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martes, 31 de diciembre de 2019

Memoria y alegato de AGP

https://larepublica.pe/politica/2019/12/13/memoria-y-alegato-de-agp-juan-de-la-puente-la-mitadmasuno/
La República
La mitadmasuno
13 de diciembre de 2019
Juan De la Puente
Fui invitado por el Instituto de Gobierno de la USMP a comentar las memorias del ex presidente Alan García Perez, Metamemorias, junto a los profesores Hugo Neira y David Hidalgo, quienes analizaron enjundiosamente el texto desde la acción de gobierno y la condición humana, respectivamente. En mi caso, me interesó mucho el testimonio de García desde la historia y la actividad militante.
Las de AGP y de José Rufino Echenique –publicadas por Jorge Basadre y Félix Denegri en los años cincuenta– son las únicas memorias de ex presidentes peruanos en un país sin memoria y sin memorias. A ellos se sumarían las que se afirma elabora el ex presidente Francisco Morales Bermúdez, y las que habría dejado el ex presidente José Pardo y Barreda –según me comenta Fernán Altuve– y que sus descendientes habrían preferido mantener inéditas.
Nuestra historia cuenta con las memorias gubernativas de virreyes al terminar sus funciones; las colecciones epistolares de presidentes, ministros, generales y caudillos; los mensajes presidenciales a la Nación; y las memorias gubernativas de funcionarios de menor rango. Agregaríamos a ese bagaje algunos textos en modo de alegatos, como el de los ex presidentes Augusto Leguía (Yo tirano yo ladrón), José Luis Bustamante y Rivero (Tres años de lucha por la democracia en el Perú) o los tres textos sobre la guerra con Chile que salieron del dictado que hiciera el mariscal Andrés A. Cáceres en los años que residió en Berlín, entre otros.
He accedido al libro de AGP con objetividad y respeto, manteniendo obvias diferencias con algunas reflexiones, sobre la izquierda, por ejemplo. Encontré un texto a medio camino entre la memoria y el alegato, escrito de modo épico y directo, y que corresponde a un autor en movimiento, sin reposo. No son las memorias de un jubilado. Es un testimonio que intercala el relato en primera persona con la observación desde lejos, siempre arribando a la política, desde la historia, literatura, filosofía y la política misma.
El texto de 500 páginas y 12 capítulos acompaña la evolución de García desde el aprismo en su versión popular progresista (1977-1987) a su aprismo liberal (2006-2019), a tono del comentario que alguna vez me hiciera Armando Villanueva sobre varios modos de pensar el aprismo luego de Haya de la Torre.
En sus páginas he encontrado algunas notables sorpresas como la interpretación marxista del surgimiento del Apra, con mención de Gramsci incluida, como un esfuerzo de construir una hegemonía social más allá de la fundación de un partido, y una crítica poco velada a la Constitución de 1979 que, anota, concedió al Estado un papel hipertrófico, en parte porque Haya ya estaba ausente por su enfermedad.
La parte que me parece más lograda reúne el relato en primera persona entre los años 1977 y el fin de su primer gobierno: son 120 páginas relatadas desde una autocrítica programática y no ideológica, como se lo ha exigido la derecha desde entonces.
Mención aparte merece su recuento de la campaña electoral del 2016 en el que lista cinco errores, entre ellos basar su candidatura en el recuento de obras y no en el mensaje de cambio, y la referencia a Alberto Fujimori, aliado, enemigo y nuevamente aliado, pero sobre quien decidió no ejercer ni venganza ni escarnio, reconociendo que fue juzgado en un proceso apasionado, público y justo.

