sábado, 9 de marzo de 2019

La oposición vacante

https://larepublica.pe/politica/1413587-oposicion-vacante
La República
La mitadmasuno
15 de febrero de 2019
Juan De la Puente
A cinco meses de la primera detención de Keiko Fujimori, el liderazgo en la oposición está vacante, lo que no significa que no existan opositores y grupos opuestos al Gobierno, algunos virulentos, inclusive. De lo que carece la política actual es de alternativas a ese liderazgo solitario del presidente Vizcarra, lo que resume el vacío abierto el año pasado, que muestra un sistema descabezado, pero en movimiento.
Se ha dicho mucho sobre el piloto automático de la economía, aunque encuentro más razones para asumir que es la política la que está en piloto automático, luego de dos colapsos sucesivos, el de los partidos llamados tradicionales desplazados en las elecciones del 2011 y 2016, y el de varias instituciones golpeadas severamente el año pasado (Congreso, P. Judicial, CNM y el Ministerio Público).
De los 8 líderes a los que la encuesta reciente del IEP le atribuye simpatías por encima del 10%, solo uno (a) habla levemente del futuro (V. Mendoza); tres guardan riguroso silencio (Guzmán, Barnechea y Acuña); uno posa para la foto, que finalmente es mejor que el silencio (Kenji); y otro se defiende esencialmente de las acusaciones de corrupción (O. Humala). Los otros dos tienen restricciones para expresarse por encontrarse en prisión (A. Humala y K. Fujimori).
Quisiera conocer a los publicistas que les dijeron a los líderes que en una etapa de crisis e incertidumbre es mejor no hablar o no moverse mucho, y que no deben exponerse o participar en el corto plazo de la política. Como si el inmovilismo no hubiese destruido las posibilidades de Lourdes Flores el 2006, de Toledo y Castañeda el 2011, y recientemente de Reggiardo el 2018, o como si este no fuese un momento decisivo para la renovación profunda del sistema político.
Es Vizcarra quien desde el poder encarna el rechazo al orden de cosas y el que propugna un cambio, en tanto que los grupos que se apuntan al campo opositor representan este orden detestado por los peruanos. Mientras este emplazamiento de actores persista, cualquier dinámica contra el Gobierno –aun las más agresivas- no podrá aspirar a ser hegemónica, o siquiera rentable.
Pocas veces he visto un desprecio tan marcado por la política de todos los días, un escenario en el que nadie quiere ir más allá de Vizcarra en el corto plazo, y una baja empatía con los problemas cotidianos de la gente (seguridad, servicios, empleo, salud), con una derecha esperanzada en el hundimiento de Vizcarra desde la lógica de “todos son corruptos”, y una izquierda estancada en la convicción de que salvo la constituyente todo es ilusión.
Incluso en los grupos que simpatizan con el Gobierno no existe un desempeño independiente, y no se ejerce como en otros países los compromisos diferenciados (Alemania, Italia, Chile con Bachelet, Brasil con Lula/Dilma), es decir, de respaldo a los gobiernos y sus políticas centrales sin desatender las demandas de la sociedad.
Este asunto no tendría importancia si no fuese porque las reformas pierden peso y se relativiza su imperiosa necesidad, de la mano de la aparición de un núcleo dirimente en el Congreso, que se ha trasladado a la mayoría de medios. Si hay un fenómeno que irrumpe para quedarse es el congelamiento de las reformas votadas en diciembre, con la real posibilidad de que a fin de año ninguna de ellas se materialice.
El enfriamiento de los cambios no solo sería un revés para Vizcarra sino para las fuerzas políticas y sociales que lo propugnan. Si se consuma este fracaso no debería esperarse una nueva oportunidad para el cambio democrático, además del surgimiento de un nuevo debate nacional, ya no sobre la necesidad de una reforma en democracia sino sobre cuánto habría que prescindir de ella para que el país “cambie”.

Es hora de hablar con la gente. Luego del referéndum de diciembre, la última oportunidad en que los políticos recurrieron a los ciudadanos, la política se juega más que nunca arriba. Ningún grupo o líder convoca a la sociedad, una omisión especialmente apreciable en quienes apuestan por cambios que signifiquen el reconocimiento de derechos y libertades.

