La República
La mitadmasuno
20 de julio de 2018
Juan De la Puente
El presidente de la
República, Martín Vizcarra, ha respaldado las marchas contra la corrupción del
sistema de justicia, suscribiendo una alianza expresa con la opinión pública
movilizada, apoyándose en ella, dándole voz a la calle esta crisis, y
compensando un tanto su debilidad numérica frente al Congreso.
Vizcarra está tomando
aire fresco, pero no solo es oxígeno. Este pacto implica un giro hacia la
sociedad, de lo que precisamente carecieron sus primeros 100 días de gobierno. El preludio de este hecho
ya presentaba logros; de hecho, las renuncias y procesos de las últimas dos
semanas, luego de la primera entrega de lo audios por IDL Reporteros, se
debieron a una coincidencia tácita entre la voluntad del gobierno y la
indignación de los peruanos. Hasta ahí las cosas son de manual.
No obstante, el
momento es inédito y ejemplar, como lo fueron los sucesos que vivimos desde las
elecciones del año 2016. Es la primera vez en varias décadas que una severa
crisis no tiene como centro al gobierno sino a otros poderes e instituciones,
dejando a la presidencia del país con una amplia capacidad de movimiento y
juego.
El Ejecutivo no es
parte del problema. Todavía; Vizcarra y el premier Villanueva han desplegado
algunas iniciativas audaces entre ellas la de exigir la renuncia de todos los
miembros del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) como elemento
imprescindible de la reforma judicial. Luego, con la creación de la comisión
presidida por Allan Wagner y la promesa de trazar el 28 de julio las líneas
gruesas de los cambios en la administración de justicia, han inaugurado un
curso de reforma que no podrá ser cerrado fácilmente sin medidas de algún
calado.
El gobierno resuelve
en parte el problema de la etapa post PPK que era
de una estabilidad un tanto vacía, sin promesas y sin centro de gravedad. Es un
camino sin retorno que podría permitirle al país encarar con éxito la reforma
que las sucesivas explosiones de la corrupción brasileña plantearon sin éxito.
El parte de esta
batalla de dos semanas es promisorio; en 14 días se ha logrado más que en 14
años. El cuadro, con el jefe de la ONPE suspendido, el CNM acéfalo, un vocal
supremo a punto de entrar a la cárcel, y el Poder Judicial –sacudido–
debatiendo cambios a los que se resistió varios años, para más de uno es el
escenario de un desorden, pero visto en la perspectiva de la infertilidad de un
sistema que se niega al cambio, más que desorden es movimiento.
El Congreso está en serios problemas. Una crisis que
se abre paso de la mano de una opinión pública indignada indica que por ahora
valen más las voces que los votos. Fuerza Popular está siguiendo la pauta
marcada por la calle y el gobierno, sin más estrategia que la defensa y la
concesión, impactado por la situación de Héctor Becerril, cuya permanencia cada
día en el Congreso representa el desangrado del fujimorismo.