La Republica
La mitadmasuno
8 de julio 2018
Juan De la Puente
Recomiendo
vivamente el reciente libro de Carlos Tapia sobre el periodo de violencia
política y lucha contra el terrorismo que afectó el país (Tapia, Carlos 2018.
Tiempos oscuros, 1983-1995. Lima: Editorial Otra Mirada), un texto que irrumpe en
la discusión sobre el pasado y presente senderista, aportando minuciosamente a
la reflexión sobre el carácter de su derrota, en momentos en que se cuestionan
los elementos que forman una memoria única de esos aciagos años.
Tapia aporta y estudia hechos y documentos, y
contextualiza las estrategias que estas imprimieron. Analiza, por ejemplo, el
giro en la lucha contrasubversiva a finales de los 80 para corregir clamorosos
errores, en favor de un modelo integral que incluía lo político, económico y
sicosocial, un esfuerzo que se concretó en el Manual
M41-7 llamado “Guerra no convencional. Contrasubversión”, aprobado
en agosto de 1989, pocos meses después de que se iniciaran las investigaciones
encubiertas de la DIRCOTE, que terminaron en la creación del GEIN.
En este viraje (1988-1991) se adoptaron dos
decisiones que cambiaron el curso de la guerra interna, el congreso senderista
de 1988 que se propuso alcanzar el “equilibrio estratégico” y la masiva
organización de la sociedad a través de las rondas y autodefensas armadas, que
permitió establecer una nueva relación con la población desde una lógica
participativa, contra la política senderista de sometimiento de los civiles
mediante el terror. La autodefensa fue una gesta compleja y no ausente de
excesos, abordada por la Comisión de la Verdad y Reconciliación (Informe CVR
tomo II) y poco estudiada luego; a fines de 1991, en Ayacucho estaban
organizadas en comités de autodefensa 836 comunidades y en 1994 las FFAA
registraron allí 1.564 comités, con 61.450 miembros y 5.583 armas. A nivel
nacional existían ese año 4.205 comités, con 235.465 integrantes y 16.196 armas
(Del Pino, Ponciano 1996 en Las rondas campesinas y la derrota del PCP Sendero
Luminoso. Lima: IEP).
El texto de Tapia insiste en el concepto de
memoria que proyectó hace 15 años la CVR y que ahora sufre una embestida que
pretende sustituirla por una memoria sesgada, donde la imagen de heroísmo está
esencialmente reservada a las FFAA y la policía. De todos los errores del
intento de construir un registro conservador de la lucha contra el terrorismo,
el más serio es la militarización de la memoria, y la expulsión de ella -o su
ocultamiento- de la sociedad organizada, los partidos políticos y las autoridades
civiles.
Siempre me pareció equívoco que el Apra no
pugnase por recuperar como un acierto de su gobierno el inicio de este giro
crucial de la estrategia antisubversiva, y que se conformase con adjudicarle a
Fujimori el éxito de ese cambio. Tapia documenta la tendencia que jugó en este
viraje la serie de golpes a la estructura senderista, especialmente a su cúpula
entre 1988 y 1990, y deja claro que al terrorismo lo derrotó un enfoque
político reflejado en una estrategia militar.
La épica civil en la derrota del terrorismo es
imprescindible, y forma parte de una sola memoria –indivisible- y que sigue
buscando justicia y reparación. De acuerdo a los datos proporcionados por el
Apra a la CVR, mil 300 militantes de ese partido fueron asesinados de manera
selectiva o en atentados colectivos, la mayoría de ellos gobernadores y
tenientes gobernadores. De acuerdo a un texto del entonces senador Sandro
Mariátegui publicado en 1986 (Acción Popular en la lucha: un Partido a imagen y
semejanza del Perú), entre mayo de 1982 y mayo de 1985, el terrorismo asesinó a
80 autoridades de ese partido, mientras que, según Tapia, los militantes de los
partidos de Izquierda Unida asesinados por SL superarían los 450, sin contar a
las víctimas de asesinatos y desapariciones forzadas de las FFAA y de la
policía, varios de cuyos casos fueros judicializados. Asimismo, en el periodo
de violencia fueron asesinados 248 alcaldes, 161 de los cuales, en manos de SL,
y que ahora mismo centenares de peruanos se encuentran exiliados en América y
Europa. A ellos tampoco se les puede negar la memoria.