La
República
La
mitadmasuno
26 de
julio de 2019
Por Juan De la Puente
Este 28 de julio estrenamos
nueva agenda, confirmándose los cambios avizorados en los últimos meses. La
centralidad de las reformas que fue predominante desde julio del año pasado y
que produjo la asociación entre la reforma política y la lucha contra la
corrupción, el mix reforma/corrupción, ha dado paso a otra relación, un mix que
ha venido para quedarse, el de reforma/buen
gobierno.
Esta
agenda ya presiona al Ejecutivo. La aprobación del presidente Vizcarra ha
sufrido un revés en las encuestas. En la que corresponde a Ipsos Perú ha caído
6 puntos, es respaldado por el 44% y desaprobado por el 45%. Las razones de
esta caída son varias, y si debe encontrarse una principal, esta parece ser la
deficiencia en la gestión de la economía, luego de dos meses –marzo y abril- de
un bajísimo crecimiento, por debajo de 1%. A esta causa se puede agregar tanto
el desgaste de la narrativa sobre la reforma, que pierde peso en la sociedad, y
al manejo del conflicto de Tía María (Arequipa).
La
composición de la aprobación presidencial también confirma los límites de la
dinámica gobierno/oposición, cuyos actores creen que sus discursos dominan la
escena. Los ciudadanos han empezado a matizar la polarización. Contra lo que
sostiene la oposición, más peruanos creen que Vizcarra está luchando contra la
corrupción y sigue siendo objeto de reconocimiento por ello (50%), aunque
quienes lo desaprueban porque creen que no lo está haciendo, no son pocos
(46%). Este registro permite concluir que su pugna con el Congreso no ha sido en vano.
No
obstante, es muy claro que eso ya no es suficiente para él y para los peruanos.
Crece el porcentaje de quienes creen que el Gobierno no está trabajando para la
mejora de la economía y persiste la desaprobación por la falta de avances en
este rubro. Ese sentido crítico se abre en varias opciones –cada vez que
Vizcarra baja en aprobación se dibuja una nueva oposición, abajo-, una de las
cuales proviene del sur. De hecho, nunca fue tan dispareja la aprobación de
Vizcarra, porque la citada encuesta revela que el presidente exhibe 52% de
aprobación en Lima (subió 5 puntos porcentuales en un mes), pero registra 36%
de aprobación en el sur, habiendo caído 20 puntos desde junio. También ha caído
11 puntos en el norte y 12 en el oriente.
En
resumen, el Gobierno es estable en Lima y
es premiado en esta ciudad, pero es demandado por distintas razones en otras
partes del país, el cuadro de un país a dos velocidades, con un telón de fondo,
el retorno de la desconfianza ciudadana en materia económica: la mayoría cree
que la economía no volverá a crecer con el actual Gobierno, reduciéndose drásticamente el optimismo.
En
ese punto, es preciso indicar que, a diferencia de lo que sostienen medios y
especialistas, las demandas en el sur del país son amplias –gasoducto para el Cusco,
gas para Puno, tarifas en Moquegua,
descontento contra sus mismas autoridades, entre otras- así como en el norte,
centro y oriente. La idea de que las regiones son radicales “y no entienden la
política” ya no solo es debatible, revela un total desconocimiento de estas
velocidades, y hace realidad más bien otra conclusión, que Lima no entiende al
Perú.
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