dirigentes es más lento, más negociado y más organizado de arriba hacia abajo. Esta regla no solo fue retada por los jóvenes: la victoria del grupo que lidera Raúl Castro en las internas hace más de dos años fue inesperada y para más de uno se trató de una injusta expropiación y por lo tanto el origen de una visible hostilidad hacia la actual dirección nacional.
Bajo ese marco de presión por el ascenso en un partido abierto y al mismo tiempo estrecho, el desempeño de personajes como Secada genera crisis. El Perú necesita nuevos políticos, Secada lo es, pero no estoy seguro de que sea el tipo de nuevos políticos que se demanda o que el PPC necesite. Tiene a su favor el ser un economista en un partido de abogados, honrado, y el haber procesado una mutación neoliberal, ahora más liberal que neo, pero está convencido que ser “confrontacional” y pedante es una virtud cuando todos los manuales, y el sentido común, indican lo contrario.
El problema no es Secada sino otro, el PPC, su  cultura partidaria y su democracia. Y no es nuevo; el partido tiene tantos ex militantes que con ellos se han hecho cuatro partidos en los últimos 20 años. La razón podría estar en la persistente timidez del proyecto que se expresa en la siguiente ecuación: un gran espacio de centro derecha, un sugerente programa y una práctica política responsable, y todo ello en una organización pequeña. Dicho de otro modo, poco partido para una gran propuesta.
El PPC no tiene corrientes sino familias políticas relacionadas por vínculos variados, entre los que sobresalen la empatía y amistad, las relaciones laborales municipales y, claro, las generacionales. Tiene a su favor que es un partido de iguales o de más o menos iguales, a diferencia de otras formaciones que tienen emperadores o propietarios, donde no hay expulsados sino despedidos. Sin embargo, carece de un estado mayor nacional y de un liderazgo colectivo ambicioso, con el añadido de que la líder que sintetiza su presencia pública no está en funciones.
Me he preguntado varias veces si el PPC, luego de casi medio siglo de vida realizará el salto; su creciente espíritu liberal que desplaza lentamente el talante socialcristiano (por favor, no enviar carta de aclaración), el ensanchamiento de las clases medias objeto de representación y la descomposición de otros proyectos partidarios indicaría que estos años constituyen el momento pepecista.
El PPC es un partido fundamental de la democracia pero necesita ser grande. Encarar el salto implicaría adoptar grandes decisiones internas; algunas se avizoran en los esfuerzos maternos que hace Lourdes Flores para que la campaña interna para la alcaldía de Lima no termine en un suicidio. Sucede, no obstante, que esta interesante movilización parirá un ratón, pues no se concretará en elecciones directas con el esquema de un militante un voto, sino en la elección de delegados que a su vez designarán a los candidatos, el perfecto escenario para el juego de las familias. Todo esto dicho con aprecio.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Cohabitación a palos

