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sábado, 2 de enero de 2016

Los peones del centralismo

http://larepublica.pe/impresa/opinion/724969-los-peones-del-centralismo
La República
La mitadmasuno
11 de diciembre de 2015
Juan De la Puente
Si pudiese sugerirles algo básico a los gobernadores regionales y a los alcaldes provinciales es que eviten los acuerdos electorales con las listas nacionales para apoyar a un candidato presidencial a cambio de colocar a un representante suyo en el Congreso.
Esa experiencia ha sido nefasta y fallida. El actual Congreso tiene por lo menos 8 congresistas que alcanzaron sus curules incrustados en por lo menos tres listas presidenciales que compitieron el 2011. Es el caso de legisladores elegidos por Áncash, Huánuco, Loreto, Junín y Cusco, entre otras regiones.
La operación no les ha servido a las administraciones regionales. Como primer efecto, los que participaron en alianzas que no ganaron la Presidencia de la República vieron enajenada la voluntad del partido ganador o, si formaron parte del grupo ganador, fueron presionados sin éxito para lograr mejoras gracias a sus contactos con el nuevo poder. Así, en uno u otro caso, solo consiguieron desazón y decepción.
Ninguno de los presidentes regionales que se ufanaron de haber hecho el 2011 el negocio de su vida, se reeligió. Antes, a poco más de un año en funciones, “sus parlamentarios” se mimetizaron en el Congreso, no lograron casi nada en favor de sus regiones con las que además perdieron contacto, en tanto que renunciaron a sus bancadas en la primera oportunidad o les dieron la espalda a los jefes políticos que organizaron el acuerdo.
Advierto que ahora por lo menos tres gobernadores regionales y algunos alcaldes de capitales de departamento han llegado a acuerdos con partidos nacionales. Estos pactos se basan en la seguridad de que los líderes regionales pueden endosar a un candidato nacional los votos obtenidos el año pasado, algo debatible y relativo. Son los casos, por citar dos ejemplos, de los gobernadores de Arequipa y Tacna, que obtuvieron alrededor de 20% de votos en la primera vuelta y que difícilmente endosarán ese caudal luego de un año de complejas administraciones.
Desde el lado nacional, en los partidos creen que un pacto con grupos locales puede resolver sus problemas de implantación, y el suministro de militantes, activistas y operadores tan necesarios en una campaña electoral. Eso también es relativo; en la mayoría de regiones los grupos que ganaron las elecciones del año pasado se han desactivado, los vínculos se han debilitado y las autoridades se han autonomizado, de modo que un acuerdo con una autoridad es principalmente con su aparato de gobierno. Y nada más.
Es cierto que para un grupo nacional sin implantación local un pacto con una autoridad local es mejor que nada. De acuerdo, pero el asunto cambia cuando lo que se quiere es gobernar un país en serio, una tarea cada vez más enfrentada por la hostilidad de un Congreso donde escasea la disciplina partidaria y los legisladores recuperan su independencia rápidamente.
Los gobernadores regionales tienen problemas nacionales más serios que sentar a un enviado suyo en una curul. El más desafiante es el destino de la descentralización, acosada por dentro y fuera de las regiones. Dentro, por la corrupción y la precariedad institucional, al punto que un gobernador regional ha sido vacado y otros tres están en esa ruta; y fuera, por un movimiento que propone ir en reversa. En la reciente CADE 2015 he escuchado por lo menos tres exposiciones que sugieren recentralizar el país bajo la convicción de que la descentralización ha fracasado.
La campaña electoral necesita de una potente y unida voz política de las regiones más que de enjuagues electorales que hacen de los líderes regionales peones del centralismo. Por si acaso, casi todos los candidatos guardan silencio sobre qué hacer con la descentralización, un proceso suspendido en el aire hace varios años, otro rasgo inédito de este proceso electoral. Como hace 30 años, las ideas de la capital se aprestan para decidir por el resto del país mientras los líderes fuera de Lima se contentan ¡qué tal minimalismo!  con buscar una esquinita en el Parlamento. Qué favor tan caro para el centralismo.

