Por Juan De la
Puente
En Lima, la
capital más caótica de Sudamérica, el 40% de los electores no ha decidido su
voto a 10 días de las elecciones. La indiferencia o rechazo se distribuye en
los votos en blanco (4.8%), viciado (15,5%) y no sabe/no contesta (19.3%). Esta
última cifra ha crecido 5 puntos en tres semanas en lugar de disminuir, un
fenómeno inédito en la política peruana, según la reciente encuesta de Datum.
Empatados, Renzo
Reggiardo y Daniel Urresti, no superan cada uno el 15% de intención de voto, a
pesar de que la actual campaña es la más larga de los últimos 18 años, luego de
la modificación de los plazos electorales. A diferencia de la campaña limeña
del año 2014 que resumía el cuento de Blancanieves (Luis Castañeda) y los siete
enanos; este es un cuento incompleto, al que le falta magia y personajes.
Una explicación de
la dispersión puede ser el número de candidatos -20 en total, con 9 por encima
del 2%- y la otra, que conviene considerar es que casi todos se parecen,
ofrecen y silencian casi lo mismo. Bajo es impronta, los dos candidatos que
marcaron alguna diferencia son los que crecieron más. Ricardo Belmont, gracias
a un discurso xenófobo, y Urresti, la oferta de mano dura y altisonante, una
especie de Bolssonaro peruano en versión combi, que ha sintonizado con el
electorado autoritario y a la vez antifujimorista –paradójico, pero así es- a
pesar de postular por un partido acusado de inscribirse fraudulentamente y de
ser él mismo acusado de asesinato de un periodista.
El sondeo de Datum
pone sobre la mesa un final de campaña incierto, abierto, en movimiento
acelerado y en vía de politización, contra la tendencia que la mayoría de
candidatos impuso al inicio, es decir, un cordón sanitario alrededor de la
coyuntura crítica nacional. Las encuestas siguientes darán cuenta de estos
movimientos bruscos, resultado de una campaña donde se han cometido todos los
errores posibles y donde los estrategas de campaña están de vacaciones, y sin
grandes ideas movilizadoras.
Por ahora se tiene
que, contra lo que pensaba la mayoría de formadores de opinión y periodistas, Urresti ganó el debate del
pasado domingo y no el candidato de AP, Jorge Muñoz; que Reggiardo cometió u
error al subestimar el debate y no participar en él con pretextos baladíes; que
al no poder tirar más del discurso xenófobo, Ricardo Belmont se muestra como un
candidato desnudo, enemigo de sí mismo; y que el debate del pasado domingo como
el siguiente, del 30 de setiembre, solo puso algunos puntos en juego, valiosos
pero no decisivos.
El
resultado abierto operaría para quienes se ubican entre los primeros cuatro o
cinco lugares. En tanto, algunos hechos podrían interpretarse como definitivos,
como que los candidatos Enrique Cornejo (Democracia Directa), Esther Capuñay
(UPP) y Humberto Lay (Restauración Nacional) están fuera de juego al haber
perdido más o menos el 60% de su intención de voto; y que Manuel Velarde
(Siempre Unidos), Juan Carlos Zurek (Somos Perú) y Luis Castañeda Pardo
(Solidaridad Nacional) tienen una intención de voto pasmada, en el sentido de
suspendida o congelada.
En
ese escenario, para zanjar la batalla de los enanos y combatir la apatía, asoma
el voto útil, un final político por lo que no apostaban ni los partidos ni los
candidatos.