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viernes, 11 de mayo de 2018

Un gobierno es disputa

https://larepublica.pe/politica/1222310-un-gobierno-en-disputa
La República
La mitadmasuno
6 de abril de 2018
Juan De la Puente
Entre la renuncia de PPK y la designación del primer gabinete del presidente Martin Vizcarra se registran algunos fenómenos que arrojan dos tendencias, la primera de ellas relativizar su condición de gobierno de transición, su principal atributo, lo que impregna a la nueva administración con elementos de continuidad.
La segunda tendencia es la disputa por la orientación del gobierno, con dos escenarios a la vista: se mantiene la perspectiva de un gobierno con una lógica de cambio, plural, amplio y abierto a la sociedad, o se impone una dinámica de sujeción del Ejecutivo al Congreso, un cierre del poder en las alturas, es decir, un pacto post PPK para la estabilidad de una parte del sistema político, sin reformas.
Nada está dicho. En eso reside el corto período que tendrá la pugna por la orientación del gobierno. Esta batalla tiene como vértices al presidente Vizcarra con un poder propio que debe ser cuidado, y al premier Villanueva como un gran operador, sobre todo hacia adentro y hacia el Congreso. En el resto del sistema y en la sociedad, lo que se llama “la calle” u opinión pública activa, operan cuatro grandes fuerzas que han empezado a chocar que presentan vasos comunicantes pero con propósitos diversos: 1) los grandes intereses empresariales que impulsan una alianza entre el Gobierno y el Parlamento en el ámbito económico (por lo que es entendible que algunos ministros resulten incómodos); 2) la coalición antifujimorista que pugna por limitar el peso de Fuerza Popular en el Ejecutivo y abrir el Gobierno hacia abajo; 3) el fujimorismo que pretende forzar una identidad ideológica del gobierno sin que ello implique un cogobierno abierto; y 4) la dinámica de la lucha contra la corrupción que tiene entre manos los grandes casos políticos y que demanda del Gobierno un activo apoyo.
Por esa razón, el pacto post PPK es aparentemente difuso y presenta una imagen extraña cuyo común denominador es que no termina de agradar o desagradar a la mayoría. Y es que el gobierno, hacia adentro, es también un espacio en disputa permeado –imposible que no lo sea- por los movimientos en curso. La mayoría de grupos, especialmente la izquierda, y salvo Fuerza Popular, no sabe si este Gobierno es suyo, amigo o adversario.
Esta pugna se extenderá pocas semanas y tendrá como hito el debate y voto de confianza en el Congreso. Esta batalla se posa sobre un hecho innegable, que el nuevo gobierno tiene una capacidad de maniobra mayor que el anterior y se encuentra en mejores condiciones para reordenar las expectativas –para eso sirven también los diálogos- y trazar una hoja de ruta que exprese los límites y posibilidades de una administración a la que se le ha empezado a pedir de todo.
Entre muchos, el Gobierno enfrenta cinco riesgos de política práctica que si se concretan indicarán que la disputa se ha resuelto en las alturas y en una perspectiva ajena al pluralismo y la reforma. Estos son: Uno, que el diálogo sea solo con los partidos y los políticos. Los 18 meses del gobierno de PPK significaron un déficit de diálogo social. Los pocos momentos se debieron a los conflictos. Es una suerte que en este punto Vizcarra y Villanueva sean portadores de éxitos en el diálogo social. 
Dos, que el Ejecutivo rebaje por iniciativa propia su alto grado de autonomía o que el Congreso lo fuerce a ello, sin considerar que el que se vayan todos está al ladito. Tres, que no se relance el proceso de descentralización y se desaproveche el inmenso activo que implica que el presidente y el premier sean militantes regionalistas.