sábado, 31 de enero de 2015

Las regiones, un nuevo pacto

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/las-regiones-un-nuevo-pacto-30-01-2015
La República
La mitadmasuno
30 de enero 2015
Juan De la Puente
La Asamblea Nacional de Presidentes Regionales (ANGR) presentó recientemente un interesante texto (Los Gobiernos Regionales al inicio de su segunda década; 46 experiencias de éxito de la gestión pública regional), un ejercicio que relaciona el balance, la reflexión crítica y el estudio de casos, una fórmula escasamente usada en el estudio de las políticas públicas.
Las 46 experiencias reflejan 9 ámbitos de la gestión de gobierno en los que se aprecia voluntad política, gerencia técnica, planeamiento del territorio y compromiso con temas sensibles de la agenda pública que en las condiciones de una perspectiva centralista no habrían sido abordados. Entre los casos, es muy destacable la avocación a la relación entre el ordenamiento territorial y las políticas ambientales, como la zonificación ecológica en 3 regiones, la creación de autoridades rectoras ambientales macro o micro en 2 regiones y la Mancomunidad de los Andes que reúne a 5 regiones. Estas experiencias indican una ruta promisoria, la gestión de las dinámicas territoriales bajo la convicción de que la desigualdad incluye una variable territorial que se patentiza en las brechas casi endémicas de ingresos per cápita entre distritos ricos y pobres.
El texto lanza, aborda y deja varios desafíos. El más importante, que recorre el libro como una narrativa de resistencia, es la crisis del proceso iniciado el año 2002. Esta narrativa contradice a otra, la narrativa del fracaso de la descentralización, impuesta como discurso desde marzo pasado por una coalición al mismo tiempo centralista en lo político, conservadora en lo ideológico y neoliberal en lo económico.
Esa idea del fracaso es contestada con otra que afirma que la crisis expresa el fin del impulso del proceso descentralizador, una crisis de expansión de la arena política de acuerdo a la clasificación de Guillermo O’Donnell. Es decir, no es una crisis autónoma sino que forma parte de otra mayor que nos reclama a todos.
El texto sugiere tácitamente como causales de esta crisis un conjunto de responsabilidades del Estado. Siendo ello en general correcto, otro conjunto menos explorado de responsabilidades alude a las sociedades regionales, a las tres generaciones de gobiernos regionales y en específico las élites regionales que desde el año 2006 gobiernan la mayoría de gobiernos regionales. 
El libro propone relanzar la descentralización usando el lema “descentralizar reformando”. Nunca mejor dicho. Ahora, ¿por dónde empezar el relanzamiento? ¿Se puede relanzar el proceso sin reforma política?
Requerimos un nuevo pacto descentralista; a diferencia de otras experiencias, el nuestro solo fue legislativo, no fue un pacto político y me temo que tampoco social. Un nuevo acuerdo no debería producirse mirando al centralismo. A pesar de su presencia en los medios y el Estado, la narrativa centralista es débil frente a la sociedad pues no toma en cuenta que en 12 años la región se ha transformado, y que ahora es un sujeto que ha dejado de ser objeto. Este nuevo acuerdo debería ser parte de la agenda electoral del 2016 y debería ser exigido a los candidatos.
Este sujeto ha evolucionado; cada región usa la autonomía de la que dispone con resultados disparejos y desequilibrados donde importa no solo lo que tienes, sino también lo que eres y de dónde vienes. Así se entiende que el PBI per cápita de Moquegua sea S/. 43 mil y que el de Apurímac sea S/. 5 mil, en una media nacional de S/. 17 mil.
Una última cuestión, sobre la corrupción. Matizo la afirmación del texto que señala que la descentralización no produce corrupción sino que la hereda de un Estado con una larga historia de corrupción y clientelismo. El dato histórico es correcto, pero no explica lo ocurrido en los últimos años en donde la corrupción se ha recreado y se ha convertido en una enorme fuerza social, en algunas regiones quizás una de las más importantes organizadoras de la política. Como diría la academia, la corrupción regional ya hizo sociología.

