Por Juan De la Puente
Venezuela ya era en
los últimos años un test de democracia; en las últimas horas, es un test de
sentido común y del análisis, desnudando las carencias de una apreciación
subjetiva de la realidad.
Solo un sesgo
extremista podría ignorar la épica de un pueblo que por enésima vez se levanta,
unido y multitudinario, contra un régimen repudiado y podrido, violador
sistemático de derechos y libertades, fracasado y hambreador en lo económico,
fracasado y autoritario en lo político, ultracorrupto, que ha manoseado el
cambio para no hacerlo, y ha destruido las instituciones y echado a perder el
futuro de una generación de venezolanos.
Y que hace años
perdió la mayoría y la legitimidad.
Y que ahora solo apesta.
Qué baja la calidad
de análisis de actores (¡EEUU tiene
intereses en Venezuela! Claro, Rusia no, Turquía no, China no), que no le
da un lugar en la escena a la calle, a la crisis interna, al hambre y a
millones de migrantes. Ese sesgo reduce el futuro de un pueblo de 31 millones
de habitantes al análisis geopolítico donde lo más importante es lo que diga
EEUU, una reflexión inconsistente sin variables y sin contexto, donde todo es
conspiración, una escena de titiriteros y títeres, sin ciudadanos, sin Congreso
y sin una Constitución que defender. Qué corta la reivindicación del principio
de autodeterminación de los pueblos que ignora al pueblo mismo, movilizado a
pesar del terror de los paramilitares y de los muertos, de la justicia tomada
por Maduro y su sistema electoral fantoche.
Qué falso el dilema
Maduro o Trump; el historiador mexicano Enrique Krauze me releva de más
argumentos contra el chantaje que entraña esta falsa disyuntiva (“rechazar a dictador Maduro no es apoyar al
fascista Trump. Es apoyar la voluntad democrática del pueblo venezolano).
Qué fácil acomodar
las teorías sobre el golpe de Estado para defender a un gobierno permanentemente
golpista que disolvió el Parlamento, capturó los medios, copó todos los otros
poderes del Estado y pactó el co-gobierno con una camarilla militar que nadie
ha elegido.
Claro que Venezuela
necesita diálogo, una vez que se vaya Maduro, porque él mismo usó las
iniciativas de diálogo para quedarse, ganar tiempo y preparar la persecución de
partidos, políticos, periodistas y líderes sociales. El futuro ya no es con él;
es después de él.
Felicitaciones Juan. Comparto tu analisis y opinion.
ResponderEliminarAbsolutamente de acuerdo.
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