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jueves, 24 de enero de 2019

El test venezolano

Por Juan De la Puente
Venezuela ya era en los últimos años un test de democracia; en las últimas horas, es un test de sentido común y del análisis, desnudando las carencias de una apreciación subjetiva de la realidad.
Solo un sesgo extremista podría ignorar la épica de un pueblo que por enésima vez se levanta, unido y multitudinario, contra un régimen repudiado y podrido, violador sistemático de derechos y libertades, fracasado y hambreador en lo económico, fracasado y autoritario en lo político, ultracorrupto, que ha manoseado el cambio para no hacerlo, y ha destruido las instituciones y echado a perder el futuro de una generación de venezolanos.
Y que hace años perdió la mayoría y la legitimidad.
Y que ahora solo apesta.
Qué baja la calidad de análisis de actores (¡EEUU tiene intereses en Venezuela! Claro, Rusia no, Turquía no, China no), que no le da un lugar en la escena a la calle, a la crisis interna, al hambre y a millones de migrantes. Ese sesgo reduce el futuro de un pueblo de 31 millones de habitantes al análisis geopolítico donde lo más importante es lo que diga EEUU, una reflexión inconsistente sin variables y sin contexto, donde todo es conspiración, una escena de titiriteros y títeres, sin ciudadanos, sin Congreso y sin una Constitución que defender. Qué corta la reivindicación del principio de autodeterminación de los pueblos que ignora al pueblo mismo, movilizado a pesar del terror de los paramilitares y de los muertos, de la justicia tomada por Maduro y su sistema electoral fantoche.
Qué falso el dilema Maduro o Trump; el historiador mexicano Enrique Krauze me releva de más argumentos contra el chantaje que entraña esta falsa disyuntiva (“rechazar a dictador Maduro no es apoyar al fascista Trump. Es apoyar la voluntad democrática del pueblo venezolano).
Qué fácil acomodar las teorías sobre el golpe de Estado para defender a un gobierno permanentemente golpista que disolvió el Parlamento, capturó los medios, copó todos los otros poderes del Estado y pactó el co-gobierno con una camarilla militar que nadie ha elegido.

Claro que Venezuela necesita diálogo, una vez que se vaya Maduro, porque él mismo usó las iniciativas de diálogo para quedarse, ganar tiempo y preparar la persecución de partidos, políticos, periodistas y líderes sociales. El futuro ya no es con él; es después de él.