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viernes, 10 de agosto de 2018

Militarización de la memoria

https://larepublica.pe/politica/1273212-mitadmasuno
La Republica
La mitadmasuno
8 de julio 2018
Juan De la Puente
Recomiendo vivamente el reciente libro de Carlos Tapia sobre el periodo de violencia política y lucha contra el terrorismo que afectó el país (Tapia, Carlos 2018. Tiempos oscuros, 1983-1995. Lima: Editorial Otra Mirada), un texto que irrumpe en la discusión sobre el pasado y presente senderista, aportando minuciosamente a la reflexión sobre el carácter de su derrota, en momentos en que se cuestionan los elementos que forman una memoria única de esos aciagos años.
Tapia aporta y estudia hechos y documentos, y contextualiza las estrategias que estas imprimieron. Analiza, por ejemplo, el giro en la lucha contrasubversiva a finales de los 80 para corregir clamorosos errores, en favor de un modelo integral que incluía lo político, económico y sicosocial, un esfuerzo que se concretó en el Manual M41-7 llamado “Guerra no convencional. Contrasubversión”, aprobado en agosto de 1989, pocos meses después de que se iniciaran las investigaciones encubiertas de la DIRCOTE, que terminaron en la creación del GEIN.
En este viraje (1988-1991) se adoptaron dos decisiones que cambiaron el curso de la guerra interna, el congreso senderista de 1988 que se propuso alcanzar el “equilibrio estratégico” y la masiva organización de la sociedad a través de las rondas y autodefensas armadas, que permitió establecer una nueva relación con la población desde una lógica participativa, contra la política senderista de sometimiento de los civiles mediante el terror. La autodefensa fue una gesta compleja y no ausente de excesos, abordada por la Comisión de la Verdad y Reconciliación (Informe CVR tomo II) y poco estudiada luego; a fines de 1991, en Ayacucho estaban organizadas en comités de autodefensa 836 comunidades y en 1994 las FFAA registraron allí 1.564 comités, con 61.450 miembros y 5.583 armas. A nivel nacional existían ese año 4.205 comités, con 235.465 integrantes y 16.196 armas (Del Pino, Ponciano 1996 en Las rondas campesinas y la derrota del PCP Sendero Luminoso. Lima: IEP).
El texto de Tapia insiste en el concepto de memoria que proyectó hace 15 años la CVR y que ahora sufre una embestida que pretende sustituirla por una memoria sesgada, donde la imagen de heroísmo está esencialmente reservada a las FFAA y la policía. De todos los errores del intento de construir un registro conservador de la lucha contra el terrorismo, el más serio es la militarización de la memoria, y la expulsión de ella -o su ocultamiento- de la sociedad organizada, los partidos políticos y las autoridades civiles.
Siempre me pareció equívoco que el Apra no pugnase por recuperar como un acierto de su gobierno el inicio de este giro crucial de la estrategia antisubversiva, y que se conformase con adjudicarle a Fujimori el éxito de ese cambio. Tapia documenta la tendencia que jugó en este viraje la serie de golpes a la estructura senderista, especialmente a su cúpula entre 1988 y 1990, y deja claro que al terrorismo lo derrotó un enfoque político reflejado en una estrategia militar.

La épica civil en la derrota del terrorismo es imprescindible, y forma parte de una sola memoria –indivisible- y que sigue buscando justicia y reparación. De acuerdo a los datos proporcionados por el Apra a la CVR, mil 300 militantes de ese partido fueron asesinados de manera selectiva o en atentados colectivos, la mayoría de ellos gobernadores y tenientes gobernadores. De acuerdo a un texto del entonces senador Sandro Mariátegui publicado en 1986 (Acción Popular en la lucha: un Partido a imagen y semejanza del Perú), entre mayo de 1982 y mayo de 1985, el terrorismo asesinó a 80 autoridades de ese partido, mientras que, según Tapia, los militantes de los partidos de Izquierda Unida asesinados por SL superarían los 450, sin contar a las víctimas de asesinatos y desapariciones forzadas de las FFAA y de la policía, varios de cuyos casos fueros judicializados. Asimismo, en el periodo de violencia fueron asesinados 248 alcaldes, 161 de los cuales, en manos de SL, y que ahora mismo centenares de peruanos se encuentran exiliados en América y Europa. A ellos tampoco se les puede negar la memoria.

