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martes, 27 de junio de 2017

Encuestas: divididos, desgastados y rechazados.

Se puede analizar las coyunturas cortas como las que tiene el Perú tomando en cuenta las encuestas o no. Si uno decide no considerarlas –decisión válida y aceptada en la ciencia política y en la sociología política- está sin embargo obligado a usar otros instrumentos de análisis, como la observación empírica, el análisis de actores, focus group, entrevistas de profundidad, observación de tendencias, construcción de mapas, etc. Y si decide tomar en cuenta los sondeos de opinión, debe tomar todos los datos referidos a los actores o sistemas analizados, y no solo algunos.
1.- La reciente encuesta de opinión de GFK y publicado por La República el 25 de junio, abarca la aprobación de los actores políticos e instituciones y su desaprobación, pero también incluye datos que integran un ámbito que podríamos titular como “nivel de rechazo”, es decir, una percepción crítica que va más allá de la desaprobación.
2.- Las aprobaciones se han movido poco; algunas caben en dentro del margen de error de la encuesta (PPK +2, Zavala +2, el Congreso +1, en tanto que el gabinete y el Poder Judicial se mantienen). La caída de Keiko supera por poco el margen de error (de 42% a 39%) mientras que la de Luz Salgado como titular del Congreso se recupera (de 25% a 30%), probablemente por su desempeño en las interpelaciones.
Aun así, no sebe pasarse por alto que el Presidente PPK tiene 38% de aprobación, que la líder de la oposición 39%, y que quien quedó en el 3er lugar en las elecciones, Verónika Mendoza, ha pasado de 24% a 28%. Tampoco puede obviarse que para los ciudadanos Keiko es más querida, respetada y enérgica que PPK.
3.- En la elite existe una sensación de aguda división e incertidumbre que la opinión publica relativiza. Luego de 45 días de batalla, solo el 39% cree que las relaciones entre el Gobierno y el Congreso son conflictivas, frente al 38% cree que avanza a pesar de las tensiones, y un 11% que cree que son cordiales. La sensación de conflicto entre poderes se ha movido en tres meses apenas 6 puntos. En suma, la sociedad no comulga con la idea de que hay una dura batalla en las alturas y piensa que, palabras más o menos, ambos son lo mismo.
4.- Los ciudadanos no están premiando a nadie en esta batalla. Al contrario, a la pregunta sobre lo que esperaba del Gobierno hace un mes la respuesta “es igual de lo que esperaba” era 48% y ahora 41%. En cambio, los porcentajes de que el gobierno se desempeña “mejor de los que esperaba” es bajo (12%), se mantiene la idea de que es “peor que lo que esperaba” (32%) en tanto sube de 10% a 15% el porcentaje de los que “no esperaban nada”. Igual sucede con el Congreso: 39% cree que se desempeña igual a lo que esperaba; 27% peor de lo que esperaba; 13% mejor de lo que esperaba y 20% no espera nada. Siendo así, y agregando percepciones, casi de la mitad de los peruanos cree que ambos poderes están peor de lo que esperaban o no esperaban nada.
5.- A eso debe agregársele siete datos duros algunos de los cuales pueden doler, pero que no pueden ser ignorados: 1) más de dos tercios cree que lo que viene del Gobierno y del fujimorismo será igual o peor de lo que hubo hasta hora; 2) el 45% sostiene que ni PPK ni Keiko tienen un plan claro para el país; 3) el 58% cree que está informado poco o nada de lo que hace el gobierno; 4) que el 65% cree que Alfredo Thorne si ejerció presión sobre el Contralor; 5) que más de dos tercios no conoce que propone la oposición sobre seguridad ciudadana, la principal razón de desaprobación del Gobierno y el asunto por el que fue interpelado el ministro Basombrio; 6) la aprobación de Keiko ha subido a 48% en Lima pero su desaprobación ha trepado a 64% en el sur; 7) que PPK tiene una aprobación de 47% en los sectores A/B y una desaprobación de 60% en Lima; y 8) el 37% cree que el Congreso obstruye, contra el 46% que el Congreso está haciendo lo que debe, es decir, fiscalizar al Gobierno.
6.- Se puede hacer política ignorando estos datos. Si, y de hecho la mayoría de partidos, podres y medios lo están haciendo, intentando que la crisis que agita y envenena las relaciones entre los poderes se resuelva en las alturas. Podrían lograr que algunos avances, pero esa pobre gobernabilidad que implica que los políticos no se peleen tiene sus límites, especialmente si en ese esfuerzo no es comprendida la sociedad y los otros actores regionales y locales. Un pacto en las alturas ahora, sustentado en dos poderes desgastados y rechazados será pan para hoy, hambre para mañana.

7.- La nueva paradoja de este escenario es por un lado la progresiva división de los principales actores institucionales, y por el otro el rechazo de la sociedad a su modelo de concebir la política y la gestión del sistema. A ello se agrega la falta de una narrativa de ambos o de uno de ellos para entusiasmar a la sociedad. La búsqueda de nuevas razones que mejoren la relación entre el poder y os ciudadanos está a la orden del día, y esta podría ser –depende del alcance y contenidos- atajar la irrupción de una recesión económica, relanzar políticas sociales y salariales, reformar las instituciones, relanzar la descentralización e inversión pública, o resonantes éxitos en seguridad ciudadana. Frente a ese desafío mayor y que demanda más inventiva, que en el fondo es retornar a las ofertas electorales del año pasado, se tienen por ahora medidas polémicas, arriesgadas y provocadoras como el indulto a A. Fujimori o el cogobierno imposible entre PPK y el fujimorismo. Otra vez la elite de espalda a la realidad.

