La República
La mitadmasuno
4 de setiembre de 2012
Juan De la Puente
Dos recientes episodios, en Huánuco y Junín, ponen sobre la mesa el carácter de los liderazgos públicos regionales, incrementando la vitrina que ofrece una realidad consistente, la de presidentes regionales con escasa capacidad para representar los intereses de todos sus gobernados y actuar con una visión por lo menos de mediano plazo.
En Huánuco, el Presidente Regional se pronunció por la suspensión de la erradicación de cultivos de coca ilegal y al parecer lo ha logrado, reiterando la conducta de sus antecesores, prisioneros del mito de la hoja de coca como motor del desarrollo de una región con los más altos índices de pobreza extrema. Su sugerencia es la aprobación de un Plan de Pacificación y Desarrollo de las zonas cocaleras, un plan que está dentro de sus atribuciones y sobre cuya ejecución se tiene escasas noticias, en el marco de una gestión sin brillo y sin grandes realizaciones. El Presidente Regional es un próspero empresario y fue elegido usando el membrete de un partido político nacional del que se desligó casi de inmediato para reasumir su independencia.
En Junín, el Presidente Regional protagoniza un conflicto por el aeropuerto de Jauja cuya internacionalización demanda esa provincia aunque la región prefiere la construcción de otro cercano. Sin un proceso de consulta y visión de las prioridades en un marco de acuerdos con los alcaldes provinciales, reproduce la clásica rivalidad Jauja/Huancayo. El presidente regional es un médico con larga experiencia política, fundador de un movimiento regional de izquierda aliado del actual gobierno.
El proceso de descentralización peruano está marcado por estos liderazgos, independientes o no, hábiles para el ejercicio personal pero con dificultades para escenificar y conducir un gobierno que exige visiones integradoras del ejercicio del poder. En estos casos, los presidentes regionales no han logrado superar la fragmentación política y social que heredan y de la que son parte, a pesar de reflejar la emergencia de una nueva representación. El patrón de resultados, luego de tres elecciones regionales, indica que no serán reelegidos. En la otra vertiente se tienen a presidentes regionales que superan la fragmentación y elaboran un discurso y una práctica que intenta el ejercicio racional de su poder, superando o mediatizando la fragmentación. Es el caso, por ejemplo, de la experiencia del Gobierno Regional de San Martín.
En esta etapa, donde el gobierno nacional se propone incluir a las regiones en una nueva estrategia para la gestión de conflictos y en función de ello delegar competencias, conviene adelantar que algunos estarán más dispuestos que otros a una visión de gobierno compartida entre las prioridades nacionales y regionales. Para todos, sin embargo, será una oportunidad inigualable para asumir roles alejados de falsos localismos que han demostrado que hasta electoralmente sirven de poco.