viernes, 16 de marzo de 2018

Fujimorismo y antifujimorismo juntos

http://larepublica.pe/politica/1208624-fujimorismo-y-antifujimorismo-juntos
La República
La mitadmasuno
9 de marzo 2018
Juan De la Puente
En menos tres meses, la ubicación de las fuerzas políticas ha cambiado radicalmente. Hasta antes del primer pedido de vacancia (diciembre 2017) la correlación de fuerzas presentaba tres bloques: 1) Fuerza Popular con la cercana colaboración de Acción Popular y el Apra; 2) el Frente Amplio, Nuevo Perú y los movimientos sociales, practicando con énfasis una política antifujimorista más insistente que su oposición al gobierno; y 3) el Gobierno y su bancada parlamentaria, con la cercana colaboración de Alianza para el Progreso (APP) y los gremios empresariales.
En este escenario de confrontación a tres bandas, los bloques 2 y 3 tenían una menor fuerza política. No obstante, el Gobierno, a pesar de sus cifras a la baja, usaba su capacidad de movimiento en tanto que se beneficiaba de la neutralidad de una parte de los medios de comunicación y del antifujimorismo de otros. Entonces era entendible que las principales tendencias fuesen más confrontación o un pacto entre PPK y el fujimorismo, para rebajar tensiones especialmente luego de la confianza al gabinete Araoz, es decir, mejorar el consenso a palos al que estaban condenados el Ejecutivo y Legislativo.
Luego de la frustrada vacancia y el indulto estamos en una etapa de polarización pura y dura. Después del reestreno del gabinete Araoz, a inicios de enero, hubo un momento en que parecía que el fujimorismo prefería un pacto tácito para preservar la institución de la presidencia, expuesta en la oposición de este grupo a la moción de vacancia anunciada por el Frente Amplio el 7 de enero.
Eso no ha sucedido. La imagen de una moción de vacancia presentada juntos por el fujimorismo y el antifujimorismo hace unas horas encierra varias exclamaciones, victorias y preguntas. La principal sorpresa resume el grado de desaprobación del gobierno y su pérdida de movimiento, y la igualmente asombrosa capacidad del presidente para sumar enemigos o evitar que se le junten. Si el agua y el aceite se han unido es porque ninguna fuerza fue capaz de impedirlo.
La misma moción, incluso si no es votada o no es aprobada, es una victoria de la izquierda, su principal impulsora, una pequeña venganza del Frente Amplio, acusado de plegarse al fujimorismo en diciembre, y de Nuevo Perú, acosado por haberse retirado de la votación. Fuerza Popular, el Apra y Acción Popular ganan menos, pero ganan porque están sacando la crisis del pantano al que había caído las últimas semanas y que lastra las instituciones. Sobre todo, ganan tiempo para intentar una decisión sobre la nueva moción de vacancia, crucial para ellos porque la anterior los había dividido.
Las primeras preguntas son del cuándo y cómo. Hemos ingresado de lleno a una transición que nadie puede poner fecha y adelantar su desenlace. En esa transición ciega se tienen por ahora solo dos opciones, la vacancia misma de la presidencia, y un pacto tácito por la permanencia de PPK en el poder, un pacto que ya no puede ser parlamentario sino por fuera de las instituciones.
Ahora mismo subsiste la duda sobre la decisión de PPK de acudir a la sociedad para desarmar la polarización pura y dura, o si nuevas renuncias en Fuerza Popular o la división de APP desmontarán el choque. Los actores de este drama sin guion no manejan todas las variables y por esa razón se tiene una iniciativa de vacancia con formato de interpelación: veamos que responde PPK y luego decidiremos.

