La República
La mitadmasuno
7 de diciembre de 2018
Juan De la Puente
El presidente Martín
Vizcarra propuso en CADE un pacto
a los empresarios, para arribar al 2021 con un país gobernable y en lo posible
reformado en las áreas de justicia y política. Desde el lugar donde se
encuentra, es decir, con una amplia legitimidad, Vizcarra ofreció un pequeño
programa que anuda lo político y económico, incluyendo la inversión pública, la
competitividad, la reforma laboral y el impulso a la inversión privada.
En un discurso que
por un momento parecía de 28 de julio, el presidente adelantó una parte de la
agenda posterior al referéndum, dejando claro que no abandonará la lucha contra
la corrupción pero que sumará prioridades claras para impulsar la inversión, la
transparencia, la salud, la educación, la seguridad y la descentralización,
áreas que la reciente encuesta de IEP encontró deficitarias.
Es destacable en tal
dirección la pregunta que lanzó al auditorio sobre el papel que asumirán los
empresarios ante las reformas, contestándose él mismo que confía en que lo
harán desde el compromiso con el país. Para el efecto fueron sugerentes las
palabras previas del presidente de IPAE, Julio Luque,
quien precisó la identificación de CADE y los empresarios con la lucha
anticorrupción.
La oferta está en la
cancha empresarial; una agenda de diálogo más acotada a las necesidades de los
actores económicos, que ha planeado en los últimos días, tendrá que ser
reemplazada por compromisos más integrales que conviertan a la inversión
privada en aliada de las reformas. Los aplausos con los que fue recibido el
discurso de Vizcarra prometen una nueva actitud a un año de CADE 2017 que
proclamó el fin de las cuerdas separadas.
Vizcarra se refirió
en varias partes de su discurso a la ronda de diálogo que también iniciará
luego del referéndum con la sociedad civil, los partidos y los nuevos gobiernos
regionales y locales, extendiendo hacia esos sectores su propuesta de acuerdo.
Salvo los últimos, urgidos al inicio de sus gestiones por una relación provechosa
con el gobierno, los partidos y la sociedad civil no han reaccionado
formalmente a esta propuesta.
Ese silencio preocupa. La principal señal de esta falta de reacción es una ausencia de
sensibilidad respecto de la segunda etapa de reformas luego del 9 de diciembre,
que no puede ser como la primera, un consenso a palos. En esta omisión pueden
esconderse presunciones de varios sentidos, como que las reformas no necesitan
ser pactadas, que el liderazgo del presidente Vizcarra es suficiente, que la
participación de los movimientos sociales no es necesaria porque a ellos “nadie
los ha elegido”, que no procede un acuerdo con Vizcarra porque es autoritario, o que hay
partidos ante los cuales hay que tender un cordón sanitario.
Es cierto que existen
grupos de espaldas a las reformas, como los que inspiran y dirigen la campaña de
los 4 No en el referéndum en base a inexactitudes, y es posible también que
otros sectores, especialmente conservadores, manejen un esquema distinto de
prioridades. No obstante, este período que se denomina con el nombre genérico
de crisis, pero que es más que eso –demanda de cambio, dura resistencia a él,
ausencia de actores fuertes, desenlaces extremadamente específicos, entre
otros–, requiere que se adopten posiciones muy claras sobre la agenda corta y
larga luego del 9 de diciembre.
Entre julio y diciembre
muchos han navegado evadiendo tomar una postura ante los cambios
institucionales, escondiéndose en las incidencias de esta etapa, centrándose en
los aspectos anecdóticos del período más turbulento de los últimos años. Luego
del referéndum eso será más difícil.
Una palabra final
sobre los movimientos sociales. Ellos han sido la parte más dinámica de un país
exigente de cambios y, a pesar de sus debilidades, a su decisión y movilización
se debe en gran medida que las cosas hayan llegado hasta aquí. Que formen parte
de un diálogo y acuerdo por las reformas es un reconocimiento y, al mismo
tiempo, un acto de corrección política que nos previene de cualquier
posibilidad aventurera y pragmática.