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jueves, 19 de abril de 2012

Las guerras del VRAE

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/las-guerras-del-vrae-19-04-2012
La República
La Mitadmasuno
19 de abril de 2012
Juan De la Puente
Los hechos del VRAE y el reciente informe de la Agencia contra las Drogas de Estados Unidos (DEA, en inglés) sobre el narcotráfico en el Perú se mezclan irremediablemente. La banda armada que secuestró a los trabajadores de Camisea es el principal operador del narcotráfico en el primer valle cocalero y primer territorio de refinamiento de cocaína del mundo. Asimismo, el informe de la DEA pone los reflectores sobre el incremento de la presencia mexicana en las operaciones del narcotráfico desde el Perú. El VRAE aparece así como un territorio donde se libra una dura batalla contra el narcotráfico, un hecho que el uso de los conceptos “terrorismo” y “narcoterrorismo” relativiza.
Lo sucedido en el VRAE desnuda, sobre todo, el agotamiento del discurso y práctica estatales contra el narcotráfico. La epopeya de soldados y policías y de los más altos funcionarios del Estado se dirigen hacia una organización subversiva derrotada como tal y que hace más de 10 años ha mutado en una banda al servicio de las drogas. Ellos han cambiado pero en el imaginario del Estado siguen siendo los maoístas de los años 80 que quieren tomar el poder por las armas y el terror. Por esa razón, la estrategia diseñada contra ellos no ha cambiado, sigue siendo antisubversiva en lugar de interdicción del poder narco.
Es obvio que un sector del país se siente más cómodo practicando el discurso ideológico como sustento de las operaciones contra “eso” que llaman SL y que asesina policías, soldados, fiscales y civiles, y que a veces llaman “narcosenderismo”, casi como una concesión. Ese sector se reduce a los patrullajes y operaciones militares, subestimando elementos claves que, de otro modo, reducirían el poder de esa banda: el desarrollo alternativo, el control de insumos químicos y el lavado de activos.
En el VRAE hay una guerra imprecisa. Cambiar ese discurso y práctica cuesta. Obligaría, por ejemplo, a preguntarse si fue correcto enviar a las FFAA al VRAE y construir allí un mando bicéfalo, con la PNP y las FFAA divorciadas casi en todo; o cómo fueron empleados los recursos entregados para el equipamiento militar; o por qué es más exitoso el papel de la PNP en el Alto Huallaga. Si el Estado decidiera que frente a la banda armada del VRAE se debe desarrollar una nueva estrategia antinarco, la primera decisión sería crucial: ¿Deben las FFAA participar en la lucha contra las drogas sobre todo luego de la experiencia mexicana?
No obstante lo dicho, estamos lejos del cambio. Nadie puede garantizar que, por ejemplo, se instalen dos garitas móviles en las vías hacia el VRAE como se espera desde hace casi 10 años, o que se generalicen las acciones de desarrollo alternativo en aquellas zonas donde las características del suelo lo permiten. Siendo minimalistas, ¿Es posible pensar en un Plan VRAE de verdad, que no sea la agregación de obras sectoriales? Quizás por ahora no.

jueves, 16 de febrero de 2012

La fiesta equivocada

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/la-fiesta-equivocada-16-02-2012
La República
La mitadmasuno
16 de febrero 2012
Juan De la Puente

