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lunes, 14 de octubre de 2013

Urtecho, hijo de la antipolítica

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/urtecho-hijo-de-la-antipolitica-11-10-2013
La República
La mitadmasuno
11 de octubre de 2013
Juan De la Puente
Michel Urtecho es un hijo legítimo del voto preferencial y de la antipolítica. Fue durante 10 años dirigente de Renovación, el partido que fundara Rafael Rey y por el que fue elegido al parlamento el  2006, vía la alianza Unidad Nacional que dicho partido integró. Allí siguió la conocida ruta tránsfuga: abandonó Renovación, se estacionó en una bancada formada por renunciantes de varios partidos a la espera de la reelección. Ella se produjo el 2011 de la mano de Solidaridad Nacional. Aún recuerdo la angustiosa carta que a fines del 2010 su esposa dirigió a medios de comunicación y periodistas solicitándoles abogar en favor de una nueva postulación de su esposo.
Su ingreso a la política fue convencional para el estándar peruano. No se adhirió a las ideas ni fue reclutado como militante en alguna campaña de afiliación partidaria. Según cuenta en la historia de vida colgada en su página web, envió misivas a todos los líderes políticos para que lo ayudaran a “entrar en política”; es decir, tiró una red a la derecha, a la izquierda y al centro de las aguas en busca de una plataforma personal. Un partido picó el anzuelo.
La carta de presentación ante el antisistema de partidos peruano es el dinero o la fama; en el caso de Urtecho, confesión de parte, fue su discapacidad. En sus siete años de parlamentario no se ha caracterizado por adherirse a un programa general o defenderlo. El episodio de las sillas de ruedas revela la medida de sus ocupaciones cotidianas; Urtecho, sin embargo, es un parlamentario ubicado en el centro del poder congresal. Durante los dos períodos parlamentarios fue portavoz de su bancada, miembro del Consejo Directivo, de la Comisión Permanente y vicepresidente de la mesa directiva. En todo ello, su poderosa razón y motivo, su target y core business al mismo tiempo, fue la discapacidad. Las investigaciones determinarán si solo fue una coartada.
En los actos por los que se le acusa, como en todo delito, ha debido de existir una cuota decisiva de voluntad personal. Sin embargo, la gestión parlamentaria en nuestro sistema es un arca abierta para la comisión de tropelías, habida cuenta que se organiza a partir de una enorme discrecionalidad individual de los congresistas. En gran parte del ejercicio de sus funciones, como la contratación del personal de su despacho, la presentación de proyectos de ley, la suscripción de dictámenes, las votaciones en el Pleno, la realización de viajes internos e internacionales, es casi nulo el papel de las bancadas parlamentarias.
El estatuto del congresista peruano cambió radicalmente con la incorporación del voto preferencial. La dura competencia para la elección, donde es cada vez más decisivo el dinero, sella con un individualismo extremo al representante elegido. Esta cultura se traslada al ejercicio de la labor parlamentaria y salvo uno o dos grupos congresales, en los que el partido juega un rol ordenador de prioridades y apetencias, el trabajo parlamentario es un campo de Agramante, una tierra de nadie o de muy pocos.
El Congreso ha iniciado un procedimiento indagatorio de las denuncias contra Urtecho, aunque no debería obviar el tema de fondo al que conduce el caso. La indignación de los congresistas debería reflejarse en un debate serio de las propuestas de reforma política que se localizan en la Comisión de Constitución, particularmente la eliminación del voto preferencial, el financiamiento público, la alternancia de género y las elecciones internas de candidatos a cargos de elección popular.
No todos los hijos del voto preferencial realizan los actos de los que se acusa a Urtecho. El actual Congreso cobija a representantes de ejecutoria política ejemplar e intachable; sin embargo, el sistema con el que son elegidos y el que opera en el Legislativo están agotados y viciados. Basta recordar que en las legislaturas anteriores a los noventa se registraron muy pocos casos de transfuguismo y ningún escándalo de recorte de sueldos en los despachos parlamentarios.

