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sábado, 30 de diciembre de 2017

El retorno del lado oscuro

La República
La mitadmasuno
29 de diciembre de 2017
Juan De la Puente
"Tus débiles habilidades no pueden
competir con el poder del Lado Oscuro"
Darth Sidious/Palpatine (Star Wars).
Alberto Fujimori está libre. Su indulto es el acto menos reflexivo de Pedro Pablo Kuczynski respecto de sus consecuencias. El hecho de que sea ilegal y que fuese negociado poco menos que en vivo en directo, lo hace más espectacular en medio de una crisis donde los actores –casi todos- deambulan sin guion satisfechos con su parlamento. Es una puesta en escena perfecta para una crisis que se antoja extraña y cada vez más implacable con sus protagonistas.
El hecho de que la libertad de Fujimori no fuese deseada por el fujimorismo oficial, por la elite peruana y un sector democrático con memoria, pero si por la mayoría de peruanos, indica que se ha liberado no solo a un hombre, sino a una bandera. Su liberación es un poderoso mensaje que impacta a la sociedad. Proyecta ideas-fuerza que serán vigentes por mucho tiempo: que la impunidad es socialmente aceptada, que la democracia perdona a los dictadores, que las víctimas no son importantes para la alta política, y que el olvido de los pueblos es tan vigente como la memoria de los mismos pueblos.
Nadie como Fujimori resume el Perú de hoy, pero sobre todo lo explica, especialmente el sistema político que se creía curado de él. Su libertad vía indulto era el eslabón que faltaba para unir los dos ciclos del Perú, 1990-2000 y 2000-2017. Fujimori condenado y sentenciado era la expresión del primer ciclo, y a quienes se juzgaba recientemente son los grandes protagonistas del segundo ciclo. Con Fujimori libre no tiene sentido separar un período del otro; en menos de tres días, el Perú fue derrotado dos veces por la corrupción, la del presente y la del pasado.
El indulto es un golpe a la política postfujimorista o posterior al año 2000. Imposible no pensar que para algunos peruanos -¿pocos, muchos?- la liberación de Fujimori puede ser una llama de esperanza. Se trata de un político con un peso específico en la historia; es el único caudillo que en casi tres décadas ha dado forma a un pueblo, el pueblo fujimorista, y ha creado por contraposición el otro pueblo, el pueblo antifujimorista.
Su liberación pone a los dos pueblos en crisis porque los activa e interpela, los enfrenta al corto plazo, les pide cuentas inmediatas y los fuerza a definir estrategias. Por ello, tiene por lo menos una base de discusión la hipótesis de que hemos retornado a los años noventa. No obstante, aun debemos saber el tipo de división que se ha emplazado entre nosotros porque, aunque parezca surrealista, una parte del fujimorismo no bota espuma por la boca sino habla lenguas extrañas: puentes, gobernabilidad, tolerancia y reconciliación; en tanto que otra, la oficial, está callada escuchando su propia voz y como dice el poema “con sus demonios de debajo”. El tercer fujimorismo, el más grande y atroz, el de a pie, es un ejército de zombies que vaga por su cuenta creyendo que este es el momento de morder y matar.
Es probable que el mismo Fujimori no sepa qué hacer con su libertad y que el segundo paso se le sospeche arriesgado. Sus dos primeros dilemas son, si debe dividir su legado (léase Fuerza Popular), y cómo debe hacer la política (directa o indirectamente). El país que encuentra es más pragmático y más impaciente, en suma, más fujimorista que él. Por otro lado, él no es Haya de la Torre, un político perseguido por poderes económicos y clases oligárquicas; y tampoco es Belaunde, un patricio de la democracia, golpeado, que regresó 12 años después, revindicado. Forzar el retorno tendrá un precio, considerando la fuga, la renuncia por fax, la extradición y la sentencia por corrupción y delitos de lesa humanidad.