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/cohabitacion-a-palos-29-11-2013
La República
La mitadmasuno
29 de noviembre de 2013
Juan De la Puente
Encuentro extremadamente sesgados los análisis de las elecciones en Lima del domingo pasado para designar a 19 regidores en reemplazo de los vacados en la revocatoria de marzo. De un lado, los ganadores magnifican su victoria creyendo que han ganado todo y que los perdedores han perdido todo; y del otro, se realiza una fácil extensión de los resultados a las elecciones municipales del próximo año y a las generales del 2016.
Los números indican la derrota de la opción que respalda a la actual administración y la victoria de dos grupos políticos, el PPC y Somos Perú, en distinta dimensión. El PPC obtuvo 29,5%, un resultado claro que si bien es lejano del 38% obtenido por Lourdes Flores el 2010, refleja el trajinar de una formación política que presionada fuera y dentro supo apostar a la gobernabilidad de la ciudad. La cosecha de más de 1 millón de votos es al mismo tiempo un premio y un castigo. Aunque sea más lo primero que lo segundo, ese doble mensaje debería ser asimilado con madurez por una formación política que ya sabe asumir el costo de sus decisiones. Si hay un partido que ha ganado y perdido con sudor sus votos, ese es el PPC.
El resultado de Somos Perú es ganancia completa y es ingenuo atribuirla solo a razones emocionales, especialmente el recuerdo de su líder Alberto Andrade. El paso del 4% de votos el 2010 al 25% el 2013 no puede desconocer la polarización municipal de los últimos dos años en la que Somos Perú supo colocarse en una posición menos tirante y más centrista, de modo que el pasado domingo el elector lo ubicó (¿encontró?) como una garantía de estabilidad. Esto vale también para Acción Popular que pasó de 2% a 10%. ¿Fue un voto fácil? Sí, pero los goles son goles.
Extender el resultado del domingo a las elecciones del próximo año y al 2016 es un ejercicio de inocencia. La atipicidad de los comicios es fundamental para impedir inferencias cargadas de futuro: la elección fue de listas y sin rostros en campaña, tuvo poco despliegue de dinero, no participaron grandes partidos municipales o nacionales (Apra, fujimorismo, Gana Perú y Solidaridad Nacional), no acudieron a votar más de 1 millón 200 mil electores (19%), es decir 1 de cada 5, y más de un millón de los que acudieron (19%) viciaron su voto.
A pesar de ello, sus resultados son aleccionadores para el futuro, en consideración a la máxima de que es más fácil perder los votos que se ganan fácilmente, un aviso para Somos Perú, Acción Popular, Siempre Unidos y Perú Posible. El mayor desafío le corresponde, sin embargo, al PPC que ha empezado a moverse entre el bloqueo y la desorientación, convenientemente presionado por quienes apuestan por interrumpir la gestión de Susana Villarán.
Comparativamente, una oposición municipal no tiene las competencias de una oposición parlamentaria. Según la ley, el Concejo Municipal es órgano normativo y fiscalizador y la alcaldía un órgano ejecutivo con un alto poder decisorio que ejerce a través de decretos y resoluciones de alcaldía. Este esquema alcaldista no permite un juego tipo check and balance propiamente dicho y por esa razón las posibilidades de colisión entre ambos órganos es mayor. Sin embargo, el Concejo Municipal puede ser letal al tener entre sus potestades la declaración de vacancia de la alcaldía que si bien necesita los 2/3 de los votos, opera como dinamizador de un estado de guerra municipal.
El oficialismo y la oposición en el municipio metropolitano deben asimilar el nuevo escenario que los condena a cohabitar. Por ejemplo, la oposición podrá exigir el cambio de los funcionarios pero no podrá designar los cargos; podrá bloquear decisiones pero no adoptarlas contra la opinión de la alcaldía; podrá investigar irregularidades vinculadas  a proyectos pero no bloquear su ejecución. En el caso del oficialismo, está claro que un gobierno en minoría obliga a consultar más y negociar mejor, en una lógica menos decisionista. De una cohabitación, incluso a palos, saldrán ganando la ciudad y los actores políticos municipales.

viernes, 25 de enero de 2013

El lobo ¿solitario?

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/el-lobo-solitario-25-01-2013
La República
La mitadmasuno
25 de enero de 2013
Juan De la Puente
Pedro Pablo Kuczynski (PPK) está en la primera línea de la noticia por dos razones: su abierta oposición a la revocación de Susana Villarán y su apocalíptica predicción sobre que la caída del dólar a S/. 2,30 en el brevísimo plazo de tres meses provocaría la ruina de la economía peruana.
En ambos temas se pone de manifiesto la audacia de un político pragmático y temerario aunque en un caso tenga razón y en el otro no. Su respaldo a Susana Villarán sintoniza con el grueso del humor empresarial y con la mayoría de partidos que consideran de riesgoso para la capital retirar a la alcaldesa de sus funciones. En cambio, su predicción monetaria fue desvirtuada en cinco minutos por economistas de distintas tendencias que demostraron que este año no se replicará la caída de tipo de cambio experimentado el 2012 y que el previsto ingreso de dólares debido a la compra de bonos de la Reserva Federal de EE.UU. no tiene en cuenta la recuperación de la economía de ese país.
PPK vive con dificultad su condición de nuevo lobo solitario. La Alianza por el Gran Cambio (APGC) que el 2011 alcanzó el 18% de votos se ha diluido. Sabe que volver a enamorar al PPC será difícil luego de que Lourdes Flores revelara su deseo de intentar la presidencia por tercera vez, que esta vez tampoco contará con César Acuña de Alianza por el Progreso (APP), quien también ha decidido postular a la presidencia el 2016, y que Yehude Simon (Partido Humanista) parece dispuesto a retornar al centro-izquierda.
No obstante, el lobo es sobre todo un depredador, y el activismo de PPK es propio de uno en peligro. Recoge firmas febrilmente para inscribir a su partido Perú Más en breve plazo; abre sedes regionales y ficha caudillos locales, aunque para ello deba reclutar a personajes reprochados como el general Edwin Donayre; mantiene una activa presencia en la prensa escrita y radial; es un habitúe de las redes sociales; impulsa un instituto para poner en práctica sus ¿ideas? políticas; y se relaciona con gobiernos locales y regionales a través de su ONG Agua Limpia.
PPK sabe que ubicarse entre Toledo y Keiko, como lo hizo el año 2011, será un desafío muy serio. Para el 2016 el espacio de la derecha y del centro-derecha estará más tugurizado. Fujimori, Lourdes, García, Toledo y Acuña competirán con él liderando maquinarias electorales, con raíces sociales unos más que otros, con iguales o mayores probabilidades de impactar en el electorado. Por esa razón, no extraña su guiño al electorado dispuesto a votar en favor de Susana Villarán.
PPK, no obstante, tiene algunos valores que lo convierten en potencialmente elegible para los grandes poderes económicos y los medios de comunicación que interactúan con ellos. Es un envidiable intermediario mediático entre el mercado y la sociedad con orígenes en la empresa. Al mismo tiempo, es polivalente, práctico y multiusos como lo evidencia su reciente incursión en favor de los exportadores; como dice el antiguo merengue dominicano, es apasionado, bueno y adinerado, no habla con el vecino, no gasta y economiza y todo lo resuelve tranquilo. De todos los presidenciables que podrían garantizar la inalterabilidad del modelo económico, es el más confiable y dispuesto.
Sin embargo, PPK es también portador de un virus que afecta el sistema político y contra el cual se pronuncian crecientemente la sociedad y el mercado. Es una de las expresiones más acabadas de la personalización de la política y de las prácticas de tercerización de los intereses privados en los representantes. Este rasgo no acabará con la inscripción de un partido propio, que se presume será de una militancia acotada. En ese sentido, PPK 2016 será la apuesta más arriesgada de una aristo/tecnocracia que colaboró activamente con cinco administraciones, que ingresaron al Estado como capitanes hasta alcanzar el generalato en este y en el anterior gobierno. Ese grupo, que ya gobierna gran parte del Estado, pretenderá en las siguientes elecciones el poder completo. PPK es su buque insignia, su estandarte y su caudillo.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Hipótesis sobre los caudillos

