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domingo, 4 de septiembre de 2016

Sobre el Apra y su congreso

Una nota sobre el congreso del Apra, que genera más fisuras personales que de opciones, escritas con aprecio y respeto.
1.- Creo que más allá de la derrota de este año, el problema del Apra reside en que desde hace más de dos décadas no ha podido generar un consenso interno mínimo sobre todo político que requieren los grandes y viejos partidos. Incluso luego del retorno de AGP al país, esta imposibilidad fue crucial para resolver el problema de una dirección coherente, activa, eficaz y compartida. Creo, a diferencia de lo que discuten ahora los apristas –que lo orgánico bloquea su perspectiva política- que es lo político lo que condiciona sus asuntos internos. El Apra no tuvo candidato presidencial el 2011 y antes en Lima el 2010 por razones esencialmente políticas, y perdió las elecciones por los mismas motivos.
2.- El Apra ha dejado de tener un gran motivo; luego de ganar las elecciones del 2006, que fueron su gran reivindicación histórica luego del fracaso 1985-1990 y el ostracismo 1990-2000, ha perdido valores ideológicos y políticos, expresión simbólica de lo cual es el artículo El Perro del Hortelano, de Alan García, la puerta hacia un gran vacío más que un cambio de postura.
Frente a este vacío, hasta hace algunos años, la izquierda y la derecha aprista aun debatían entre dos explicaciones de la crisis. La izquierda sostenía que todo se debía a un abandono consciente y sucesivo por parte del liderazgo partidario de las raíces apristas, particularmente del pensamiento político de Haya. La derecha aprista aducía que el Apra es víctima de la gradual extinción de los valores que cimentaban su fuerza y le daban sentido a su representación, una especie de envejecimiento político que necesita conjurarse con una modernización menos hayista.
3.- Eso ya no se debate o se discute muy poco. De lo que he podido apreciar, existe una discusión esencialmente institucionalista y generacional. Se debate como debería funcionar el Apra, la edad de sus líderes y la relación con el simbolismo.
Más Haya o menos Haya creo que es un error de partida si solo se refiere a una discusión del pasado; igual si el debate es más o menos Alan. Creo que el desafío del Apra pasa por recuperar el compromiso y activismo social que alimentaba al partido y lo legitimaba socialmente. El Apra debe volver a tener un gran motivo, una gran causa, una gran razón, que ahora no lo tiene, más que un nuevo gran líder.
4.- No me queda duda que el Apra necesita una representación política de cara a la sociedad pero no creo que el eje de ese desafío sea encontrar un nuevo Alan o alguien parecido a él. Creo que, al revés de lo que piensan algunos, la clave del futuro no es cómo suprimir a Alan sino como convivir con él a pesar de un divorcio orgánico. Creo que eso pasa también por tener una teoría de partido, la renovación interna, una cruzada contra la corrupción interna y las redes clientelares y de una posición frente a la reforma política, el antiaprismo, pero sobre todo de un gran motivo respecto del Perú.

viernes, 9 de octubre de 2015

Antifujimorismo y antialanismo, nuevas claves

http://larepublica.pe/impresa/opinion/707473-antifujimorismo-y-antialanismo-nuevas-claves
La República
La mitadmasuno
Juan De la Puente
2 de octubre de 2015
Dos de los más acendrados “antis” en la política peruana son los que atañen a Keiko Fujimori (KF) y Alan García (AGP). Los discursos contra ambos han sido formas poderosas de comunicación utilizadas para simbolizarlos como un peligro como para cimentar una férrea identidad defensiva de sus partidarios. De hecho, es un sentido común que KF perdió las elecciones del 2011 gracias a una recreación tardía y exitosa del antifujimorismo.
Parece que KF ha aprendido a manejar ese “anti” sobre todo porque se trata del viejo antifujimorismo cuyo principal símbolo es su padre. Este “solo” es polémico: un sector cree que no se necesita más que activar la percepción selectiva de los años noventa pero otros sostienen que el país ha asimilado y olvidado los crímenes del gobierno de esa década.
La campaña contra KF se sustenta en un discurso publicitario con énfasis en condenables actos de Alberto Fujimori: 1) la corrupción y el papel en ella de Vladimiro Montesinos; 2) las violaciones de los DDHH; 3) la fuga al Japón y la renuncia por fax; 4) los familiares perseguidos por la justicia; 5) los maltratos a Susana Higuchi; 6) el golpe del 5 de abril de 1992; y 7) la compra de los diarios chicha.
Lo que falla en este discurso es la comunicación sin política; esta –la política– no ha sido empleada o, para ser más exactos, contiene poca valoración política entendida como crítica a lo que ahora es KF y no solo lo que ha sido o sigue siendo.
No existe un nuevo antifujimorismo, a pesar de que hay razones para ello. Es extraño, por ejemplo, que no se insista en el férreo compromiso del fujimorismo con los aspectos más excluyentes del modelo económico, las denuncias contra sus nuevas adquisiciones y sus conflictos orgánicos en varias partes del país.
KF está logrando construir una segunda identidad del fujimorismo o, si se quiere, una identidad compartida donde ella adquiere un peso propio y se debilita la proyección de Alberto Fujimori. Esta apreciación puede ser cuestionada –otra vez desde la publicidad– pero merece un mínimo de discusión, especialmente luego de su presentación en Harvard en la que pareció postular un “postalbertismo” cuyo atributo es una menor excitación ideológica que aquella que los marca como radicales peligrosos para la democracia.
García supo manejar el antialanismo. El 2006 disolvió en parte la polarización entre Lourdes Flores y Ollanta Humala y se coló por el centro, diluyendo un parte su “anti” y construyendo otro más agresivo, el antihumalismo. En su segundo gobierno construyó un segundo alanismo que logró arrinconar al primero aun a pesar de la posterior guerra centrada en la Megacomisión que AGP ganó en términos políticos y legales.
Sin embargo, los narcoindultos y otras nuevas acusaciones han parido un nuevo antialanismo que se relaciona con una “nueva” corrupción encarada con respuestas tradicionales. Al contrario de lo que sucede con KF, contra AGP se dirige un discurso en el que lo publicitario y político lucen eficaces, sean o no veraces: 1) García debilitó la lucha contra el narcotráfico indultando no a centenares sino a miles de mafiosos; 2) una mafia organizada lucraba con los indultos y de esto se beneficiaban un grupo de militantes apristas; y 3) AGP no ofrece garantías de que un tercer mandato suyo sea transparente.
El Apra se ha resistido a reconocer este nuevo antialanismo, al que combate con la clave de lo viejo. Sus líderes aducen que es el antiaprismo de siempre y que ellos resistirán como siempre a este embate conocido, un arma eficaz para la cohesión interna pero de dudosa utilidad con las masas. La posibilidad de disculpas públicas por lo narcoindultos que inicien a un giro programático ha sido bloqueada, y en cambio la idea de sacar a los militares a la calle suena a una huida hacia adelante.
Así, las diferencias en la intención de voto no pueden explicarse con el argumento de una campaña aún en ciernes sino por la insuficiencia de un antiguo “anti” que favorece a KF y la eficacia de uno nuevo que perjudica a AGP.