Un presidente sin bancada

https://larepublica.pe/politica/1409138-presidente-bancada
La República
La mitadmasuno
8 de febrero de 2019
Juan De la Puente
Es paradójico que el presidente de la República, Martín Vizcarra, tenga 62% de aprobación, pero carezca de bancada parlamentaria. Más extraño todavía que una parte de legisladores de las cuatro bancadas que orbitan a su alrededor deje claro que no es gobiernista; y más insólito, que el presidente del Congreso, Daniel Salaverry, tampoco pertenezca a un grupo parlamentario.
La primera explicación es la pérdida de centralidad del Parlamento, es decir, su aislamiento y debilidad, sobrepasado por el torbellino que quebró el orden mayoritario del fujimorismo, coincidente con aumento del poder personal del presidente y de la importancia de la opinión pública y los medios para gestionar la agenda pública.
La segunda explicación es que el Congreso carece, incluso en el caso de las bancadas más numerosas, de grupos que operen como actores unitarios; al contrario, son actores individuales los que hegemonizan las relaciones internas y las relaciones con los otros poderes y medios. En el Congreso no existe multipartidismo sino “multibancadismo”, un escenario donde los grupos parlamentarios se han independizado de sus direcciones partidarias.
El Gobierno por ahora no sufre por la falta de adhesiones parlamentarias orgánicas. Su relación con el Congreso es tirante pero no borrascosa, mientras que los congresistas carecen de los dos incentivos clásicos para las coaliciones institucionales, la posibilidad de asumir puestos en el Ejecutivo, debido a que Vizcarra gobierna con un gabinete de técnicos de bajo perfil político; y de incidir en el programa de gobierno, porque carecen de un cuerpo sólido de propuestas de políticas públicas.
La actual posición de Vizcarra –alta aprobación más alta legitimidad- le permite no negociar con otros actores las principales líneas de su gobierno. Esto no significa que, en el futuro, el presidente no necesite de una coalición “arriba”. Es cierto que desde julio ha podido derrotar al Parlamento apoyado en la opinión pública y la mayoría de medios con los que coinciden en la lucha contra la corrupción y la reforma del sistema de justicia. En ese sentido, no es demagógico afirmar que la alianza de Vizcarra es con el pueblo, un inédito caso de un gobierno minoritario, pero fuerte. Hasta ahora.
Lo que sucede recientemente en el Congreso con el juego de las actuales minorías revela los límites de una política sin coaliciones, sobre todo si se propugna el cambio. La pérdida de la mayoría absoluta del fujimorismo no ha significado la formación de una mayoría esencialmente gobiernista, sino la creación de un núcleo dirimente y retrechero, una opción más propia de los sistemas donde el gobierno está obligado a ganar votos en el Parlamento para las cuestiones esenciales. A esto se suma la actividad de los legisladores topo, que podrían llegar al 10% del total y la posibilidad de que en julio Fuerza Popular recupere el control de la conducción del Legislativo.
En ese escenario, la gobernabilidad no dependerá del cambio sino de la ausencia del cambio. La experiencia de América Latina es rica respecto a la necesidad de la formación de vastas alianzas institucionales y sociales para impulsar las reformas, con un saldo conocido: todos los fracasos del cambio democrático han estado precedidos de la falta de coaliciones, un aspecto de las democracias precarias que estudia con tardanza la teoría política en América Latina, tanto en su versión norteamericana –derivada de la elección racional- o europea, basada en la competencia política.
Se ha escrito y especulado bastante sobre las tensiones entre el Gobierno y el Congreso desde una perspectiva constitucional, es decir, cómo debe gobernarse. En este punto existe un consenso básico respecto al éxito obtenido por el Gobierno para imponer la vacancia del viejo CNM y las cuatro preguntas del referéndum, ganar ampliamente la consulta del 9 de diciembre, y arrancar la renuncia del fiscal de la Nación, Pedro Chávarry, y la expedición de la Ley Orgánica de la Junta Nacional de Justicia. La discusión pendiente es cómo hacer el cambio