La mitadmasuno
La República
Jueves 18 de noviembre 2010
Juan De la Puente
http://www.larepublica.pe/18-11-2010/hipotesis-sobre-los-caudillos
Un rasgo que impondrá su sello a las elecciones de abril será el protagonismo de los caudillos, en una intensidad muy similar a las elecciones previas a la República Aristocrática (1895-1919). Hasta ahora la competencia es entre candidatos naturales cuyo peso aplasta a sus pequeñas colectividades. El APRA, el partido más importante del país, se ha entregado a una candidatura independiente y los partidos llamados tradicionales como el PPC y AP se agitan en la búsqueda de un pacto que los subordine a un caudillo. En tanto, la izquierda practica el rito tragicómico de asambleas unitarias a sabiendas de que el centro de gravedad está en otro lado.
Es probable que las elecciones de abril sean el acto de defunción de lo que hemos conocido como lo más cercano a un sistema de partidos o el primero de una democracia sin partidos, fenómeno que la teoría niega, inclusive las que aceptan como natural la legitimidad carismática y plebiscitaria de los jefes políticos. Este cuadro confiesa por sí mismo la falta de medidas reclamadas en esta década para favorecer a los partidos. Es decir, no es la consecuencia de la apertura y renovación del sistema político sino, precisamente, el resultado de la conservación de las reglas de juego que llevan varias décadas, como la promoción de los políticos “independientes”, el voto preferencial y la ausencia de elecciones primarias.
Nuestro proceso no debe confundirse con el de la personalización de la política cuyos sujetos son los “príncipes democráticos” que sustentan su poder en la imagen y en su relación con los medios, surgidos de la competencia interna partidaria en las democracias avanzadas (Sergio Fabrini; 1999). En nuestro caso, los caudillos no dependen de sus raleadas huestes ni surgen de la competencia interna en grupos cohesionados. No son el resultado sino el origen de un grupo político privado. Elegido alguno, se sujetará más a los poderes fácticos y a las coaliciones distributivas.
En este universo privatizado sobran los militantes partidarios y los ciudadanos, y su derecho a elegir a representantes de colectividades. Sobra la política misma y su capacidad de mediación y de legitimación del poder. Como Víctor Andrés Belaunde, casi 100 años después, habría que repetir que en el Perú no hay “verdad electoral” ni “sufragio libre”, y que las elecciones tienen ribetes de comedia.