lunes, 1 de julio de 2019

Temporada de liquidación sin ofertas

La República
La mitadmasuno
26 de abril de 2019
Juan De la Puente
El país estaba preparado para la prisión del expresidente Alan García, pero no para su suicidio. Esperaba su desaparición política pero no su eliminación física. El disparo que acabó con su vida hizo añicos las principales tendencias, instalando un clima de pasión extrema que acelera los procesos. Los nuevos códigos desbordan incertidumbre. El escenario se reordena con velocidad.
Como en todo drama, los símbolos nos ahorran palabras. García y su áspera carta a sus adversarios; Barnechea suicidándose ante el féretro del expresidente; el presidente Vizcarra visitando a PPK; Barata confirmando los aportes a los políticos presidenciables y las coimas. Y todos recurriendo a la historia como tribunal del presente.
La muerte de García no abre ni cierra, sino detona. La polarización julio-enero había empezado a relajarse desde cuando Vizcarra aparcó su conflicto con el Congreso, y la sociedad incrementó sus demandas de resultados, a tono de una agenda más plural. La tendencia era a la fragmentación de opciones. Ahora, la polarización ha retornado, pero con nuevas reglas de juego, la principal de ellas, la hegemonía de la política brutal. Lo que viene es una confrontación binaria, muy cerrada sobre todos los puntos de la agenda y especialmente arriba, con la cuota de extremismo que se advierte.
La muerte de García y la detención de PPK acaban de liquidar la coalición vizcarrista, ya debilitada. Esta ha sido partida en dos, colocando como divergentes al otrora dúo magistrados/presidente. Al mismo tiempo, ha fortalecido la coalición opositora conservadora, ahora briosa –y probablemente exitosa– en su reclamo contra los excesos de la prisión preventiva.
Las narrativas de celebración o ritualización del suicidio de García –con su sentido atávico y tribal de menosprecio a la muerte y al dolor– esconden la imposibilidad de movilizar a la sociedad en algún sentido. Es más, las recientes revelaciones de Brasil, que confirman la descomposición de la élite peruana, indican que como en ese país, los fiscales y los jueces peruanos son los propietarios de la lucha contra la corrupción, pero sin ciudadanos en las calles. En ese punto, ya se encuentra instalada como tendencia la liquidación de la lucha contra la corrupción.
Una conmoción social sin multitudes desafía a las teorías sobre las crisis políticas. Al juego de símbolos le falta el más importante, la emergencia de un proceso movilizador y democratizador. Lo que tenemos es una coyuntura sin contexto, quizás porque antes del suicidio de García otros habían decidido suicidarse a su modo, subestimando u oponiéndose a las urgentes reformas, lo único que ahora podría movilizar a los ciudadanos y legitimar cualquier liderazgo. No nos engañemos con el microclima de las redes sociales; ahí sobran likes y falta tecnopolítica.

La muerte de Alan García es un condensador simbólico que aviva la disputa en las élites e instituciones; le da continuidad al gran período crítico (re) abierto el 2016, pero con un rasgo nuevo: ya no hay rebelión reformista ni liderazgo para el cambio. Como en los viejos tiempos, no está en disputa el gobierno o el Congreso, sino la calle.

domingo, 4 de septiembre de 2016

Sobre el Apra y su congreso

Una nota sobre el congreso del Apra, que genera más fisuras personales que de opciones, escritas con aprecio y respeto.
1.- Creo que más allá de la derrota de este año, el problema del Apra reside en que desde hace más de dos décadas no ha podido generar un consenso interno mínimo sobre todo político que requieren los grandes y viejos partidos. Incluso luego del retorno de AGP al país, esta imposibilidad fue crucial para resolver el problema de una dirección coherente, activa, eficaz y compartida. Creo, a diferencia de lo que discuten ahora los apristas –que lo orgánico bloquea su perspectiva política- que es lo político lo que condiciona sus asuntos internos. El Apra no tuvo candidato presidencial el 2011 y antes en Lima el 2010 por razones esencialmente políticas, y perdió las elecciones por los mismas motivos.
2.- El Apra ha dejado de tener un gran motivo; luego de ganar las elecciones del 2006, que fueron su gran reivindicación histórica luego del fracaso 1985-1990 y el ostracismo 1990-2000, ha perdido valores ideológicos y políticos, expresión simbólica de lo cual es el artículo El Perro del Hortelano, de Alan García, la puerta hacia un gran vacío más que un cambio de postura.
Frente a este vacío, hasta hace algunos años, la izquierda y la derecha aprista aun debatían entre dos explicaciones de la crisis. La izquierda sostenía que todo se debía a un abandono consciente y sucesivo por parte del liderazgo partidario de las raíces apristas, particularmente del pensamiento político de Haya. La derecha aprista aducía que el Apra es víctima de la gradual extinción de los valores que cimentaban su fuerza y le daban sentido a su representación, una especie de envejecimiento político que necesita conjurarse con una modernización menos hayista.
3.- Eso ya no se debate o se discute muy poco. De lo que he podido apreciar, existe una discusión esencialmente institucionalista y generacional. Se debate como debería funcionar el Apra, la edad de sus líderes y la relación con el simbolismo.
Más Haya o menos Haya creo que es un error de partida si solo se refiere a una discusión del pasado; igual si el debate es más o menos Alan. Creo que el desafío del Apra pasa por recuperar el compromiso y activismo social que alimentaba al partido y lo legitimaba socialmente. El Apra debe volver a tener un gran motivo, una gran causa, una gran razón, que ahora no lo tiene, más que un nuevo gran líder.
4.- No me queda duda que el Apra necesita una representación política de cara a la sociedad pero no creo que el eje de ese desafío sea encontrar un nuevo Alan o alguien parecido a él. Creo que, al revés de lo que piensan algunos, la clave del futuro no es cómo suprimir a Alan sino como convivir con él a pesar de un divorcio orgánico. Creo que eso pasa también por tener una teoría de partido, la renovación interna, una cruzada contra la corrupción interna y las redes clientelares y de una posición frente a la reforma política, el antiaprismo, pero sobre todo de un gran motivo respecto del Perú.

