martes, 20 de agosto de 2019

Cuestión política y cuestión social

https://larepublica.pe/politica/2019/08/16/juan-de-la-puente-cuestion-politica-y-cuestion-social/
La República
La mitadmasuno
16 de agosto de 2019
Juan De la Puente

Quien se incomode porque esta etapa ha empezado a ser dinamizada –cuando no jaqueada- por las demandas sociales, debería reconocer que no existe una transición estrictamente política y que al abrirse la agenda pública, esta contiene todas las expresiones de una larga coyuntura crítica, irresuelta y acumulativa. Ese es el sentido de un proceso donde todo o casi todo se juega nuevamente, y no solo se barajan las cartas.
Es errada la idea de que en la transición, cuyos plazos se fuerzan desde el 28 de julio, solo existe una “cuestión política”. Las actuales batallas que se libran en los espacios institucionales derivan de una “cuestión social” que no puede ser negada, y que al ser irresuelta muestra una realidad que también reclama cambios fuera de los códigos partidarios. Todo ello hace de este escenario pleno de perspectivas relacionadas con la vida cotidiana de los peruanos.
La transición 2000-2001 sacrificó la cuestión social, a pesar de que las demandas por democracia habían incorporado críticas de fondo al modelo social y económico impuesto el 5 de abril de 1992. Solo que en la fase final del gobierno de Fujimori, la naturaleza del poder oscuro y la hegemonía liberal opositora en esa etapa, hicieron a un lado la agenda social de modo que la disyuntiva en las elecciones del 2001 fue fundamentalmente política. Distinto fue el derrotero de la otra transición, la de 1977-1980, donde ambas cuestiones, la política y social, fueron parte del proceso, reflejadas en el texto de la Constitución de 1979, en el contexto de una crisis económica en progreso.
Dos esferas componen la política peruana de estos días. La esfera externa es la más compleja, y la más desordenada. Allí se advierte más incertidumbre y es donde se queman etapas aceleradamente desde el año 2016: una sucesión constitucional, dos presidentes, pedidos de vacancia, cuatro gabinetes, tres cuestiones de confianza, 12 bancadas parlamentarias para 130 congresistas, una reforma constitucional con referéndum, un organismo constitucional desactivado, entre otros sucesos.
Pero la otra esfera, la interna, es la más decisiva y sobre ella se ha profundizado poco. Es el fondo del proceso que transitamos, el que hace gran parte de la promesa de cambio en esta hora, su motor y motivo, y que resume el agotamiento de un sistema que, siendo fuerte todavía y habiendo conseguido logros notables, no puede producir más un orden estable para satisfacer a una sociedad que ha cambiado radical y rápidamente en solo dos décadas, luego de la reducción de más de 35 puntos de pobreza y la duplicación de las clases medias.

El reclamo por un nuevo consenso que no sea exclusivamente político –que ya nos llevó a 20 años de cuerdas separadas- no puede quedar esta vez fuera. Por ahora, por tradición y programa, la centralidad de la cuestión social solo es enarbolada por la izquierda y los movimientos sociales, una fuerza todavía marginal en esta transición. Ahí reside quizás parte de las potencialidades de lo que se denomina “la calle”, una variable cuyo volumen y fuerza es todavía incierto, no para construir una alternativa radical y sectaria sino para promover un proyecto plural y amplio que se haga cargo del cambio democrático.

La puerta abierta

https://larepublica.pe/politica/2019/08/09/la-puerta-abierta/
La República
La mitadmasuno
9 de agosto de 2019
Juan De la Puente
La propuesta de adelanto de elecciones significa la alteración de la hoja de ruta que parecía haberse trazado con el inicio de la gestión del actual Gobierno, y que constaba de cambios mínimos resistidos por un amplio abanico de fuerzas opositoras, especialmente inmovilistas. La etapa que se acaba de iniciar es de un desenlace suspendido en el aire y de una posibilidad incierta de cambio. La política peruana es un cuaderno en blanco que se escribe cada día.
Vivimos una transición; es la palabra que mejor puede designar este proceso. Las otras, como crisis, coyuntura crítica o recomposición, no son suficientes para un ciclo precario e inseguro donde las elecciones del año 2020 serán un hito, no el final del recorrido. Es tan precario este tránsito que aún no sabemos qué será lo más importante; la única certeza es que no hay vuelta atrás.
Transitamos una experiencia nueva, pero solo en términos relativos. El Perú ha vivido tres transiciones en los últimos 50 años: la de 1977-1980, de 2000-2001 y la actual. Los códigos “externos” de las dos primeras fueron: 1) que lo esencial son las soluciones democráticas; 2) que lo constitucional se aborda con creatividad y responsabilidad desde la política, no al revés; y 3) que las salidas son negociadas, bajo un juego de presiones rudas, pero pactadas.
Y tenemos nuevos fenómenos. Las anteriores transiciones (1977-1980 y 2000-2001) se llevaron a cabo con efervescencia y masiva participación de la sociedad que hicieron débiles a los actores que empezaron la ruta con cierta fortaleza. Fueron procesos para recuperar la democracia, en tanto que la actual se propone renovarla desde dentro, con actores débiles desde el inicio y una participación social todavía pendiente.
Los datos sobre la voluntad política se posan sobre esta realidad donde se combina lo conocido y lo nuevo. Es incontestable que hay una mayoría política en favor de las elecciones adelantadas (75%), aunque por debajo de la mayoría anterior, la que obtuvo el referéndum de diciembre pasado, y con un número más bajo de peruanos (56%) que, a pesar de la impopularidad del Congreso, prefiere que se disuelva el Parlamento.
Esta mayoría es por ahora constitucional; opta por una salida legal, pacífica, pactada y democrática. No es un “que se vayan todos” en clave rupturista, sino negociada. Y pensar que todavía algunos no distinguen esa madurez y califican de populista el humor de la calle.
Que no se engañen los que no quieren calendario electoral adelantado. Ya no existe en la calle una mayoría vizcarrista y plebiscitaria; hay una mayoría transicional. El presidente tiene un alto respaldado para gestionar esta etapa, la mayoría se opone a su vacancia (70%), aunque su ubicación en el bloqueo institucional ha cambiado: ha pasado de ser una solución, a ser un problema, o en mejor de los casos una solución/problema. Solo el 18% piensa que Vizcarra y el Congreso deben de seguir en funciones hasta el 2021.