Por estas razones, es extraña la pretensión de forzar la reconciliación desde el indulto, una apuesta que hasta suena ofensiva al no considerar los medios, los fines y los plazos. No puede haber reconciliación con jóvenes gaseados en las calles, con magistrados del TC a punto de ser destituidos acusados de conspirar contra militares que no quieren someterse a la justicia en casos graves de violación de DDHH, o con una campaña en curso que tacha de terroristas a los organismos defensores de los DDHH.

domingo, 17 de enero de 2016

¿Qué hay de nuevo, viejo?

http://larepublica.pe/impresa/opinion/733705-que-hay-de-nuevo-viejo
La República
La mitadmasuno
15 de enero de 2015
Juan De la Puente
Se ha reinstalado una discusión saludable sobre la necesidad de renovar la política a partir de contar en la dirección del Estado con un político nuevo, diferente a los del elenco estable. Se presume que un recién llegado podrá hacer mejor las cosas por su falta de compromisos con el pasado y con las mañas de la vieja política.
La renovación del liderazgo es uno de los problemas más complejos de la sociedad. En sistemas con escasa institucionalización los partidos dejan de cumplir sus funciones de representación social que pasa a manos de líderes personalistas en tanto que la renovación de esos liderazgos no se realiza a través del reclutamiento y promoción de nuevos cuadros partidarios sino por la irrupción de alternativas de fuera del sistema que atacan al establishment.
Sostengo que siendo cierto que desde hace 25 años una parte de los ciudadanos busca un gobernante nuevo o que lo parezca, la tendencia de este fenómeno es decreciente. En 1990, dos tercios de los votos fueron para los nuevos o que lo parecían (Fujimori y Vargas Llosa), el punto más alto, reduciéndose a poco más de un tercio el 2001 (Toledo), a 30% el 2006 (Humala) y a 18% el 2011 (PPK).
La búsqueda de una representación personalista y no institucionalizada no tiene que ser racional. En ella juegan el carisma, la oferta a veces populista o como pasa en el actual proceso electoral, parecido en este punto al de 1990, el hartazgo y la crítica a los líderes conocidos.
Sería insensato predecir de plano que el voto por los nuevos se reducirá más en estas elecciones. Algunos “no nuevos” podrían hacer lo que con cierto éxito hizo PPK el 2011 y Toledo el 2001. Luego, existe un espacio para que candidatos con anterior desempeño convenzan a los electores de que son nuevos (Acuña, Reggiardo, Barnechea o Verónika) o que uno realmente nuevo gane adhesiones (Guzmán).
La discusión reside en tres asuntos cruciales: 1) en qué medida son nuevas las propuestas de los nuevos; 2) si al margen de las propuestas, lo más importante es que los nuevos lo sean o parezcan por un asunto de confianza; y 3) que si esa condición de político reciente es suficiente para gobernar/cambiar el país.
Mi impresión, luego de una revisión inicial de los planes de gobierno es que salvo Barnechea y Mendoza los nuevos y los tradicionales proponen lo mismo con algunos matices que no alteran una similitud general, de modo que es muy difícil que la diferenciación gire sobre los programas. No es una verdad de Perogrullo: las elecciones del 2006 y 2011 fueron las más ideologizadas desde 1980 atravesadas por el eje temático “cambio del modelo”. Eso no pasará ahora.
Siendo correcto seguir pugnando por un proceso electoral de contenidos, es cierto que se afirma la tendencia de una campaña donde la confianza personal hacia los candidatos será decisiva y excluyente de otras razones. Advierto que no se trata de una confianza moral sino política y a ello se debe que las encuestas arrojen que la mayoría está dispuesta a votar por líderes que consideran deshonestos.
Los próximos años exigen al mismo tiempo gobernabilidad y reforma y resultará insuficiente tanto lo nuevo-nuevo como lo viejo-viejo. Si habría que predecir sobre esto es que para organizar eficazmente la política en los próximos años se requerirá más relaciones horizontales que verticales, considerando que nuestro presidencialismo es muy moderado y que la debilidad de las instituciones limita al más carismático de los liderazgos.
No es suficiente ser nuevo. Los románticos de lo nuevo y los que buscan outsiders debajo de cada piedra deberían recordar que nuestro sistema lejos de reforzar a los caudillos en el poder los ha debilitado, y que salvo Fujimori –que para el efecto dio un golpe de Estado en 1992– los líderes nuevos no aumentaron su poder luego de haber tomado el gobierno. De ello dice el modo en que termina el gobierno de Humala y la forma como culminó el de Toledo, de lo que fui testigo privilegiado.

