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lunes, 5 de junio de 2017

Madre Mía, la guerra oscura en el Huallaga

http://larepublica.pe/impresa/opinion/872381-madre-mia-la-guerra-oscura-en-el-huallaga
La República
La mitadmasuno
5 de mayo de 2017
Por Juan De la Puente
La probable reapertura del caso Madre Mía para juzgar el papel desempeñado por el entonces capitán del EP Ollanta Humala en los primeros años de la década de los 90 implica también la posibilidad de juzgar las violaciones a los DDHH en el Alto Huallaga y la Provincia de Padre Abad, los territorios menos estudiados respecto de la violencia terrorista, y donde hubo mayor impunidad.
Razones para reabrir el caso las hay, así como la convicción de que se trata de un período oscuro sobre el que hay que poner luz. La Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) reconoció en su momento el déficit de procesos judiciales, testimonios e indagaciones de la violencia en los territorios amazónicos. Aun así, pudo dar cuenta de que en su base de datos consta que en la provincia de Leoncio Prado (solo una parte del Alto Huallaga), entre los años 1989 y 1994, murieron 232 personas y que 198 fueron desaparecidas.
Una de las célebres matanzas fue la de Venenillo, al sur de Aucayacu, en junio de 1989. De acuerdo con el testimonio de un ex miembro del Ejército ante la CVR, en respuesta al ataque donde murieron un capitán y seis soldados, el mando militar ordenó “limpiar” la zona con el resultado de 300 personas asesinadas. El testimonio N° 100168 es escalofriante: “quemaron los cuerpos o los arrojaron al río, más o menos un promedio de 200, 300, entre hombres, niños y mujeres; nosotros comenzamos a matar y a tirar los cadáveres al río y los de la DEA llamaron a Tingo María diciendo que de río arriba venían cadáveres. Nosotros hemos bajado a recogerlos. Eran los mismos que tirábamos. Regresamos y los comenzaron a quemar”.
Para un libro que espera su publicación he recuperado y procesado información sobre la actividad de Sendero Luminoso en la zona y el desempeño de las FFAA. La información oficial senderista señala que arribaron al Huallaga en 1981. Hacia 1987 se habían extendido por todo el valle y sus columnas se adentraron hacia los pueblitos cocaleros que nacían a las orillas de los afluentes del río Huallaga, alcanzando al norte el ramal de Aspuzana, cerca al límite entre Huánuco y San Martín. De allí llegaron a Madre Mía, Sión y Paraíso, pueblos a la derecha e izquierda del Huallaga, fundados por iglesias protestantes.
En diciembre de 1985 se levantó el Estado de Emergencia en la zona y se desactivó el Comando Político-Militar. Al finalizar 1987, los 57 caseríos de Aucayacu tenían delegados nombrados por las columnas terroristas. Así se explica que en pocas semanas, con el apoyo activo de la población, cubrieran de zanjas cada 50 metros de la carretera Tingo María-Aucayacu.
La guerra en el Alto Huallaga fue extremadamente violenta. A diferencia de Ayacucho, SL tuvo en esa zona control de territorios por mucho tiempo y llevó a cabo operaciones de envergadura como la sangrienta toma de Uchiza, el 27 de marzo de 1989, como respuesta a la fumigación de la hoja de coca. Sobre este episodio, El Diario, el órgano de información terrorista, informó que el comandante del puesto policial de Uchiza fue aniquilado en la Plaza de Armas por un “niño combatiente” de solo nueve años de edad que le descargó un balazo en la cabeza. El punto más alto de su ofensiva fue, precisamente, el ataque a Madre Mía el 27 de julio de ese año, para el que SL movilizó cerca de mil personas.
En 1991, Sendero Luminoso proclamó el equilibrio estratégico por lo que se hacía inevitable que los comités populares clandestinos en el Huallaga pasen a ser abiertos. Poco después se demostraría que el “equilibrio” era una táctica que buscaba esconder el callejón sin salida en que se hallaba la guerra para Abimael Guzmán.
Los siguientes fueron los años de la victoria de las FFAA y del terrorismo errante. Tres operativos memorables por el despliegue de las FFAA se realizaron precisamente en los primeros años de la década de los 90, período en el que Humala estuvo destacado en la zona; fueron los operativos “Cuchara”, Paraíso” y “Aries”, este último investigado por el Congreso y documentado por la Coordinadora Nacional de DDHH.