sábado, 30 de julio de 2016

Después de Humala, lecciones personales

http://larepublica.pe/impresa/opinion/789471-despues-de-humala-lecciones-personales
La República
La mitadmasuno
29 de julio 2016
Juan De la Puente
El gobierno de Ollanta Humala y especialmente el modo en que ha concluido ofrece tendencias que deberían ser aquilatadas por los actores políticos del quinquenio que se inicia. No expresan una receta plana de lo que no debe hacerse pero resumen lecciones sobre el ejercicio personal del poder o el desempeño de la cuota que le corresponde a cada figura en este sistema político informal y precario.
Las guerras personales. Humala fue uno de los perjudicados con la guerra política en la que se trabó los últimos años de su mandato, y que tuvo al otro lado a Alan García y al Apra. El gobierno se empeñó en organizar frente a García una poderosa ofensiva a la que este respondió con una movilización personal y social de igual envergadura. La intensa lucha desgastó a ambos limitando al gobierno posibilidades de acción y proyección y resucitando frente a García el viejo encono político añadido al nuevo anti.
El antialanismo y el antihumalismo fueron la personalización de una disputa que pudo trascurrir en un contexto más institucional y sin que por ello pierda su esencia de denuncia y competencia. Su resultado fue la anulación de los dos grandes contradictores. El país no ha premiado la animadversión excesiva y la ojeriza y, al contrario, ha gratificado con sus votos a los líderes que ubicándose en la oposición no han llevado esta condición al extremo. De cara al futuro, quienes aspiren a liderar la oposición al actual gobierno deberán reparar en que no es sutil la diferencia entre oponerse al gobierno y oponerse personalmente a quien lo encarna.
El valor del liderazgo. En cambio, si la opinión pública cuestiona el encono personal extraordinario, valora la entrega personal del líder en un código positivo y audaz. Los sondeos realizados los primeros meses del gobierno de Humala, a la mitad de su mandato y en su última etapa están cruzados por un reclamo recurrente que no se apreció en sus antecesores: liderazgo. Especialmente frente a dos reclamos, la crisis de la seguridad y la perdida de velocidad del crecimiento, Humala evidenció falta de temple, iniciática y palabra oportuna, y a este punto se asocia también el desempeño de la ex Primera Dama Nadine Heredia, protagonista inhibidora del liderazgo de su esposo.
Es probable que esta percepción no se refiera finalmente solo a su comportamiento individual sino también al talante de sus ministros y al silencio público de la mayoría de ellos. Sin embargo, como en todo régimen presidencialista, es la jefatura del Estado el crisol donde se queman las legitimidades incluso si el equipo falla más que el Presidente. En adelante, Humala lo enseña, el liderazgo exige una actitud personal decidida e inconfundible que no podrá barnizarse recurriendo a la tesis de la delegación, especialmente en los dos mismos ámbitos, seguridad y economía.
Lealtad personal. Humala termina su mandato en casi completa soledad, sin parlamentarios en ejercicio que defiendan su legado en los próximos años, sin un partido activo que luche contra la adversidad y sin un entorno propio. Las causas de esta soledad no pueden atribuirse solo a la labor de los opositores; en gran medida es el resultado de una pésima gestión partidaria, el maltrato de sus más fieles seguidores y la poca pericia para combinar el ejercicio del poder con la vigencia de un grupo humano cohesionado por lealtades principistas y por supuesto personales.
El cuadro de un presidente denostado por sus vicepresidentes y obligado a asumir su defensa es una reincidencia republicana y la evidencia de que hasta el ejercicio más personalista del poder exige una conducta colectiva y el respeto de las militancias. En el futuro, los líderes deberán saber que el abuso de poder partidario o la subestimación del papel que juega en la política nacional la vigencia activa de un estado mayor, es letal. Los políticos que entran al poder con partidos aun así sea pequeños no pueden salir solo de él. Conservar un partido es más fácil que construirlo otra vez.