domingo, 5 de febrero de 2017

El populismo anticorrupción

http://larepublica.pe/impresa/opinion/843170-el-populismo-anticorrupción
La Republica
La mitadmasuno
27 de enero de 2017
Por Juan De la Puente
La manera de despolitizar un caso de la magnitud que exhibe el Lavajato Peruano es reducirlo a la minucia y jalonearlo desde varios ángulos de la agenda nacional para privarlo de su sentido esencial para el futuro de la democracia. Eso viene sucediendo.
Es el propósito de minucia el que lleva a la demanda de que “primero caigan los peces grandes” como si esa fuese la receta perfecta de toda investigación fiscal y si ese inicio fuese el único modo de garantizar la justicia. La tendencia de este reclamo es riesgosa en la medida que intenta invalidar toda detención que no sea de los hombres importantes de la política. Ninguno de los objetores de las últimas detenciones ha llegado a demostrar –más allá de los insultos– por qué la detención de “peces pequeños” abona el camino de la impunidad.
Sucedáneo punto de vista es la idea de “todos se están escapando”, sin considerar que las fugas se produjeron a pocas horas de la revelación del acuerdo de Odebrecht con las justicias de EEUU y Suiza. Sí es un cargo de fondo a la fiscalía el que abriera el caso contra esta empresa en noviembre del año pasado, cuando en Brasil ya se habían producido las primeras delaciones con evidencia de que el caso se vinculaba al Perú, pero es igualmente cierto que para los plazos procesales peruanos es un éxito relativo que la judicialización del caso se realizara en menos de dos meses.
Cabalga un populismo anticorrupción que alimenta una parte del sistema político poco comprometida en la búsqueda de una estrategia de Estado para avanzar en la agenda de transparencia pública de modo eficaz. La guerra de los gritos donde cada cual lanza piedras desde su esquina sin mayor compromiso que el grito mismo –el clima ideal para la impunidad– viene acompañada en los últimos días de estrategias cruzadas a cargo de poderes que están obligados a cooperar.
Entre las estrategias en pugna, la primera es la del compromiso para la colaboración a cargo de la fiscalía, la que ha funcionado hasta ahora y que es objeto de duras críticas. Algunas de estas son atendibles –como que la procuraduría debió participar en el preacuerdo con Odebrecht– pero la mayoría se centra en exigir imposibles como una larga lista de personas con arraigo judicial que, como se sabe, corresponde a otra fase de los procesos.
La segunda estrategia es “préstame tu investigación” a cargo de la comisión parlamentaria que indaga el caso, un modelo que se basa en recaudar otras investigaciones y en operar a través de audiencias públicas más que diligencias indagatorias. La mayoría de sus miembros cuestiona la supuesta precariedad de la fiscalía pero en cambio no exhibe un plan ambicioso que empodere al Congreso a través de una investigación ejemplar que aborde al mismo tiempo las aristas institucionales y las relaciones de poder construidas para dar vida al entramado mafioso. Inclusive, si la idea era que esta indagación siente en el banquillo de los acusados a los últimos 15 años de democracia, están perdiendo una oportunidad inigualable.
La estrategia más populista es “muerte a Odebrecht ahora” y “todos a la cárcel”, que reúne un conjunto de demandas que van desde el congelamiento de los activos de la empresa, su expulsión del país, la oposición a todo acuerdo de colaboración eficaz de sus funcionarios y la prisión preventiva para todos. Estas demandas suenan bien y es probable que algunas de ellas pudiesen formar parte de una estrategia integral, que ahora no existe. En ese contexto, es positivo el mensaje de Keiko Fujimori que ha llamado al gobierno a mantener la vigencia de los proyectos de infraestructura vitales para el desarrollo, y desautorizando la propuesta de dos legisladores de su bancada que solicitaron prisión preventiva para tres ex presidentes, sin que en todos los casos se tenga previamente la denuncia fiscal y la apertura de instrucción.
La minucia y la despolitización es otro gran tributo a la impunidad. La única alternativa válida frente a esta ruta es que, como el año 2001, se recupere un sentido unitario del Estado en su lucha contra la corrupción.

sábado, 30 de julio de 2016

Después de Humala, lecciones personales

http://larepublica.pe/impresa/opinion/789471-despues-de-humala-lecciones-personales
La República
La mitadmasuno
29 de julio 2016
Juan De la Puente
El gobierno de Ollanta Humala y especialmente el modo en que ha concluido ofrece tendencias que deberían ser aquilatadas por los actores políticos del quinquenio que se inicia. No expresan una receta plana de lo que no debe hacerse pero resumen lecciones sobre el ejercicio personal del poder o el desempeño de la cuota que le corresponde a cada figura en este sistema político informal y precario.
Las guerras personales. Humala fue uno de los perjudicados con la guerra política en la que se trabó los últimos años de su mandato, y que tuvo al otro lado a Alan García y al Apra. El gobierno se empeñó en organizar frente a García una poderosa ofensiva a la que este respondió con una movilización personal y social de igual envergadura. La intensa lucha desgastó a ambos limitando al gobierno posibilidades de acción y proyección y resucitando frente a García el viejo encono político añadido al nuevo anti.
El antialanismo y el antihumalismo fueron la personalización de una disputa que pudo trascurrir en un contexto más institucional y sin que por ello pierda su esencia de denuncia y competencia. Su resultado fue la anulación de los dos grandes contradictores. El país no ha premiado la animadversión excesiva y la ojeriza y, al contrario, ha gratificado con sus votos a los líderes que ubicándose en la oposición no han llevado esta condición al extremo. De cara al futuro, quienes aspiren a liderar la oposición al actual gobierno deberán reparar en que no es sutil la diferencia entre oponerse al gobierno y oponerse personalmente a quien lo encarna.
El valor del liderazgo. En cambio, si la opinión pública cuestiona el encono personal extraordinario, valora la entrega personal del líder en un código positivo y audaz. Los sondeos realizados los primeros meses del gobierno de Humala, a la mitad de su mandato y en su última etapa están cruzados por un reclamo recurrente que no se apreció en sus antecesores: liderazgo. Especialmente frente a dos reclamos, la crisis de la seguridad y la perdida de velocidad del crecimiento, Humala evidenció falta de temple, iniciática y palabra oportuna, y a este punto se asocia también el desempeño de la ex Primera Dama Nadine Heredia, protagonista inhibidora del liderazgo de su esposo.
Es probable que esta percepción no se refiera finalmente solo a su comportamiento individual sino también al talante de sus ministros y al silencio público de la mayoría de ellos. Sin embargo, como en todo régimen presidencialista, es la jefatura del Estado el crisol donde se queman las legitimidades incluso si el equipo falla más que el Presidente. En adelante, Humala lo enseña, el liderazgo exige una actitud personal decidida e inconfundible que no podrá barnizarse recurriendo a la tesis de la delegación, especialmente en los dos mismos ámbitos, seguridad y economía.
Lealtad personal. Humala termina su mandato en casi completa soledad, sin parlamentarios en ejercicio que defiendan su legado en los próximos años, sin un partido activo que luche contra la adversidad y sin un entorno propio. Las causas de esta soledad no pueden atribuirse solo a la labor de los opositores; en gran medida es el resultado de una pésima gestión partidaria, el maltrato de sus más fieles seguidores y la poca pericia para combinar el ejercicio del poder con la vigencia de un grupo humano cohesionado por lealtades principistas y por supuesto personales.
El cuadro de un presidente denostado por sus vicepresidentes y obligado a asumir su defensa es una reincidencia republicana y la evidencia de que hasta el ejercicio más personalista del poder exige una conducta colectiva y el respeto de las militancias. En el futuro, los líderes deberán saber que el abuso de poder partidario o la subestimación del papel que juega en la política nacional la vigencia activa de un estado mayor, es letal. Los políticos que entran al poder con partidos aun así sea pequeños no pueden salir solo de él. Conservar un partido es más fácil que construirlo otra vez.