jueves, 16 de junio de 2011

Humala, AGP, Toledo y Fujimori

La mitadmasuno
La República
16 de junio 2011
Juan De la Puente
http://www.larepublica.pe/15-06-2011/humala-agp-toledo-y-fujimori


Desde el 28 julio el presidente Humala tendrá frente a sí a tres ex mandatarios, dos de los cuales actuarán con miras al 2016. Aquí algunas hipótesis sobre sus opciones.
Fuera del poder Alan García potenciará sus posibilidades presidenciales. Tendrá las manos libres para reorganizar al Apra, todo indica a su imagen y semejanza, y desarrollar un perfil opositor luego del año de gracia que le otorgue al nuevo gobierno. La probabilidad de un tercer alanismo, no obstante, es desafiante; obliga a García a no repetir el modelo opositor centroizquierdista seguido entre el 2001-2006 frente a Toledo. Que el Apra y AGP se coloquen a la izquierda de Humala es improbable y que se ubiquen a su derecha, lo es aún más porque ese espacio tendrá demasiados inquilinos. Sabiendo del estilo García, su apuesta sería jugar un papel moderador y crítico al mismo tiempo, no antagónico, usando su expresidencia desde una postura razonable. Si se extrañaba la escopeta de dos cañones, podríamos tener muchos de esos disparos en el futuro.
Los desafíos de Alejandro Toledo son otros; su derrota en la primera vuelta fue atemperada por su pertenencia al bloque político ganador en la segunda ronda. A pesar de ello, no asumir la victoria y abrir solo una pequeña rendija para que Perú Posible participe en el gobierno, entraña sus riesgos. La ausencia de un pacto explícito le permitirá al toledismo arbitrar o moderar los cambios pero también deslizarse en una dirección conservadora. La imagen del partido en el gobierno pero Toledo fuera de él demandará mucha cintura, no pocos silencios y más de una incursión en el campo del gobierno y de la oposición.
Fujimori, preso o libre, hará política aunque su horizonte presidencial es casi nulo. Su fuerza personal se debilitará más si no logra, como en las historietas, transferirla a otro combatiente. La épica fujimorista es todavía más fuerte que su bancada, pero si Fuerza 2011 solo bloquea, no ganará puntos.
Las llaves de estas hipótesis las tienen Humala y esta sociedad, que han forzado el giro electoral a la izquierda. Si solo se cumpliesen, de modo gradual, los compromisos más emblemáticos se abriría una nueva etapa en el Perú, con un Estado y sociedad superiores en contenido democrático a la década posfujimorista. En este caso, el sistema político promovería un modelo de competencia política que obligaría a partidos y líderes a refundarse bajo el riesgo de morir.

domingo, 24 de abril de 2011

La segunda vuelta es otra campaña

Entrevista de José Miguel Silva para La República Digital.
22 de abril 2004

El viernes nada "santo" de Alberto Fujimori y la importancia de los planes de gobierno

Aquel viernes santo de 1990, Alberto Fujimori utilizó como excusa una supuesta intoxicación con bacalao para no sustentar su plan de gobierno. Juan de la Puente recuerda este "sin-sabor" pascual.

José Miguel Silva @jomisilvamerino

¿Qué se le cruza por la cabeza a un candidato presidencial que de pronto evade la presentación de su plan de gobierno con la excusa de una intoxicación por comer “bacalao”?

Partiendo de esta interrogante, conversamos con Juan de la Puente, importante analista político y columnista de La República, quien ve en esta “anécdota” una muestra de un hecho tan lamentable como cierto. “Puede haber muchas coartadas para que un candidato no explique un plan de gobierno que no domina”.

¿Cómo recuerda usted ese “viernes santo” y la famosa intoxicación de Fujimori por comer bacalao?
Quedaban dos candidatos, y en aquel momento se señalaba de Fujimori, la fragilidad de su programa. Su vinculación con su equipo de plan de gobierno era muy débil. Más allá de la promesa de no shock, todo indicaba que él no dominaba los puntos de su plan de gobierno.

