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viernes, 16 de marzo de 2018

Fujimorismo y antifujimorismo juntos

http://larepublica.pe/politica/1208624-fujimorismo-y-antifujimorismo-juntos
La República
La mitadmasuno
9 de marzo 2018
Juan De la Puente
En menos tres meses, la ubicación de las fuerzas políticas ha cambiado radicalmente. Hasta antes del primer pedido de vacancia (diciembre 2017) la correlación de fuerzas presentaba tres bloques: 1) Fuerza Popular con la cercana colaboración de Acción Popular y el Apra; 2) el Frente Amplio, Nuevo Perú y los movimientos sociales, practicando con énfasis una política antifujimorista más insistente que su oposición al gobierno; y 3) el Gobierno y su bancada parlamentaria, con la cercana colaboración de Alianza para el Progreso (APP) y los gremios empresariales.
En este escenario de confrontación a tres bandas, los bloques 2 y 3 tenían una menor fuerza política. No obstante, el Gobierno, a pesar de sus cifras a la baja, usaba su capacidad de movimiento en tanto que se beneficiaba de la neutralidad de una parte de los medios de comunicación y del antifujimorismo de otros. Entonces era entendible que las principales tendencias fuesen más confrontación o un pacto entre PPK y el fujimorismo, para rebajar tensiones especialmente luego de la confianza al gabinete Araoz, es decir, mejorar el consenso a palos al que estaban condenados el Ejecutivo y Legislativo.
Luego de la frustrada vacancia y el indulto estamos en una etapa de polarización pura y dura. Después del reestreno del gabinete Araoz, a inicios de enero, hubo un momento en que parecía que el fujimorismo prefería un pacto tácito para preservar la institución de la presidencia, expuesta en la oposición de este grupo a la moción de vacancia anunciada por el Frente Amplio el 7 de enero.
Eso no ha sucedido. La imagen de una moción de vacancia presentada juntos por el fujimorismo y el antifujimorismo hace unas horas encierra varias exclamaciones, victorias y preguntas. La principal sorpresa resume el grado de desaprobación del gobierno y su pérdida de movimiento, y la igualmente asombrosa capacidad del presidente para sumar enemigos o evitar que se le junten. Si el agua y el aceite se han unido es porque ninguna fuerza fue capaz de impedirlo.
La misma moción, incluso si no es votada o no es aprobada, es una victoria de la izquierda, su principal impulsora, una pequeña venganza del Frente Amplio, acusado de plegarse al fujimorismo en diciembre, y de Nuevo Perú, acosado por haberse retirado de la votación. Fuerza Popular, el Apra y Acción Popular ganan menos, pero ganan porque están sacando la crisis del pantano al que había caído las últimas semanas y que lastra las instituciones. Sobre todo, ganan tiempo para intentar una decisión sobre la nueva moción de vacancia, crucial para ellos porque la anterior los había dividido.
Las primeras preguntas son del cuándo y cómo. Hemos ingresado de lleno a una transición que nadie puede poner fecha y adelantar su desenlace. En esa transición ciega se tienen por ahora solo dos opciones, la vacancia misma de la presidencia, y un pacto tácito por la permanencia de PPK en el poder, un pacto que ya no puede ser parlamentario sino por fuera de las instituciones.
Ahora mismo subsiste la duda sobre la decisión de PPK de acudir a la sociedad para desarmar la polarización pura y dura, o si nuevas renuncias en Fuerza Popular o la división de APP desmontarán el choque. Los actores de este drama sin guion no manejan todas las variables y por esa razón se tiene una iniciativa de vacancia con formato de interpelación: veamos que responde PPK y luego decidiremos.