sábado, 2 de julio de 2016

Seis resultados electorales inéditos

http://larepublica.pe/impresa/opinion/779669-seis-resultados-electorales-inéditos
La República
La mitadmasuno
24 de junio de 2016
Juan De la Puente
Una campaña electoral está hecha de grandes y pequeños actos y procesos. No todos son decisivos, pero se eslabonan y catalizan en grandes resultados. Anotarlo es conveniente porque la victoria de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) es explicada desde un solo fenómeno o a lo sumo dos, el antifujimorismo y el caso Ramírez/Chlimper.
Tengamos cuidado con las explicaciones monocausales. En el análisis político abusar de la agregación o desagregación lleva a dejar caer razones cruciales; la idea de que los hechos políticos “se producen” y no solo “acontecen” no es un capricho semántico.
Hay que pelar la cebolla. El Perú acaba de pasar una pequeña gran revolución; en apenas ocho meses ha terminado de morir un viejo sistema político nacido hace 35 años con las elecciones de 1980 y que, herido, se restauró el año 2000 luego de la caída de Alberto Fujimori. Al sistema de 1980 lo han matado millones de votos y una política emergente, un tipo no clásico de hacer la política que instauró Fujimori en 1992, la antipolítica.
Este es el momento más feliz de esa antipolítica, aunque algunos académicos han buceado bastante para entregarnos una imagen distinta, idealizando una épica entre el fujimorismo, una formación grande, organizada y compacta, y el resto de grupos precarios. La forma como acabaron las dos vueltas electorales indican que la precariedad es común a todos y que lo que tuvimos ante nosotros fueron grandes movimientos y/o coaliciones sociales más que formaciones partidarias, en una elección azarosa donde la casualidad ha ido de la mano con la racionalidad.
Con su victoria total, la antipolítica podría haber llegado a su límite y carecer de fuerza para definir las reglas de una gobernabilidad marcada por los vacíos. Si se recomienda estudiar fenómenos, sugeriría partir de uno: durante las elecciones la crisis de la política se ha expresado a través de varias identidades “antis” –no solo una– poderosas y en algunos casos convergentes, ineludibles de cara al futuro. Antifujimorismo, antiizquierdismo, antialanismo, antisistema, antielitismo, anticorrupción, anticentralismo, antiprivatismo, antiestatismo son expresiones que en distinta identidad han definido la micropolítica electoral y la macropolítica, la de la gran escena.
En ese contexto, una épica antifujimorista permitió la irrupción del Frente Amplio, y otra épica antiizquierdista impidió que este pasara a la segunda vuelta. Una tercera épica que podría rotularse como democrática/antifujimorista (en ese orden) impulsó a PPK a ganar la elección en una pasajera polarización electoral.
No existe en el escenario una política programática y afirmativa sino una política contestataria. El reto hacia el 2021 no es incrementar los antis sino desarrollar las identidades. Curiosamente, ese es el desafío de la derecha y de la izquierda, aunque la identidad populista en su sentido más amplio es la principal tentación en ambas.
El resultado electoral deja un cuadro de efectos nuevos. Sabemos lo que está muriendo pero no lo que está naciendo. Son tiempos inéditos: 1) Nunca, en las cinco veces en las que se llevó a cabo segundas vueltas electorales, el candidato que obtuvo poco más de 20% de votos válidos en la primera vuelta había derrotado a quien obtuvo el 40%; 2) Nunca antes, la izquierda había sido tan decisiva para que una facción de la derecha le ganara a otra facción de la derecha; 3) Nunca antes, los herederos políticos de un golpe de Estado estuvieron 24 años después de ese hecho a las puertas de recuperar el gobierno por la vía democrática; 4) Desde hace 60 años, cuando se eligió a Manuel Prado, un candidato orgánico del mundo financiero no había ganado unas elecciones; 5) Desde ese año, las elecciones construyeron mayorías políticas, a excepción de la de 1963 (Fernando Belaunde) y del reciente proceso electoral; y 6) Nunca antes, el grupo que perdió las elecciones se había quedado con el 56% de los escaños parlamentarios, más allá de la mayoría absoluta, y el grupo ganador solo con el 13% del Congreso.