sábado, 30 de octubre de 2010

Hipótesis sobre el PPC

La mitadmasuno
La República
Sábado 30 de octubre 2010
Juan De la Puente
Es probable que Lourdes Flores no sea candidata presidencial el 2011 porque no quiera y no porque su carrera política haya concluido. En los hombres (y mujeres) públicos no hay muerte política sino biológica. Aun así, tiene dos problemas a resolver como lideresa de su partido: cómo rentabilizar más de un millón y medio de votos obtenidos en Lima y garantizar la vigencia del PPC.
Atender a la vez ambos propósitos no será sencillo. En el carril denominado “centro” al que intenta aplicar el PPC ya se tienen dos corredores: Luis Castañeda y Alejandro Toledo; más a la derecha se ha instalado el fujimorismo; en tanto que la izquierda es un espacio lejano. Luego, a pesar de que los votos de Lourdes en Lima fueron más suyos que los obtenidos por otros candidatos, la tasa peruana de endose electoral es muy baja.
En el debate pepecista la diferencia entre ir solos o en alianza es, injustamente, como la elección entre la vida y la muerte, de modo que ha resurgido su frentismo a flor de piel. El PPC es un tejedor de alianzas, una propensión europea en un país de aprehensiones atrasadas al pacto. El PPC emprendió alianzas en 4 de las 5 elecciones nacionales democráticas desde 1980 (Convergencia Democrática en 1985, Fredemo en 1990 y Unidad Nacional el 2001 y 2006), y también ha practicado pactos postelectorales como con el Apra en la Constituyente de 1978 y con el gobierno de Acción Popular entre 1980 y 1983. Sin llegar a la promiscuidad, es el partido que más bodas ha tenido en los últimos 30 años, por lo que su menú actual incluye varios modelos: subordinados a un “grande” en carrera, con iguales pero con el PPC a la cabeza, y una reedición del Fredemo para lo cual escasea un nuevo Mario Vargas Llosa.
Las alianzas del PPC, sin embargo, no han sido exitosas en el objetivo de llegar al poder aunque con saldos importantes en alcaldías y escaños, así que también es legítimo proponerse navegar con barco propio, con candidato propio o prestado. Para ello, tendría que abrirse más a la oferta ideológica en un país en crecimiento y desbordar el centro por la derecha, es decir, seguir probando los bocados liberales a través de fichajes como el de Pablo Secada en Lima o la reciente adquisición de Daniel Córdova. Desde el PPC, más posibilidades de colarse entre los grandes tendrá quien ofrezca más orden que libertad y más continuidad que cambio.

sábado, 28 de agosto de 2010

Mujeres en campaña

La mitadmasuno
La República
Sábado 28 de agosto 2010

Juan De la Puente
http://www.larepublica.pe/la-mitadmasuno/28/08/2010/mujeres-en-campana

Si Lourdes Flores gana las elecciones con un 35% de votos, más de un millón y medio de sufragios, habrá resistido la prueba ácida electoral. Habrá demostrado en su nombre y en del PPC, un partido orgánico al sistema político, su capacidad de generar una adhesión colectiva sustantiva a pesar de haber rebajado sus aspiraciones presidenciales. Lourdes en la alcaldía de Lima resultaría así una estrategia en clave leninista: un paso atrás, dos adelante.
Ese éxito supondría asimismo dos evidencias. Internamente, cerraría exitosamente el proceso de renovación del PPC impulsado por ella hace años, y que aupó a la dirección pepecista a una generación joven, plebeya y más dispuesta a abrirse a la sociedad. En el plano externo habría demostrado que el planteamiento de apertura de su campaña, decencia vs. corrupción, que le dio una ventaja inicial de más de 10 puntos sobre su oponente, fue políticamente correcto. Las decenas de analistas que se burlaron de la estrategia y que proclamaron que la anticorrupción no es referente electoral, guardan por ahora silencio.
Si Susana Villarán obtiene en el peor de los casos un 20% de votos, casi un millón de sufragios, habrá dado a luz una nueva criatura luego de 9 persistentes años, una nueva versión de la izquierda de código global cuyo nacimiento estaba programado para el 2006. Su movimiento, Fuerza Social, levantado a brazo partido, no surge desde la nada; es la expresión política de sectores urbanos medios, dueños de una profunda identidad ciudadana y que reclaman un lugar en una sociedad emergente. En suma, una izquierda posible en un país tomado por el conservadurismo, diferente del Partido Nacionalista en el discurso y la cultura política que comparte con aquél, sin embargo, su crítica del poder y del mercado.
En ambos casos es muy significativo que se trate de dos opciones lideradas por mujeres, una experiencia inédita en un país donde la política es machista y las mujeres son obligadas, en la mayoría de casos, a abrirse paso a codazos. Esta feminización de la opción municipal limeña se extiende a ambas listas de regidores donde se advierte un batallón de candidatas jóvenes pero experimentadas en la política y la gestión del Estado. Para redondear tanta felicidad, sería muy útil que ambas candidatas mejoren con elocuencia sus propuestas de política social para Lima, una metrópoli que guarda medio millón de pobres extremos y donde habita la exclusión más salvaje.
Véase tambien el artículo de Sinesio López
http://www.larepublica.pe/el-zorro-de-abajo/27/08/2010/polarizar-ma-non-troppo