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lunes, 5 de junio de 2017

Los invitados de piedra

http://larepublica.pe/impresa/opinion/879535-los-invitados-de-piedra
La República
La mitadmasuno
26 se mayo de 2017
Por Juan De la Puente
El premier Fernando Zavala ha emitido una declaración personal firme cuestionando las interpelaciones a los ministros que califica de obstrucción a la labor del Gobierno, responsabilizando a Fuerza Popular por esta ofensiva. El fujimorismo le ha contestado y entre ambos se llevará a cabo en los próximos días un intercambio de fuego que tendrá alguna promesa de paz, como ya sucedió en el pasado. Con esto concluirá otro microciclo de la política nacional y se iniciará otro.
Este episodio es distinto a los registrados en los últimos meses por lo menos por una razón: entre Fuerza Popular y el Gobierno han terminado de construir una relación compleja, a veces tirante y otras colaborativa, que hegemoniza el escenario echando de él al resto de grupos. Y lo han logrado con la colaboración de estos.
A diferencia de las otras tensiones –el caso del asesor Moreno y la censura de Jaime Saavedra– el fujimorismo ha mediatizado a Acción Popular y al Apra, y el oficialismo al Frente Amplio y a Alianza para el Progreso, incluso a pesar de que la interpelación a Martín Vizcarra fue trabajosamente labrada por AP. No se trata de alianzas formales o de sujeciones sino de la pérdida de personalidad y perfil propio.
La actual dinámica parlamentaria no depende del impulso de estas cuatro bancadas que –y eso es lo paradójico– concentran un elevado número de parlamentarios experimentados y destacados, sino de la ecuación establecida por los espacios que ocupan el antifujimorismo y el conservadurismo. Ellos subsumen todo.
¿Por qué estas bancadas no pueden exhibir un perfil propio? Este resultado no se debe a un déficit de fuerza, es decir, a los problemas internos de la mayoría de estos grupos, sino a un problema de agenda o, mejor dicho, a la falta de voluntad política para levantar estrategias y prácticas diferenciadas.
El parlamento carece de minorías heroicas o personalidades especiales capaces de construir desde un escaño una oferta política nacional porque el programa principal considera que la actividad fundamental en esta hora de la política es la contención, tanto de la ofensiva fujimorista como de la izquierda y sus aliados, rotulados como lo “caviar” por los sectores conservadores. El negocio de la contención es la inminencia, tanto del derribo del Gobierno por el fujimorismo como la imposición de la agenda izquierdista, de género, y contraria a la inversión.
La política de la inminencia ha empoderado al gobierno y al fujimorismo, y ha convertido al resto en invitados de piedra. Sostengo que esa política de la inminencia la mayoría de veces es exagerada y sobreactuada, y tiene un efecto paralizante en un sistema que necesita debatir y aprobar cambios de fondo para renovar la democracia. Curiosamente, esta parálisis es más visible en quienes le piden al Ejecutivo “hacer política”, lo que ellos tampoco hacen.
La principal víctima de la inminencia es el cambio. A diez meses del inicio de la legislatura nos hemos olvidado de la renegociación de los contratos del gas, del relanzamiento de la descentralización y de la reforma política, y nos movemos en el reino de la pequeña política, al punto que el grueso de los contenidos producidos en los últimos meses se deben a decretos legislativos por facultades delegadas. El último episodio de este contexto es la indiferencia de los dos partidos históricos del Congreso y del Frente Amplio ante la negativa de Fuerza Popular de dar paso a la reforma electoral.

Creo que hay vida más allá de la contención. Y esto pasa por desempolvar los programas electorales, transformarlos en iniciativas legislativas y en acción ciudadana fuera de la micropolítica. Por ejemplo, una cosa es el pequeño debate sobre la reelección de los alcaldes y gobernadores regionales y otra la rendición de cuentas y el relanzamiento de la descentralización; o una cosa son las acusaciones a Ollanta Humala sobre Madre Mía y otra la reapertura de las indagaciones sobre las violaciones de los DDHH en el Alto Huallaga en las décadas de los ochenta y noventa.

