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viernes, 2 de septiembre de 2016

La Gran Oscilación

http://larepublica.pe/impresa/opinion/791441-la-gran-oscilación
La República
La mitadmasuno
5 de agosto de 2016
Juan De la Puente
El voto de confianza al gabinete no será un problema mayor, por lo menos en relación al primer gabinete del Gobierno de PPK. Quizás importe más si el debate desgastará al equipo que preside Fernando Zavala o si, por el contrario, el tono será de una exigencia no corrosiva. Ese resultado dependerá de la oposición; del calado del programa que lleve el Gobierno, una agenda por ahora estrecha y en la que no se incluye con nitidez la descentralización, la reforma política y las ofertas electorales sobre derechos; y sobre todo del temperamento de una sociedad poco tolerante a los políticos.
Superado el voto de confianza, tendremos hasta diciembre dos hitos ya programados que medirán la tirantez entre el Gobierno y el Congreso: la delegación de facultades y la aprobación del presupuesto del año 2017. El resto quedará librado a un péndulo o vaivén, una sucesión de microciclos políticos de baja, alta y extrema tensión.
De la Gran Transformación (solo de nombre, claro) estamos pasando a la Gran Oscilación, en la que recae finalmente la inédita gobernabilidad que originaron las vueltas electorales de abril y junio. Este cuaderno en blanco ha empezado a escribirse por varias manos y ante la ausencia de grandes pactos y estrategias explícitas, gran parte de esa gobernabilidad se elabora en borrador.
Se advierten cuatro procesos que impactarán en ese vaivén: 1) el control político del Congreso; 2) las iniciativas del Ejecutivo, particularmente en seguridad y economía; 3) el programa legislativo del Parlamento, especialmente el del fujimorismo; y 4) las demandas de las regiones y de la calle, o sus respuestas a las decisiones de los poderes públicos.
Es una pena, pero estos grandes procesos dependerán más de la pequeña política, de las palabras y de los gestos, y en esa dirección debemos prepararnos para un juego perverso y vicioso de sensibilidades, agresiones, ofensas y perdones. En los primeros meses, la política macro deberá hacer esfuerzos para abrirse paso ante la falta de voluntad de la mayoría de los medios y de los líderes para jerarquizar la agenda pública.
La oscilación es un mal camino. Su principal efecto será socavar la legitimidad de los poderes elegidos, una secuela natural en un país que cuenta con una larga crisis de representación pero ahora en clave más acelerada.
Una agenda pública oscilante y librada a la micropolítica es siempre una agenda de corto plazo, precaria y de poca profundidad. En esa perspectiva, es probable que los grandes temas de la campaña sean encarados con pequeñas medidas y que el minimalismo sea el temperamento dominante entre los decisores.
En ese contexto, por ejemplo, existirán pocas posibilidades de relanzar la descentralización y en este caso la receta minimalista será un shock de inversiones, que no es lo mismo. Sucedería lo mismo con las reformas institucionales; en este caso, la saludable creación de la Procuraduría General de la República sería la medida minimalista de cambios de profundidad, como la reforma judicial misma, el cambio del procedimiento de elección del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), la muerte civil de los corruptos o la refundación de la Policía Nacional.
Este desenlace podría evitarse si se producen dos giros de timón en el escenario al que nos introducimos: 1) el establecimiento de una agenda macro desde los poderes elegidos: y 2) la gestación de alianzas por cada uno de los temas macro. Citando los cuatros casos señalados –reforma judicial, CNM, muerte civil y PNP– el Ejecutivo y todo el Legislativo juntos tendrían un éxito político resonante si le entregan al país estos cambios que mejorarían sensiblemente la percepción sobre el futuro por parte de la sociedad.
A pesar de tal posibilidad que parece estar a la mano, la ruta de las agendas separadas y precarias parece trazada. Nos espera la alianza entre la micropolítica y el minimalismo. No lo merecemos. Porque hemos votado por más.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Un pacto electoral de verdad

