La República
La mitadmasuno
19 de enero de 2018
Juan De la Puente
PPK es un presidente
débil. Pero a esta hora del día el Congreso es aún más débil todavía.
Insospechadamente, el primer gran efecto de la ecuación vacancia+indulto es la
pérdida de la centralidad del Parlamento en el juego de poderes, y salvo un
nuevo embiste del fujimorismo en favor de la vacancia presidencial, lo que
tendremos será un Congreso minimalista de palabra y obra.
La revisión de las
filas parlamentarias luego de las batallas de diciembre arroja un cuadro
calamitoso. Demasiados muertos y heridos, con generales curándose las heridas
en conveniente silencio, en un posconflicto que muestra algunas bancadas
devastadas, y a una institución que se había preparado pacientemente para
derribar al Gobierno, desarmada. Como sucede luego de toda guerra, algunos
soldados desquiciados aún se pasean en los sets de TV afirmando que la batalla
no ha terminado. Claro que ha concluido, y las noticias no son buenas para este
poder del Estado.
Las tensas relaciones
Congreso/Gobierno han pasado en los últimos meses por las siguientes etapas: 1)
más cooperación general que confrontación, desde el 28 de julio del año 2016
hasta la censura del ministro Jaime Saavedra, en diciembre de ese año; 2) más
confrontación política que cooperación económica, desde la caída de Saavedra
hasta el voto de desconfianza del gabinete Zavala, en setiembre del año 2017;
3) confrontación directa con PPK, una oposición que obvió al gabinete Aráoz, y
que acabó en el pedido de vacancia, que PPK derrotó con ayuda de la facción
albertista de Fuerza Popular, en diciembre pasado; y 4) la etapa actual, de
cooperación de baja intensidad o vergonzante, que implica por ahora una defensa
tibia de la presidencia matizada con alusiones a la corrupción.
Por ahora, el
Congreso no tiene otro camino que asimilar la vuelta de tuerca de cara al
Gobierno. Durante el debate de la vacancia, las opciones en liza eran la
vacancia o renuncia de PPK impulsada por Fuerza Popular, el Apra y el Frente
Amplio, seguida de cerca por el humor de la calle que demandaba que se vayan
todos y elecciones generales, y aún más lejos del pedido de retorno a la
convivencia forzada. Luego de diciembre, los dos elementos nuevos en escena son
el pacto tácito de fuerzas parlamentarias contra la vacancia (FP, Apra, APP y
AP), y la demanda de renuncia de PPK, una opción que opera en la calle y que no
se esfuerza ahora por contar el número de votos en el Congreso.
Estos son solo
algunos cambios que relativizan al Congreso. En términos tácticos, los sucesos
de diciembre han realineado las fuerzas, debilitando a la más poderosa (el
fujimorismo) y fortaleciendo a otras débiles (Nuevo Perú y la izquierda
extraparlamentaria). Este reparto presenta un panorama más fragmentado de la
crisis, con opciones más plurales y, al mismo tiempo, una crisis más larga, con
actores menos capaces de imponerse y legitimarse.
En este nuevo
momento, la calle, es decir, la sociedad, es un elemento vital para la
acumulación de fuerzas, aunque allí no se resolverá la crisis. De las batallas
de diciembre es lo único que queda en pie, e hizo bien Nuevo Perú al pugnar por
la dirección de las movilizaciones contra el indulto (aunque Gregorio Santos es
un pasivo y no un activo en la lucha contra la corrupción), sacando un pie de
la fortaleza averiada del Congreso. El otro grupo con potencialidades para
recurrir a la sociedad es Fuerza Popular, el único que puede protagonizar una
campaña electoral regional y municipal de alcance nacional y con más
probabilidades de ganar el pulso interno del fujimorismo. En este esquema, las
dinámicas fujimorismo/antifujimorismo y PPK/antiPPK harán que la crisis se
empantane aún más, un escenario ideal para el Gobierno interesado en ganar
tiempo.
La larga crisis nos
seguirá suministrando actores débiles, pero a diferencia del año pasado, hay un
país en movimiento en clave política, aunque no se sabe hasta cuándo. No nos
confundamos, solo una parte de los actores protagonizan una lucha agónica y
lenta, aburrida con el paso de los días; el culebrón de la familia Fujimori,
que una parte de la prensa recrea por morbo, ya no reporta mucho rating.