Esta polarización pura y dura subordina, pero no suprime otros procesos paralelos que volverán a emerger con PPK en el poder o fuera de él, lo que hace de la vacancia una oportunidad y no una regularidad. Los procesos anticorrupción, el indulto, la acusación a los miembros del TC y al Fiscal de la Nación, la ley sobre publicidad estatal, la disputa Keiko-Kenji, y las elecciones regionales y municipales, hacen cola para darle contenido a esta transición, y para recordarnos que esta crisis que se asoma larga aun con cambio en la presidencia, se resolverá –si eso cabe- cuando los peruanos acudamos otra vez a las urnas para elegir un nuevo Gobierno y Congreso.

domingo, 18 de febrero de 2018

El club de la destrucción

La República
La mitadmasuno
16 de febrero 2018
Juan De la Puente
Desde hace semanas, ningún actor institucional o individual acumula políticamente en este período de búsqueda de alternativas, una señal de alerta respecto a las fallas en las estrategias de partidos y movimientos de cara a los otros actores, y esencialmente frente la sociedad. Los grandes anuncios y esfuerzos con escasos resultados son el reflejo de una interpretación equivocada o por lo menos incompleta de la actual etapa del país.
Por lo pronto, la derecha e izquierda no son premiadas por la opinión pública, probablemente porque han reducido sus estrategias en la disputa por la presidencia de la República, perdiendo de vista aspectos cruciales de la agenda más allá del cambio en ese cargo público. El juego vacancia, renuncia y permanencia no suministra certezas desde ningún sector a la sociedad, y en cambio fortalece la incertidumbre. Las opciones centristas también han caído, una anormalidad contra el manual, que reza que la tensión entre los extremos permite la oportunidad a una tercera alternativa.
Las múltiples debilidades en esta crisis están pasando factura, y se ven reflejadas en las últimas encuestas, especialmente en la más reciente de Ipsos Perú. El rasgo central en lo que concierne a los líderes e instituciones son las altas cuotas de desaprobación. Por esa razón, la idea de una dinámica política perfecta gobierno vs oposición, donde lo que pierde uno lo gana el otro, se ha convertido en extremadamente relativa.
Quizás sea el momento de preguntarse si el actual esquema de confrontación reportará beneficios a los actores. Incertidumbre más debilidad no son necesariamente inherentes a toda crisis. En nuestro caso, están atadas a un juego estrictamente parlamentario y elitista que impide la participación, el dialogo social, la consulta y el debate ciudadano. La imagen de un ring donde se golpean varios jugadores por mucho tiempo ante un público que solo silba o aplaude, se desgasta irremediablemente.
Una explicación de esta afanosa infertilidad de los liderazgos es que hay más crisis “arriba” que “abajo”, y la enorme imposibilidad de las élites de contagiar al país su ansiedad por superar este momento o por lo menos impactar con nuevas grandes ideas respecto al futuro cercano. La enorme brecha aprobación/desaprobación de lideres e instituciones impide a la opinión pública diferenciar las estrategias inmovilistas de las de cambio, y es probable que para los ciudadanos la elite peruana sea un club de la destrucción, internamente indiferenciada.
Así, la situación actual tiende a empantanarse en tanto que todos los progresos siempre serán pequeños. Por ejemplo, el sentido común en favor de la salida de PPK de la presidencia es mayoritario, pero no abrumador. Frente al 54% de quienes creen que debe apartarse del poder se tiene más de un 40% que cree que debe mantenerse. Si 4 cada 10 peruanos afirman que el presidente debe quedare en el poder, es evidente un cuadro extraño que puede resumirse así: es un problema que PPK se quede, pero también es un problema que se vaya. El primer beneficiado de esta inercia es el mismo PPK.
Hasta nuevo aviso –una nueva denuncia, los 87 votos de una vacancia no express y una demanda activa de la calle – el Congreso se debilitará como el vértice de los esfuerzos que resuelvan este empate de fuerzas agotadas con estrategias incompletas. En tanto, no emerge ningún espacio que vía el Gobierno o la oposición activen una respuesta política y social tanto a la crisis como a la agenda pública abandonada. Las elecciones municipales y regionales que podrían ser el elemento dinamizador se anuncian en un formato de harta publicidad y escasa movilización.

A pesar se ello, las tendencias en pugna entre la salida de PPK del poder y la inercia que lo mantiene en la presidencia, puede ser dinamizada desde los movimientos sociales, a través de un gran diálogo social, nacional y regional, sobre los elementos de este período. Sin la presencia efectiva de los ciudadanos, esta etapa de gran inestabilidad se perderá como una gran oportunidad de construir una agenda para el futuro.