El país de las tres mitades

http://larepublica.pe/impresa/opinion/775597-el-pais-de-las-tres-mitades
La República
La mitadmasuno
10 d junio de 2016
Juan De la Puente
La división electoral del Perú en dos es una realidad. Toda segunda vuelta tiene ese efecto pero la reciente fue especial porque partió al electorado en dos mitades casi exactas y desafiantes. Keiko avanzó poco desde el 40% obtenido en la primera vuelta y PPK lo hizo en una mayor medida, desde el 22% alcanzado el 10 de abril. A ello se debe que la mitad vencedora sea más heterogénea que la que perdió.
Luego de las elecciones, el hecho es que las dos mitades no son enteramente dueñas de los votos alcanzados. La división electoral ha sido transitoria considerando el abismo de representación y puede ser engañosa a la hora de la búsqueda de la gobernabilidad. Visto el proceso en su conjunto, la división electoral ha dado paso a la división política que es la que contará en adelante, es decir, un país dividido en tres mitades (con el perdón de Pitágoras y Euclides): 1) la que ha ganado; 2) la que ha perdido; y 3) la que expresa los intereses de otros ámbitos del Estado, los otros grupos políticos y las expectativas sociales vastas y heterogéneas en juego, expuestas en brechas sociales, territoriales y generacionales, cuya magnitud se empieza a estudiar.
Seria inexacto afirmar que las candidaturas de PPK y Keiko no representaron una parte de esas expectativas, pero sería igualmente equívoco sostener que esa representación fue total y que entre ambos grupos cierran con candado la gobernabilidad. Una visión tan absoluta no consideraría el inédito escenario electoral, la cobertura de ambas formaciones, la escasez de sus militancias, la atípica elaboración de las listas parlamentarias, el clientelismo en la campaña y el decisivo peso de las contracampañas.
Repartirse la gobernabilidad entre las primeras dos mitades obviando a la tercera sería muy riesgoso. La viabilidad de los pesos y contrapesos elegidos no está garantizada en un país que ha perdido músculo institucional y donde todos los grandes conflictos sociales han terminado en capitulaciones del Estado. Un consenso arriba/arriba sin mirar a la sociedad sería una ofrenda a la crisis de representación.
Lo que el país tiene al frente es una nueva transición o la promesa de ella, ya no la que operó el 2001 desde el autoritarismo a la democracia –cancelada bruscamente por Humala– sino desde la precariedad hacia la institucionalidad, aunque la que pueda recobrarse sea mínima. Ese es el sentido de las reformas que entraron por la ventana al proceso electoral, ausentes en los iniciales planes de gobierno.
El modelo de gobernabilidad no podrá prescindir del juego gobierno-oposición y de allí que los llamados a hacer un “gobierno de hermanos” o un “gobierno de primos” integrando al fujimorismo al gabinete tienen pocas probabilidades de éxito.
En este modelo caben en cambio otras figuras del diálogo político sobre el que ya se refirió PPK. La primera es el pacto nacional sobre cuatro o cinco grandes temas de la agenda pública (acaso seguridad, crecimiento, corrupción, desarrollo sostenible y descentralización) planteados de cara al país y discutidos ante él, y que involucre a todo el arco partidario parlamentario, a los otros ámbitos del Estado y a la sociedad civil. Por ejemplo, un acuerdo por la seguridad no puede prescindir del P. Judicial y del Ministerio Público, en tanto que el relanzamiento de la descentralización no puede alcanzarse sin los gobiernos locales y regionales. El espacio ideal para procesar este pacto arriba/arriba/abajo es el Acuerdo Nacional.
El Perú necesita un pacto republicano, un acuerdo que incluya líneas rojas que no deben ser cruzadas y es lo mínimo que se les puede pedir a los grupos que perdieron las elecciones sin que esto signifique que renuncien a su papel opositor al que tienen derecho. Un pacto nacional no le impedirá al nuevo gobierno intentar luego acuerdos específicos con la fuerza mayoritaria en el Congreso o integrar al gobierno a grupos que desean asumir posiciones en el gabinete.

sábado, 4 de junio de 2016

Vuelta de a tres: Keiko, PPK y Verónika

http://larepublica.pe/impresa/opinion/773495-vuelta-de-tres-keiko-ppk-y-veronika
La República
La mitadmasuno
3 de junio de 2016
Juan De la Puente
Esta campaña es también inédita, entre otros hechos porque la candidata que quedó en tercer lugar en la primera vuelta es una figura destacada de la segunda. Verónika Mendoza es una tercera en discordia en una disputa teóricamente reservada a Keiko Fujimori y PPK, un dilema revelado rápidamente como incompleto por el parecido inicial de ambos y porque su posterior diferenciación necesitaba de mayores contenidos y movimientos.
Verónika y la izquierda han ocupado el vacío que dejó la primera vuelta. Los sondeos de opinión luego del 10 de abril indicaban que un alto porcentaje de electores presionaba a Keiko y PPK desde el flanco del cambio. Por ejemplo, en la encuesta de Ipsos del 25 de abril, más del 50% pedía cambios moderados al llamado modelo económico y un 33% cambios radicales, aunque en el desagregado las demandas se matizaban entre la mejora de los servicios de seguridad, educación y salud y cambios más profundos para atajar la corrupción, todas ellas expectativas sobre la regulación pública, solo una de las partes del modelo. La misma encuesta, sin embargo, ya anunciaba la ruta de los nuevos discursos: el 52% decía que PPK era el mejor para fortalecer la democracia y el 49% que Keiko era mejor para combatir la delincuencia.
La izquierda ingresó a la campaña de la segunda vuelta sobre esa plataforma. No pudo evitar la operación audaz del fujimorismo que construyó el dilema abajo/arriba –colocando arriba a PPK y a Keiko abajo– pero le impuso a su irrupción electoral un discurso fuertemente republicano.
Mucho antes de que Verónika y el Frente Amplio anunciasen su voto crítico por PPK, la izquierda y los movimientos sociales a ella cercanos ya habían entrado en campaña. Su aporte, la memoria y el antifujimorismo, han terminado como el principal movilizador de la campaña del candidato; no más el cuy y la levedad de la narrativa electoral y más énfasis en la democracia, transparencia, instituciones y derechos. De algún modo, este impacto explica cierto desfase entre las formas políticas de PPK y sus nuevos contenidos, lo que llamaba a desesperación a sus votantes más duros.
Esta irrupción no es de menor cuantía. Los votantes originales de PPK no eran necesariamente antifujimoristas. Ahora lo son. El voto de la izquierda por PPK ha terminado de transformar esa propuesta política en período electoral y aunque no se sabe si esa identidad presidirá un probable gobierno de PPK no deja de ser curioso que la candidata satanizada por los grupos antisocialistas, entre ellos Peruanos por el Kambio (PPK), le haya transferido a este una parte de su ADN. En adelante no solo se recordará el apoyo de PPK a Keiko el año 2011 sino su militancia antifujimorista.
Respaldar desde la izquierda al liberalismo económico tiene sus costos y riesgos. Si PPK gana, la ecuación oposición/representación será compleja. Desde el poderoso fujimorismo parlamentario le será recordado al Frente Amplio su apoyo a PPK, lo que obligará a la izquierda a ejercer más presión desde la calle y a obtener más victorias parciales.
Pero también tiene sus beneficios. En las casas de Lima en las que el 10 de abril en la noche se descorcharon botellas de champán, se pensará que Verónika no es el monstruo rojo que pintó la contracampaña sino una líder sensata, desprendida y racional. Es más, si gana Keiko le habrá ganado a los dos, a PPK y Verónika, pero de ese dúo solo quedará en la escena la cusqueña. Y si gana PPK, se habrá demostrado la capacidad de endose de Verónika.
¿Por qué otros partidos no han hecho de esta campaña una épica política? ¿Por qué el Apra, PPC y Acción Popular no se colaron en la campaña de la segunda vuelta con su influencia a cuestas para impregnar en ella su discurso, líderes y programa? Más fácil entenderlo en el PPC que arrastra consigo la pesada cruz de malas decisiones anteriores y la desolación orgánica, pero el abstencionismo en el Apra y AP es increíble.