viernes, 24 de octubre de 2014

El voto que no me gusta

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/el-voto-que-no-me-gusta-10-10-2014
La República
La mitadmasuno
10 de octubre de 2014
Juan De la Puente
En el Perú, el voto que el establishment no entiende o que no le gusta termina siendo contestatario o ignorante; de ese modo el país está formateado antes de cada elección, sin posibilidades de interpretación de los resultados: 1) el voto por los partidos es en favor del sistema; 2) el voto por los movimientos regionales es antilimeño y antisistema; y 3) el voto por la izquierda es ignorante y “atrasador” del desarrollo.
Es absurdo apreciar los resultados solo por la identidad de los candidatos. Este software, compatible para analistas de izquierda y derecha, gira en torno a un eje: que el voto está condenado desde hace 14 años a aceptar o negar el sistema, una aplicación cerrada que no permite opciones de sufragio como: 1) aceptar el modelo económico pero rechazar el modelo político; 2) aceptar las reglas políticas pero pugnar por innovar las de la economía; 3) re-construir ambos modelos desde el espacio regional/local; 4) premiar o castigar a líderes y autoridades; 5) respaldar o reconocer promesas de interés personal o dádivas del candidato; y 6) honrar lealtades políticas y principios éticos.
Sostengo que en la reciente elección se ha relativizado el clásico voto antisistema, que aún puede apreciarse en Cajamarca, Moquegua, Puno y Cusco, donde varias listas en cada caso recabaron entre el 40 y 60% de votos, y en menor medida en Junín, Apurímac y Huancavelica, donde abarcaron entre el 30 y 40%. En cambio, no me imagino que el voto por Waldo Ríos (Áncash) se oponga al sistema, o el de Gilmer Horna (Amazonas), Jaime Rodríguez (Moquegua), Wilfredo Oscorima (Ayacucho), Luis Picón (Huánuco), César Acuña (La Libertad) e Yván Vásquez (Loreto), entre otros. Eso sí, el voto por Rudecindo Vega (Amazonas) fue explícito contra la corrupción, al igual que el de Rubén Alva (Huánuco) y Fernando Meléndez (Loreto).
También es razonable sostener que la idea de un desarrollo regional abierto y no contra el modelo económico, aunque con críticas a lo político, haya recabado votos para Reynaldo Hilbk y Jhony Peralta (Piura), Javier Ísmodes (Arequipa) Omar Jiménez y Fernando Martorell (Tacna), José Murgia (La Libertad) y Fernando Cilloniz (Ica), entre otros.
El inmenso saco del voto antisistema no sirve para apreciar las nuevas identidades ciudadanas. Por ejemplo, impide identificar un voto consciente contra la ley o voto informal/ilegal en zonas que han desafiado a la política desde la política, como el que expresan Waldo Ríos (Áncash), Luis Otsuka (Madre de Dios), Manuel Gambini (Ucayali) y Walter Aduviri (Puno) y en centenares de distritos y provincias.
No es racional juntar la crítica política, el rechazo económico, los proyectos ilegales y los emprendimientos mafiosos, si en gran parte del país la fragmentación electoral no obedeció al grado de confrontación con Lima o el sistema (que no tuvieron defensores) sino al ajuste local de cuentas. De otro modo, el radicalismo político en sus vertientes de derecha o izquierda habría ganado más plazas electorales.
A pesar de ello, el país conservador está escandalizado y les atribuye a los resultados un sentido que se bate en retirada, un análisis básico en la línea del voto irracional contra las máquinas y el progreso. Otra ruta de análisis aparentemente progresista recupera la idea del voto de protesta convirtiéndolo equivocadamente en dominante.
Es preciso dejar de ver bajo cada piedra un líder o un proyecto antisistema y apreciar otros fenómenos en sus efectos inmediatos. Contra lo señalado en los análisis inmediatistas, las elecciones envían un mensaje directo: que el debilitamiento extremo de los partidos acompaña la pérdida de la identidad regional y municipal que apareció en la década pasada como respuesta a los partidos nacionales. Salvo excepciones, los nuevos actores difieren de los anteriores que exhibían peso propio, prestigio y programa; en cambio los que irrumpen en la escena son en abrumadora mayoría propietarios de maquinarias financieras y escasos escrúpulos, es decir, un regionalismo político pobre y atrasado.

