Mostrando entradas con la etiqueta transfuguismo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta transfuguismo. Mostrar todas las entradas

sábado, 26 de julio de 2014

Transfuguismo, contagio masivo

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/transfuguismo-contagio-masivo-11-07-2014
La República
La mitadmasuno
11 de julio de 2014
Juan De la Puente
El cierre del plazo de inscripción de las listas que competirán en las elecciones del 5 de octubre permite apreciar fenómenos que reflejan la evolución de la dinámica nacional/regional, una de las que atraviesan el sistema político, y de la correlación de fuerzas transparencia/corrupción en los ámbitos regional y local.
El número de listas es casi igual al de los comicios del 2010, ahora 14,171 frente a 11,170 de aquella vez, aunque se registran cambios al interior de las cifras generales. La competencia para los gobiernos regionales tiene menos listas (322 ahora contra 342 en los anteriores comicios) y un despliegue desigual de los partidos nacionales. En las elecciones regionales anteriores los partidos presentaron menos listas que ahora, 143 contra 159, en un contexto de crisis que afecta de distinto modo a los partidos nacionales.
Alianza para el Progreso (APP), el fujimorismo y UPP incrementan sus candidaturas respecto del 2010, pasando el primero de 16 a 24 regiones, el segundo de 13 a 15 y el tercero de 7 a 9. En otra dirección, decrece el número de listas de otros partidos como el Apra (de 24 a 14 regiones), Acción Popular (de 20 a 17 regiones), Perú Posible (de 17 a 8 regiones), Somos Perú (de 11 a 6 regiones), Restauración Nacional (de 11 a 3 regiones) y los Fonavistas (de 17 a 10 regiones).
Nuevas agrupaciones irrumpen en el escenario regional; es el caso del Partido Humanista (11 regiones), el Frente Amplio, a través de Tierra y Libertad (11), Siempre Unidos (6), Perú Patria Segura, ex Cambio 90 (6) y Vamos Perú (7). El PPC participa en 7 regiones como lo hizo el 2010 y Solidaridad Nacional en 5.
A simple vista, la inscripción ahora de 163 movimientos regionales frente a los 199 en los anteriores comicios es un dato seco que podría indicar una ligera recuperación de los partidos nacionales en las regiones o su relativo retorno. Sin embargo, ni la ecuación menos movimientos regionales y más partidos regionales es igual a más democracia, ni la presentación de listas partidarias sintetiza necesariamente un proceso democrático.
Lo que se aprecia antes bien es el contagio mutuo del transfuguismo y de la enfermedad del fichaje electoral, y la desaparición de los últimos rezagos de democracia interna e institucionalidad partidaria. En buena parte de casos, los partidos nacionales designaron como sus candidatos a caudillos regionales con los que negociaron el uso de la marca electoral en tanto que los movimientos regionales “extrajeron” candidatos de los partidos nacionales, un frenético transfuguismo que en el Cusco llegó a extremos: militantes de un mismo partido se repartieron en varias listas en tanto que los partidos se prestaron candidatos para cumplir con la ley electoral (Amaru, Revista Andina de Política y Cultura).
A pesar de lo señalado, es preciso reconocer dos movimientos que operan en sentido inverso; por un lado, se ha frenado la expansión de los movimientos regionales como una alternativa a los partidos nacionales; al mismo tiempo, algunos aparatos nacionales resisten la crisis relocalizándose en las regiones en una perspectiva de acumulación partidaria sin ideario y programa, y solo pensando en la ocupación de espacios de cara al 2016. Ese parece ser el caso del fujimorismo y de Alianza para el Progreso.
Finalmente, esta relocalización es también desigual. El país aparece dividido en bloques significativos. Uno en el que los partidos presentan cara a los movimientos regionales, como en Arequipa (12 listas partidarias de un total de 18), Apurímac (6 de 10), Ayacucho (7 de 12), Ica (10 de 14), Junín (7 de 13), La Libertad (8 de 11), Lambayeque (10 de 13) y Moquegua (5 de 9). El otro bloque es de regiones, en la mayoría de las cuales la corrupción es escandalosa y masiva y en las que los partidos están en el umbral para afuera, como en Amazonas (2 de un total de 9), Cajamarca (3 de 8), Cusco (6 de 14),  Huancavelica (2 de 9), Huánuco (6 de 14), Loreto (2 de 7), Puno (2 de 10) y Ucayali (3 de 13).

