Por Juan
De la Puente
Seguimos con las paradojas. Se ha aprobado una
cuestión de confianza (CdC) que, no obstante, le da forma a una nueva relación desconfiada
y tirante ente el Gobierno y el Congreso, y el surgimiento de los primeros
recelos –léase desconfianza- entre la opinión pública y el presidente Vizcarra.
Hay pocas dudas que lo acordado es una opción
realista que evita la disolución del Congreso y que dinamiza la aprobación de
las reformas propuestas por el Gobierno, aunque las críticas se refieren al
trámite de este consenso a palos y a la incertidumbre que este acuerdo no debió
generar. Más que preguntarse sobre quién se ha debilitado (el premier Villanueva ha ganado aire) la interrogante es
quien tiene más armas en la tensión potenciada que viene.
Si el primer forcejo de la reforma le ganó el
Gobierno al Congreso, al imponer el debate de la CdC por las reformas –lo que
primó en la discusión a pesar del esfuerzo por reducir todo a las políticas públicas-
el segundo forcejeo ha terminado en un empate que los partidarios del cierre
del Congreso consideran que tiene un sabor de derrota para el presidente
Vizcarra. Si nos atenemos a las palabras previas del ministro de Justicia y del
premier (confianza con aprobación in loco
de las 4 reformas), es obvio que el Gobierno no ha conseguido su objetivo.
Las opciones que se tenían a la mano el debate
eran cuatro: 1) aprobación de la CdC sin texto, con la fecha límite del 4 de
octubre, aceptado por el Gobierno; 2) aprobación de la CdC sin texto, con la
fecha límite del 4 de octubre, no aceptada por el Gobierno; 3) aprobación de la
CdC sin texto, con fecha de 3 o 4 días, aceptada por el Gobierno; y 4) rechazo
o no aprobación de la CdC.
Se ha impuesto la opción 1) en una versión desagregada,
es decir, que mientras que la CdC es expresa, el plazo hasta el 4 de octubre
para aprobar las cuatro reformas, es un compromiso asumido por los grupos
políticos en la reunión con el presidente y en la Junta de Portavoces del
Parlamento. Esta opción es abierta y, según las primeras declaraciones de los
voceros parlamentarios, no necesariamente vinculante.
En esa dirección, la confianza desconfiada está a
la espera de nuevos forcejeos, en los que el presidente ya no tendrá la bala de
plata de la CdC que ha sido ya disparada. Si el Congreso no cumple el
compromiso, el Gobierno tendrá que emplear otros medios de insistencia legales
y políticas.
Me sigo preguntando si el Gobierno tiene un plan.
Quedan por lo menos dos pugnas, una sobre el contenido de las reformas y la
otra sobre el referéndum. Respecto a lo primero, es probable que se apruebe un
modelo de senado distinto al propuesto por el Ejecutivo y que no se apruebe la supresión
de la reelección parlamentaria. Respecto al referéndum ha quedado abierta la
posibilidad, inclusive, que no se realice y que las reformas sigan la segunda
opción que plantea el artículo 206º de la Constitución, es decir, una segunda
votación calificada en la siguiente legislatura.