viernes, 4 de julio de 2014

Corrupción, mentira pública y noticia


La República
La mitadmasuno

viernes, 23 de mayo de 2014

Políticos, salgan del clóset

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/politicos-salgan-del-closet-23-05-2014
La República
La mitadmasuno
23 de mayo 2014
Juan De la Puente
De pronto, la corrupción regional y municipal se ha transformado en un asunto de jueces, fiscales y contralores, y a ellos se les ha empezado a encargar el futuro de la descentralización, el cambio más importante en el ejercicio del poder en los últimos 50 años. Las palabras más usadas: delito-control-sanción forman un trío mágico que políticos, periodistas y analistas manosean con descaro, como un remedio infalible contra la avalancha de denuncias y pruebas del uso ilícito de los recursos públicos.
Mienten y se mienten. Su receta es casi microscópica frente a un problema gigantesco; esa respuesta mínima es tan dañina como el problema mismo, un minimalismo que esconde una apreciación hipócrita y centralista trasnochada: así como nunca importó el atraso de las “provincias” hoy tampoco importa su corrupción. Total, no es la de Lima.
La descentralización ha empezado a podrirse y a oler mal, y el punto de partida de una alternativa eficaz es considerar la corrupción regional y municipal más como un problema de la democracia que de jueces y auditores, un asunto de organización y de actores más que de licitaciones, un problema de la política antes que de la ley penal; es decir, de proyecto antes que de comportamiento.
Asumirlo cuesta, especialmente en un país donde todo defecto de la descentralización es la coartada soñada para el manotazo centralista. No obstante, así como la disyuntiva centralismo honrado vs descentralización corrupta es falsa, no es válido responder a la realidad atrincherados en la idea de que el centralismo es también corrupto. El debate no es sobre el viejo modelo centralista sino sobre su alternativa, es decir, lo nuevo, y en ese afán la mejor defensa de la descentralización es una franca revisión del proceso y que esta venga, precisamente, del espacio social que propugna consolidarla.
Una segunda toma de posición consiste en aceptar que la descentralización está suspendida en el aire, una de las conclusiones a las que arribaron el año pasado un panel de especialistas convocados por el PNUD. Esta incertidumbre que interroga sobre la dinámica del proceso, es decir, si avanza o retrocede, o si se consolida o se debilita, es revelada con la verdad: no se mueve. No obstante, si seguimos negando la realidad blandiendo el incremento del porcentaje de soles que ahora gastan regiones y municipios, el crecimiento económico de algunas regiones y la reducción de sus índices de pobreza perderemos la valiosa posibilidad de un nuevo impulso.
La importancia de abrir un segundo y nuevo momento en la descentralización es una ineludible tercera toma de posición que nos remite a la política, ante la que palidece la letanía de “el problema es el control”. No obstante, no se aprecia una reacción del sistema en esa dirección. Esta debería ser la hora de la política en y para las regiones pero es la hora de la Policía; debería ser la hora de la Constitución pero es la hora del Código Penal. Lamentablemente es la hora de los políticos que hacen audiencias pero no hacen política, o que solo hacen “política nacional”, es decir, limeña.
No deja de ser exigible y justo el papel de contralores, policías y magistrados para combatir las mafias regionales y municipales que se reproducen con facilidad. Sin embargo, el régimen democrático no debería quedarse en el control de plagas. Por ejemplo, el Congreso no tiene visos de encarar el sistema de elección y el período de gobierno de presidentes regionales y alcaldes, los mecanismos de rendición de cuentas, las funciones de los consejos regionales o el reforzamiento de los consejos de coordinación regional y local.
De hecho, ningún partido “nacional” ha rectificado su decisión de minimizar su participación en las elecciones del 5 de octubre, en tanto que la sociedad civil organizada sigue fomentado pactos de desarrollo local y regional en los que no figura la corrupción. ¿Cuántos presidentes regionales más deberían ser imputados o encarcelados para que los políticos salgan del clóset y hagan lo que se supone deben hacer, es decir, política?