Cinco canciones de desamor

La República
La mitadmasuno
9 de febrero de 2018
Juan De la Puente
Sea cual fuese el desenlace de este periodo de gran desequilibrio, los peruanos debemos aprender a convivir con la crisis. Esta es profunda, será larga, y quizás se asemeje al largo período en que coexistimos con la inflación. En este punto se aprecia una brecha entre la entendible angustia de la elite peruana y los medios por una solución inmediata y definitiva del actual estado de cosas, y cierta abulia de la sociedad cuya agenda en más amplia y cotidiana.
Es preciso tener en cuenta algunos elementos de este proceso.
1.- La incertidumbre. Desde hace cinco años, cuando se desató la guerra política entre la reelección conyugal y los llamados “narcoindultos” nos hemos acostumbrado a vivir en la inestabilidad. Ahora debemos acostumbrarnos a vivir en la incertidumbre, que es mayor que a inicios del Gobierno y cuyos componentes más frecuentes son las nuevas revelaciones, los giros de los actores y las decisiones judiciales en los casos de corrupción. La incertidumbre es el principal factor de esta crisis a lo que habría que unir nuestra gigantesca capacidad de resiliencia política, la tolerancia de un pueblo que ha tenido tantas caídas y tragedias más dolorosas en las últimas décadas.
2.- Múltiples debilidades. Comúnmente se alude a la crisis del Gobierno y a la debilidad de PPK. Siendo ello cierto, esta es también una crisis de la oposición y visto el curso ciudadano, una crisis de la sociedad movilizada, escasamente movilizada. Este hecho impide que los actores ejecuten sus estrategias por completo y fragmenta las opciones, presenta un cuadro de superposición de iniciativas inviables o que quedan a medio camino. Por ejemplo, ha sido derrotada la primera vacancia y no se ha concretado la segunda y, del mismo modo, tanto el nuevo gabinete no ha terminado de legitimarse como que se ha desgastado la movilización de la calle.
3.- Etapa desconocida de las relaciones políticas. No estamos en una situación límite, pero muy cerca de ella desde hace casi 60 días. La crisis evoluciona con notable lentitud, desenvolviéndose en varios tiempos en un ritmo que pareciese en cámara lenta. En ese contexto, el vanguardismo de la calle –el primer actor en pedir adelanto de elecciones en un porcentaje significativo- ha cedido al de los medios y partidos. Estos últimos desempeñan un activismo inédito, al punto que hacen públicas sus negociaciones para la sustitución del presidente de la República.
4.- Mientras no se dibuje un consenso político en favor de una salida cierta, que deberá ser política, los movimientos en favor de la crisis son inmensamente mayores que aquellos que pretenden conjurarla. Casi todos los acercamientos, apuestas y posicionamientos no tienen como propósito la gobernabilidad o por lo menos la estabilidad, sino la formación de coaliciones para la batalla. El país es un gran espacio de conspiración y, al mismo tiempo, de confrontación, del que quizás se excluya –quizás- a las fuerzas armadas y a los bomberos. El efecto de este cuadro es el extravío de la agenda pública o su extremo encogimiento. Por ejemplo, en medio de este escenario de maquinación cotidiana se está pasando de largo el importante debate sobre la concentración de determinados mercados.

5.- El juego de la vacancia o renuncia del presidente ha copado la discusión del actual estado de cosas, una apuesta ineludible pero cortoplacista que extrae una variedad ilimitada de argumentos que no trascienden al mediano plazo. La pregunta sobre el día siguiente de un hipotético cambio en el nivel más alto del gobierno del país no ha sido planteada, así como las condiciones de la gobernabilidad en caso se concrete ese supuesto. Este hecho no está relacionado obviamente con una falta de imaginación de los líderes políticos sino con la ausencia de un compromiso más coherente con el futuro del país. En este compás de estrategias exclusivamente partidarias, se advierte la falta de un proyecto de país a pesar de la crisis o para salir precisamente de ella. Por eso se conspira más de lo que se debate y se grita más de lo que se acuerda.