La República
La mitadmasuno
9 de agosto de 2019
Juan De la Puente
La propuesta de adelanto de elecciones significa la alteración de la hoja de ruta que parecía haberse trazado con el inicio de la gestión del actual Gobierno, y que constaba de cambios mínimos resistidos por un amplio abanico de fuerzas opositoras, especialmente inmovilistas. La etapa que se acaba de iniciar es de un desenlace suspendido en el aire y de una posibilidad incierta de cambio. La política peruana es un cuaderno en blanco que se escribe cada día.
La mitadmasuno
9 de agosto de 2019
Juan De la Puente
La propuesta de adelanto de elecciones significa la alteración de la hoja de ruta que parecía haberse trazado con el inicio de la gestión del actual Gobierno, y que constaba de cambios mínimos resistidos por un amplio abanico de fuerzas opositoras, especialmente inmovilistas. La etapa que se acaba de iniciar es de un desenlace suspendido en el aire y de una posibilidad incierta de cambio. La política peruana es un cuaderno en blanco que se escribe cada día.
Vivimos
una transición; es la
palabra que mejor puede designar este proceso. Las otras, como crisis,
coyuntura crítica o recomposición, no son suficientes para un ciclo precario e
inseguro donde las elecciones del año 2020 serán un hito, no el final del
recorrido. Es tan precario este tránsito que aún no sabemos qué será lo más
importante; la única certeza es que no hay vuelta atrás.
Transitamos
una experiencia nueva, pero solo en términos relativos. El Perú ha vivido
tres transiciones en los últimos 50 años: la de 1977-1980, de 2000-2001 y la
actual. Los códigos “externos” de las dos primeras fueron: 1) que
lo esencial son las soluciones democráticas; 2) que lo
constitucional se aborda con creatividad y responsabilidad desde la política,
no al revés; y 3) que las salidas son negociadas, bajo un
juego de presiones rudas, pero pactadas.
Y
tenemos nuevos fenómenos. Las anteriores transiciones (1977-1980 y 2000-2001)
se llevaron a cabo con efervescencia y masiva participación de la sociedad que
hicieron débiles a los actores que empezaron la ruta con cierta fortaleza.
Fueron procesos para recuperar la democracia, en tanto que la actual se propone
renovarla desde dentro, con actores débiles desde el inicio y una participación
social todavía pendiente.
Los
datos sobre la voluntad política se posan sobre esta realidad donde se combina lo
conocido y lo nuevo. Es incontestable que hay una mayoría política en favor de
las elecciones adelantadas (75%), aunque por debajo de la mayoría anterior, la
que obtuvo el referéndum de diciembre pasado, y con un número más bajo de
peruanos (56%) que, a pesar de la impopularidad del Congreso, prefiere que se
disuelva el Parlamento.
Esta
mayoría es por ahora constitucional; opta por una salida legal, pacífica,
pactada y democrática. No es un “que se vayan todos” en clave rupturista, sino
negociada. Y pensar que todavía algunos no distinguen esa madurez y califican
de populista el humor de la calle.
Que
no se engañen los que no quieren calendario electoral adelantado. Ya no existe
en la calle una mayoría vizcarrista y plebiscitaria; hay una mayoría
transicional. El presidente tiene un alto respaldado para gestionar esta etapa,
la mayoría se opone a su vacancia (70%), aunque su ubicación en el bloqueo
institucional ha cambiado: ha pasado de ser una solución, a ser un problema, o
en mejor de los casos una solución/problema. Solo el 18% piensa que Vizcarra y
el Congreso deben de seguir en funciones hasta el 2021.
Estos
datos deben servir para las negociaciones y para las soluciones unilaterales en
caso fracase un pacto para usar la vía de la regla de la reforma constitucional
(artículo 206º de la Carta) y se abra el uso de la regla de sucesión (artículo
115º). Se tiene que negociar el futuro y no el pasado.
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