martes, 29 de marzo de 2016

La gran transformación (de la campaña). Encuesta de Ipsos 27/3

Por Juan De la Puente
La encuesta de Ipsos Perú del 27 de marzo parece decir poco en sus cifras agregadas, con escasos movimientos, pero es muy reveladora en sus desagregados.
TENDENCIAS
1.- La primera conclusión de la encuesta es que a 13 días de las elecciones se modifica el eje de la campaña electoral. De un proceso en el que la disyuntiva central era el rechazo a las élites se está pasando, por lo menos para una parte del electorado, a una disyuntiva de modelos.
2.- La segunda conclusión es que se han bloqueado los ascenso globales; Keiko Fujimori (32%) se ve imposibilitada de protagonizar un remate final y, al mismo tiempo, la polarización antifujimorismo vs antizquierdismo ha empezado a pasar el recibo a Verónika Mendoza (12%), especialmente en los sectores acomodados, abriendo una ventana por la que podría pasar un tercero en discordia.
3.- La palabra "podría" es importante porque a 13 días del 10 de abril no existe un retador claro y seguro de Keiko. Si bien PPK acumula 16%, ha subido un punto en una semana y 2 puntos en 15 días. PPK no ha subido espectacularmente y su ascenso es parcial. Registra un salto de 18 puntos en el sector A (2.5% por día), pero ha crecido 2 en el sector E y 3 puntos entre los jóvenes, lo que solo mejora sus posibilidades en Lima donde tiene 20%. Tiene además muy ligeros crecimientos en el Perú rural (2 puntos) en el centro y en el oriente.
4.- El cuadro es de una polarización sin una salida tercerista por ahora, una segunda línea en problemas porque tanto Mendoza como Alfredo Barnechea (11%) han detenido su ascenso y porque a PPK le cuesta irrumpir por sobre ambos.
MOVIMIENTOS
5.- Visto el detalle, debería decirse que las cifras gruesas no se han movido demasiado porque en los desagregados se han movido solo los sectores A y B, de menos electores que los otros, pero por ahora más atentos a las contracampañas, especialmente contra Verónika Mendoza. Ella cae 5 puntos en A y 3 puntos en B, aunque estas caídas son compensadas con sendas subidas, 2 puntos en C y 3 en D. Por esa razón, a pesar del bajón en A y B, la candidata del Frente Amplio sube en Lima, lo que se agrega a otros 2 en el Perú rural, 3 en el norte y 2 en los jóvenes.
6.- En Barnechea no parecen haber hecho efecto las contracampañas sino su actividad u otras externalidades. El candidato de Acción Popular baja 3 puntos en el interior, 4 puntos en las zonas urbanas, 2 en el norte (quizás el efecto mercado de mierda), 5 puntos en el centro (efecto del sombrero en Jauja) y 2 en el oriente. Barnechea es también víctima del realineamiento de los sectores de mayores recursos que llevan a PPK a 46% en A, una movilización fruto de la campaña antiVero. Es allí donde Barnechea cae 7 puntos; también cae 4 puntos en B, 2 puntos  en C, aunque  sube 3 puntos en E. Como consecuencia, es lógico que pierda 4 puntos entre los jóvenes y 3 puntos en el grupo de entre 25-39 años.
7.- Keiko sigue siendo la candidata más fuerte y con apoyos más consistentes. Sus caídas no son espectaculares y sus subidas tampoco, de modo que el daño más serio del antiKeiko reactivado es frenar un remate suyo y reducir su capacidad ganadora en la segunda vuelta. Por ahora, sube en el Perú rural 3 puntos, en el sector B y en E otros  3  puntos, así como ligeramente en el centro.
PERSPECTIVAS
8.- La crisis en la segunda línea no puede ser ignorada. Sería prematuro sostener que este cuadro de fuerzas entumecidas llegará al 10 de abril; sin embargo, es una tendencia considerando que se han movido más los rechazos que las adhesiones: Keiko ha subido un punto pero su antivoto ha subido 3 (de 46% a 49%); PPK ha subido otro punto pero su antivoto 2 (de 35% a 37%); Verónika se mantiene en 12% pero su antivoto ha subido 5 puntos (de 36% a 41%); y Barnechea ha caído un punto pero su antivoto ha aumentado 4 puntos (32% a 36%).
9.- Es cierto que, como ha sucedido en otros procesos electorales, el antivoto va por una cuerda separada de la intención de voto, de modo que es posible que al mismo tiempo suban uno y otro. Sin embargo, solo quedan 13 días para las elecciones, de modo que se requiere campañas muy intensas y giros dramáticos y espectaculares frente a peligros reconocidos. En este punto es probable que a pesar de su amplitud, tanto el antifujimorismo como el antiizquierdismo carezcan de fuerza suficiente para producir esos giros ahora aunque tengan efectos mediatos en la segunda vuelta.
10.- Por ahora, lo cierto es que Keiko dobla en votos a PPK y que la campaña termina en pocos días. Los candidatos no tienen todo el tiempo del mundo. La forma de romper los bajos registros sería que las contracampañas pasen a los sectores D y E y al centro y sur del país, es decir, que termine de transformarse la campaña en una disyuntiva de programas y modelos, algo que varios juraron no pasaría en esta campaña. Para recodarnos eso, Gregorio Santos tiene 4% en el sector E.