viernes, 11 de abril de 2014

Áncash es el Perú

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/ancash-es-el-peru-11-04-2014
La República
La mitadmasuno
11 de abril de 2014
Juan De la Puente
La corrupción en Áncash está siendo tomada como un grave problema de Estado y las primeras preocupaciones son judiciales. En procesión, los organismos que habían volteado la mirada a la corrupción realizaron una audiencia y anuncian el descongelamiento de los procesos contra la cúpula regional. No obstante, se piensa en Áncash como una excepción y no como una regla, como un fenómeno y no como una tendencia.
Áncash es el Perú, solo que allí las mafias provocaron un estallido; es la avanzada de un orden de cosas que se forma en relación con los procesos de modernización, descentralización y crecimiento económico, y cuyo origen no es, exclusivamente, la falta de institucionalidad y de control. Lo que a simple vista luce como un asunto de reglas es un problema de organizaciones y de actores.
José María Arguedas decía de Chimbote que era la ciudad que menos entendía, pero que más lo entusiasmaba. Hace ya medio siglo describía en El zorro de arriba y el zorro de abajo a las mafias de ese puerto como la expresión de una ideología informal, una suerte de modernización a patadas hundida firmemente en brechas y desencuentros sociales y culturales que no han hecho más que recrearse desde entonces.
Sobre estas y otras bases se construye una sociedad que se asume y comporta como un espacio de tensión sin reglas, so pretexto de su heterogeneidad y donde la crisis de organizaciones y liderazgos es recurrente y en progreso. Áncash fue escenario de una competencia de partidos políticos hasta entrados los años noventa, con predominio del Apra, Acción Popular y la izquierda. No obstante, como sucedió con buena parte del país, fue conquistado por la antipolítica; desde 1995, Huaraz y Chimbote eligen alcaldes independientes, salvo un período en este último caso, y Casma, otra provincia violenta, ha tenido cinco alcaldes desde 2007, uno de ellos revocado y otro asesinado.
La política ancashina fue asaltada por políticos de ocasión que han creado sus propias franquicias regionales para efectos internos y que se relacionan exitosamente con las franquicias partidarias nacionales para efectos de una representación parlamentaria. Esa política antipolítica ha llegado a su límite; el proceso operado en Áncash, también experimentado en otras regiones, de sustitución de los liderazgos partidarios nacionales por elites locales se ha agotado; el predominio de los nuevos “valores”, el robo, la coima, la amenaza, la difamación, la compra de periodistas y jueces, el cambio de bando, y la muerte, esconde la falta de un proyecto local y una mortal precariedad de la oferta política.
Los datos del sistema político ancashino indican ese agotamiento. En las elecciones del 2010 se presentaron en el Santa (Chimbote) 22 candidatos y en Huaraz 16, las provincias con las más altas tasas de competitividad electoral del país. A tono con esa tendencia, en las elecciones regionales del 2002 se presentaron 8 listas, 13 el año 2006 y 19 el año 2010. Asimismo, en las tres elecciones, Áncash fue la región donde las listas tuvieron un apoyo electoral menos uniforme, es decir, un bajo indicador de distribución (PSNS) según la metodología del Jurado Nacional de Elecciones.
En el contexto de mayor fragmentación, más competitividad y menos distribución homogénea del voto se entiende que las guerras políticas se zanjen con el apoyo de sicarios. No en vano la región ostenta otros dos indicadores relevantes: en el periodo 2007-2010, el 10% de las autoridades distritales fueron vacadas y en las elecciones del 2010 se anularon las elecciones en 11 distritos, un récord histórico que no lo consiguieron los paros armados de Sendero Luminoso en los años ochenta.
Al debatir las soluciones para esa región es preciso reconocer que estamos ante una sociedad con una acelerada fragmentación, donde la política es ilegítima y las representaciones políticas son casi simbólicas. En las elecciones generales del 2011 ninguna lista superó el 20% de los votos válidamente emitidos, mientras que los votos blancos y viciados sumaron la primera mayoría, el 26%, más del doble que el porcentaje nacional.