La Victoria y los generales

https://larepublica.pe/politica/1404815-victoria-generales
La República
La mitadmasuno
1 de febrero de 2019
Juan De la Puente
Se libra en el distrito de La Victoria (Lima) una batalla compleja que presenta por lo menos dos tensiones, una contra las mafias y otra contra la Policía, ambas protagonizadas por su alcalde George Forsyth, que con su valiente desafío al crimen y a la inseguridad ciudadana ha cambiado radicalmente la agenda municipal de la capital, urgiendo por soluciones inmediatas a problemas que se encuentran más allá del alcance municipal, pero que forman parte de sus intereses.
La batalla del alcalde contra las mafias debe ser leída como el cambio de la posición del municipio contra el crimen organizado en un distrito que silenciosamente fue tomado, por lo menos, por 25 bandas, la mayor de las cuales se alojó en la misma municipalidad, llamada “Los Intocables Ediles”, dirigida por el alcalde y desarticulada en parte en agosto pasado con la detención de 32 personas.
El modelo de negocio de esta banda era perfecto. Operaba en dos zonas, Gamarra y el Mercado de Frutas; para ello establecieron cuadrantes en los que realizaban ordenadamente cobros ilícitos del parqueo de vehículos (solo en Gamarra hay 2.500 espacios disponibles) y a más de 8 mil vendedores ambulantes, que hacían un primer pago para empadronarse y luego realizaban pagos diarios.
Un modelo de esa magnitud se basó en dos pilares, el municipio y la Policía. La investigación ha detectado que por lo menos 5 generales de la PNP eran parte del grupo criminal, dos de los cuales fueron pasados a retiro, en tanto que los otros tres seguirían en actividad, además de decenas de otros oficiales y suboficiales. No habría que olvidar que el operativo de agosto incluyó el allanamiento de 11 locales policiales, entre ellos las comisarías de La Victoria, Apolo, Yerbateros, San Cosme, Juan Ingunza Valdivia, Jesús María y Sagitario, y el Departamento de Investigación Criminal de La Victoria.
En La Victoria existen otras redes, que van desde la extorsión a la “protección” de negocios, las rutas del tránsito, hasta las licencias ilegales, entre otras actividades que reportan dividendos a una actividad delictiva que “garantiza” el empleo de centenares de personas. Se entiende ello considerando que el distrito es al mismo tiempo un espacio de informalidad y formalidad económica: una de cada 10 empresas de Lima funciona en La Victoria, que además tiene, luego de San Isidro y Miraflores, la mayor densidad empresarial.
La primera batalla del alcalde Forsyht ha sido pública y ha consistido en plantar cara a las mafias e iniciar un proceso de ordenamiento del comercio, la ocupación de los espacios públicos y recuperar el papel dirigente del municipio. Esa es ya una tarea titánica para un municipio que, tomando en cuenta el volumen de la economía a la que está integrada –y que debería convertirlo en uno de los más ricos-, ha sido depredado por la corrupción, tiene un déficit de 580 millones de soles y recibe escasos ingresos propios, precisamente porque estos se van a las redes ilegales.
La segunda tensión, contra la corrupción e ineficiencia policial, es todavía silenciosa, aunque debe quedar claro que sin un compromiso nuevo y firme en ese punto, no se tendrán avances tangibles. La realización del reciente operativo con 2 mil policías, es insuficiente como respuesta de la Policía Nacional a un problema estructural, aun se hiciese un operativo cada semana.

No es la mejor salida a este fenómeno plantearse el concurso del Ejército sino insistir que cumplan su función las instituciones llamadas al control del territorio. El municipio ha empezado haciendo lo que corresponde, y ahora es el turno de otras partes del problema. La Policía debería desarticular las redes corruptas internas que operan en ese distrito, retirar de ahí a los mandos denunciados y procesarlos, implementar el trabajo de inteligencia o darle curso fiscal y judicial a los hallazgos que tiene, y presentar ante los vecinos un programa de acción que signifique el inicio de un giro creíble respecto de décadas de abandono. Cuando el alcalde señala que La Victoria “está destrozada” reporta en realidad que, además, está desprotegida.