Hey tú, vota y cállate

http://larepublica.pe/impresa/opinion/771129-hey-tu-vota-y-cállate
La República
La mitadmasuno
27 de mayo de 2016
Juan De la Puente
Desde el sectarismo conservador o desde la ignorancia se ha cuestionado el apoyo crítico de organizaciones sociales y de grupos progresistas a Pedro Pablo Kuczynski (PPK), con el argumento de una supuesta inconsecuencia. Se critica el apoyo de la izquierda a una formación de derecha o que este respaldo guarde reservas porque, se dice, es insuficiente y potencialmente desleal.
La verdad es que PPK y Keiko Fujimori desde el 10 de abril son objeto de apoyos críticos, un poco más el primero que la segunda. Es más, no se entiende la 2ª vuelta como mecanismo para la formación del poder si no se acepta que quienes se resistieron a votar por dos de los candidatos en la 1ª vuelta se avengan a hacerlo en la 2ª porque sus alternativas se han estrechado. La confirmación de la vigencia del voto crítico está encerrada en la frase “en la segunda vuelta no se vota a favor sino en contra”.
El voto crítico es una adhesión reticente en la que se equilibran el apoyo y la desconfianza, una forma del llamado “mal menor”, como lo ha recordado A. Álvarez Rodrich en este diario. Es una dinámica que le cuesta entender al pensamiento ultra, un procedimiento que asume la cultura democrática para la formación de mayorías y la superación de la fragmentación. No es inocente, lo que no significa que sea traidora porque al mismo tiempo es una táctica legítima que refleja una apreciación de los desafíos, adversarios y objetivos inmediatos y mediatos. Por eso, el apoyo crítico está emparentado con otras formas de tratamiento de los retos del binomio fuerza/consenso en la lucha por el poder como la oposición constructiva, el consenso a palos, la cohabitación y el compromiso histórico.
La crítica al voto crítico es poco informada. Desconoce que es un hecho común de la política peruana. Luego de dos períodos de mayorías parlamentarias sólidas –democrática en los años 80 y autoritaria en los 90– los últimos 15 años tuvimos mayorías precarias o relativas solo logradas gracias al apoyo crítico. La investidura de 17 gabinetes entre los años 2000-2015 se debe al concurso alternativo y en cada momento de todas las fuerzas del arco político peruano, desde el fujimorismo hasta la izquierda.
Vamos, ningún grupo que ha hecho política en estos 15 años puede afirmar que nunca votó críticamente o con reservas por alguna propuesta, desde gabinetes, leyes, delegaciones de facultades legislativas, hasta tratados de libre comercio, paquetes reactivadores, mesas directivas del Congreso, y un largo etcétera.
El rechazo al voto crítico resume una visión antidemocrática y la exigencia del acuerdo o desacuerdo completo, la cultura blanco/negro sin matices y grises, el si no estás conmigo 100% estás en contra, también 100%. Un llamado al vota y cállate o al vota por mí en silencio, sin preguntas, una suerte de fascismo electoral. La hipocresía proviene de quienes ya no recuerdan que llamaron a votar por Toledo, Alan, Keiko o Humala “tapándose la nariz” en las segundas vueltas de los años 2001, 2006 y 2011.
Los pactos mundiales, regionales y nacionales no se habrían logrado sin acuerdos con reservas o aceptaciones críticas. En nuestro caso, quienes organizamos el Acuerdo Nacional hace 14 años echamos mano de mecanismos como el acuerdo con reserva, el disenso silencioso y la aprobación de lo central pero no de lo accesorio. El resultado fue el consenso político más vasto de las últimas décadas. Dato añadido, el 2011, Keiko Fujimori y Ollanta Humala suscribieron el Acuerdo Nacional; con reservas y espíritu crítico.
En la presente coyuntura, el voto crítico refleja expectativas, certezas, dudas, y el mensaje inequívoco de que los votos que obtienen los candidatos no son enteramente propios. Es un voto de aviso, un llamado al control y un adelanto de la vigilancia. Sobre todo, es un acto de independencia y de no sumisión. Nada más libre que un voto crítico.

