Uno. No he votado por
esto y creo, mirando las encuestas, que la mayoría de peruanos tampoco. Hemos
votado por nuevos poderes y por una representación que rompa con el clima de
guerra política de los últimos tres años y no para que este escenario se prolongue.
El
país se está quedando sin macropolítica. La micropolitica gana la batalla. Se
han instalado pequeños ciclos de poca trascendencia que evita o reemplaza la
discusión sobre las grandes líneas del próximo quinquenio. La inédita gobernabilidad a la que hemos ingresado se está escribiendo en borrador y no en limpio.
Estamos
ante la política de los gestos, con una oposición de gestos frente a un
gobierno de gestos. El primer resultado es que las relaciones Ejecutivo -Legislativo
se han despolitizado. Es la política en estado gaseoso y bruto al mismo tiempo
que se caracteriza porque en todos los sectores, a excepción del Apra, hay más
voces que voceros.
El
partido ha empezado, los jugadores están en la cancha pero tiran los balones a
las tribunas y los que más gozan son los medios que ayudan a que el escenario
se parezca a Esto es Guerra. Es una
pena, pero salvo excepciones no se aprecia una narrativa democrática e
institucional desde los medios sino poca agenda y solo un ping pong de mala
calidad. La micropolitica también ha tomado los medios.
El
gabinete que preside Fernando Zavala irá a la investidura en medio de la
primera crisis Gobierno-Fujimorismo que no han logrado cerrar las disculpas del
premier y la aceptación de ella por parte de Fuerza Popular. El resto de grupos
corren el riesgo de quedar atrapados en esta polarización y si ahora no levantan
una policía propia –no solo gestos sino política y movimiento- en dos o tres
mesas se habrán diluido un tanto en la escena.
Dos. El Gobierno y el Congreso
se han debilitado en las dos últimas semanas.
Hay
mucho continuismo en ambos lados. Una minoría de actores en todos los ángulos
del escenario pugna por avanzar a lo sustantivo pero el fantasma de la guerra
del período humalista planea sobre todo.
El
fujimorismo hace una oposición adelantada y de memoria ante un gobierno que le
ha hecho algunos tributos, como la composición
misma del gabinete. Fuerza Popular no encuentra su sitio en el escenario y aún
no ha calibrado la intensidad de su oposición. A una bancada tan numerosa le
está costando llevar las dos banderas al mismo tiempo, la del Congreso que
dirige y la de la oposición a pesar de los esfuerzos de Luz Salgado y de alguno
que otro vocero, como Daniel Salaverry.
El
gobierno ha tenido una entrada jubilosa con un tono político nuevo. A ese tono
le falta el discurso de un gabinete que demora en armarse como equipo. La cuota
política la está poniendo la bancada estableciendo una distribución de roles
muy parecida a la que operó en el último año de Humala.
Tres. El mensaje de PPK
ha significado un giro hacia el centro en lo político y social, con vacíos en
lo económico, seguridad y reformas institucionales. Fue un discurso pensadamente
moderado al que el presidente le sustrajo los temas sensibles como seguridad,
reforma política y reactivación para evitar roces de entrada con Fuerza
Popular.
El
mensaje de PPK tuvo una narrativa democrático liberal en lo político que el
gabinete tendrá que hilvanar con lo económico productivo. No será sencillo; veo
un gabinete sobrecargado de tareas. Particularmente no creía que PPK iba a
delegar tanto. Luego de un mensaje tan conciso el gabinete tiene casi todo por
explicar.
Cuatro. PPK está
ingresando a una encrucijada: o termina de dar el giro al centro y se
“paniaguiza” con el respaldo de la sociedad o entra por el aro de una colaboración
forzada que se le demanda desde el mercado y la intelectualidad conservadora,
una cohabitación fría que permita un alto consenso económico con el fujimorismo
dejando que este haga su juego de oposición política. Curiosamente, es el
fujimorismo el que más se resiste a esta presión aunque es probable que la
segunda opción de la encrucijada se concrete.
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