Estos datos deben servir para las negociaciones y para las soluciones unilaterales en caso fracase un pacto para usar la vía de la regla de la reforma constitucional (artículo 206º de la Carta) y se abra el uso de la regla de sucesión (artículo 115º). Se tiene que negociar el futuro y no el pasado.

martes, 6 de agosto de 2019

Normalizando la crisis. Encuesta Ipsos, 4 de agosto de 2019

Normalizando la crisis. Encuesta Ipsos 4 de agosto de 2019
Por Juan De la Puente

La lectura de las encuestas obliga a una trabajosa operación de desagregar y agregar, especialmente en un contexto de crisis, cuando las opciones de desenlace son extremas y el escenario se encuentra en rápido movimiento. Extraer un dato entre varios para validar una apreciación nuestra o ignorar los detalles –los árboles- para privilegiar la conclusión –el bosque- puede ser el otro extremo, el generalismo.
A esta doble operación de agregar y desagregar obliga la encuesta de Ipsos Perú del 4 de agosto. En ella encuentro resultados matizados, es decir, algunos datos que mediatizan otros. Por ejemplo, no hay duda de que 3 de 4 peruanos (75%) está a favor de adelantar las elecciones contra un bajísimo 19% que se muestra en contra; aunque, el respaldo a la propuesta presidencial es 20 puntos menos que lo obtenido por las respuestas al referéndum de diciembre pasado.
Mi reflexión en torno a estos datos es que la sociedad respalda por ahora una salida constitucional –por decir legal, pacífica, pactada y democrática- a esta crisis, una suerte de “que se vayan todos” en clave negociada, demostrando una madurez que le niegan al pueblo ciertos políticos y analistas. Por esa misma razón, a pesar de la impopularidad del Congreso, el porcentaje que prefiere que se disuelva el Congreso vía una Cuestión de Confianza es del 56%.
El margen de maniobra que los ciudadanos le otorgan al presidente para gestionar esta para de la crisis, es alto. El 70% se opone a su vacancia, aunque esta medida ya trepa al 24%. La presidencia no está en disputa en este tramo del proceso, considerando que Vizcarra ha recuperado 13 puntos de aprobación (ahora en 57%) aunque su ubicación en relación al bloqueo institucional ha cambiado. Ha pasado de ser una solución, a ser un problema, o en mejor de los casos una solución/problema, en mérito a su enorme gesto de generosidad, al ofrecer su cargo. No debe pasarse por alto que solo el 18% piensa que Vizcarra y el Congreso deben de seguir en funciones hasta el 2021.
La idea de que no hay vuelta atrás en el escenario, interpretado como un arreglo para que se queden todos o casi todos, es muy sólida. La primera salida ensayada por la oposición, que es el retiro de Vizcarra de la presidencia y su reemplazo por Mercedes Araoz, es precaria y lo respalda apenas el 7%. Ello hace pensar que los ciudadanos desean salidas estables o con certezas.
En la encuesta no aprecio ningún arrebato que llame a un salto al vacío. Se advierte menos incertidumbre de lo que se pensaba, quizás hasta lejanía. En cualquier caso, es intrínseco a los datos una convicción contraria al inmovilismo institucional y una consideración respecto a que no hay otra salida, al punto que las razones que se creen que llevaron al presidente a proponer el adelanto de elecciones, no son nada vizcarristas: apenas el 38% cree que fue porque el Congreso no aprobó las reformas políticas; el 29% piensa que es para acabar con la crisis política; y el 24% cree porque no ha logrado éxitos en su gestión. Es cierto que el desenlace está suspendido en el aire, pero con estas respuestas iniciales, los peruanos han normalizado esta parte de la crisis, la transición política y su probable salida. Ya lo habían hecho en marzo del año 2018 cuando renunció Pedro Pablo Kuczynski.