miércoles, 1 de junio de 2016

Dos antis en campaña, no asustarse. A cuatro días de las elecciones. Parte electoral N° 1

Por Juan De la Puente
La campaña para la segunda vuelta electoral llega a su fin con grandes transformaciones, demasiadas para las ocho semanas que median entre el 10 de abril y el 5 de junio. Las más importantes son: 1) la confirmación que las opciones de gobierno que ofrecen Keiko y PPK son distintas, diferentes y en varios aspectos divergentes; 2) la persistencia de dos grandes movilizadores electorales, el antifujimorismo y el dilema abajo/arriba; y 3) el estrechamiento de la agenda final que deja casi solas dos ideas fuerza en el escenario, mano dura vs democracia y libertades.
Los que creían que había ganado el modelo y que los dos candidatos eran gemelos políticos y que harían un gobierno de hermanos, se equivocaron. Con suerte habrá un gobierno de primos. En pocas semanas, se dibujaron las opciones de un gobierno tecnocrático desarrollista (PPK) y populista desarrollista (Keiko).
Hay más diferencias: ambos proponen más Estado pero Keiko más Estado abajo y PPK más institucionalidad arriba; Keiko se cierra a los “nuevos” derechos y pacta con una parte de grupos regresivos e ilegales, en tanto PPK cruza sus líneas rojas tradicionales y se lanza a la prédica de la transparencia pública.
El 11 de abril solo se tenía un movilizador electoral potente, el antifujimorismo que llevó a PPK del 22% de votos al 52%. El fujimorismo tentó varios y finalmente encontró su antídoto, el dilema abajo/arriba. A diferencia del 2011 donde Keiko era arriba y Humala abajo, ahora ella es abajo y PPK el de arriba, el de las grandes empresas, el del escritorio que no conoce el Perú. Así, como en 1990 Alberto Fujimori contra MVLL, esta vez el fujimorismo “vargaslloseó” a PPK.
Es el primer hecho que cambió el cariz de las encuestas, aunque quedan para PPK el pueblo del sur -con mucho D y E- donde todavía es mayoría, pero le ha servido a Keiko para atacar los conos de Lima y el centro del país, este último bastión donde ha recuperado puntos.
Como no podía ser de otro modo en una segunda vuelta, son dos antis en campaña. No asustarse.
Antes del debate de Piura, pero con más vigor desde Piura y el debate de Lima, se ha marcado un especial fin de campaña que estrecha la discusión a dos grandes mensajes muy poderosos a pocos días de la votación. El de Keiko es la mano dura contra el delito, los estados de emergencia, las FFAA a la lucha contra la delincuencia y todo el discurso de “no me temblará la mano”. El de PPK es la democracia y las libertades, la transparencia pública, la lucha contra la corrupción y la amenaza del retorno del pasado y la implantación de un narco-Estado.
Vistas las cosas, es el viejo dilema resumido por Jorge Basadre como un déficit de la república, la elección entre orden vs libertad, que en otros país no debería ser una disyuntiva. En este episodio, no son dos alternativas redondas sino con rendijas y grandes huecos, de modo que en algunos temas la mano dura es mano blanda y la defensa de los derechos se relativiza.
Así se llega al 5 de junio, con Keiko liderando las encuestas y con un teflón considerable, aunque habría que medir aún el efecto del caso Chlimper. PPK ha tenido un envión a su candidatura desde el debate del 28 de mayo aunque no se sabe si será suficiente. La verdad es otra y no le atañe a él -no eres tú, soy yo le dirían los peruanos- y se refiere a la pregunta sobre si el antifujimorismo del 2016 será como el año 2011 suficiente para derrotar a Keiko. Eso se sabrá el 5 de junio.

domingo, 22 de mayo de 2016

Dos paradigmas de gobierno, dos discursos, dos imágenes. Análisis del debate presidencial de Piura

Por Juan De la Puente
1.- Difícil señalar un ganador de un debate presidencial en el que los candidatos han evitado las grandes ideas diferenciadoras. Aun así, el debate ha servido para confirmar lo que las últimas semanas han mostrado, es decir, a contrapelo de lo que se decía el 11 de abril, que existen entre ambos diferencias en lo político y en el modelo de gobierno (o de gobernabilidad) por el que pugnan, a pesar de que ambos se ubican a la derecha del tablero.
2.- El debate ha mostrados dos paradigmas; por un lado, Pedro Pablo Kuczynski (PPK) resumiendo la idea de un gobierno técnico-desarrollista, y por el otro Keiko Fujimori proyectando un gobierno popular-desarrollista. En ambos casos se ha dejado notar la ausencia de iniciativas para grandes reformas, ya no del mercado sino de las instituciones, y en cambio se advirtió en ambos una persistente visión continuista de casi en todo, con toques y retoques en búsqueda de la eficiencia.
3.- También se apreció lo que los 40 días de campaña para la segunda vuelta ya habían insinuado: dos discursos cada vez más alejados entre sí: el de PPK tecnocrático moralizador, y el de Keiko populista y en algún momento anti establishment. En este punto colisionaron las dos estrategias y leit motiv de la campaña: el antifujimorismo de PPK y lo que ello implica ahora (el recuerdo de Alberto Fujimori, Montesinos, Joaquín Ramírez, la corrupción y el riesgo de un narco estado); y el anti elitismo de Kieko quiense afirmó como la candidata de abajo, que conoce el Perú y que está más cerca de la gente. La bandera de lo popular en sus manos es una victoria de su campaña sea cual fuese el resultado.
4.- A falta de grandes ideas, se han terminado de imponer compactamente las dos imágenes que han dado la vuelta en mítines y presentaciones públicas de ambos candidatos. Keiko con una mayor voluntad política, audaz, a la ofensiva y con un poco menos de ideas; y PPK a la defensiva, con un ritmo menos dinámico en la exposición de sus mensajes aunque con más contenidos. La síntesis de esta diferencia es la de Keiko con un mayor dinamismo que PPK para el debate cuerpo a cuerpo, más agresiva y en momentos incluso irritada.
5.- No me llevo del debate ninguna frase memorable o giro dramático que modifique la campaña, como lo fue la hoja de ruta que firmó Keiko el debate del 3 de abril. Ambos fueron muy conservadores en ideas y no se salieron del libreto de su plan de gobierno. Ninguna frase para el recuerdo.
6.- Keiko arriesgó más políticamente y por eso le fue bien en el primer bloque (visión de país), en el último de la despedida y en el quinto bloque (infraestructura) donde a pesar de que PPK mostró más solvencia, fue encajonado por Keiko en los asuntos de los contratos del gas y otros. En cambio, en los bloques donde Keiko abusó de las puyas y críticas y descuidó las ofertas, le fue mejor a PPK, como en el segundo bloque (descentralización), en el tercero (competitividad) y en el cuarto (conflictividad). La idea de permanente confrontación no le ayudó mucho a la candidata de Fuerza Popular ante un PPK que eligió un talante más contemporizador, salvo en el caso en que mostró que Joaquín Ramírez seguía siendo Secretario General de Fuerza Popular. Keiko pudo rebajar ese temperamento agresivo, considerando los 5 puntos de ventaja que le lleva a PPK según la encuesta de Ipsos divulgada poco antes del debate. Además, salvo en la mención del viaje de PPK por 8 días a EEUU, en el resto de puyazos no le fue bien o empató con PPK.
7.- Así, el debate sirvió para diferenciar paradigmas, discursos e imágenes, proyectando un continuo de PPK defensivo, técnico, menos dinámico y con más contenidos, vs un continuo de Keiko más decidida, política, populista, con menos ideas.