martes, 30 de mayo de 2017

Viva la papa

Por Juan De la Puente
Mi madre y mi padre eran agricultores y la cultivaban para venderla. Eran paperos; mis tíos por ambos lados también, especialmente mi tío Justo, y ahora algunos de mis sobrinos. Todos ellos y mis hermanos mayores nacieron en Chaglla (Pachitea), el distrito más papero de Huánuco y el Perú.
Yo soy también papero por mi dedicado gusto a ella. No es posible ser huanuqueño sin ser papero; uno de los espacios más grandes del Mercado Modelo de mi pueblo está dedicado a la venta de papas y era parte de mis curiosidades de pequeño, deslumbrado por tantos colores y por el olor de tierra que despedía.
Mamá servía al mediodía un plato de papas medianas; yo llegaba del colegio y me comía 3 o 4 antes del almuerzo otras 2 o 3 con el segundo, con una zarza de ají suave, con aceite y cebolla china. También la comíamos como calentado en la tarde o al día siguiente, picada en pedazos y pasada levemente por la sartén mezclada con el arroz que quedaba del almuerzo, una delicia a medio camino entre lo crocante y lo cocido.
Variedad higosh.
Una infinidad de platos que preparaba mi madre tenía a la papa de protagonista o acompañante, aunque nunca me pareció modesta en ese acompañamiento: el locro huanuqueño; caldo de huevo, caldo verde, sopa de letras, caldo de mote, sopa de sémola, caldo de habas, sopa de cushuro (morón) chupes, escabeches de pollo o pescado, picante de cuy, guiso de legumbres, estofado de pollo, puré, picante de papa, picante de carne, picante de indio, causa rellena, papa rellena, bolitas de papa sin relleno con puntitos de ají, caucau, secos de carnero o pollo, ensalada con lechuga americana con medio huevo, ensalada de chochos, papa a la huancaína y pachamanca, por citar algunos. Solo dos veces probé el tocosh, que es la papa fermentada con un olor desagradable, pero rico en vitaminas y penicilina.
He probado papas en otras presentaciones en la más absoluta pluralidad de comidas nuestras y de fuera. Debo haber degustado alrededor de 300 variedades de papa, desde las más conocidas como Canchán, Tumbay, Palta Negra, Tomasa, Revolución, Capiro, Negra, Huayro, Amarilla, Peruanita, entre otras. Las más sabrosas son no obstante las cultivadas para el autoconsumo, la mayoría pequeñas, no siempre redondas. Recuerdo las que probé en Qera, Chaulán, Margos, Marias, Cauri, Jivia, Huarín, Jesús, Pachas, La Unión, Challga, Molinos y Panao y en otros pueblos huanuqueños que visité a lo largo de mi vida, variedades cuyo nombre se me han perdido en la memoria. He probado también la papa colombiana, ecuatoriana y boliviana, y las que se cultivan en Francia, Alemania, Holanda y Bélgica.
Me quedo con una, la variedad higosh, pequeña -algunas se parecen de verdad a un higo- con tonos rosados y morados claros, que probé de niño y adolescente, y que me dejó maravillado las tres o cuatro veces que mamá compró en el mercado de Huánuco, en la parte de afuera, en el Jr. San Martín, donde vendían en los años 70 las mamachas que bajaban de la sierra alta. Mi madre me dijo que venía de las alturas de Huarichacra (Panao). Mi hermana Cristina lo volvió a encontrar para mí en el mismo mercado hace años, luego de 30 largos años.
Es obvio que después de haber probado tantas variedades nativas y comparado sabores naturales no tenga predilección por las papas embolsadas, repletas de químicos, o las fritas. Es que tienen demasiada sal y la fritura a tan elevada temperatura mata el sabor de la pulpa, la parte más deliciosa de una papa recién cocinada, y si es mediana o pequeña mejor. Las papas más deliciosas son las arenosas y más aún las de colores. No hay nada más delicioso que comer una papa con cáscara.
Luego he tenido un contacto editorial permanente con la papa. El Fondo Editorial de la USMP que dirijo ha publicado varios libros sobre el preciado tubérculo, bajo el impulso del Dr.  Johan Leuridan. Entre los libros mas memorables está La flor morada de los andes, de Sara Beatriz Guardia, que obtuvo el Premio al Mejor libro del mundo el año 2004 en los premios Gourmand Cookbook Awards, traducida al francés como la fleur violette des andes.
Feliz Día de la papa.

