Por Juan De la Puente
La
campaña para la segunda vuelta electoral llega a su fin con grandes
transformaciones, demasiadas para las ocho semanas que median entre el 10 de
abril y el 5 de junio. Las más importantes son: 1) la confirmación que las
opciones de gobierno que ofrecen Keiko y PPK son distintas, diferentes y en
varios aspectos divergentes; 2) la persistencia de dos grandes movilizadores
electorales, el antifujimorismo y el dilema abajo/arriba; y 3) el
estrechamiento de la agenda final que deja casi solas dos ideas fuerza en el escenario, mano
dura vs democracia y libertades.
Los
que creían que había ganado el modelo y que los dos candidatos eran gemelos
políticos y que harían un gobierno de hermanos, se equivocaron. Con suerte
habrá un gobierno de primos. En pocas semanas, se dibujaron las opciones de un
gobierno tecnocrático desarrollista (PPK) y populista desarrollista (Keiko).
Hay
más diferencias: ambos proponen más Estado pero Keiko más Estado abajo y PPK
más institucionalidad arriba; Keiko se cierra a los “nuevos” derechos y pacta con
una parte de grupos regresivos e ilegales, en tanto PPK cruza sus líneas rojas tradicionales y se lanza a la prédica de la transparencia pública.
El
11 de abril solo se tenía un movilizador electoral potente, el antifujimorismo
que llevó a PPK del 22% de votos al 52%. El fujimorismo tentó varios y
finalmente encontró su antídoto, el dilema abajo/arriba. A diferencia del 2011
donde Keiko era arriba y Humala abajo, ahora ella es abajo y PPK el de arriba,
el de las grandes empresas, el del escritorio que no conoce el Perú. Así, como
en 1990 Alberto Fujimori contra MVLL, esta vez el fujimorismo “vargaslloseó” a
PPK.
Es
el primer hecho que cambió el cariz de las encuestas, aunque quedan para PPK el
pueblo del sur -con mucho D y E- donde todavía es mayoría, pero le ha servido a
Keiko para atacar los conos de Lima y el centro del país, este último bastión
donde ha recuperado puntos.
Como
no podía ser de otro modo en una segunda vuelta, son dos antis en campaña. No asustarse.
Antes
del debate de Piura, pero con más vigor desde Piura y el debate de Lima, se ha
marcado un especial fin de campaña que estrecha la discusión a dos grandes
mensajes muy poderosos a pocos días de la votación. El de Keiko es la mano dura
contra el delito, los estados de emergencia, las FFAA a la lucha contra la
delincuencia y todo el discurso de “no me temblará la mano”. El de PPK es la
democracia y las libertades, la transparencia pública, la lucha contra la
corrupción y la amenaza del retorno del pasado y la implantación de un
narco-Estado.
Vistas
las cosas, es el viejo dilema resumido por Jorge Basadre como un déficit de la
república, la elección entre orden vs libertad, que en otros país no debería
ser una disyuntiva. En este episodio, no son dos alternativas redondas sino con
rendijas y grandes huecos, de modo que en algunos temas la mano dura es mano
blanda y la defensa de los derechos se relativiza.
Así
se llega al 5 de junio, con Keiko liderando las encuestas y con un teflón
considerable, aunque habría que medir aún el efecto del caso Chlimper. PPK ha
tenido un envión a su candidatura desde el debate del 28 de mayo aunque no se
sabe si será suficiente. La verdad es otra y no le atañe a él -no eres tú, soy
yo le dirían los peruanos- y se refiere a la pregunta sobre si el
antifujimorismo del 2016 será como el año 2011 suficiente para derrotar a
Keiko. Eso se sabrá el 5 de junio.
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