Esta polarización pura y dura subordina, pero no suprime otros procesos paralelos que volverán a emerger con PPK en el poder o fuera de él, lo que hace de la vacancia una oportunidad y no una regularidad. Los procesos anticorrupción, el indulto, la acusación a los miembros del TC y al Fiscal de la Nación, la ley sobre publicidad estatal, la disputa Keiko-Kenji, y las elecciones regionales y municipales, hacen cola para darle contenido a esta transición, y para recordarnos que esta crisis que se asoma larga aun con cambio en la presidencia, se resolverá –si eso cabe- cuando los peruanos acudamos otra vez a las urnas para elegir un nuevo Gobierno y Congreso.

lunes, 31 de julio de 2017

Oleada divisionista y divisoria

http://larepublica.pe/politica/1064138-oleada-divisionista-y-divisoria
La República
La mitadmasuno
21 de julio de 2017
Juan De la Puente
La presente es una coyuntura excepcional del sistema, que muestra nuevos y más consistentes límites del modelo de democracia sin partidos que el año pasado volvió a ilusionar a más de un académico, al punto de sostener que habíamos franqueado sin problemas las puertas de un nuevo quinquenio de gobierno, contra el sentido común que sostiene que nos encontramos ante el fin del ciclo antipolítico.
No ha sido así. En pocos meses, ha colapsado la representación emergida de las elecciones. De los seis grupos que pasaron la barrera electoral, dos están divididos en facciones orgánicas (Apra y AP); otro ha consumado un divorcio a palos (Frente Amplio); un cuarto grupo se agita por tendencias centrífugas (PPK); y el quinto vive una disputa familiar extraña. Solo se salva Alianza para el Progreso (APP) quizás solo porque es un emprendimiento electoral, con más socios que militantes.
Desde la década de los sesenta (Apra, AP, Democracia Cristiana y Partido Comunista) el sistema no había experimentado un frenesí de divisiones o de sonadas disidencias. Las razones esta vez son distintas. La actual ola divisionista presenta un carácter inédito: nada ideológica, nada programática, muy poco principista, y eso sí, esencialmente administrativa. En dos de estas divisiones (Fuerza Popular y Frente Amplio), lo central son los reglamentos parlamentarios y en otros dos casos (Apra y AP), los estatutos.
Los grupos partidarios nunca se habían peleado tanto por tan poco. Visto como un fenómeno agregado, no se encuentran en disputa los proyectos sino las inscripciones legales. Divisiones profundas las de antes, cuando las guerras internas consistían en arrebatarle al adversario pedazos de militancia para construir nuevas colectividades. En este contexto, la militancia tiene poco interés para la batalla; solo recordemos que los tres partidos que ocuparon los primeros lugares en la primera vuelta del año pasado, Fuerza Popular, PPK y Frente Amplio, no superaban juntos los 15 mil militantes, a pesar de lo cual les ganaron a partidos como el Apra, PPC y AP, que juntos superaban medio millón de militantes.
En las actuales peleas, las formas hacen el fondo. Eclipsados o liquidados los líderes vigentes durante las últimas tres décadas, la nueva representación que parecía haber tomado la posta confronta tempranos problemas. Les falta ya no historia, que sería injusto pedir ahora, sino lo más elemental, les falta política, eso que le piden a PPK cuando en realidad se trata de una carencia generalizada.
Todas las divisiones a las que asistimos no movilizan sino desmovilizan, no politizan sino despolitizan, no ensanchan el escenario sino lo vacían de razones superiores. En el Apra, ya ni se discute al retorno a Haya, el leitmotiv de sus debates en la década pasada, y en Fuerza Popular no está en discusión el fujimorismo sino la capacidad decisoria de su lideresa, al punto que ha nacido –paradoja de paradojas– una corriente antifujimorista dentro del fujimorismo.
La baja política está en su hora estelar acompañando la crisis al parecer final de la antipolítica. Sucede no obstante que los hechos de esta crisis no permiten albergar esperanzas de una renovación del sistema, especialmente luego de que con un entusiasmo más o menos compartido los nuevos líderes han matado la reforma electoral, la llave que les podría garantizar la reproducción legitimada de su liderazgo. Parafraseando a PPK, se han suicidado un poco.

En cambio, lo que asoma es la contrapolítica, que es divisoria de las opciones éticas de lo público, una completa recusación a toda práctica política y el rechazo a un mínimo estándar de representación pactada, es decir, un vaciamiento de los más elementales principios republicanos. Si no se produce un pacto por una reforma profunda, la contrapolítica barrerá a los nuevos liderazgos y a sus grupos. Varias regiones del país, por lo menos un tercio de ellas, ya viven en contextos de contrapolítica. Por esa razón no me entusiasma el cuadro de rivalidades actuales y guerras que parecen ser del fin del mundo. No lo son.