domingo, 1 de septiembre de 2013

La épica del transfuguismo

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/la-epica-del-transfuguismo-30-08-2013
La República
La mitadmasuno
30 de agosto de 2013
Juan De la Puente
El debate sobre el transfuguismo avanza a reconocer su existencia. No obstante, sorprenden algunas expresiones que justifican el fenómeno. No hay duda, en el plano de las explicaciones, que el transfuguismo obedece a dos regularidades: 1) la crisis de los partidos de múltiple efecto, que principalmente debilita la adhesión, la democracia interna y reduce la vigencia temporal de las formaciones políticas; y 2)  los incentivos para la participación política sin lealtad partidaria, una de cuyas expresiones es la cuota de 20% de invitados en las listas parlamentarias, entre otras medidas legales. Con menos nitidez pero con posibilidades de apreciación racional se tiene la diferencia entre: 1) la disidencia programática; y 2) el abandono tránsfuga, egoísta y personalísimo. Es también cierto que no toda renuncia partidaria es sinónimo de transfuguismo y en ciertos casos se hace difícil apreciar cuál de las razones es la vigente.
En un segundo debate se encuentra la decisión de convivir con el transfuguismo o reducir su incidencia. En ese plano encuentro algunos argumentos equívocos. Uno de ellos considera que este fenómeno no debería ser corregido con la eliminación del voto preferencial, porque este es el modo más convencional de controlar la oferta partidaria. Este argumento es falso; en un sistema donde además del 20% de cupos de invitados por el caudillo se agregan más invitados con la cobertura de elecciones internas amañadas, se tiene que el grueso de la oferta de candidatos no es expresión del partido.
Otra apreciación sostiene que el transfuguismo ha logrado prolongar la carrera de los políticos. Tampoco es cierto; por ejemplo, solo dos de los 23 parlamentarios que en el período 2000-2011 abandonaron sus bancadas fueron reelegidos en las últimas elecciones. Es más, solo 1 de los 11 ex parlamentarios que el año 2011 pugnaron por regresar al Legislativo a través de otros partidos, logró su cometido. Luego, el país está poblado de candidatos a alcaldías y gobiernos regionales a los que la relección les es esquiva. Las excepciones son una anomalía que confirma la tendencia, jalonadas probablemente por el buen desempeño en el cargo, el despliegue de recursos en la campaña o la dispersión de los electores. En cualquier caso, es imposible inferir que los votantes premian el cambio de camiseta.
Una tercera apreciación sostiene que existirían dos transfuguismos uno bueno y otro malo; el primero, tolerable e inofensivo, es el orgánico, y el otro, el detestable, el ideológico. Tal distinción es un demasiado pedir a los candidatos a tránsfugas, casi todos políticos antipolíticos cuya actividad pública no se sustenta en las ideas sino en el dinero, el suyo o el de otros, la principal razón que los conduce a contratar con una lista de candidatos.
Una discusión que aún no se procesa es el contenido de la fidelidad partidaria y la relación entre el militante y el partido, una regularidad que el abuso del concepto de “candidato invitado” complica. Atenidos al ámbito parlamentario, a las elecciones concurre un programa por partido y no 130 programas en cada grupo. Este hecho no excluye las ideas propias pero las subordina al programa colectivo. En ese sentido, la lealtad reclamada es al programa del partido que el elegido asumió a su postulación. Esta lógica propia de la democracia representativa no puede ser alterada por una exclusiva relación individual y plebiscitaria de los políticos con sus electores. Nunca habría que olvidar que la representación parlamentaria tiene un doble origen y que los partidos no son locomotoras o cargadores frontales sino comunidades políticas.
Otro debate pendiente es cómo tratar el transfuguismo. No se ha planteado legislar solo sobre esta tema; no tendría sentido eliminar el voto preferencial sin reducir el cupo de invitados o evitar legislar sobre las elecciones internas, la alternancia de género o el financiamiento público. En la contemplación épica del transfuguismo veo a quienes se rinden ante el actual sistema. Ello es legítimo, pero algunos preferimos pugnar por su reforma.