viernes, 7 de abril de 2017

El maestro y la fiesta del libro

Por Juan De la Puente
Adiós maestro, el del libro. Ha fallecido mi centenario maestro Oscar Ramírez Amanzo, mi profesor del quinto de primaria en la GUE Leoncio Prado; el Huánuco del siglo pasado lo conocía como Cañoncito porque fue un recio delantero del León de Huánuco, entre los años cuarenta y cincuenta.
Foto: Correo.
Me enseñó el Quijote, los verbos, sustantivos y adjetivos; con él inicié mis rudimentos poéticos haciendo acrósticos, y quien me impulsó a recitar a Vallejo y a Chocano. Me puso de apodo sapo porque era el único de su clase que no tomaba el agua directamente del caño sino haciendo cuenco con las manos. De él aprendí algo de la historia de Huánuco, del héroe cholo Aparicio Pomares, de los fundadores de la ciudad y del porqué de algunas de sus calles. También le agradezco el que el quinto de primaria fuese el único año en que mis padres no tuvieron que ir al colegio llamados para responder por mis incontables travesuras. Es que Cañoncito -masón- arreglaba esas cosas de tú a tú y frente a los alumnos.
Para mi fue el maestro del libro. Una vez le conté que había leído La Cabaña del Tío Tom y Los Perros Hambrientos y me dijo "Oye sapito ahora tienes leer a López Albujar, él fue juez en Huánuco". Al día siguiente me trajo un libro viejo que se titulaba “Cventos Andinos” con la v en lugar de la u, un tipo de letra hasta ese momento para mí poco conocida.
Han pasado más de 45 años pero están frente a mí las letras marrones del título y la vieja iglesia rural pintada en la cubierta de ese libro con trazos caprichosos que me parecían herejes. Fue una edición del año 1950 o 1951 de la Editorial Mejía Baca y esos apellidos, López Albujar y Mejía Baca, me los grabé como una asociación mágica del hombre con el libro. Mi segundo apellido es Mejía, era el año de 1971. Cosas de chicos.
El maestro me entregó ese bello y polvoriento libro antes de salir al recreo y me advirtió que no lo pierda porque era de la biblioteca de secundaria. Cuando se lo retorné leído y repasado él mismo nos llevó a un grupo de estudiantes a devolverlo a la biblioteca. Fue un descubrimiento memorable y muy grato hasta ahora, y en aquel momento una épica personal que narré alegosamente en casa y en el barrio. Nunca había visto tantos libros juntos en anaqueles altos expuestos en orden y desorden, pilados y encajados en los estantes, de colores abigarrados o colecciones marrones y negras con letras doradas en los tejuelos. Y muchos, muchos libros viejos, viejos de vejez y viejos de uso, despidiendo ese olor cautivador y extraño que me ha perseguido toda la vida, esa mezcla de lo guardado más polvo y madera. No sentí humedad porque debe saberse que el clima de Huánuco es seco (jojolete).
Estuvimos allí por lo menos 15 minutos. El maestro esperó paciente nuestro contacto con la palabra desbordada. Yo, a pesar de gozar con el espectáculo del libro, sufrí un poco; me pareció que esa era una biblioteca transitoria donde todo parecía provisional y en la que el libro debería quizás importar algo más.
Volví a ese lugar dos o tres veces porque no siempre estaba abierto. No recuerdo sin embargo en que parte del colegio se ubicaba, si frente al patio principal de secundaria, el de los arcos, en el Court Interno, el patio de primero de secundaria o atrás, en la mítica Huerta Yrigoyen donde jugábamos a la guerra con carrizos, nos tirábamos piedras de verdad y cogíamos naranjas ácidas que chupábamos sucias. No recuerdo donde estaba esa biblioteca pero en ese momento no era evidente para mí que ese lugar no estaba entre las prioridades. A veces he pensado., inclusive, que era un depósito que mi fantasía ha convertido en biblioteca.
Mi amor por la lectura había nacido antes en la casa, entre novelas de la colección de 1957 de Editorial Tor de Buenos Aires, casi todas sin cubierta y con bordes pintados de rojo, y los libros de mi hermana Cristina que estudiaba Educación en la Universidad Hermilio Valdizán; pero ese día de 1971 nació mi amor por los libros y mi afición por las bibliotecas.
He visitado tantas en tantos años y cada vez que veo una evoco mi primera visión. La última vez que recordé la escena de la biblioteca de mi viejo pueblo y de mi viejo maestro fue el anteaño pasado cuando paseaba con Micaela en The British Library. Antes, mucho antes, le había contado esta historia a mi desaparecido amigo Pedro Planas, el de la biblioteca más revoloteada que he visto, la de su casa del Jr. Recavarren, en Miraflores. Él me dijo esa vez en confidencia que también le gustaba el olor del libro viejo.
Mi viejo profesor se ha muerto en abril. Murió el mismo día en que mi madre hubiese cumplido años. Se ha muerto en el mes de las letras; el mes en que también se murieron Garcilaso, Vallejo, Eguren y Mariátegui; en el que nacieron Valdelomar y Oquendo y Amat; y el mes en el que murieron Cervantes, Shakespeare, García Márquez, Solá, Baudelaire y Salgari. Para mí se ha muerto en olor de libro y de letras. Adiós maestro.

