viernes, 28 de septiembre de 2018

La tecnocracia y las papas calientes

https://larepublica.pe/politica/1308704-juan-puente-tecnocracia-papas-calientes-opinion
La República
La mitadmasuno
31 de agosto de 2018
Por Juan De la Puente

A los gerentes públicos peruanos
Participé recientemente en el Congreso Nacional de Gerencia Pública 2018, organizado por Servir. Me pidieron que exponga sobre la dirección pública en entornos políticamente complejos, una alusión al impacto de la inestabilidad en el funcionamiento del Estado, un tópico que preocupa a los tres niveles de la gestión del Estado.
El Estado poco activo es un fenómeno creciente del que deberíamos tomar nota; las sucesivas crisis de la que está compuesto el ciclo democrático iniciado el año 2000, especialmente las que ocurren desde el año 2011, cambiaron las prioridades públicas, restringieron la operatividad del Estado y su eficiencia, y modificaron el papel de la tecnocracia moderna como grupo de alta especialización seleccionado para tomar decisiones públicas.
El peso político de la tecnocracia ha disminuido. Si en el período 1990-2000 fueron los años prodigiosos, que los tuvo como socios políticos de las reformas, el siguiente periodo, el de los años felices 2000-2011, los tuvo como asociados a un régimen donde mantenían el poder político, pero ya para oponerse y alertar sobre desatinos, errores y el riesgo de los proyectos populistas, en un escenario donde escaseaban las reformas. Los dos siguientes períodos fueron de franco retroceso: los años tristes 2011-2016, donde la asociación de la tecnocracia al poder fue en un contexto inestable; y la etapa actual, iniciada el año 2016, donde la subordinación a la élite política se registra en medio de sucesivos microciclos de inestabilidad, más cortos y menos predecibles.
Ahora es más difícil ser tecnócrata; del autoritarismo y ajuste económico de los años noventa se pasó a un tupido consenso alrededor del crecimiento en la década pasada, para terminar en una falta de consenso sobre el “nuevo” crecimiento a bajos índices. Gestionar un Estado donde la política y la economía se condicionan negativamente, y cuando las prioridades de la reactivación y ejecución de la inversión pública colisionan con la corrupción y la aparición de indicadores sociales a la baja, demanda un nuevo compromiso político tecnocrático.
No creo que nos encontremos ante una crisis de los conocimientos de la tecnocracia sino de sus posibilidades decisorias. No es la hora de pedir más gestión pública y menos política, sino de asociar a los miles de funcionarios con capacidades de gestión a las demandas de reforma, un imperativo que no puede “pertenecer” solo a los políticos. De hecho, no hay más desgastante de la gestión del Estado que la ausencia de cambios.
Luego de la caída de PPK hemos ingresado a un vigoroso proceso de balance autocrítico de la tecnocracia que es probable que acabe en un cambio de enfoque de la gestión pública, en favor de la innovación de sus habilidades políticas, la articulación intersectorial, el enfoque territorial (vayamos a una descentralización de los pueblos) y de género, la participación, la comunicación y el gobierno abierto.
Existen áreas del Estado que se plantean como nuevas fronteras de la tecnocracia, especialmente la seguridad ciudadana, la protección de los consumidores, y la administración de justicia, luego de saberse, vía los escandalosos audios del CNM, cómo se procesa en el ámbito judicial el reclutamiento del recurso humano. Quizás debería replicarse el proceso iniciado en la Contraloría General de la República luego de la aprobación de una nueva ley marco, orientado a especializar con competencias y poder a centenares de funcionarios para ejercer el control.
En tiempos turbulentos y de alta rotación del recurso humano, con más de 60 ministros en dos años, casi 100 viceministros, dos presidentes de la república, tres premieres, cinco ministros del MEF y PRODUCE y otros seis ministerios con cuatro titulares en el mismo período (MINJUS, MINEDU, MINSA, Cultura, Defensa y Energía y Minas), es necesaria la defensa de las políticas y de quienes las ejecutan y defienden. De hecho, sin que exista un mapa de indicadores internos específico, salvo Unidad de Cumplimiento de Gobierno (Delivery Unit) alojada en la PCM, le pérdida de actividad estatal es un peligro creciente.


