La República
La mitadmasuno
30 de noviembre de 2018
Juan De la Puente
La reciente encuesta
del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) que
publicó este diario (LR) reporta datos sólidos respecto a la etapa
julio-noviembre experimentada en nuestro país, un tiempo corto y turbulento, y
cuyos desenlaces llegaron al final luego de, por lo menos, 25 grandes sucesos
políticos y judiciales concentrados en octubre y noviembre.
La primera imagen que
entrega este sondeo, compartida por la que brindó la encuesta de Ipsos días
antes, es mixta: un liderazgo político descabezado que, sin embargo, no impide
que el sistema se siga moviendo, en un cuadro donde emerge el solitario
liderazgo del presidente de la República y la laboriosidad de una parte de la
sociedad civil organizada. Solo de una parte.
La batalla iniciada
en julio no ha terminado y hay espacio para más giros y sorpresas,
especialmente por el dinamismo de los procesos a cargo de la fiscalía y el
Poder Judicial y la debilidad de
los actores políticos. Con todo, los primeros resultados -provisionales- no son
superficiales. El presidente Martín Vizcarra
ha consolidado una alta aprobación en los últimos meses (ahora en 57%) y el
liderazgo alternativo, opositor o solo distante, ha consolidado una muy baja
aprobación que alcanza el 20%, con la mayoría de líderes concentrando altas
tasas de rechazo.
Esta imagen explica
varios fenómenos más allá de la aceptación/rechazo. Segundas lecturas
necesarias de las cifras invitan a pensar en dos variables decisivas: 1) la indiferencia (que puede también
esconderse en el rechazo mismo o en el ítem “no conozco lo suficiente”) como un
elemento del período que acaba el 9 de diciembre con el referéndum; y 2) el hartazgo de una opinión pública
que, reconociendo positivamente la lucha contra la corrupción de los últimos
meses, es consciente de que los políticos no le pueden entregar más resultados
en otros aspectos.
Es probable que
moleste leerlo, pero el primer dato de este período no es la demanda de cambio
sino la resistencia al mismo (por favor no tirar piedras), la misma que se
nutre de los intereses ubicados en las cúpulas de los partidos y de la mayoría
de instituciones, y que también se alimenta de la falta de motivación de la
sociedad. Sinceramente, a nueve días del referéndum, un hito histórico de la
reforma, debo decir que esperaba más movimiento.
Estas variables
anotadas –desconfianza y hartazgo- asoman en la encuesta del IEP tanto como empoderamiento de alguien
ajeno a la política como el fiscal Domingo Pérez (¿recuerdan al juez Moro en Brasil y
el fiscal Di Pietro en Italia?) y el aumento de la creencia social de que un
outsider salvará al Perú. En la encuesta, el 48% cree que el líder que el país
necesita es un personaje “opuesto a la política tradicional”, que “acabe” con
los políticos existentes y comience “desde cero”.
Desde esas mismas
variables incómodas, debe repararse en que el liderazgo presidencial de la
agenda es sólido en números, pero el contenido de su aprobación resume una
conexión precaria con la sociedad, sustentada por ahora exclusivamente en su
papel en la lucha contra la corrupción. En tres áreas específicas de desempeño
personal, proyecto de país, crecimiento económico y reconstrucción del norte,
la presidencia no concentra respuestas aprobatorias. Luego, en la consulta
sobre el desempeño del presidente en 15 sectores, es desaprobado ampliamente
por lo menos en dos, seguridad ciudadana y salud, y aprobado ampliamente en
educación.
Una interpretación de
este cuadro indica que por ahora los peruanos le piden al presidente que se
concentre en lo poco, pero urgente. Sin negar que este temperamento pueda ser
posible, es necesario advertir que en la etapa que se inicia luego del referéndum, el presidente debería gobernar “a dos manos”,
con una en la reforma y la otra en el gobierno cotidiano, sin ceder a la
exigencia de enfocarse solo en lo segundo. En el mediano plazo, es igualmente
riesgoso que se cancele el ciclo de reformas y que se desatienda el gobierno de
todos los días. Son las exigencias de un momento crucial de nuestra
gobernabilidad donde se confunde el volumen de lo que se puede perder con el
volumen de lo que se puede dejar de ganar.
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