Las agendas perdidas

http://larepublica.pe/impresa/opinion/877206-las-agendas-perdidas
La República
La mitadmasuno
19 de mayo de 2017
Por Juan De la Puente
Si se sistematizan las relaciones entre el Gobierno y el Congreso habría que anotar que a pesar de las apariencias, estas han experimentado más episodios de cooperación que de gran tensión. Entre las primeras se cuentan 1) el voto de investidura; 2) la ley de límite del déficit fiscal; 3) la delegación de facultades; 4) la aprobación del presupuesto del MEF casi sin cambios; 5) el control constitucional de los decretos legislativos con escasas derogaciones; y 6) la aprobación relámpago de la Ley de Reconstrucción.
Las fricciones vividas hasta ahora son propias de una convivencia forzada que pueden agruparse en dos tipos en función de su contenido e intensidad: la tirantez depredadora cotidiana y cortoplacista, la que más erosiona a los actores, a los dos; y las grandes tensiones, importantes por los hechos institucionales que generan y por la toma de posición a la que obligan, que fueron dos: 1) el caso Moreno (octubre) que motivó la creación de la Comisión Presidencial de Integridad; y la censura de Jaime Saavedra (diciembre) que reactivó el dialogo por un corto tiempo. Las interpelaciones a los ministros Vizcarra y Basombrío, incluso si no terminaran en censuras, será el tercer episodio de gran tensión en 10 meses de gobierno.
Las reglas que han seguido las grandes tensiones y en alguna medida aplicables también a la tirantez cotidiana, son: 1) un episodio detonante, de gran cobertura en los medios; 2) el anuncio de fuertes medidas de control por parte del Congreso, aderezado con un alto nivel de sobreactuación, a gusto de los incautos; 3) la toma de posición de los medios por alguna opción, en el contexto de una aguda guerra política; y 4) el desenlace, etapa en la que ninguno acumula fuerzas o gana políticamente a costa del otro.
Esta dinámica satisface tanto el Gobierno como al Congreso al punto que lo practican de memoria, un proceso que sin embargo muestra debilidades que pasan desapercibidas en medio de los análisis planos de la política. La primera de ellas es la falta de control por el oficialismo y el fujimorismo de sus propias fuerzas, una dificultad que alcanza a la construcción de los mensajes, patente en los debates sobre la libertad de Fujimori, el carácter de la reconstrucción y la respuesta a la corrupción, por citar algunos casos. En ninguno de estos episodios hemos asistido a un discurso claramente diferenciador.
La segunda debilidad es la falta de coherencia interna en ambos lados del escenario, incluso si no hay en marcha alguna estrategia para erosionar al adversario. Pareciera que ambos poderes han renunciado a participar en la formación de la agenda pública y que tienen dificultades para definir prioridades. Más que disensos internos, el signo dominante –y lo que está en discusión– es la falta de fuerza de los dos más altos liderazgos públicos en el Gobierno y en la oposición.
La tercera es la depredación como sustituto de la cooperación, que además suele presentarse como una fortaleza y no como una debilidad. Es extraño que los episodios de acuerdo desde julio del año pasado se refieran al mediano y largo plazo, y, en cambio, el corto plazo sea dominado por la micropolítica, tirante y caótica, esa que se hace gratis o con poco esfuerzo. Así, nosotros, que somos capaces de tener un sistema de democracia sin partidos, vivimos ahora una política sin política, es decir, privados de los grandes temas que deberían ser definitorios en el primer año de un quinquenio constitucional.

Esta dinámica de poca cooperación, escasa tensión, y hegemonía de la depredación puede gustarle a una parte de la élite peruana pero es seguro que no a los peruanos. El único beneficio de esta situación ha sido hasta ahora el bloqueo de otras formas de oposición, más programáticas y ciudadanas, y ajenas a las alturas. A cambio, se ha instalado en nuestro sistema, que ya necesitaba una profunda renovación, una democracia express, de coyuntura, de choque y fuga, y de agendas perdidas. Sin proyecto.

