La República
Sábado 26 de mayo
Juan De la Puente
http://www.larepublica.pe/la-mitadmasuno/26/06/2010/el-caso-oscorima
El candidato a la región Ayacucho, Wilfredo Oscorima, no tiene plan de gobierno. Su argumento de campaña es el regalo de 100 soles a cada elector. Según el reportaje de La República (31/5/2010), hasta fines de mayo había obsequiado medio millón de soles. Haciendo cifras, es probable que hasta la fecha de las elecciones regale tres millones para hacerse elegir presidente regional.
Dudo que la conducta de Oscorima sea legal. Por lo menos es violatoria del artículo 356º del Código Penal y si esta actitud no es frenada a tiempo puede constituirse en causa de la anulación de las elecciones en Ayacucho, si nos atenemos al artículo 363º de la Ley Orgánica de Elecciones.
No obstante, el debate es más complejo. Oscorima, empresario dueño de casinos, desprecia al elector ayacuchano y a su conciencia e intenta obtener un cargo por la vía de la compra de votos. Con su dinero como argumento político no está construyendo una representación ciudadana sino envileciendo el sufragio. En su visión, el voto deja de ser un derecho y adquiere la fisonomía de un bien transable.
No llego a imaginarme, si el millonario es elegido, cuánto costará en Ayacucho el voto de los consejeros regionales, de los vocales de la Corte Superior de Justicia en caso sea acusado por alguna decisión, o de los periodistas locales. Es extraño, pero nos escandalizamos con justa razón cuando los delegados estudiantiles venden sus votos en las asambleas universitarias para la elección de los rectores, pero dejamos que Oscorima, y otros más como él en otras regiones, se paseen tirando billetes, pervirtiendo la democracia.
Algo no está funcionando en la democracia peruana para que el mercado de los votos sea cada vez más libre. Del regalo de polos y gorros se ha pasado a los alimentos empaquetados, los artefactos eléctricos y, ahora, al dinero. El fenómeno no es exclusivo del Perú; en octubre del año pasado la empresa Datafolha reveló en Brasil por medio del diario Folha de Sao Paulo que 17 millones de brasileños, es decir, el 13%, confesó haber vendido su voto en alguna elección.
Esta semana, en que se suscribió un nuevo Pacto Ético Electoral, conviene recordar que el mundo se esfuerza por sacar el dinero privado de las campañas electorales. En el Perú la tendencia es contraria, es decir, impedir el financiamiento público de los partidos y favorecer el financiamiento privado. Si la democracia peruana avala a Oscorima y a otros compradores de cargos habremos perdido otra batalla. Después no nos quejemos.
Dudo que la conducta de Oscorima sea legal. Por lo menos es violatoria del artículo 356º del Código Penal y si esta actitud no es frenada a tiempo puede constituirse en causa de la anulación de las elecciones en Ayacucho, si nos atenemos al artículo 363º de la Ley Orgánica de Elecciones.
No obstante, el debate es más complejo. Oscorima, empresario dueño de casinos, desprecia al elector ayacuchano y a su conciencia e intenta obtener un cargo por la vía de la compra de votos. Con su dinero como argumento político no está construyendo una representación ciudadana sino envileciendo el sufragio. En su visión, el voto deja de ser un derecho y adquiere la fisonomía de un bien transable.
No llego a imaginarme, si el millonario es elegido, cuánto costará en Ayacucho el voto de los consejeros regionales, de los vocales de la Corte Superior de Justicia en caso sea acusado por alguna decisión, o de los periodistas locales. Es extraño, pero nos escandalizamos con justa razón cuando los delegados estudiantiles venden sus votos en las asambleas universitarias para la elección de los rectores, pero dejamos que Oscorima, y otros más como él en otras regiones, se paseen tirando billetes, pervirtiendo la democracia.
Algo no está funcionando en la democracia peruana para que el mercado de los votos sea cada vez más libre. Del regalo de polos y gorros se ha pasado a los alimentos empaquetados, los artefactos eléctricos y, ahora, al dinero. El fenómeno no es exclusivo del Perú; en octubre del año pasado la empresa Datafolha reveló en Brasil por medio del diario Folha de Sao Paulo que 17 millones de brasileños, es decir, el 13%, confesó haber vendido su voto en alguna elección.
Esta semana, en que se suscribió un nuevo Pacto Ético Electoral, conviene recordar que el mundo se esfuerza por sacar el dinero privado de las campañas electorales. En el Perú la tendencia es contraria, es decir, impedir el financiamiento público de los partidos y favorecer el financiamiento privado. Si la democracia peruana avala a Oscorima y a otros compradores de cargos habremos perdido otra batalla. Después no nos quejemos.
Los artìculos sobre la campaña del Sr. Oscorima pueden leerse en: