Blog sobre cultura y política. Artículos publicados en la prensa y comentarios de temas actuales. El título, Kotosh, se refiere al templo más antiguo de la sierra peruana construido hace 4 mil años, valiosa evidencia de la arquitectura preinca. Su símbolo son las manos cruzadas. Está muy cerca de Huánuco, la ciudad donde nací, mi añorada tierra.
viernes, 6 de mayo de 2016
Rafo León y el fin de la ironía
martes, 3 de mayo de 2016
Rafo León y el odio de varios siglos
miércoles, 23 de abril de 2014
La sociedad de la náusea
domingo, 16 de febrero de 2014
No eres tú, soy yo
viernes, 31 de enero de 2014
Una épica sin ideas
jueves, 21 de abril de 2011
Vargas Llosa y los liberales
La República
21 de abril 2011
Juan De la Puente
http://www.larepublica.pe/21-04-2011/mvll-y-los-liberales/
Mario Vargas Llosa ha deconstruido el dilema electoral del sida vs. el cáncer que acuñó para simbolizar el centro político que naufragó el 10 de abril. Lo hace quizás porque siempre fue una figura que asumía la idea del mal irreversible que un libertario como él rechaza, un falso dilema que paraliza la acción política. Lo ha reemplazado por otro dilema, resoluble, ético y terrenal, entre un mal absoluto, la dictadura, y un mal relativo, el cambio plagado de sospechas y tentaciones, incluida la deriva autoritaria.
MVLL pone en apuros, por segunda vez en 20 años, a aquella elite política y empresarial que navegó la década democrática con la bandera liberal. Con ella les fue muy fácil apoyar a Toledo contra García el 2001 y a García contra Humala el 2006. Sin embargo, en estas elecciones, con opciones ideológicas más nítidas, estaban usando el mismo emblema para decantarse contra Humala en nombre de la libertad. Vargas Llosa les ha cortado esa ruta.
La referencia de MVLL a Sartre en su intervención en Buenos Aires no es gratuita. En Sartre, el hombre es consciente de su libertad como un valor propio y no concedido. En relación a ello no en vano el francés diferenciaba la angustia del miedo; para él, el miedo es individual y paraliza, en tanto que la angustia es creadora, colectiva y obliga a elegir.
Todo indica que como hace 20 años esas elites abandonarán a Vargas Llosa y a su liberalismo inoportuno, quizás porque son menos liberales de lo que pensaban o porque nunca dejaron de ser, con excepciones, esa derecha peruana conservadora, patrimonialista y generalmente mercantilista, que disfruta de la libertad económica pero desdeña la libertad política o la sacrifica sin contemplaciones.
Como hace 20 años, perderán la oportunidad de generar un movimiento propio emancipado del poder económico, ubicado en la sociedad y no solo en las gerencias. En aquel momento, un pequeño y digno grupo liberal se puso al lado de la libertad y de MVLL mientras la mayoría se enrolaba en el autoritarismo y la antipolítica. Algunos náufragos de esa generación se reliberalizaron, pero el resto continuó su camino.
Ahora, MVLL con su liberalismo ético, el único liberalismo posible, dispara una nueva diáspora. Es triste que, así como no deja de ser extraño que la década democrática no haya producido partidos sino antipartidos, nuestro pujante mercado produzca tan escasos liberales.
sábado, 18 de diciembre de 2010
Una pregunta incómoda: ¿Habrá siempre democracia?
El análisis de Sánchez-Cuenca no se afirma en la negacíon de la democracia sino en la observacion de sus cambios en Europa. Señala que las democracias desarrolladas que conocemos, las llamadas democracias liberales, se construyen sobre dos principios complementarios. Por un lado, el principio de igualdad política, en virtud del cual todos los ciudadanos, con independencia de su género, edad, etnia, riqueza, educación, etcétera, tienen el mismo derecho a participar en la vida política. Nadie puede ser discriminado por alguno de los motivos mencionados. La libertad de expresión, la libertad de reunión y el derecho de voto son manifestaciones claras del principio de igualdad.