lunes, 9 de mayo de 2016

Keiko toma Lima por asalto. Análisis de la encuesta de Ipsos del 8.5.2016

Por Juan De la Puente
La reciente encuesta de Ipsos modifica las urgencias de la campaña electoral. PPK con 39%, una caída de 4 puntos respecto de la medición anterior, pasa a ser un candidato acosado por mejores resultados. Keiko, que obtiene 42%, tres más que en la medición anterior como efecto de una campaña más dinámica y política, tendrá más comodidad para sumar votos. La encuesta vuelve a poner sobre la mesa el reclamo a Acción Popular, Frente Amplio y Democracia Directa sobre un apoyo explícito a PPK, en tanto se evidencia que las polémicas alianzas sociales de Keiko son hasta ahora eficaces.
1.- Keiko ha asaltado Lima, en las narices de PPK y en solo dos semanas: ha volteado allí el partido. Ha subido en la capital 7 puntos en intención de voto (de 40% a 47%) en tanto PPK ha caído allí mismo 6 puntos (de 46% a 40%).
Ninguna encuesta explica con absoluta veracidad el porqué de subidas y bajadas; no obstante, deja pistas. El anterior sondeo de Ipsos (24/25 de abril) ya relativizaba la idea de que todo estaba dicho en Lima, y añadía que la elección se definiría en el centro y sur del país, y en el Perú rural. Ese sondeo mostró un pequeño sismo en los sectores A y B en los que PPK bajaba pero que compensaba con un aumento en el centro, mientras que Keiko ratificaba su mayoría el norte.
Los datos de esa encuesta indicaban que en el sur ambos “desacumulaban” y que por lo menos 4 millones de votos estaban a la espera de definiciones, de los cuales 1 millón se localizaba en Lima y otro millón en el sur del país, y que otros territorios de batalla eran los  sectores D y E. Esa disputa reclamaba definiciones más precisas de los líderes políticos, sectores sociales, empresariales y medios. Los votos habían llegado solos hasta ahí y los que aún no se definían necesitarían de orientación más expresa.
2.- A tenor de los nuevos resultados, en Lima se han producido tales orientaciones expresas. Keiko ha atacado los conos con recurrentes actos electorales y ha tejido acuerdos sociales, que siendo polémicos y hasta regresivos (el 24x24 para la familia policial, el seguro para los mototaxistas y la adhesión al credo ultra-evangélico) han dado frutos.
La candidata de Fuerza Popular se ha frenado en los sectores D y E pero ha subido 15 puntos las clases medias (en B de 26% a 35% y en C de 34% a 40%). También ha mejorado entre los jóvenes, donde ha subido 5 puntos (de 34% a 39%). Por su parte, PPK subió en el sector A (de 64% a 69%) pero cayó 11 puntos en las clases medias (en B de 61% a 55% y en C de 48% a 43%), y ligeramente en D y E, y en los jóvenes (de 49%  a 45%).
3.- Se trata de subidas uniformes de Keiko vs bajadas igualmente uniformes de PPK. En este punto es importante dilucidar los motivos. Es cierto que la movilización partidaria es crucial en la campaña y que Keiko tiene una mejor estructura que PPK; sin embargo, gran parte de su escalada en Lima no parece deberse a un gran aparato partidario que algunos analistas dicen haber avistado sino a que el fujimorismo está haciendo más política en las alturas y hablándole al país, sumando votos y tejiendo alianzas. A ello se ha agrega cierta desmovilización del antifujimorismo que tiene como consecuencia la ligera reducción de su antivoto.
4.- Fuerza Popular no necesitó moverse mucho en el sur para que Keiko suba allí 6 puntos claves (de 25% a 31%) mientras PPK cae ahí mismo otros 4 (de 43% a 39%). Es evidente que una parte de sus nuevas adhesiones tienen que ver con el pacto con los mineros ilegales e igualmente con la familia policial y mototaxistas.
En el norte y el centro parece estar decidida la batalla en términos generales -con la salvedad de sus territorios rurales- con predominio del fujimorismo en el norte (PPK ha caído ahí 3 puntos, de 38%  35%) y de PPK en el centro (Keiko ha caído ahí 8 puntos, de 40% a 32%).
5.- La disputa en el sur es dura; entre PPK y Keiko suman 70% (PPK 39% y Keiko 31%) y tienen ante sí un bolsón de otros 30% entre los que no responden, blancos y viciados. En la misma dirección una tendencia que debe ser advertida: mientras Keiko cae solo 2 puntos en el Perú rural (de 42% a 40%), PPK cae 5 puntos (de 40% a 35%).
6.- Los resúmenes sectoriales y territoriales dicen mucho del ritmo de la campaña pero sobre todo de las certezas y miedos de los electores. Keiko trepa en Lima, sube en el sur, en los sectores B y C y entre los jóvenes; pero cae en el centro, se mantiene bajo en el sector A y se frena en D y E. Por su parte, PPK baja en Lima, en el Perú rural, en el norte y sur y en los sectores B, C, D y E, y entre los jóvenes; pero sube en A.
Estos movimientos muestran como hace dos semanas que el conjunto Lima/sur/D-E será decisivo para el resultado final, con Keiko ahora con mejores posibilidades de acumular si se mantiene entre 15 y 20 puntos el porcentaje de los blancos, viciados y no precisa (que ahora es 19%). Solo hay dos maneras de reducir ese porcentaje: 1) más pactos sociales del fujimorismo;  o 2) apoyos políticos partidarios explícitos a PPK y la reactivación del antifujimorismo militante que reduzca a su favor los blancos y viciados.
6.- Las cifras del Ipsos son interesantes respecto de esas posibilidades con una ventaja ligera de Keiko. Entre los que votarán por ella y los que podrían votar por ella suman 49% mientras que las mismas respuestas sobre PPK suman 46%. Estos datos son concurrentes con otros: el 39% cree que en general Keiko es autoritaria y el 45% que cree que en general es demócrata; contra el 28% que cree que PPK es autoritario y el 56% que cree que es demócrata. Ni muy muy ni tan tan, ni PPK aparece muy demócrata ni Keiko muy autoritaria.