La celebración de la captura de “Artemio” se ha incorporado a la épica antiterrorista. Desde el Estado y los medios el arresto es presentado como una consecuencia de la política antisubversiva lineal y a pesar del uso del término “narcoterrorismo” para designar a la violencia en el Huallaga y el VRAE, el sentido común indica que el Perú le acaba de asestar un golpe mortal a Sendero Luminoso. En más de un comentario, “Artemio” y su banda han sido mezclados en el debate sobre el Movadef, la Comisión de la Verdad y la Reconciliación y los comandos de la Operación Chavín de Huántar, un mix que elude el problema de fondo, la verdadera batalla que el país tiene por delante.
La información de la que se dispone desde hace años indica que en el Huallaga y el VRAE operan grupos armados del y para el narcotráfico entre los cuales son más notables los llamados “remanentes” senderistas. Lo cierto es que de remanentes no tienen nada; son bandas que le dan gobernabilidad y seguridad al tráfico de drogas usando de vez en cuando la tapadera senderista. Desde hace más de una década se han despojado de todo objetivo político y sus líderes han pasado del clásico cobro de cupos al narcotráfico, una práctica de los años ochenta, a la propiedad de pozas de maceración, la prestación de servicios de seguridad al traslado de la droga, el asesinato de policías y erradicadores de coca y el ataque a comisarías para vengar detenciones o para ajustar cuentas.
El fenómeno que descubre la captura de “Artemio” es el paramilitarismo narco. Es visible, no obstante, que los cautivos del discurso antiterrorista eluden oficialmente el contexto de los recientes sucesos. En algunos casos podría tratarse de pereza mental para delimitar los nuevos horizontes de los problemas del Estado. En la mayoría de casos, sin embargo, se advierte una consciente renuncia a poner en valor la amenaza del narcotráfico porque es más cómodo, institucional y presupuestalmente, enfrentar al terrorismo que al tráfico de drogas.
Esta renuncia tiene costos. Según el Informe de Monitoreo de Cultivos de coca 2010 de la ONUDD, entre el VRAE, Alto Huallaga y la contigua Aguaytía reúnen más del 60% de la superficie cultivada de coca. En el mismo informe se consigna que, por regiones, en San Martín estos cultivos se multiplicaron 4,5 veces, es decir, pasaron en un año de 378 a 1.725 hectáreas. Habría que recordar que el Huallaga y desde hace poco Aguaytía son la fecunda tierra del desarrollo alternativo.
Mientras más se demoren el Estado y la sociedad en asumir el nuevo reto y mientras se siga cubriendo con el lenguaje antiterrorista el desafío de las bandas armadas al servicio del narcotráfico, la actividad de este, que demanda una estrategia propia en el campo de la interdicción y el juzgamiento y una nueva institucionalidad, continuará gozando de la alta cuota de impunidad.

jueves, 30 de junio de 2011

Coca, tres novedades

La mitadmasuno
La República
30 de junio 2011
Juan De la Puente
http://www.larepublica.pe/30-06-2011/coca-tres-novedades




El reciente Monitoreo de Cultivos de Coca 2010 en el Perú publicado por la Oficina de las NNUU para la Droga y el Delito (ONUDD) informa del reforzamiento de tres fenómenos en los valles cocaleros. Los tres remiten al Estado y dan cuenta de aciertos u omisiones en la lucha contra el narcotráfico.
La primera novedad es la descocalización del Alto Huallaga (Huánuco y San Martín). Allí, los cultivos de coca cayeron 25% en un año; en el análisis se coincide en que a este resultado concurren tanto el cumplimiento de las metas de la erradicación, concertada o no, como la ejecución de los programas de desarrollo alternativo cuyo éxito es innegable. Del informe se extrae, no obstante, que la zona más resistente es la subcuenca del Monzón, donde no se ha realizado labores de erradicación y donde las posibilidades de desarrollo alternativo son debatibles.
El segundo fenómeno es la conversión del VRAE en el primer valle cocalero peruano. El “nuevo Dorado” ha incrementado sus cultivos en 12%. Del total de hectáreas a nivel nacional (61,200) se encuentra allí un tercio, con un dato añadido: el promedio nacional de rendimiento de coca es de 2,2 TM por hectárea pero en el VRAE este rendimiento se ubica entre 3 y 4 toneladas. Por esa razón, allí se produce el 55% de la coca peruana. Debe llamar la atención que en el VRAE no hay erradicación y el desarrollo alternativo es incipiente.
Un tercer elemento del informe es la consolidación de los nuevos valles cocaleros. La “nueva” coca va en alza en los valles del Putumayo, Marañón y Bajo Amazonas, donde crece 90% en un año, en Pichis Palcazu (59%) y Kcosñipata, Cusco (12%). Debe agregarse, sin embargo, que Inambari-Tambopata (Madre De Dios), es ya el cuarto valle cocalero del país, con 3,500 has. de coca, decenas de ellas cultivadas en el santuario ecológico de Bahuaja Sonene.
El informe de ONUDD indica que el Perú ha logrado “desacelerar” el crecimiento de los cultivos de coca y neutralizar el efecto globo que se produce por la intensiva erradicación de ese producto en Colombia. En el próximo lustro, una adecuada política en ese campo debe implicar más desarrollo alternativo, más erradicación y más interdicción. Habría que tener en cuenta que decomisamos solo 17 de las cerca de 300 toneladas que se producen, una incautación casi simbólica.