domingo, 28 de mayo de 2017

Un partido sin tribuna; la encuesta de GFK 28.5.2017

Por Juan De la Puente
Los políticos están jugando solos; los ciudadanos no están en las tribunas, no sienten que el partido sea suyo, ni hinchan por los equipos. Ese sentido adquiere la reciente encuesta de GFK (28.5.2917) publicada por La República, que reporta que se acentúa la brecha entre las convicciones de la elite y las percepciones ciudadanas, de modo que actualmente nadie está hablando por los ciudadanos. La política no está leyendo los códigos de la sociedad y camina a tientas.
1.- Debe ser frustrante para los actores que se esmeran por diferenciarse que los peruanos no vean al poder dividido sino como un todo. Ahora más que nunca aparece la soledad de esta elite que se expresan en dos políticas: la de las alturas y la de la calle, que no les grita a los políticos que no se peleen sino que sean eficaces. Les pide que hagan otra política. Así, solo el 38% piensa que las relaciones entre el gobierno y el Congreso son conflictivas; el 41% cree que es tensa pero que avanza, y el 9% que es cordial. Las tres bancadas más importantes –Fuerza Popular, PPK y Frente Amplio- no son creíbles como opositoras. En el primer caso, solo el 31% cree que fiscaliza al gobierno (16 puntos menos que hace 8 meses) mientras que el signo característico de la bancada del Frente Amplio es que “no se les escucha mucho” (41%). La aprobación de las bancadas es de 25% hacia abajo.
2.- Este no solo es un asunto de imagen sino se posicionamiento. Para la elite y los medios, la política está en el Congreso, para la gente no. ¿Dónde está la política? Al parecer fuera de los poderes. En el últimos mes, solo aumenta la aprobación de Keiko Fujimori (de 38% a 24%), de Kenji Fujimori (de 28% a 33%) y César Acuña (de 14% a 17%); dos de ellos no están en el Congreso, y Kenji no hace política parlamentaria.
Un dato concurrente es que por primera vez cae PPK y sube Keiko. Hasta hace unos meses, la caída de PPK la jalaba hacia abajo. Este cambio podría indicar que de modo personal ella –y no necesariamente Fuerza Popular- lidera la oposición; es el anti PPK, lo que ya sucedió con Alan García respecto de Toledo (2001-2006), y con Humala respecto de García (2006-2011). El sistema estaría entrando a un sistema de competencia perfecta donde las pérdidas del que gobierna lo asume el que se opone más significativamente. En este punto es sugerente lo que anota Eduardo Dargent en La República respecto de que el desgaste opositor del fujimorismo desde el Congreso no afecta a Keiko.
3.- Los ciudadanos ya abandonaron toda actitud complaciente con los poderes. Ambos, Congreso y Gobierno caen, pero me preocupa que en dos meses el gabinete haya caído 8 puntos, y que a pesar que la posición del premier Fernando Zavala es fuerte, haya perdido 9 puntos en un mes, en tanto la mayoría de ministros se encuentre a la baja. Sin embargo, no creo que la progresión de la caída de PPK haga más vulnerable a su gobierno al punto de hacer temer su continuidad. Creo que el gobierno ha logrado poner sobre la mesa la palabra “obstrucción” algo que dañaría al fujimorismo en su conjunto y que interesaría a los ciudadanos si progresan las interpelaciones. En esta dirección no debe pasar desapercibida la estabilidad de la aprobación del Ministro de Economía Alfredo Thorne (31%) inédito para el sector, señal de que la economía está blindándose de las pugnas entre los políticos.
4.- La tendencia es que la elite siga jugando sin tribunas. La mayoría de peruanos no se ha enterado de la reforma electoral (73%), no está enterada de la interpelación al Ministro del Interior, Carlos Basombrio (57%), ni conoce las razones de esa interpelación (70%). A los ciudadanos tampoco se les va la vida por los dramas de la política, no se sienten ni representados (60% de rechazo) ni satisfechos (55% de rechazo) de partidos y líderes pero tampoco son insistentes en demandar cambios, de modo que no le sugieren a PPK, por ejemplo, tocar la reforma política en su programa de TV.
Finalmente, podría ser que esta brecha no sea por ahora muy perjudicial para el sistema, que ya habrá tiempo para politizar a los electores. Pero sí es seguro que no es bueno para la democracia que la política ande sola.

