La
República
La
mitadmasuno
12 de
julio de 2019
Por Juan De la Puente
Debe reconocerse que la única propuesta, en blanco y negro, que propone reactivar
la economía es la presentada por la CONFIEP y que a la fecha no se tienen sobre la mesa propuestas integrales de los otros
gremios empresariales, de los sindicatos y centros de investigación, de modo
que esta es la primera vez, quizás desde 1980, en que una situación difícil de
la economía no es respondida con una batería de planteamientos razonados.
Sorprende que esta sequía alcance a los partidos cuyas
direcciones no pueden quejarse ahora de la falta de recursos para realizar
investigaciones y participar con ellas en el debate público. Buena parte los
grupos que mantuvieron su inscripción legal luego de las elecciones de año 2016
recibe financiamiento público
para este tipo de pesquisas o foros de análisis y sistematización, así que
entre los años 2017 y 2018 recibieron casi 30 millones de soles. El problema es
que, según los datos conocidos, no han podido gastar esos recursos. Cómo estará
la economía que hasta los partidos tienen problemas de ejecución.
Que el enfriamiento de la economía vaya de la mano del
enfriamiento de los programas en materia de economía no es una casualidad. A
este efecto concurren.
1) La desactivación de la discusión
de política económica como resultado de la crisis de las instituciones y los
procesos anticorrupción, que han
ocupado el espacio público por casi 3 años;
2) El retroceso del pensamiento
heterodoxo por varias razones, especialmente dos, la desmembración de equipos y
el efecto pedagógico del desastre venezolano (tan fuerte que impide reivindicar
los aciertos de la experiencia boliviana);
3) El desperdicio de la evidencia
macro y micro, inclusive de aquella que puede servir de acicate a cambios
sectoriales y globales; y
4) El triunfo de la tecnocracia en la pugna por el control
del Estado, que relativiza las ideas y las reemplaza por el eficaz
funcionamiento de las puertas giratorias.
Se constata una brecha entre la evidencia y la
política pública. Nunca como ahora se ha tenido tanta demostración respecto al
comportamiento de los consumidores, el mercado y la inversión. Nunca también ha
servido de tan poco. El nuestro es un caso especial donde los mapas no sirven
para el cambio.
Hemos pasado de la complacencia por el crecimiento a la contemplación de las
fallas del modelo, dominados por la cultura de la infalibilidad de este, y que
solo es alterado por reacciones violentas, como cuando el ministro de Justicia
propuso la creación de una empresa estatal de aviación. El país que se niega a
debatir sobre economía, y reacciona con interjecciones, es el mismo que recibe
la más importante inversión extranjera de empresas… estatales.
Es obvio que no se trata de volver al pasado. En
ningún sentido. Un país que ha reducido 36 puntos de pobreza en 18 años de democracia y ha generado crecimiento y
distribución, necesita seguir creciendo y transformando. Para ello, sin
embargo, deberíamos recuperar el pensamiento crítico respecto de la economía y
producir una batalla por el cambio y la innovación. No deberíamos esperar a la
campaña electoral del año 2021
para destrabar los programas, salvo que creamos que, en materia económica, este
es un quinquenio ya perdido.
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