Cuatro, que se guarde silencio frente a la gran corrupción. La lista de lo que puede hacer el Ejecutivo contra la gran corrupción es larga, empezando por la extradición de Toledo, el impulso de los procesos desde la procuraduría, la transparencia de los conflictos de interés y la negociación de la reparación civil de las empresas investigadas. Y cinco, que como se ha hecho desde el año 2011 se aparquen las reformas políticas, especialmente la reforma electoral, dando la impresión de que el Gobierno ha decidido convivir con la crisis en lugar de enfrentarla.

miércoles, 3 de agosto de 2016

¡Humala vive! y la nueva/vieja política

Por Juan De la Puente
Uno. No he votado por esto y creo, mirando las encuestas, que la mayoría de peruanos tampoco. Hemos votado por nuevos poderes y por una representación que rompa con el clima de guerra política de los últimos tres años y no para que este escenario se prolongue.
El país se está quedando sin macropolítica. La micropolitica gana la batalla. Se han instalado pequeños ciclos de poca trascendencia que evita o reemplaza la discusión sobre las grandes líneas del próximo quinquenio. La inédita gobernabilidad a la que hemos ingresado se está escribiendo en borrador y no en limpio.
Estamos ante la política de los gestos, con una oposición de gestos frente a un gobierno de gestos. El primer resultado es que las relaciones Ejecutivo -Legislativo se han despolitizado. Es la política en estado gaseoso y bruto al mismo tiempo que se caracteriza porque en todos los sectores, a excepción del Apra, hay más voces que voceros.
El partido ha empezado, los jugadores están en la cancha pero tiran los balones a las tribunas y los que más gozan son los medios que ayudan a que el escenario se parezca a Esto es Guerra. Es una pena, pero salvo excepciones no se aprecia una narrativa democrática e institucional desde los medios sino poca agenda y solo un ping pong de mala calidad. La micropolitica también ha tomado los medios.
El gabinete que preside Fernando Zavala irá a la investidura en medio de la primera crisis Gobierno-Fujimorismo que no han logrado cerrar las disculpas del premier y la aceptación de ella por parte de Fuerza Popular. El resto de grupos corren el riesgo de quedar atrapados en esta polarización y si ahora no levantan una policía propia –no solo gestos sino política y movimiento- en dos o tres mesas se habrán diluido un tanto en la escena.
Dos. El Gobierno y el Congreso se han debilitado en las dos últimas semanas.
Hay mucho continuismo en ambos lados. Una minoría de actores en todos los ángulos del escenario pugna por avanzar a lo sustantivo pero el fantasma de la guerra del período humalista planea sobre todo.
El fujimorismo hace una oposición adelantada y de memoria ante un gobierno que le ha hecho  algunos tributos, como la composición misma del gabinete. Fuerza Popular no encuentra su sitio en el escenario y aún no ha calibrado la intensidad de su oposición. A una bancada tan numerosa le está costando llevar las dos banderas al mismo tiempo, la del Congreso que dirige y la de la oposición a pesar de los esfuerzos de Luz Salgado y de alguno que otro vocero, como Daniel Salaverry.
El gobierno ha tenido una entrada jubilosa con un tono político nuevo. A ese tono le falta el discurso de un gabinete que demora en armarse como equipo. La cuota política la está poniendo la bancada estableciendo una distribución de roles muy parecida a la que operó en el último año de Humala.
Tres. El mensaje de PPK ha significado un giro hacia el centro en lo político y social, con vacíos en lo económico, seguridad y reformas institucionales. Fue un discurso pensadamente moderado al que el presidente le sustrajo los temas sensibles como seguridad, reforma política y reactivación para evitar roces de entrada con Fuerza Popular.
El mensaje de PPK tuvo una narrativa democrático liberal en lo político que el gabinete tendrá que hilvanar con lo económico productivo. No será sencillo; veo un gabinete sobrecargado de tareas. Particularmente no creía que PPK iba a delegar tanto. Luego de un mensaje tan conciso el gabinete tiene casi todo por explicar.
Cuatro. PPK está ingresando a una encrucijada: o termina de dar el giro al centro y se “paniaguiza” con el respaldo de la sociedad o entra por el aro de una colaboración forzada que se le demanda desde el mercado y la intelectualidad conservadora, una cohabitación fría que permita un alto consenso económico con el fujimorismo dejando que este haga su juego de oposición política. Curiosamente, es el fujimorismo el que más se resiste a esta presión aunque es probable que la segunda opción de la encrucijada se concrete.