martes, 23 de mayo de 2017

El caso Vizcarra, crisis orgánica y Estado débil

Por Juan De la Puente
Algunas reflexiones del caso Vizcarra cuyo desenlace pudo evitarse, que lejos de cerrarse se abre para mostrar sus elementos de mediano plazo.
1.- Crisis orgánica. La crisis abierta con la renuncia del ministro Martín Vizcarra pertenece al tipo de crisis orgánica de un gobierno, distinta a una crisis exclusivamente de coyuntura, en la medida que afecta al conjunto de procesos del gobierno hacia adentro y de relaciones hacia afuera. Es, además, una crisis de larga maduración para los estándares peruanos, y que ambos poderes maceraron algunos meses, más el Ejecutivo que tenía en sus manos soluciones legales durante meses. Tan importante como la renuncia de Vizcarra es la renuncia del Estado a resolver con diligencia y oportunidad un caso complejo.
2.- El elemento endógeno. El primer detonante de esta crisis y, al mismo tiempo, el primer impedimento de su solución es endógeno; es la falta de fuerza y competencia del Estado para deshacer un contrato mal hecho y renegociarlo o anularlo. Este es un problema legal y político que reside en la pérdida de la capacidad de negociación del Estado, una debilidad que no está relacionada con la fortaleza de la contraparte privada sino con la subestimación del interés público dentro de las agencias estatales llamadas a cautelarlo, creadas con el acertado objetivo de promover la inversión pero con escasa accountability. Desde la creación de Proinversión (D. Leg. N° 674, de 1991), la Ley N° 30052 (julio de 2013), y la Ley N° 30230, los objetivos de facilitar la inversión, el desarrollo productivo y el crecimiento empresarial pretenden ser logrados restringiendo la capacidad negociadora pública. Estas fallas se han advertido en otros casos ahora judicializados y tienen relación con una aplicación deficiente del D. Legislativo N° 1224, Ley Marco de Promoción de la Inversión Privada mediante Asociaciones Público Privadas y Proyectos en Activos, modificado recientemente mediante el D. Legislativo N° 1251.
3.- El elemento exógeno. El segundo elemento de esta crisis es exógeno, es la hegemonía del interés privado sobre el público, cuando debería ser al revés. Este es un problema ideológico o “de modelo”, y opera como un imperativo del mercado que debe subordinar toda lógica pública. Este imperativo está presente descarnadamente en escándalos como la Interoceánica y el peaje de Puente Piedra, pero también se aprecia en pronunciamientos leídos estos días sobre Chinchero. Van desde aquella autoridad del Cusco que dijo que con o sin corrupción debe hacerse ahora el aeropuerto, hasta las alarmas lanzadas desde el sector privado sobre que “nadie invertirá en el Perú” después de la cancelación del contrato del Aeropuerto de Chinchero.
4.- La gran pregunta. Estos dos elementos articulados atravesaron dos gobiernos y han prolongado un mal contrato en una pésima adenda. Vizcarra, una persona reconocida como seria y responsable, no responderá nunca dos preguntas: 1) porqué defendió una adenda de la que él mismo sospechaba era mala; y 2) porqué esperó seis meses para tomar una decisión que era de sentido común desde enero de este año. La respuesta quizás se encuentre en el hecho de que Vizcarra es también conocido como un hombre leal y disciplinado, lo que le da fuerza a la figura de la “inmolación”.
5.- Las repuestas aprendidas. Toda la discusión sobre este caso se ha coyunturalizado rápidamente. Los críticos de Vizcarra no intentan pasar a los temas de fondo y se quedan en las personas (ya lo vimos con la corrupción brasileña, en cuyos casos se niegan a soluciones sistémicas); y los defensores del proyecto cuestionado razonan con el viejo y conocido doble discurso y rasero. Exigen que la Contraloría -otras veces los jueces, policías, fiscales o alcaldes- cumplan con su función pero cuando las instituciones tocan a sus conocidos, intereses o afinidades políticas, se resisten a las medidas. Ensayan el otra vez viejo y super conocido discurso de "yo lo conozco" y por ese motivo tal persona no puede haber cometido una infracción. Es la cultura criolla que no está vuelta porque nunca se ha ido y que cuando no puede con argumentos técnicos o legales, personaliza lo público.
6.- Lo coyuntural. Hay una parte coyuntural en el caso, claro. Al renunciar, Vizcarra ha asumido una responsabilidad, lo que es meritorio en un país donde la responsabilidad política siempre se les exige a otros pero no a uno mismo. Lo hizo luego de la interpelación, después de la cual habían 2 opciones, censura o no. Vizcarra ejecutó un movimiento de manual, la renuncia anticipada, que no solo anula la posibilidad de la censura –que creo era difícil habida cuenta de los fuegos artificiales que se lanzaron el día de la interpelación- sino que lo pone en línea de victimización. De hecho, exigirle ahora que renuncie a la vicepresidencia de la república suena excesivo, una doble asunción de responsabilidad. Fuerza Popular tendrá que forzar demasiado para cobrarle otra renuncia, con el costo que ello supone.
Vizcarra deja atrás un caso emblemático que junta impericia política y técnica. Con el informe de la Contraloría –que tiene el acierto de poner luz en algunos actores invisibles- el caso no se cerrará y tendrá secuelas que afectará al gobierno, y solo si se insiste en apartar a Vizcarra de la vicepresidencia el gobierno podrá salir de la posición defensiva en la que se encuentra. Por ahora, la idea de que Vizcarra "se inmoló" ayuda a Vizcarra pero no al Gobierno.