Puede encontrar más información de esta nota en: https://juandelapuente.com/el-maestro-y-la-fiesta-del-libro/

viernes, 20 de septiembre de 2013

Huánuco, hay trigo limpiio

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/huanuco-hay-trigo-limpio-20-09-2013
La República
La mitadmasuno
20 de setiembre de 2013
Juan De la Puente
El político y literato Esteban Pavletich (1906-1981) escribió en 1957 que “solo el Huallaga, nuestro río fugitivo dicta una cátedra de dinamismo y celeridad”, refiriéndose a Huánuco. No obstante, por lo menos en esta oportunidad parece no tener la razón. Un resonante paro regional de 72 horas ha quebrado, hasta ahora formalmente, la terca desidia limeña.
Como una auténtica aparición del pasado que se proclama superado, miles de pobladores se han expresado en demanda de elementales condiciones para relacionarse con el resto del país. La plataforma del paro puede parecer surrealista, pero es verídicamente justa: el mejoramiento de la Carretera Central, la demolición de los peajes de Ambo y Chullqui, el ensanchamiento de la carretera Huánuco/La Unión, la construcción de la carretera al Codo del Pozuzo y la destitución de funcionarios de Provías.
Casi la mitad de los 558 kilómetros de la Carretera Central, desde Chicrín (Pasco) a Tingo María (Huánuco) está destrozada; sin embargo dos puestos de peaje operan desde hace 30 años en alevosa exacción. La integración departamental está vacía en una región que arrastra una división física y política compleja.
La región se ha expresado a pesar de la oposición de la cúpula municipal corrupta, probablemente la más corrupta del país. Las jornadas del 9, 10 y 11 de este mes fueron convocadas por un Comité de Gestión y Fiscalización de la Carretera Central, nacido casi de la nada, o mejor dicho solo desde la indignación. Los ciudadanos han reconstruido con entereza una sociedad civil casi muerta, debilitada por sucesivos malos gobiernos regionales, funestas alcaldías e infructuosas acciones contra la corrupción que también murieron en los tribunales.
De acuerdo al acta firmada, por la mediación de la Presidencia del Consejo de Ministros, el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC) se compromete al asfaltado en caliente en el tramo Cerro de Pasco/Tingo María de la Carretera Central y de las vías Huánuco/La Unión/Llata, Rancho/Panao/Chaglla, entre otras, además del cierre de los peajes. En la lógica de la burocracia peruana, un acta es eso, un acta, de modo que es preciso estar atentos para que el diálogo al que felizmente se ha arribado no sea un centro de estacionamiento de las expectativas.
Huánuco es un territorio bendecido por la naturaleza, hermoso, rico y diverso que, no obstante, fue y es castigado por partida múltiple: el boom de la coca y del narcotráfico que envilece a la sociedad con más pobreza y genera el abandono de cultivos; la violencia terrorista que desangró pueblos, fomentó la violación de los DDHH y generó el desplazamiento forzado de comunidades; el abandono del Estado; y la corrupción.
La región acompaña con avances y desafíos el proceso nacional de crecimiento económico y reducción de la pobreza. Ha visto multiplicarse por cinco su gasto educativo y ha mejorado la inversión en infraestructura y salud. Sin embargo, las carencias históricas la retienen en el sótano de los indicadores sociales. Según el Tercer informe de los Objetivos del Milenio elaborado por el PNUD y presentado esta semana, es tan evidente la desigualdad de la región frente a otras, que junto a Apurímac tiene los índices más bajos de producto por trabajador. Según el mismo informe, Huánuco forma parte del grupo de 5 regiones donde la pobreza sigue siendo superior al 50% (junto a Apurímac, Ayacucho, Cajamarca y Huancavelica), con una tasa de extrema pobreza superior al 20% de la población. Al mismo tiempo, es una de las 4 regiones con mayor desnutrición crónica infantil de niños menores de 5 años y una de las 3 regiones más alejadas de la generalización del acceso a la educación primaria.
Ese pueblo, que a pesar de los indicadores macromanufactureros, tiene al 53% de su población dedicada a la agricultura, donde un 1/3 es orgullosamente quechuahablante, donde ninguna campaña de alfabetización en los últimos años ha funcionado (la tasa se mantiene alrededor del 18%) y donde el 47,9% aún utiliza leña para cocinar, tiene trigo limpio.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Los liderazgos regionales

