Por Juan De la Puente
Comparto
siete tips muy cortos sobre la crisis mortal del Frente Amplio, en un tono
menos dramático de lo que leído en las últimas horas.
Foto Gestión. |
1.-
El Frente Amplio que hemos conocido hasta ahora, ha muerto para el tiempo de la
política. Tardará algún tiempo en ser enterrado pero es obvio que ha dejado de
existir. Y ha muerto por suicidio más o menos convenido. Ahora, el dilema de la izquierda es nuevo y
reside en lo siguiente: si lo que fue el Frente Amplio será reemplazado por un
nuevo frente y pacto –llámese como se
llame- que siga reuniendo al partido que lidera Marco Arana y a los
grupos que lidera Verónika Mendoza en otras condiciones, o si por el contrario
cada una de estas tendencias seguirá un camino propio.
2.-
Ninguna de las dos salidas sería terrible. La crítica a esta crisis mortal del
FA no puede ser plana. Algunas de las reacciones que he leído desde la misma
izquierda son poco respetuosas de un proceso que desde hace meses tenía vida
propia porque está alimentada de proyectos divergentes. Cuando leo frases “otra
vez la izquierda dividiéndose” o “dos soles no pueden brillar en un mismo cielo”
pienso que quizás el problema sea el pueblo izquierdista –incluida la izquierda
social- preso del trauma de la unidad desde su niñez política y poco preocupado
en lo que creo ahora importa mucho más, la identidad.
3.-
Me parece hasta cierto punto natural el modo en que se han emplazado las dos
tendencias. Arana y Tierra y Libertad (TyL), persisten en una construcción orgánica
que refleje una izquierda pos-socialista llevando el programa ambiental a su
más alto nivel político. Ese proyecto no es ahora un proyecto de poder en el sentido
de gobierno, sino el esfuerzo por construir un sujeto social consciente, organizado,
colectivo, fuertemente local/rural y comunitario.
4.-
Verónika Mendoza, el Movimiento Sembrar y otros grupos y personalidades muy
cercanos a la ex candidata no recusan ni el programa ni la identidad de TyL pero
ponen más acento en un programa de gobierno, el desarrollo de los derechos
viejos y “nuevos”, la identidad de género -.por eso ella, Indira Huilla y Marisa
Glave son objeto de una atroz campaña de acoso político de la derecha- en un
código de mayor urgencia política, activismo de corto y mediano plazo, más
urbano y regional y más dispuesto a conquistar a las clases medias.
5.-
Entre ambos discursos existen fuertes vasos comunicantes, qué duda cabe, y esto
explica de alguna manera –no es la única explicación- el resultado de la irrupción
del FA y de Verónika en la primera vuelta electoral por el pequeño ojo de una
aguja. Sería ideal que ambas discursos siguiesen coexistiendo en un nuevo
frente que suceda al FA que conocimos y en el que sea explícita la diferencia y
el consenso. Para eso hace falta que el proyecto de Verónika se haga más
tangible, sea propio e incluso con el registro legal de partido político.
6.-
Por ahora prima la diferencia, pero insisto en que no creo que se deba esencialmente
a celos, resentimientos o caudillismos sino a un imposible político: mientras un
grupo quiere cerrarse o abrirse muy poco para construir su proyecto al que tienen
legítimo derecho, el otro pugna por abrirse mucho más precisamente para concretar
su proyecto, al que tiene igual derecho. Ese es el sentido del debate FA
cerrado o abierto.
7.-
Creo que Verónika se encuentra ahora más libre para desplegar su liderazgo en
la izquierda. He leído su comunicado donde tira hacia adelante, a que se
realice el Congreso del FA en setiembre como estaba previsto y para dar a los
militantes la soberanía del proceso constituyente de un nuevo frente de la
izquierda peruana. Es un paso audaz y maduro. Ella plantea otra disyuntiva, unidad arriba o unidad abajo, haciendo lo que Alfonso
Barrantes no hizo en 1983, es decir, organizar al pueblo izquierdista, aceptando en
cambio ser el prisionero de los partidos.