Señala que, por otro lado, el principio de autogobierno, que establece que las decisiones colectivas han de tomarse en función de las preferencias de los ciudadanos y no en función del criterio de los sabios, los aristócratas, la divinidad o los poderosos. Teniendo en cuenta que los ciudadanos, casi siempre, se encuentran divididos y tienen ideas distintas sobre lo que debe hacerse, se recurre a la regla de mayoría, que es la regla que minimiza el número de gente que está en desacuerdo con la decisión adoptada.
El profesor español asegura la tendencia en Europa, agravada durante la crisis económica, consiste en ir abandonando paulatinamente el principio del autogobierno. Mientras que los derechos que garantizan la igualdad política se mantienen estables y tienen una solidez envidiable, las decisiones de los representantes políticos cada vez guardan una conexión más lejana con las preferencias individuales de los ciudadanos.
Así, dice, los Gobiernos han de actuar dentro de los estrechos márgenes que les dejan los tribunales constitucionales, los bancos centrales independientes, las agencias reguladoras y las instituciones supranacionales a las que deben obediencia. Y han de responder además a las presiones materiales de los mercados y los poderes económicos. En estos momentos de crisis, por ejemplo, los gobernantes de los países democráticos parecen contentarse con no ahogarse en la tormenta financiera, sacando la cabeza por encima del agua, pero sin conciencia de la dirección en la que les empuja la tempestad.
Anota que es muy preocupante que en la esfera pública vaya cundiendo la impresión de que el buen gobernante, el hombre de Estado, es aquel que abandona los compromisos adquiridos con la ciudadanía y adopta, por "responsabilidad", medidas impopulares. Parece como si el certificado de buena conducta del gobernante se expidiera en función del grado de impopularidad de la política llevada a cabo.
Finaliza que no cabe descartar entonces que los Gobiernos dejen de ser representativos en algún momento. Dice que eso no quiere decir que vayan a actuar siempre al margen del sentir mayoritario de la sociedad, pero si atienden a las demandas ciudadanas será en todo caso por cálculo o conveniencia, no porque el sistema político se construya en torno al principio de que las decisiones colectivas estén determinadas por las preferencias individuales. Con seguridad seguirán existiendo medios de comunicación libres, grupos de presión y toda clase de asociaciones, pero quizá no partidos políticos. En la hipótesis más favorable, se mantendrían las elecciones, pero los candidatos y sus plataformas de apoyo tratarían de destacar sobre sus rivales únicamente por su capacidad de gestión y no por sus diferencias ideológicas. Y si la integración supranacional continúa, la relación entre la ciudadanía y los decisores será cada vez más débil, como ya se aprecia en el funcionamiento de la Unión Europea.
Según Sánchez-Cuenca, el principio liberal seguirá ganando peso frente al principio democrático. Habrá, por tanto, algo parecido a un Estado de derecho, a escala supranacional probablemente, que garantice tanto los derechos individuales como el entramado institucional que requiere una economía capitalista global. En ese marco, la gente tendrá capacidad de influencia sobre todo en el ámbito local, donde podrían desarrollarse prácticas democráticas más puras que las que conocemos actualmente, pero sin que los cambios locales puedan en todo caso extenderse más allá, derivando en cambios sociales de mayor alcance.
En un punto que compartimos de algún modo, que es materia de dos artículos que preparo para prever lo que tendrá el Perú luego del fin del sistema de partidos que hemos conocido desde 1980, señala que el futuro que nos aguarda no pasará por Gobiernos despóticos o autoritarios. Sí, en cambio, por formas de dominación difusas y tecnocráticas, compatibles con el ejercicio de la libertad individual. Sería el triunfo del liberalismo, que siempre ha mantenido una relación incómoda y tensa con el principio democrático.