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/los-liderazgos-regionales-04-09-2012
La República
La mitadmasuno
4 de setiembre de 2012
Juan De la Puente
Dos recientes episodios, en Huánuco y Junín, ponen sobre la mesa el carácter de los liderazgos públicos regionales, incrementando la vitrina que ofrece una realidad consistente, la de presidentes regionales con escasa capacidad para representar los intereses de todos sus gobernados y actuar con una visión por lo menos de mediano plazo.
En Huánuco, el Presidente Regional se pronunció por la suspensión de la erradicación de cultivos de coca ilegal y al parecer lo ha logrado, reiterando la conducta de sus antecesores, prisioneros del mito de la hoja de coca como motor del desarrollo de una región con los más altos índices de pobreza extrema. Su sugerencia es la aprobación de un Plan de Pacificación y Desarrollo de las zonas cocaleras, un plan que está dentro de sus atribuciones y sobre cuya ejecución se tiene escasas noticias, en el marco de una gestión sin brillo y sin grandes realizaciones. El Presidente Regional es un próspero empresario y fue elegido usando el membrete de un partido político nacional del que se desligó casi de inmediato para reasumir su independencia.
En Junín, el Presidente Regional protagoniza un conflicto por el aeropuerto de Jauja cuya internacionalización demanda esa provincia aunque la región prefiere la construcción de otro cercano. Sin un proceso de consulta y visión de las prioridades en un marco de acuerdos con los alcaldes provinciales, reproduce la clásica rivalidad Jauja/Huancayo. El presidente regional es un médico con larga experiencia política, fundador de un movimiento regional de izquierda aliado del actual gobierno.
El proceso de descentralización peruano está marcado por estos liderazgos, independientes o no, hábiles para el ejercicio personal pero con dificultades para escenificar y conducir un gobierno que exige visiones integradoras del ejercicio del poder. En estos casos, los presidentes regionales no han logrado superar la fragmentación política y social que heredan y de la que son parte, a pesar de reflejar la emergencia de una nueva representación. El patrón de resultados, luego de tres elecciones regionales, indica que no serán reelegidos. En la otra vertiente se tienen a presidentes regionales que superan la fragmentación y elaboran un discurso y una práctica que intenta el ejercicio racional de su poder, superando o mediatizando la fragmentación. Es el caso, por ejemplo, de la experiencia del Gobierno Regional de San Martín.
En esta etapa, donde el gobierno nacional se propone incluir a las regiones en una nueva estrategia para la gestión de conflictos y en función de ello delegar competencias, conviene adelantar que algunos estarán más dispuestos que otros a una visión de gobierno compartida entre las prioridades nacionales y regionales. Para todos, sin embargo, será una oportunidad inigualable para asumir roles alejados de falsos localismos que han demostrado que hasta electoralmente sirven de poco.