¿Era el momento para que él exponga sus ideas no?
Efectivamente. En la Semana Santa de aquel tiempo se planteó la necesidad de que Fujimori fuera más explícito en su plan de gobierno. La coartada a la que recurrió Fujimori fue que había comido bacalao y se había intoxicado. Como ya estaba comprometido a presentarlo, apareció su esposa Susana Higuchi a explicar esa historia.

¿Esto qué mensaje le deja?
Que pueden haber muchas coartadas para que un candidato no explique un plan de gobierno que no domina.

¿Cómo reaccionó la prensa en ese entonces?
Reflejó la mentira. No se tragó el cuento. Fue casi inmediato. Hubo informaciones que indicaban que él nunca se enfermó.

¿Qué importancia le da el electorado a los planes de gobierno?
En una democracia sin partidos los programas son menos relevantes, porque la política aquí le da más importancia al candidato, es una política antropomórfica, que se fija más en los movimientos y gestos que realiza.

¿Y cómo es la situación en otros contextos?
En varios países de América latina, importan mucho los programas, especialmente en la segunda vuelta. Si para muchos no es relevante en la primera vuelta, para otro sí lo es, en esta fase de la campaña.

¿Es aceptable una reforma de plan de gobierno a estas alturas?

La segunda vuelta es otra campaña, por eso se justifica que los candidatos puedan reelaborar sus planes de gobierno. Si un candidato tiene escasa votación, tiene entonces que producir una mayoría política con la que pueda gobernar.

Pero esto algunos lo ven como doble discurso…
Esto es extraño, porque cuando a los candidatos les piden que se moderen, lo hacen y luego los critican igual. Toledo y García en el 2006 hicieron precisiones en sus propuestas y nadie los acusó de doble discurso.

El viernes nada "santo" de Alberto Fujimori y la importancia de los planes de gobierno¿Quiénes deben proponer los acuerdos, los ganadores o los perdedores como PPK?
Para mí la política es el arte de lo posible, si él logra levantar una bandera política para proponerla es su problema, pero mi impresión es que ni siquiera dentro de su propia alianza están de acuerdo con su programa de ideas.

¿Humala se ha reunido pero no ha firmado documentos aún, le parece que él es consciente de que su primer lugar lo obliga a manejarse con más cuidado?
Creo que no solo Humala sino Keiko están tanteando para ver el sentido de la población, para ver de qué manera pueden afinar su programa.

¿Han cambiado mucho las cosas con respecto a la primera vuelta?
El Perú ha votado por el cambio. Estamos en un segundo momento muy distinto al del 10 de abril. La discusión se refiere a cómo se da en el cambio, nadie aquí propone algo diferente a eso.

¿Usted se refiere a Humala únicamente?
No, me refiero a los dos, que expresan un descontento con el modelo. La gente quiere cambios sustantivos en el modelo. Por esto es que ambos expresan a su modo un descontento de los peruanos con la realidad del país.

¿Cuáles son los retos mayores de ambos candidatos para vencer en esta segunda vuelta?
Veo dos retos. En ambos casos primero deben derrotar los dos miedos. Además deben demostrar que es posible producir el cambio, sin dejar los grandes logros que ha tenido el país. Si el Perú requiere continuidad y cambios, los candidatos deben tener mucho cuidado para hilar fino y lograr convencer a los votantes.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Hipótesis sobre el fujimorismo