Puede encontrar más información de esta nota en: https://juandelapuente.com/keiko-toma-lima-por-asalto-analisis-de/

viernes, 6 de mayo de 2016

No nos contemos cuentos

http://larepublica.pe/impresa/opinion/763748-no-nos-contemos-cuentos
La República
La mitadmasuno
29 de abril de 2016
Juan De la Puente
La afirmación de que entre Fuerza Popular (FP) y Peruanos por el Kambio (PPK) existen grandes similitudes, más en economía y mucho menos en política, deviene en una frase hecha de la campaña para la segunda vuelta. Al ser tomada como absoluta sirve para casi todo, para proponer el voto en blanco o viciado o para creer que hay poco en discusión, que como el modelo se ha salvado da lo mismo Juana que Chana.
Es una afirmación generalista, facilona, ociosa e inútil, una idea cuya certeza fue breve, no más de una semana, y por ello sorprende que su eco sea tan largo y que siga envolviendo a un país cómodamente instalado en la falta de profundidad del debate electoral.
Escojamos dos o tres temas de la agenda pública para apreciar diferencias cruciales. En economía, PPK propone rebajar el IGV a 15% en tres años, a lo que se opone FP que, en cambio, plantea eliminar la rebaja escalonada del Impuesto a la Renta que debe llegar a 26% el año 2019. No es cualquier diferencia, es el financiamiento del desarrollo y de esto depende el ritmo de la inversión pública y privada, el relanzamiento de la descentralización y la creación de empleo.
En seguridad ciudadana, FP propone como eje el retorno al sistema de servicio policial 24x24, abrir la puerta a la pena de muerte y una suerte de militarización de la lucha contra el crimen; PPK está en contra de esos tres planteamientos y su enfoque es distinto: todo debe empezar con la refundación de la Policía. Tampoco son diferencias menores; de ellas depende el emplazamiento de actores y de planes, y los liderazgos institucionales.
Sobre la lucha contra la corrupción no hay contradicción pero acentos distintos: FP propone contralorías regionales autónomas y gobierno abierto y PPK una autoridad autónoma para el acceso a la información pública y la muerte civil de los corruptos. Allí también se aprecia la diferencia entre un enfoque de política y otro de reforma institucional.
Pero hay otra variable en juego, y es el silencio. Un grupo importante de temas de la agenda pública no ha merecido detalles de ambos grupos en campaña. Los dos más sonados son la falta de respuesta a la propuesta de Proética de celebrar un Pacto contra la Corrupción, y la nebulosa en que ha devenido la reforma política, de la que todos hablan pero guardan silencio sobre precisiones, plazos y prioridades.
Podríamos convivir hasta el 5 de junio y hasta el 28 de julio inclusive, con la fácil idea de las grandes coincidencias. No obstante, en los primeros meses del próximo gobierno nos despertará la dura realidad de una mayoría política que cobija diferencias de fondo y que tiene al frente una oposición de izquierda con propuestas distintas al bloque de partidos que ahora disputa la segunda vuelta.
No nos contemos cuentos. Ningún país se gobierna con consensos tácitos y debe superarse la idea que lo que está en juego solo es la dinámica del gobierno. No; está en juego el modelo de gobernabilidad, las reformas que dominan una agenda cargada y la relación de esos cambios con una sociedad civil activa que no bajará los brazos sea cual fuese el resultado del 5 de junio.
Más allá de las operaciones de marketing electoral los partidos que van a la segunda vuelta –que en votos emitidos suman el 49.91% del electorado– no se han abierto al 50.09% de electores que votaron por otros partidos o votaron en blanco o viciado, que todos suman más de 9 millones, y a los 4 millones que no votaron.
Impedir que el país retroceda de sus estándares políticos es un tema de fondo en la campaña, y en esa dirección el voto de contenido democrático es la base de cualquier cambio. El segundo asunto de fondo es la recuperación de la capacidad de pacto que el país ha perdido –los pactos arriba y los de abajo– y que probablemente conduzca a que el resultado del 5 de junio sea frío y un tanto pesimista. Si a la democracia le falta alegría y optimismo, es obvio que hay mucho más por cambiar.