http://larepublica.pe/impresa/opinion/19140-un-pacto-electoral-de-verdad
La República
La mitadmasuno
31 de julio de 2015
Juan De la Puente
En el Perú aplicamos magistralmente la sentencia de Shakespeare de que “el mundo entero es un escenario” o las sabias recomendaciones de Maquiavelo sobre la intensa relación que deben guardar el arte del gobierno y el arte de la escena. Al fin y al cabo, es imposible que la política no sea teatro. Lo es desde sus orígenes, porque así también se entiende la representación; desde Grecia, el drama es actuación y representación al punto que teoría y teatro son hermanos de sangre.
Nuestra crisis política ha degradado los contenidos en favor de una excesiva teatralización de lo público, a lo que los medios contribuyen y organizan. La producción de símbolos e imágenes a cargo de políticos y comunicadores se realiza con una pérdida de independencia que perjudica a los grupos políticos y a la noticia misma.
La producción escénica este año es fascinante. El actor político peruano se ha esmerado y ha sido más actor que político, al punto que con frecuencia se olvida de que no solo es lo primero sino también lo segundo. Lo que aparece como un ciclo de tensión extrema y ascendente, ha sido en realidad una sucesión de micro-ciclos teatralizados en los que las agudas imágenes de confrontación son sucedidas por etapas de cooperación.
A la derogación de la “Ley Pulpín” que arrinconó al gobierno, le sucedió el diálogo promovido por la premier Ana Jara. Luego, en pocas semanas arribamos a un tercer micro-ciclo sobre los reglajes de la DINI que culminó en su fulminante censura. Y cuando creíamos que el país incendiaría si Pedro Cateriano era designado premier, iniciamos otro micro-ciclo de cooperación con apretones de mano incluido, el mismo que fue sepultado por un quinto período simbolizado por los sucesos de Tía María, la fuga y recaptura de Martín Belaunde, la primera visita de Nadine Heredia al Congreso y el inicial boicot de la oposición de votación de la delegación de facultades.
A esa máxima tensión le sucedió el abrumador voto de la oposición a favor de la delegación de facultades. La tensión reapareció con ocasión de la elección de la Mesa Directiva y luego de la derrota del oficialismo parece que ingresaremos a una rebaja de la confrontación. Hasta un nuevo aviso.
Queda claro que tanto los políticos como los medios realizan un manejo “profesional” de la escena pública, sin desconocer por ello la veracidad de diferencias y coincidencias. No obstante, esta producción es más proclive a la tensión que a la cooperación. Organizar el desacuerdo nacional es más fácil que el acuerdo porque no requiere  de contenidos; basta algunas palabras subidas de tono, alguna criollada o insulto, y tenemos escena.
Convendría que los líderes más importantes piensen en la posibilidad de producir un escenario que permita ciertos acuerdos para que las elecciones del 2016 no se parezcan a las del año pasado, es decir, repletas de pesimismo y bulla, sin ideas y sin programas. Si el asunto se deja a la producción de lo fácil es probable que luego de las elecciones el sistema se encuentre más debilitado y se complique un tanto más la acción de gobierno. Quien aspire a dirigir el país debería preocuparse por un inicio de mandato más legítimo.
Sería conveniente aprovechar la “capacidad escénica instalada” para promover la suscripción de un pacto electoral adelantado. No me refiero a los pactos éticos que todos suscriben y que nadie cumple. Me refiero a la producción de un acuerdo que, con la participación de los organismos electorales incluya compromisos de no reelección de los legisladores sancionados por la Comisión de Ética del Congreso o sobre los que pesan investigaciones; la transparencia informativa on line de los aportes financieros privados; las limitaciones a los gastos personales de campaña y privilegio de la campaña electoral por lista; la no inclusión de candidatos sospechosos de vínculos con actividades ilícitas; la elaboración de las listas evitando el fichaje de independientes portadores de dinero; y la presentación antelada de los programas de gobierno.