domingo, 1 de septiembre de 2013

La épica del transfuguismo

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/la-epica-del-transfuguismo-30-08-2013
La República
La mitadmasuno
30 de agosto de 2013
Juan De la Puente
El debate sobre el transfuguismo avanza a reconocer su existencia. No obstante, sorprenden algunas expresiones que justifican el fenómeno. No hay duda, en el plano de las explicaciones, que el transfuguismo obedece a dos regularidades: 1) la crisis de los partidos de múltiple efecto, que principalmente debilita la adhesión, la democracia interna y reduce la vigencia temporal de las formaciones políticas; y 2)  los incentivos para la participación política sin lealtad partidaria, una de cuyas expresiones es la cuota de 20% de invitados en las listas parlamentarias, entre otras medidas legales. Con menos nitidez pero con posibilidades de apreciación racional se tiene la diferencia entre: 1) la disidencia programática; y 2) el abandono tránsfuga, egoísta y personalísimo. Es también cierto que no toda renuncia partidaria es sinónimo de transfuguismo y en ciertos casos se hace difícil apreciar cuál de las razones es la vigente.
En un segundo debate se encuentra la decisión de convivir con el transfuguismo o reducir su incidencia. En ese plano encuentro algunos argumentos equívocos. Uno de ellos considera que este fenómeno no debería ser corregido con la eliminación del voto preferencial, porque este es el modo más convencional de controlar la oferta partidaria. Este argumento es falso; en un sistema donde además del 20% de cupos de invitados por el caudillo se agregan más invitados con la cobertura de elecciones internas amañadas, se tiene que el grueso de la oferta de candidatos no es expresión del partido.
Otra apreciación sostiene que el transfuguismo ha logrado prolongar la carrera de los políticos. Tampoco es cierto; por ejemplo, solo dos de los 23 parlamentarios que en el período 2000-2011 abandonaron sus bancadas fueron reelegidos en las últimas elecciones. Es más, solo 1 de los 11 ex parlamentarios que el año 2011 pugnaron por regresar al Legislativo a través de otros partidos, logró su cometido. Luego, el país está poblado de candidatos a alcaldías y gobiernos regionales a los que la relección les es esquiva. Las excepciones son una anomalía que confirma la tendencia, jalonadas probablemente por el buen desempeño en el cargo, el despliegue de recursos en la campaña o la dispersión de los electores. En cualquier caso, es imposible inferir que los votantes premian el cambio de camiseta.
Una tercera apreciación sostiene que existirían dos transfuguismos uno bueno y otro malo; el primero, tolerable e inofensivo, es el orgánico, y el otro, el detestable, el ideológico. Tal distinción es un demasiado pedir a los candidatos a tránsfugas, casi todos políticos antipolíticos cuya actividad pública no se sustenta en las ideas sino en el dinero, el suyo o el de otros, la principal razón que los conduce a contratar con una lista de candidatos.
Una discusión que aún no se procesa es el contenido de la fidelidad partidaria y la relación entre el militante y el partido, una regularidad que el abuso del concepto de “candidato invitado” complica. Atenidos al ámbito parlamentario, a las elecciones concurre un programa por partido y no 130 programas en cada grupo. Este hecho no excluye las ideas propias pero las subordina al programa colectivo. En ese sentido, la lealtad reclamada es al programa del partido que el elegido asumió a su postulación. Esta lógica propia de la democracia representativa no puede ser alterada por una exclusiva relación individual y plebiscitaria de los políticos con sus electores. Nunca habría que olvidar que la representación parlamentaria tiene un doble origen y que los partidos no son locomotoras o cargadores frontales sino comunidades políticas.
Otro debate pendiente es cómo tratar el transfuguismo. No se ha planteado legislar solo sobre esta tema; no tendría sentido eliminar el voto preferencial sin reducir el cupo de invitados o evitar legislar sobre las elecciones internas, la alternancia de género o el financiamiento público. En la contemplación épica del transfuguismo veo a quienes se rinden ante el actual sistema. Ello es legítimo, pero algunos preferimos pugnar por su reforma.