jueves, 27 de septiembre de 2018

Lima, asoma el voto útil

Por Juan De la Puente
En Lima, la capital más caótica de Sudamérica, el 40% de los electores no ha decidido su voto a 10 días de las elecciones. La indiferencia o rechazo se distribuye en los votos en blanco (4.8%), viciado (15,5%) y no sabe/no contesta (19.3%). Esta última cifra ha crecido 5 puntos en tres semanas en lugar de disminuir, un fenómeno inédito en la política peruana, según la reciente encuesta de Datum.
Empatados, Renzo Reggiardo y Daniel Urresti, no superan cada uno el 15% de intención de voto, a pesar de que la actual campaña es la más larga de los últimos 18 años, luego de la modificación de los plazos electorales. A diferencia de la campaña limeña del año 2014 que resumía el cuento de Blancanieves (Luis Castañeda) y los siete enanos; este es un cuento incompleto, al que le falta magia y personajes.
Una explicación de la dispersión puede ser el número de candidatos -20 en total, con 9 por encima del 2%- y la otra, que conviene considerar es que casi todos se parecen, ofrecen y silencian casi lo mismo. Bajo es impronta, los dos candidatos que marcaron alguna diferencia son los que crecieron más. Ricardo Belmont, gracias a un discurso xenófobo, y Urresti, la oferta de mano dura y altisonante, una especie de Bolssonaro peruano en versión combi, que ha sintonizado con el electorado autoritario y a la vez antifujimorista –paradójico, pero así es- a pesar de postular por un partido acusado de inscribirse fraudulentamente y de ser él mismo acusado de asesinato de un periodista.
El sondeo de Datum pone sobre la mesa un final de campaña incierto, abierto, en movimiento acelerado y en vía de politización, contra la tendencia que la mayoría de candidatos impuso al inicio, es decir, un cordón sanitario alrededor de la coyuntura crítica nacional. Las encuestas siguientes darán cuenta de estos movimientos bruscos, resultado de una campaña donde se han cometido todos los errores posibles y donde los estrategas de campaña están de vacaciones, y sin grandes ideas movilizadoras.
Por ahora se tiene que, contra lo que pensaba la mayoría de formadores de opinión y periodistas, Urresti ganó el debate del pasado domingo y no el candidato de AP, Jorge Muñoz; que Reggiardo cometió u error al subestimar el debate y no participar en él con pretextos baladíes; que al no poder tirar más del discurso xenófobo, Ricardo Belmont se muestra como un candidato desnudo, enemigo de sí mismo; y que el debate del pasado domingo como el siguiente, del 30 de setiembre, solo puso algunos puntos en juego, valiosos pero no decisivos.
El resultado abierto operaría para quienes se ubican entre los primeros cuatro o cinco lugares. En tanto, algunos hechos podrían interpretarse como definitivos, como que los candidatos Enrique Cornejo (Democracia Directa), Esther Capuñay (UPP) y Humberto Lay (Restauración Nacional) están fuera de juego al haber perdido más o menos el 60% de su intención de voto; y que Manuel Velarde (Siempre Unidos), Juan Carlos Zurek (Somos Perú) y Luis Castañeda Pardo (Solidaridad Nacional) tienen una intención de voto pasmada, en el sentido de suspendida o congelada.

En ese escenario, para zanjar la batalla de los enanos y combatir la apatía, asoma el voto útil, un final político por lo que no apostaban ni los partidos ni los candidatos.

jueves, 20 de septiembre de 2018

Una confianza desconfiada. La paradoja


Por Juan De la Puente
Seguimos con las paradojas. Se ha aprobado una cuestión de confianza (CdC) que, no obstante, le da forma a una nueva relación desconfiada y tirante ente el Gobierno y el Congreso, y el surgimiento de los primeros recelos –léase desconfianza- entre la opinión pública y el presidente Vizcarra.
Hay pocas dudas que lo acordado es una opción realista que evita la disolución del Congreso y que dinamiza la aprobación de las reformas propuestas por el Gobierno, aunque las críticas se refieren al trámite de este consenso a palos y a la incertidumbre que este acuerdo no debió generar. Más que preguntarse sobre quién se ha debilitado (el premier Villanueva ha ganado aire) la interrogante es quien tiene más armas en la tensión potenciada que viene.
Si el primer forcejo de la reforma le ganó el Gobierno al Congreso, al imponer el debate de la CdC por las reformas –lo que primó en la discusión a pesar del esfuerzo por reducir todo a las políticas públicas- el segundo forcejeo ha terminado en un empate que los partidarios del cierre del Congreso consideran que tiene un sabor de derrota para el presidente Vizcarra. Si nos atenemos a las palabras previas del ministro de Justicia y del premier (confianza con aprobación in loco de las 4 reformas), es obvio que el Gobierno no ha conseguido su objetivo.
Las opciones que se tenían a la mano el debate eran cuatro: 1) aprobación de la CdC sin texto, con la fecha límite del 4 de octubre, aceptado por el Gobierno; 2) aprobación de la CdC sin texto, con la fecha límite del 4 de octubre, no aceptada por el Gobierno; 3) aprobación de la CdC sin texto, con fecha de 3 o 4 días, aceptada por el Gobierno; y 4) rechazo o no aprobación de la CdC.
Se ha impuesto la opción 1) en una versión desagregada, es decir, que mientras que la CdC es expresa, el plazo hasta el 4 de octubre para aprobar las cuatro reformas, es un compromiso asumido por los grupos políticos en la reunión con el presidente y en la Junta de Portavoces del Parlamento. Esta opción es abierta y, según las primeras declaraciones de los voceros parlamentarios, no necesariamente vinculante.
En esa dirección, la confianza desconfiada está a la espera de nuevos forcejeos, en los que el presidente ya no tendrá la bala de plata de la CdC que ha sido ya disparada. Si el Congreso no cumple el compromiso, el Gobierno tendrá que emplear otros medios de insistencia legales y políticas.
Me sigo preguntando si el Gobierno tiene un plan. Quedan por lo menos dos pugnas, una sobre el contenido de las reformas y la otra sobre el referéndum. Respecto a lo primero, es probable que se apruebe un modelo de senado distinto al propuesto por el Ejecutivo y que no se apruebe la supresión de la reelección parlamentaria. Respecto al referéndum ha quedado abierta la posibilidad, inclusive, que no se realice y que las reformas sigan la segunda opción que plantea el artículo 206º de la Constitución, es decir, una segunda votación calificada en la siguiente legislatura.