La mitadmasuno
La República
Jueves 11 de noviembre 2010
Juan De la Puente
http://www.larepublica.pe/11-11-2010/hipotesis-sobre-el-fujimorismo
Por lo menos uno de cada 5 peruanos piensa votar por el fujimorismo en las elecciones del 2011. Esta perspectiva alienta en algunos la convicción de que la obra política de Alberto Fujimori está saliendo airosa de la prueba del tiempo como un elemento de la tradición autoritaria que arropa a su hija en la competencia presidencial. Ciertamente, ningún otro candidato recibe una herencia tan cuantiosa y sonante como la que ha empezado a disfrutar Keiko Fujimori.
Desde esa perspectiva, la táctica electoral de Fuerza 2011 se funde con su estrategia desde una aritmética sencilla: a más fujimorismo, más rédito electoral. Es decir, les basta la nostalgia, el recuerdo del país que encontraron en 1990 y lo que hicieron para remediarlo, incluido el golpe de 1992. En ese discurso, el país está obligado a tener memoria, un cierto tipo de memoria, la que se activa con cierto éxito con claves como partidos tradicionales, el terrorismo, inflación y desorden.
Una campaña centrada en la épica fujimorista corre el riesgo de ser incompleta, suficiente para recuperar la identificación emocional con un sector social pero limitado para producir un mandato de futuro. En otras palabras, el fujimorismo puede servir para recordar pero no necesariamente para gobernar. En una segunda lectura, acudir exclusivamente a la memoria en esta campaña electoral no será del todo redituable, sobre todo porque la memoria conservadora peruana es, en el fondo, una forma de antimemoria, un relato que a tenor de varias encuestas evade los imperativos de la democracia y la libertad esenciales en nuestro sistema.
El formato de campaña “más fujimorismo” tiene el perfil de una huida hacia adelante. Para intentar superar la barrera del 20 o 25% debe exacerbar la confrontación y endurecer el discurso con el consiguiente posicionamiento de esa opción en la extrema derecha del escenario. En el caso de que Fuerza 2011 pase a la segunda vuelta, será una proeza salir del gueto ultra en el que se está metiendo. Probablemente sea la consecuencia de un error estratégico de apreciación: no atreverse a explorar el posfujimorismo y asumir el papel de una nueva derecha, autocriticándose del golpe de Estado, de la corrupción, de la sociedad con Montesinos y de la violación de derechos humanos, un acto de contrición que la derecha chilena realizó con dolor 10 años antes de ganar las elecciones. La nostalgia cuesta.

sábado, 31 de julio de 2010

La nostalgia electoral

La mitadmasuno
La República
Sábado 31 de julio 2010
Juan De la Puente
http://www.larepublica.pe/la-mitadmasuno/31/07/2010/la-nostalgia-electoral

El reagrupamiento del país conservador avanza de cara a las elecciones del 2011. Y lo hace imponiendo un debate de esencia nostálgica. En un lado, su centro de gravedad es la denuncia del desorden acrecentado como realidad y como peligro. La campaña en relación con la liberación de terroristas, los reales y los inocentes de Hubert Lanssiers, y los pagos de las reparaciones ordenadas por la Corte de San José intentan catalizar la opinión pública desde el pasado, como si SL estuviese a las puertas de Lima o en las elecciones se jugara la existencia misma del Estado.
Esta añoranza es contestada con una similar desde el país supuestamente progresista. El centro de gravedad de esa otra nostalgia es la derecha de hace 10 años y no la actual. En esa perspectiva, el peligro de Keiko Fujimori reside en la década liderada por su padre y no en su visión actual del futuro. Da la impresión de que, planteadas así las cosas, las elecciones se jugarán el año 2000 y no el 2011 y que el eje de la discusión girara entre fujimorismo y antifujimorismo.
Los cambios económicos y sociales de la década deberían motivar evoluciones en la política, principalmente en los programas. A ello se resisten quienes proponen un debate congelado en el 2000. Plantear una discusión que ignore el crecimiento de los últimos años, la reducción de 20 puntos de pobreza y la afirmación de un modelo que incluye y excluye al mismo tiempo, podría ser la base de un suicidio colectivo. Eugenio Tironi, reconocido publicista chileno, explicó hace poco (Radiografía de una derrota, mayo 2010) que el fracaso de la Concertación se debió a que los que gobernaron Chile durante 20 años le ofrecieron al electorado un país anterior a los cambios que ellos mismos impulsaron. Es decir, no miraron al país ni a las demandas del electorado.
La apuesta electoral nostálgica es riesgosa. Para empezar, provocaría una falaz polarización cuyo primer efecto sería el debilitamiento del centro político, incapaz de darse continuidad a sí mismo. Una campaña de cara al futuro obligaría, por ejemplo, a reconocer que el Perú de ahora es políticamente más plural que el 2000, aun a pesar de la debilidad de sus partidos, y que la clave del debate no es como deshacer lo registrado en estos años sino como desarrollar más democracia, equidad e inclusión, más Estado regulador y promotor y más mercado. En ese sentido, la opción no es la refundación conservadora sino la reforma política
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