viernes, 28 de marzo de 2014

El profeta Ezequiel

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/el-profeta-ezequiel-28-03-2014
La República
La mitadmasuno
28 de marzo de 2014
Juan De la Puente
El asesinato del ex consejero regional Ezequiel Nolasco dispara las alarmas sobre la extrema violencia política y corrupción en la región Áncash. En realidad, descubre para la opinión pública nacional y para la política limeña un truculento escenario que los ancashinos conocen bien. En esa región, la balas silenciadoras, los jueces y fiscales comprados o amenazados, los policías vendidos y los periodistas alquilados, forman parte de un paisaje con el que conviven los ciudadanos.
Los sucesos que han modelado ese escenario, especialmente las denuncias de corrupción y los asesinatos, fueron poco más que una noticia. Su persistencia no logró impactar decisivamente a las seis instituciones de alcance nacional llamadas a combatir el delito o controlar el poder, el Congreso, el Poder Judicial, la Procuraduría (Ministerio de Justicia), la Policía (Ministerio del Interior), el Ministerio Público y la Contraloría General de la República. Estas han respondido que hicieron algo de lo que les correspondía, que la falta de eficacia se debe al papel de otras instituciones y que carecieron de recursos para alcanzar mayores logros. Es probable que estos argumentos sean de algún modo ciertos aunque la verdad es más compleja y dramática.
En casi todas estas instituciones operó un mecanismo ilegal que bloqueó las denuncias o su desarrollo procesal con marcado éxito. Este no es un trabajo empírico, sino el resultado de un proyecto mafioso sostenible por su capacidad operativa y los recursos financieros, políticos, legales, tecnológicos y mediáticos que desarrolla. A diferencia de las redes clásicas de corrupción del pasado, esta se construyó de abajo hacia arriba usando para sus intereses los espacios de autonomía y discrecionalidad que la descentralización ha establecido, una derivación perversa no prevista al inicio de este proceso.
El atormentado tránsito de Ezequiel Nolasco desde el año 2010 testimonia la fuerza de la red ilegal a la que se enfrentó y sucumbió; todos sus movimientos fueron contestados con éxito. Él perdió todas las batallas emprendidas, en los ámbitos administrativo, policial, judicial y parlamentario. También perdió la batalla de la opinión pública porque su voz, mucho antes de las balas asesinas, fue silenciada por una prensa regional arreglada bajo la mesa y sobre la mesa, con muy escasas excepciones. Las tres veces que este hombre, martirizado ya por la muerte de su hijo y por su propia persecución, se encadenó en la puerta de la Corte Superior de Justicia del Santa (Chimbote) aparecieron como una dolorosa confesión de su impotencia y fracaso.
La mala noticia, lluvia sobre mojado, es que el caso de Áncash no es único. Los datos a la mano indican que en varias regiones se han organizado mafias locales con alcance nacional y en otros casos de origen municipal con el mismo éxito. Sin embargo, no todas las regiones o ciudades tienen un Ezequiel Nolasco que a costa de su vida ha dejado testimonio de la realidad. Casos similares a los de Áncash están atrapados en el Congreso, han sido trabados en las fiscalías o han merecido sentencias cargadas de impunidad.
En Áncash ha fracasado todo o casi todo, la democracia, la descentralización y la libertad de expresión. Desde la primera elección regional no ha sido posible construir allí un proyecto regional abierto y democrático; contrariamente, se ha acentuado la fragmentación social y política, las prácticas clientelares y la organización de un poder resistente a la rendición de cuentas. El proceso de descentralización ha sido en esa región hasta ahora la transición hacia un estado débil y corrupto, personalizado al extremo y carente de elites moderadoras y articuladoras del debate. El rasgo que define el espacio público allí es un alto protagonismo de actores informales y, sobre todo, ilegales, cuya lucha por el poder carece de límites con una marcada preferencia por el uso de la violencia para resolver las disputas políticas.
La pregunta de qué hacer con Áncash debería ser qué hacer con la descentralización.